Desde diversas trincheras, diversos grupos, personas e incluso gobiernos estatales o municipales mexicanos están organizando actos, eventos, festivales, de todo tipo para ¿celebrar?, ¿conmemorar?, los cien años de la fundación del Partido Comunista de México, o mexicano cómo se le conoció en el momento de su liquidación, o disolución o transformación, cómo a muchos gusta […]
Desde diversas trincheras, diversos grupos, personas e incluso gobiernos estatales o municipales mexicanos están organizando actos, eventos, festivales, de todo tipo para ¿celebrar?, ¿conmemorar?, los cien años de la fundación del Partido Comunista de México, o mexicano cómo se le conoció en el momento de su liquidación, o disolución o transformación, cómo a muchos gusta referir el momento en que la palabra comunista salió de la política mexicana en 1981, es decir hace ya más de 38 años.
A lo largo de este año, se ha dado un debate centrado en dos temas: ¿quién es el propietario auténtico de la marca y por tanto el único con derecho a festejarlo, recordarlo, etc.? Y, ¿qué tipo de actos realizar?, es decir ¿memoribilia nostálgica o punto de inflexión para relanzar algo? La academia ha cumplido un papel central en este proceso. En diversas universidades del país se han organizado actos y eventos para recordar la importancia que tuvo ¿tuvo? La existencia de un partido comunista en México.
Pero hay un hecho central, desde hace 38 años palabras, connotaciones, lemas, banderas, condignas, ideología y luchas que encabezaba, acompañaba, apoyaba una organización marxista revolucionaria han estado alejados de la política mexicana.
Hubo un momento, el de mayor inflexión en la existencia del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en dónde prácticamente se negó la existencia de una organización marxista revolucionaria en nuestro país, como el PCM, ya que la izquierda empezaba su historia en la fundación de este partido según sus principales dirigentes, por cierto muchos de ellos ex militantes del PCM.
Y esta «tradición» se ha llevado hasta sus últimas consecuencias. El PCM, en el XVII Congreso abandonó la consigna de una nueva revolución, una revolución socialista, adoptada en el XV Congreso, para pasar a la lucha por las libertades democráticas, en un camino que lo llevó a adoptar posiciones socialdemócratas.
En los últimos cinco años de su existencia, la corriente mayoritaria, la que condujo el proceso de su liquidación, disolución, transformación, pavimentó el camino que siguió su sucesor, El Partido Socialista Unificado de México (PSUM), es decir este último escaló la tendencia socialdemócrata, se abandonó el marxismo como ideología, la bandera roja con la hoz y el martillo se arrumbo en un salón oscuro, ahí dónde nadie la viera.
El siguiente paso fue transmutar del PSUM al Partido Mexicano Socialista (PMS) y se generó una escala más hacia posiciones francamente de derecha. Ya no se trataba de tener ni siquiera como consigna la revolución social, la lucha por el socialismo, ahora sólo se buscaba «perfeccionar» el «sistema democrático», tener registro «legal» y acceder a diputaciones, generando una burocracia privilegiada y dirigentes profesionales también privilegiados.
Junto con la liquidación, disolución, transformación del PCM, los partidos que lo sustituyeron fueron abandonando paso a paso a los movimientos sociales, desapareció la organización comunista en las fábricas y centros de trabajo, colonias, barrios, pueblos, escuelas, universidades. Se adoptaron esquemas organizativos laxos, porque ya no se requerían y buscaban militantes, ahora se iba a la caza de votantes.
¿En esos años se celebró la fundación del PCM?, no, para qué, el comunismo, los comunistas eran una «entelequia», una cosa del pasado se llegó a utilizar palabras como «cavernícolas», «muertos vivos», etc., nada que ver con los nuevos tiempos.
Otro paso hacia el abandono total del referente revolucionario en la izquierda mexicana lo constituyó la cesión de la candidatura de Heberto Castillo a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, quién junto con Porfirio Muñoz Ledo encabezó un rompimiento en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), rompimiento que trató de agrupar a la famosa «corriente de izquierda» que supuestamente militaba en el partido en el poder por más de 50 años.
En torno a Cárdenas se agruparon casi todas las corrientes de izquierda habidas en ese momento (trotskistas, maoístas, socialistas, «comunistas», ex guerrilleros etc.) y poco a poco contingentes del PRI que reivindicaban el «nacionalismo revolucionario» priista de los años post cardenistas. La amalgama dio paso a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), partido al que se sumaron todos los grupos (o casi) de la izquierda.
En el PRD privó la constitución de corrientes políticas, todas en lucha por los puestos de elección, los de dirección, y el manejo cada vez más suculento de las prerrogativas económicas y financieras que les permitían el registro. Ante el mundo, el PRD apareció como la única y auténtica izquierda mexicana, aunque su programa, sus acciones y sus posiciones nada tenían que ver con ella.
La dirigencia del PRD, quién sean que estuvo al frente de ella (desde Cárdenas, López Obrador, Rosario Robles, etc.), desmanteló, desarmó, limpió de cualquier residuo peligroso izquierdista al partido. Todo lo que «oliera» a socialismo, comunismo, marxismo, fue combatido, incluso con la marginación de quienes tibiamente lo trataban de impulsar. El PRD tiró a la basura el legado de los comunistas, no le importó que el registro que ostenta les fuera cedido por los sucesores del PCM, quién originalmente lo obtuvo en 1979.
Pero cuando creíamos que el PRD sería la culminación del proceso de derechización iniciado con la liquidación, disolución, transformación del PCM, el surgimiento de MORENA viene a culminar ese amplio proceso de derechización de la «izquierda» mexicana, sobre todo la que se amalgamó con el nacionalismo revolucionario.
Quienes provenían del PCM (ya flamantes gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales, etc.) y militaban en el PRD si no renegaron de su «pasado comunista» abiertamente, cuando menos lo escondieron convenientemente. Algunos se convirtieron en furibundos detractores del marxismo, críticos implacables de las «dictaduras de izquierda», ahora eran los «santos varones de la democracia mexicana». ¿En algún momento de la vida del PRD, se intentó desde sus filas y con recursos, reivindicar o celebrar la fundación del PCM?, no, ¿cómo? ¿para qué?
Muchos de ellos, sabiamente abandonaron al PRD en el momento preciso y aparecieron como irredentos defensores de la «cuarta transformación». Y desde sus escaños y curules, desde sus presidencias municipales, desde sus privilegiados lugares de dirigentes de la «cuarta transformación» ensalzan a AMLO y revisten, otra vez, de izquierda al partido que los llevó al poder.
Así, llegamos a la fecha del centenario de la fundación del primer Partido Comunista de México. Cómo decía antes, decenas de eventos se están preparando para celebrar esta fecha. Hasta ahora hemos oído sólo la parte histórica, claro la más conveniente. Y es la narrativa de la historia a modo, es una síntesis de «sí el PCM jugó un papel muy importante en la historia de México, pero eran otros tiempos, saludemos a los héroes que lo fundaron, y reconozcamos en la cuarta transformación su huella indeleble, su contribución central, de hecho, casi su raíz».
No importa que López Obrador no reconozca a la lucha de clases como motor de las desigualdades sociales, que no se pronuncie en contra del capitalismo, que se sienta muy cómodo con los capitanes de las empresas trasnacionales, los consorcios extranjeros y sus socios mexicanos, con los dueños del capital financiero, sí esos que se han encargado de generar las graves y profundas desigualdades que existen en México. Esos que tiene sumido en la pobreza y la extrema pobreza a millones de mexicanos, a quienes fueron, y son, los principales puntales del modelo económico capitalista llamado «neoliberalismo».
Para el actual presidente de México el marxismo, la lucha revolucionaria, el socialismo son palabras que incluso aborrece. Para él la izquierda es un ente invisible, entre más lejos de ella mejor. Pero, al interior del gobierno, existen «los comunistas», por ahora embozados, pero dispuestos a la toma del poder en el momento en que los capitalistas y sus agentes en el gobierno, que son por cierto la inmensa mayoría, se debiliten o descuiden.
Estos «comunistas» están muy activos en los eventos y actos que celebran los cien años de la fundación del PCM. Pero no sólo ellos, muchos que fueron enemigos declarados de los comunistas, quienes le declararon la guerra ideológica, también se aprestan a «celebrar» su fundación. Por fortuna, existen otros mexicanos que mantiene la flama de la independencia de clase, aquellos que están dispuestos a conocer errores y aciertos del avatar comunista.
Celebremos pues los cien años del comunismo mexicano, no con la nostalgia del «si hubiera», o «se habría hecho así», sino con el ánimo de reconocer errores y aciertos, para estar en condiciones de construir un nuevo partido comunista. Este es un trabajo más cuesta arriba que antes, pero recordemos que el PCM nación en medio de una revolución popular y reivindico la necesidad de otra revolución, aunque claro le tomó algunas décadas y miles de muertos reconocerlo, esto sí es preciso remontarlo en el corto plazo.
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