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«Charras»: memoria viva

Fuentes: Rebelión

Traer al presente hechos del pasado, no es sólo la función de la historia, sino una necesidad que como sociedad debemos valorar, ya que nuestra memoria como colectivo se conforma justamente de esos hechos, sucesos y procesos que hoy dan razón a lo que vivimos.

Las estructuras sociales, los derechos humanos, las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares, tienen su explicación en ese pasado muchas veces desdeñado, y otras tantas ocultado y silenciado por no convenir a los intereses de la clase gobernante, a fin de cuentas la historia es también reflejo de la compleja dialéctica que surge como parte de la lucha de clases al interior de las sociedades, y Yucatán no es ajeno a estas situaciones.

Uno de esos episodios históricos relevantes y necesarios de estudiar, analizar y divulgar, es el relacionado con el Movimiento Obrero-Estudiantil que tuvo lugar en Yucatán durante los años de 1973-1974, pero que en realidad inició alrededor de 1968 y culminó entrado el año de 1977, con el surgimiento de organizaciones obreras independientes y de estudiantes politizados, y con la reacción represiva y estratégica del Gobierno priista de entonces, un proceso de breve duración en un marco general que hasta hoy sigue su curso y sus repercusiones son visibles en la realidad social que se vive en la entidad, ya que la historia de la clase obrera es también la historia de México y del mundo.

El asesinato de Efraín Calderón Lara, “Charras”, la madrugada del 14 de febrero de 1974 por el gobierno de Carlos Loret de Mola, su secuestro la tarde noche del día anterior (13 de febrero de 1974), la tortura de la que fue víctima, el tiro de gracia que terminó con su vida, las huelgas obreras y la huelga universitaria, la organización sindical, la represión, el ocultamiento gubernamental, la entrega de muchos medios de comunicación que prefirieron silenciar las demandas del pueblo y hacer eco de la voz del poder, el silencio de intelectuales de aquella época considerados de vanguardia, la organización estudiantil, la lógica comunal surgida al calor de la lucha compuesta por la unión proletarios-estudiantes-pueblo, la participación de las mujeres en la organización y la resistencia, el papel central del estudio de las condiciones de vida concretas y de la correlación de fuerzas por parte de los asesores y militantes que apoyaron a los sindicatos independientes creados, los reclamos legales de los derechos obreros pisoteados, la multiplicidad de voces, el velorio de un pueblo que creyó en las leyes, la Universidad sitiada por militares y policías, los sueños generacionales, la dialéctica y la contradicción de un sistema que crea a sus sepultureros, el dolor, la muerte y la esperanza aún viva; esos son muchos de los aspectos y temáticas urgentes por seguir estudiando y revelando del Movimiento Obrero-Estudiantil que sacudió hace 50 años a Yucatán.

Negar los hechos, silenciarlos, seguir insistiendo en ocultar la verdad, impedir que la historia se estudie como aconteció, que se comprendan las razones y los porqués, aunque sea duro de reconocer y difícil de entender en sociedades tan golpeadas por la injusticia, pero esa es la función de la historia y del intelectual comprometido, buscar esas verdades y darles luz, no hay otro camino, no para la conciencia nuestra.

Hace 50 años se asesinó al “Charras”, pero también hace 50 años de que se le recuerda, que se toma su ejemplo y se pone en marcha. Sí, lo asesinaron, pero la memoria vive, tanto en quienes le acompañaron como entre las nuevas generaciones que hemos aprendido a no callar…

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