Este 1 de enero se cumplen 15 años del alzamiento zapatista en Chiapas, que coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México. La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desbarató de un plumazo las pretensiones del Gobierno corrupto y neoliberal de Carlos Salinas […]
Este 1 de enero se cumplen 15 años del alzamiento zapatista en Chiapas, que coincidió con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México. La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desbarató de un plumazo las pretensiones del Gobierno corrupto y neoliberal de Carlos Salinas de Gortari de presentar la puesta en marcha de dicho acuerdo como el avance definitivo de México hacia la modernidad. De hecho, galvanizó la oposición a un Tratado que había suscitado ya durante su proceso de negociación considerables campañas de rechazo y una innovadora e interesante dinámica de coordinación transfronteriza entre movimientos, sindicatos y organizaciones de los tres países concernidos.
El alzamiento marcó simbólicamente el inicio de una etapa de rechazo al nuevo orden internacional proclamado por Bush padre en 1991. Esta reorganización del mundo surgió como consecuencia, entre otros factores, de los efectos producidos por la caída del Muro de Berlín en 1989, la primera guerra del Golfo en 1991 y el comienzo de la desintegración de la URSS que tendría lugar a finales del mismo año.
Los zapatistas fueron los primeros en codificar un discurso general de crítica a este nuevo orden mundial al cuestionar con su lucha particular los principios generales del mismo y defender los valores de «la humanidad e ir contra el neoliberalismo». En palabras del mismo subcomandante: «Marcos es gay en San Francisco, negro en Suráfrica, asiático en Europa, chicano en San Isidro, anarquista en España, palestino en Israel, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, judío en la Alemania nazi, ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría…». La revuelta zapatista combinaba de forma peculiar lo nuevo y lo viejo, la defensa de los derechos indígenas con el uso de las nuevas tecnologías y una hábil política de comunicación. Además, se dotó de un lenguaje y de un planteamiento estratégico innovador, aunque con límites y contradicciones en un momento de crisis y desconcierto de la izquierda.
Otro de los hechos que convirtieron a los zapatistas en pioneros en articular la incipiente resistencia internacional contra el nuevo orden mundial fue la convocatoria del I Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo en la Selva Lacandona en 1996. Dieron un impulso decisivo a lo que luego se llamaría el nuevo «internacionalismo de las resistencias» y que tendría su mejor expresión en la abrupta entrada en escena del movimiento antiglobalización a partir de las protestas de Seattle durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en noviembre de 1999.
Ya en el nuevo siglo, la visibilidad específica del zapatismo ha perdido fuerza precisamente por el ascenso de la corriente antiglobalizadora. Estos movimientos, que alcanzaron su máximo esplendor en el periodo 1999-2003, consiguieron desplegar una estela de manifestaciones durante las cumbres oficiales en todo el mundo. También fueron los protagonistas de la irrupción en el Foro Social Mundial a partir del año 2001, el movimiento contra la guerra en 2003, y el auge de la resistencia al neoliberalismo en América Latina -iniciado simbólicamente con la «guerra del agua» en Cochabamba (Bolivia) en abril de 2000- y la consolidación de Gobiernos progresistas en Venezuela, Bolivia, Ecuador y ahora Paraguay.
El zapatismo ha tenido importantes momentos de visibilidad y centralidad política gracias a sus principales iniciativas, como la Caravana a la Ciudad de México en febrero y marzo de 2001, que culminó con la multitudinaria llegada de Marcos al Zócalo, y la Otra Campaña en 2005 y 2006. De hecho, ha seguido siendo uno de los componentes de referencia de los movimientos de resistencia al capitalismo global.
El mundo actual es bastante distinto del de hace 15 años. El nuevo orden mundial anunciado por Bush padre se tambalea. Si entonces los Estados Unidos se presentaban como la única superpotencia indiscutible, hoy aparecen como una potencia en declive que lucha por mantener su hegemonía mundial. Si el neoliberalismo, codificado en el llamado Consenso de Washington, se postulaba como la única política posible y se encontraba en su momento de mayor apogeo histórico, hoy sufre un fuerte descrédito y cuestionamiento. Y si el capitalismo salía victorioso de la Guerra Fría, mostrándose como un sistema económico sin rival, y prometía prosperidad para todo el mundo, hoy se hace más evidente que nunca su carácter destructivo. No sólo es incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de la humanidad, sino que amenaza a la propia supervivencia de la especie debido a la crisis ecológica global que ha provocado.
Desde el alzamiento zapatista, las políticas neoliberales se han profundizado, acelerado y generalizado, pero las propias contradicciones que estas han causado han engendrado crecientes y múltiples resistencias, aunque todavía sin la fuerza suficiente para derrotarlas y provocar un cambio de paradigma.
«Ya Basta» fue el grito que mostraba la ira y la indignación de los zapatistas insurrectos. «Ya Basta» es lo que han sentido, pensado y expresado los millones de personas que en estos 15 años se han rebelado contra el actual orden mundial y que, con sus acciones, han enterrado la tesis del Fin de la Historia -proclamada poco antes del alzamiento zapatista por Francis Fukuyama- abrazada por los entonces muy confiados ideólogos neoliberales. Muy a pesar de algunos, la historia no terminó y el resultado de la partida aún está por determinar.
Josep María Antentas es Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona
Esther Vivas es Miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS)