La construcción del Estado Plurinacional en Bolivia tiene avances y retrocesos en la descolonización, ciudadanos de primera y segunda en la realidad, intentos de división en diversas organizaciones sociales y luces y sombras en la justicia. En los tiempos de la colonia los indígenas estaban prohibidos de ingresar libremente a la plaza de un pueblo; […]
La construcción del Estado Plurinacional en Bolivia tiene avances y retrocesos en la descolonización, ciudadanos de primera y segunda en la realidad, intentos de división en diversas organizaciones sociales y luces y sombras en la justicia.
En los tiempos de la colonia los indígenas estaban prohibidos de ingresar libremente a la plaza de un pueblo; en los tiempos de la «descolonización» sectores afines al gobierno colocan mallas con alambre de púas para evitar que una marcha indígena ingrese al centro de una ciudad como ocurrió hace pocos días en San Ignacio de Moxos.
El colonialismo no sólo se impuso en nuestro continente a fuerza de la cruz y la espada sino con espejos de mil colores; en la actualidad el «colonialismo interno» divide organizaciones, coopta dirigentes y corrompe a indígenas a través de prebendas, con el objetivo de defenestrar la lucha de sus pueblos; pero además, no identifica ni sanciona a los responsables de atentar contra los derechos indígenas sino que los premia como ocurrió en las últimas horas con la designación de un ex agente (sinónimo de detective, tira o soplón), coronel Víctor Maldonado, como Comandante de la Policía Boliviana.
El actual jefe policial que participó como Jefe de Inteligencia en la represión a la marcha indígena no fue sancionado sino premiado en el «gobierno del cambio» y generó una seria polémica al interior de la institución porque no es egresado de la Academia de Policías sino formado en la Escuela Nacional de Detectives -entidad creada por el ex presidente de facto, Hugo Banzer Suárez- pilar del aparato represor de las dictaduras militares.
Mientras se exige justicia para quienes vejaron y humillaron a decenas de campesinos en Sucre un 24 de mayo de 2008, existe impunidad para las autoridades que ordenaron la cobarde represión a niños, mujeres y ancianos de los pueblos indígenas un 25 de septiembre de 2011.
Esa es la «justicia» en tiempos de «descolonización»: angosta para los pueblos indígenas, ancha para los sectores oficialistas.
A dos días de cumplirse cuatro años de las humillaciones racistas en Sucre, el gobierno y sectores afines impulsan una serie de actos conmemorativos exigiendo e imponiendo justicia; a ocho meses de la represión a los pueblos indígenas del país, la Novena Marcha llegará hasta la población de Chaparina sin presencia de los gobernantes.
En el caso de Sucre, ex autoridades de ese departamento son los acusados y se encuentran en un proceso judicial; en el caso de Chaparina, existe protección estatal a los responsables que necesariamente son los mandos superiores de los efectivos policiales.
Aunque el vicepresidente Álvaro García Linera reconoció públicamente que el gobierno sabe quién es la autoridad que ordenó la brutal represión, hasta ahora no se identificó y menos sancionó.
DE RODILLAS INDIOS DE MIERDA…
El 24 de mayo de 2008 en Sucre, conocida como la «culta Charcas» grupos enardecidos de jóvenes impulsados por sectores de la oposición recurrieron a la fuerza y obligaron en plena plaza principal a ponerse de rodillas a cerca de 50 campesinos quechuas.
«¡De rodillas indios de mierda, griten viva la capitalidad!»…»¡Sucre se respeta carajo»…, «¡Llamas, pidan disculpas!», fueron las consignas impuestas por el grupo de jóvenes que además obligaron a quemar la bandera del MAS y la wiphala (símbolo de las naciones originarias).
Con el frontis de la Casa de la Libertad como testigo, se cometieron esa serie de actos de racismo, odio y discriminación contra los representantes de las mayorías nacionales, justo contra quienes son los herederos de la liberación de esta patria del yugo español.
«El que no salta es llama también nos gritaron, nos golpearon, nos humillaron y nos hacían saltar a la fuerza», recordó el dirigente Ángel Vallejos, una de las personas flageladas.
En aquel entonces un denominado Comité Interinstitucional «gobernaba» ese departamento, hoy todas las autoridades que conformaban esa entidad apócrifa están en proceso y algunos en la cárcel.
De acuerdo a datos del último censo de población y vivienda, en Bolivia el 63.3 por ciento es considerado como descendiente de un pueblo indígena. Esta realidad es aún resistida por pequeños grupos que detentaron el poder en los últimos regímenes neoliberales, aunque en la actualidad varios ya son parte del «gobierno de cambio».
En noviembre de 2077, en la ciudad de Sucre durante la aprobación del texto de la nueva Constitución Política del Estado, fueron asesinados durante un enfrentamiento entre efectivos policiales y sectores opositores, tres jóvenes En Cochabamba, en enero de 2007, fueron asesinadas otras dos personas en un inusual enfrentamiento entre sectores citadinos con campesinos y cocaleros. Ambos casos, aún no están plenamente esclarecidos.
El enfrentamiento entre los indios y blancos, los t’aras contra los k’aras, los indígenas contra los carayanas se acrecienta peligrosamente en diferentes puntos del territorio nacional, pero generalmente la «justicia» no llega, a no ser por la influencia gubernamental.
SON UNOS SALVAJES…
El domingo 25 de septiembre de 2011, en la población de Chaparina, por primera vez en la historia de este Estado Plurinacional, los indígenas de tierras bajas fueron reprimidos cobarde y contradictoriamente en un gobierno indígena y con un Presidente indígena.
Bajo el rótulo de «evacuación humanitaria», el gobierno pretendió desarticular la marcha indígena sin considerar el accionar violento de los efectivos policiales que golpearon sin compasión. Luego de una intensa gasificación al campamento indígena, las madres y sus niños corrieron despavoridos por el monte, algunos cayeron y fueron pisoteados, los viejos se desmayaron, los dirigentes fueron maniatados y amordazados y para evitar los gritos desesperados les taparon la boca con cinta de embalaje.
«¡Hijos de puta suban a los camiones!»…»¡Aquél es dirigente hay que matarlo!»…»¡No tiene que escapar nadie!»…»¡Qué importa si son mujeres o wawas, estos son unos salvajes!», fueron las voces de los efectivos policiales.
Después de la violenta intervención, los uniformados ingresaron al campamento a decomisar arcos, flechas y todas las pertenencias de los marchistas. Más tarde el campamento fue saqueado y quemado.
También periodistas y trabajadores de la prensa destacados a la cobertura informativa de la marcha indígena fueron víctimas de la violencia policial. No se pudo callar la verdad y los indígenas concluyeron su recorrido en la sede de gobierno como «héroes».
A ocho meses de esa oscura página en la historia del país, se realiza la Novena Marcha Indígena en un largo recorrido de más de 600 kilómetros entre Trinidad (Beni) y La Paz en defensa de la madre tierra, de los derechos indígenas y de la vida. Un grupo de más de 500 indígenas, entre niños, mujeres, ancianos y hombres ya vencieron más de la mitad del camino.
«En la población de Chaparina donde los pueblos indígenas fuimos reprimidos por este mal gobierno, no sólo que vamos a conmemorar a nuestros hermanos víctimas de la violencia policial sino que estamos invitando al gobierno a iniciar el diálogo», dijo el dirigente de la Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB), Adolfo Chávez.
La marcha indígena ya recorrió cerca de 300 kilómetros en medio del rigor de las inclemencias climáticas que castigó a la salud de los marchistas, pero además en medio de una política de intentos de división que están impulsados desde algunas instancias del gobierno, sobretodo de aquellas autoridades que nunca fueron parte del «proceso de cambio» sino que formaron parte de regímenes neoliberales pero que ahora forman la casta oficialista.
Hace pocos días, en San Ignacio de Moxos, grupos afines y financiados por el gobierno impidieron el ingreso de la marcha indígena a la plaza de esa población colocando mallas y alambres de púas para evitar su paso. «Nos recordaron a los colonizadores que cuando llegaron alambraron nuestros territorios ¿este es proceso de cambio?», cuestionó el dirigente Adolfo Chávez.
En las últimas horas, el gobierno enviando el mensaje que la «justicia» protege a ciertos funcionarios, posesionó como la máxima autoridad policial a un efectivo que participó en la represión a los indígenas.
El Defensor del Pueblo, Rolando Villena, confirmó que el coronel Víctor Maldonado Hinojosa, en su condición de Jefe de Inteligencia, participó de la represión policial a la Octava Marcha Indígena en Chaparina, Beni.
«El Informe Defensorial es categórico, él ha sido identificado como uno de los funcionarios que tiene mucho que ver en la represión y este hecho no puede quedar en la impunidad», remarcó.
Otros presuntos responsables de la represión a los pueblos indígenas, en las últimas horas, fueron acusados de otros delitos como el narcotráfico.
El ex «zar antidrogas del proceso de cambio», general René Sanabria, quien fue descubierto con un cargamento de 144 kilos de droga tras una operación encubierta el año pasado en Panamá, afirmó que hay funcionarios del actual gobierno implicados en narcotráfico.
En una carta enviada por el ex funcionario a medios de comunicación señala que: «es un deber del ex ministro de gobierno Sacha Llorenti dar a conocer la identidad de funcionarios públicos involucrados en delitos y actos de corrupción de narcotráfico».
Llorenti, fue ministro de gobierno, durante la represión a los marchistas indígenas.
La construcción del Estado Plurinacional debe rescatar los verdaderos pilares del proceso de cambio: la lucha de los movimientos sociales no ha empezado a escribirse ahora sino data de varios años atrás, se debe priorizar la cultura del diálogo y la concertación a la cultura de la violencia y la confrontación, se debe buscar la unidad de los diferentes sectores sociales y no la división, se debe implementar un sistema de justicia para todos y no sólo para unos cuantos y se debe cultivar cada día la cultura de la vida a la cultura de la muerte…
Alex Contreras Baspineiro. Periodista y escritor boliviano
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