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Coaliciones (o colisiones) del desgobierno

Fuentes: Rebelión

Preocupa, es alarmante, pero no sorprende que lo que se presenta como «alternativa» electoral al actual partido gobernante, sea el rejunte de viejos experimentos electorales conjurados sobre  la hora del voto. Peor aún, a rey muerto, claman ‘concertación'[1]. Temen que su prédica de absolutismo continúe con su misma liturgia… a rey muerto, rey puesto, muerto […]

Preocupa, es alarmante, pero no sorprende que lo que se presenta como «alternativa» electoral al actual partido gobernante, sea el rejunte de viejos experimentos electorales conjurados sobre  la hora del voto. Peor aún, a rey muerto, claman ‘concertación'[1]. Temen que su prédica de absolutismo continúe con su misma liturgia… a rey muerto, rey puesto, muerto el rey, viva el rey.

Pasa que su ‘concertación’ suena más al sentido europeo de monarquías demo-parlamentarias, que a la experiencia chilena que, por cierto, mal entienden: concertados en las buenas y en las malas, acuerdos programáticos que trascienden el momento electoral. En fin, ni para un lado, ni para el otro, pueden evitar la colisión. Son productos electorales.

Hace más de una década que los gurúes de la opinión pública vienen advirtiendo sobre una supuesta transformación de la política en un «espectáculo mediático». Esta dinámica de construcción de la imagen se reduce a la elaboración de un producto «masivo» hecho a medida de la inestable y ciclotímica[2] opinión del electorado de las grandes urbes donde llegan las encuestas y se consume ilimitadamente la publicidad.

La banalización de la política durante los ’90 implicó una mediatización que rozaba con la farándula. Los hechos o medidas más «serias» y trascendentales para la historia del país, eran las denuncias por corrupción o una nueva iniciativa privatizadora. El debate, los valores, las ideologías, se consideraban desterradas del escenario político en tanto formaban parte de un arsenal obsoleto para construir el sentido de lo público; habían decretado la muerte súbita bajo el lema el fin de la historia, el fin de las ideologías.

Los aires renovados de las coaliciones (o colisiones) no sufrió la misma crítica. Desempolvada esta estrategia electoral, los inicios del nuevo siglo recibieron al «buen gobierno» aliancista con un brío de moralidad que anunciaba el (o los) mesías  de la salvación. Pero casi como un grito revelador resonaron esas palabras «es la economía, estúpido», por más rectores de la conciencia y buena conducta los aires republicanos no advirtieron o soslayaron que la principal variable que había desacreditado por completo las instituciones ‘democráticas’ eran las severas consecuencias que acumulaba el ‘modelo’ económico neoliberal de los ’90.

Esas mismas consecuencias que los defensores de la moral profundizaron con la famosa «banelco», o pago de sobornos en el senado, para aprobar las leyes de flexibilización laboral[3]. No hubo moral que sustentara tanto saqueo, ni exclusión, ni pobreza, ni desempleo cuando allá por 2001 todo estalló.

Pero esta estrategia colisionante tampoco les resulta exclusiva a estos estrategas de la política. También ha sido la herramienta utilizada las más de las veces por los grandes frentes electoralistas, las grandes uniones justicialistas de derecha o de izquierda, los experimentos transversales. El problema de estos frentes comunes reside en su origen, o motivo fundante. Sólo surgen y son pensadas como colectoras de votos de una población altamente bombardeada con publicidad electoral, que es sondeada permanentemente sobre sus gustos y preferencias, para luego ofrecerles algo a su medida. De ahí que la victoria, lo cívico, la unión, lo social, se presenten como ofertas electorales para una población «cautiva» de sus gustos.

Pasado el tiempo de la vorágine electoral, los acuerdos, pactos, etc., caen por su propio (o ningún) peso, garantizado el objetivo (cargo político) ya nada los convoca salvo la vocación o capacidad de acumular poder. Lamentablemente esto recuerda una máxima popular que dice que sólo el peronismo tiene capacidad de sostener o hacer que perezca un gobierno, de acumular poder y garantizar la gobernabilidad.

Siendo ello producto del saber popular, no es digno rebatirlo con argumentos empíricos -dudo si los hay- o teóricos, sino simplemente reconocerlo como una construcción colectiva que incluso refuerza la estrategia de que «son los únicos capaces» de seguir gobernando, un saber que se hizo cuerpo en una estrategia de poder. Los tiempos actuales lejos están de desatar tempestades, aunque seguramente de desatarán las tradicionales luchas intestinas dentro del peronismo, como toda disputa de poder que siempre dio ese partido[4].

Mientras tanto, el escenario político nacional/local sigue aportando poco para hablar de novedad en lo que refiere a lo electoral. Durante estos años donde pareciera que hemos vivido una campaña permanente, es también permanente la emergencia y ocaso de un sinnúmero de figuras y estrategias electorales (de gobierno o desgobierno) que se presentan y disipan en el aire ante un mero zapping digital. A un año de las elecciones presidenciales, y no habiendo aun entrado en ritmo las ‘fuerzas ganadoras’ de la elección reciente, ya se han desbaratado todas los frentes, alianzas y colisiones que se presentaron como la salvación o la alternativa al gobierno actual. Forma de poder la de este gobierno que supo construir a sus opositores, agruparlos y enfrentarlos en la figura de Kirchner, y hoy los encuentra «huérfanos», parafraseando a Evo; desesperados, piden concertación.

En un sistema presidencialista como el nuestro, hemos observado en las recientes elecciones legislativas – hace apenas un año – que poco es lo que se puede decir sobre lo que se quiere hacer, si no se pretende mentir a quien se quiere interpelar: quien dijo tener «un plan» habló sólo una vez desde su banca; los cívicos y libertadores colisionaron al mes de ganar, ni siquiera de asumir, los testimoniales casi no asumieron, etc.
Pero eso no importa, las promesas de salvación están a la vuelta de la esquina. Es más de lo mismo, nada nuevo bajo el sol de estas contiendas, pronto aparecerán grandes coaliciones, o frentes, o acuerdos, o… que prometerán ser la renovación de todo, de los suyos y de los demás, y prometerán que todo va a cambiar, que la transparencia, la ‘equidad’, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, serán sus principales temas de agenda. Comparemos, miremos un poco lo que dicen, nada sustancioso, sólo lo que algunos quieren escuchar, después de haberlos sondeado (encuestado).

Probablemente hoy se presenten como guerreros de la (in)seguridad, combatientes de la inflación, restauradores del Indec, reconcentradores de la renta agraria, republicanos y federales hasta el cansancio… pero una vez cerrada la urna, se preocuparán por el incremento del gasto en seguridad, en la descentralización provincial de las fuerzas, en afirmar que la inflación es especulativa y que las mediciones privadas están asociadas a intereses oscuros, en que no hay medición que satisfaga a todos, que unos ganan más que otros gracias al modelo, que el congreso no deja gobernar, etc., etc., o es uno o es otro, el problema no está en la cotidianeidad de sus intervenciones, sino en la estructura misma de los modelos de acumulación.

Y en este sentido, siendo la economía política imperante en la región la que empuja a que, como dijo la CEPAL recientemente, seamos el subcontinente más desigual del planeta que ha reducido sus índices de desigualdad; también esa economía que nos configura históricamente hace que nos hayamos convertido en este tiempo, en la salvaguarda de los capitales internacionales que en sus países de orígenes ven perder su valor y menguada su acumulación en los mercados financieros y; al mismo tiempo, los principales proveedores de alimentos y materia prima -nada nuevo- para el resto de consumidores del mundo.

Beneficiados por el precio de las commodities, los ingresos fiscales y comerciales superan las erogaciones y ahí, más o menos, ajustando una u otra variable macro e interviniendo con algunas medidas micro, encontramos en toda la región los matices de los modelos de acumulación vigentes… que difícilmente sean modificados por una coalición electoral, pero seguramente conduzcan a una colisión de gobierno si las condiciones de vida de grandes mayorías continúa pensándose desde la exclusión.

Por más oferta electoral, no se ofrecen modelos alternativos en este escenario post neoliberal, sino discursos y sólo discursos, de un destino que no depende de las bondades de la república y la moralidad individual, sino de la capacidad transformadora de la política, y de la capacidad creadora de lo popular. El problema es que el asedio es permanente, y los tiempos electorales se tornan nocivos para todo tipo de construcción que se piense por fuera, más aun cuando la contienda sólo se instala en términos electorales y no de confrontación política, de ideas, de formas políticas diferentes. Sin embargo, esto tampoco deja de ser un slogan, de campaña en fin, aunque no electoral.

En este sentido, escribir o vociferar por lo alternativo no pasa sólo por mostrarse diferente o al margen de lo que no convalidamos, tenemos necesariamente que politizar desectoralizando, desarmando esos discursos vacíos y mostrar las contradicciones que conllevan desde su emergencia todas esas ofertas; pedir retrospección para saber qué hicieron, pedir proyección para saber qué harán, cómo lo harán, pero sobre todo, si están dispuestos a hacerlo.

Dudo que la derecha más derecha, si llegara, que no creo, podría una vez en el gobierno cambiar en lo local la tendencia que sigue la región. Sí temo, con mucha seguridad, que la salud será distinta, igual que la educación, y que algunos tribuneros de pacotilla estarán hablando del nuevo ‘pueblo’ motorizado en sus haciendas; sospecho que se trocarán derechos por privilegios. Si creo, que lo que se dice de ‘izquierda’ o ‘centroizquierda’ o ‘progresista’ en el gobierno, o por querer serlo, mantendrá esa educación, esta salud, esta inequidad de ingresos y desigualdad estancada, que continuará desposeyendo a los territorios y comunidades de sus recursos. Nada nuevo bajo el sol. Desarmemos, entonces; opongamos barreras a esos aires discursivos que suenan a cambio y restauración, recuperemos la crítica social. Como dijo Adorno, para que sea crítica, tiene que ser una crítica de la sociedad.

*Militante del Movimiento Lucha y Dignidad, en el Encuentro de Organizaciones de Córdoba. Miembro del Colectivo de Investigación «El llano en Llamas»

Notas:

[1] http://www.clarin.com/politica/oposicion-habla-oportunidad-historica-confrontacion_0_364163794.html

[2] Las construcciones mediáticas son, si bien no determinantes, muy poderosas en este sentido, y tienen la capacidad de construir productos y mantenerlos instalados acorde a los intereses que encarnan. No obstante, las contradicciones y el vacío de contenido de esos productos-proyectos suelen convertirse en una farsa. Véase por ejemplo el experimento macrista. Suelen caerse por su propio empaque, véase sino a un vicepresidente no positivo, que a veces vota positivo, que defenestra por sentirse defenestrado, y después alaba ante la desaparición de su creador… insostenible.

[3] Extraña práctica incorporada al manual del «buen político» que dijeron inaugurar. Visionarios aquellos que «se dieron cuenta» de lo que hacían y se retiraron de ese conglomerado electoral, y de otros, y tantos otros más.
[4] http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1320775 y http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1320856 

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