Que los nuevos contratos de explotación y comercialización de hidrocarburos, dan un beneficio que hace dos años era impensable, nadie lo duda. Pero, la derecha que entregó esos recursos a la discrecionalidad de las empresas transnacionales, juega todas las cartas en contra de los avances logrados por este gobierno. Errores de forma que se encontraron […]
Que los nuevos contratos de explotación y comercialización de hidrocarburos, dan un beneficio que hace dos años era impensable, nadie lo duda. Pero, la derecha que entregó esos recursos a la discrecionalidad de las empresas transnacionales, juega todas las cartas en contra de los avances logrados por este gobierno.
Errores de forma que se encontraron en las leyes que ratificaron los contratos, han servido como pretexto para que PODEMOS, la agrupación en la que se concentran los dirigentes y activistas de los partidos tradicionales, hagan sonar sus trompetas. Han asumido la defensa de los intereses nacionales y se empeñan en demostrar que, el gobierno de Evo Morales y el MAS, están dañando la economía nacional por ineptitud y voluntarismo irresponsable.
Sin poder demostrar que hay pérdidas para el Estado nacional, se esmeran en resaltar los errores de redacción e insisten en sumar: dos más dos igual tres.
Mezquindades y torpezas
La ratificación de los 44 contratos que firmaron las transnacionales el 28 de octubre pasado, se hizo rápidamente en la Cámara de Diputados. La oposición en el Senado, donde tiene mayoría, trabó el trámite durante varias semanas. Sin tener argumentos, pretextó la defensa de los dos tercios en la Asamblea Constituyente, para prolongar la espera. No calculó que, al abandonar sus labores, dio una oportunidad al MAS.
Dos senadores suplentes de PODEMOS, convencidos de la necesidad de avanzar en el proceso, acudieron a la convocatoria y, con ellos, se logró ratificar los convenios. Enterados de la situación, intentaron impedir su realización con violencia; muy pronto debieron renunciar a su propósito.
Los convenios, ratificados, pasaron al trámite de protocolización. Fue entonces que se encontró errores de forma en el texto de las leyes ratificatorias. Uno decía «campo de X» en vez de «campo X»; otro se refería a «empresa Ye S.A.» en vez de «empresa Ye Ltd.». Los Senadores de PODEMOS se dieron cuenta que, con tales proyectiles, no podían iniciar su ofensiva.
Cinco de sus mejores activistas recibieron un curso intensivo sobre asuntos referidos a los mismos contratos que, en el procedimiento legislativo, no están en discusión. Pero, claro está, no les preocupa eso. Se trataba de montar un espectáculo mediático para demostrar una inventada incapacidad del gobierno.
La artillería oculta
La ofensiva de los Senadores opositores confiaba en la artillería que venía tras ellos. Por cierto, la Cámara de Hidrocarburos, desde que se inició el debate sobre una nueva ley de hidrocarburos, a comienzos de 2004. El argumento central: aumentar las regalías por la explotación de estos recursos, provocaría el retiro de todas las empresas y el aislamiento de Bolivia. Quienes ahora son Senadores de PODEMOS, actuaban como voceros de aquella Cámara.
El argumento hizo mella en los gobernantes de entonces. La ley debió ser promulgada por el Congreso, pues el presidente Carlos Mesa se negó a firmarla. Esto le costó su renuncia y fue sustituido por Eduardo Rodríguez, quien debió convocar a elecciones en diciembre de 2005.
La ley establecía que, en seis meses, las empresas debían adecuar sus contratos a las nuevas disposiciones. Rehusando hacerlo, lograron que el plazo se cumpliera sin que el gobierno tomara medida alguna. En esa situación se realizaron las elecciones.
Las empresas fomentaron diversos rumores para mostrar la imagen de un país ingobernable, en el que imperaba la inseguridad jurídica y estaba a punto de dividirse. Pero el resultado electoral desmintió rotundamente tales falsedades. Se produjo desconcierto en las empresas y sus entusiastas voceros se sintieron derrotados.
La decisión soberana
El 1 de mayo de 2006, mediante decreto, el gobierno de Evo Morales dio un plazo perentorio y dispuso el cumplimiento de la ley. Las transnacionales supusieron que, el nuevo plazo, les daba otra oportunidad de burlarse del país. Con amenazas embozadas y abiertas, postergaron las negociaciones hasta el último día. Una diplomacia directa del gobierno y la decisión de tomar las medidas anunciadas, en caso de incumplimiento, convenció a los empresarios que podían perder el negocio.
Dos días antes, una empresa se avino a firmar un nuevo convenio. Las otras empresas se resignaron y, en las 12 horas anteriores al término del plazo, hubo que negociar paralelamente con todas ellas.
Por supuesto, negociaciones con tal grado de presiones, motivó que hubiese compromisos verbales de último momento. Pero el hecho fundamental, la firma de los contratos, se había cumplido en su totalidad. La derecha contraria a esta política, debió reconocer su derrota afirmando, incluso, que se había hecho aquello que ellos nunca se atrevieron a proponer.
Errores y fallas
Luego vino el proceso de ratificación que se encaró, una vez más, superando los obstáculos que ponía la derecha. Era de esperar que, en esas agitadas jornadas, se cometiesen errores que se constataron más adelante. Las fallas debían ser rectificadas para consolidar un cuerpo de disposiciones y contratos que pudiese objetarse de ningún modo.
Pero, oficiando siempre de voceros de intereses transnacionales, los ahora parlamentarios de la oposición, se encargaron de mostrar aquellas erratas como delitos. Un afiebrado senador ha anunciado que iniciará un juicio por falsedad ideológica, basándose en los errores de forma.
No les preocupa el interés del país. Otro conspicuo parlamentario ha dicho que unos días más, no causan mayor perjuicio. Tanto éste como el anterior, alzan el grito al cielo cuando, un paro laboral causa «enormes perjuicios» a las empresas de las que fueron funcionarios.
Termina el espectáculo
Durante unos días, a partir del martes pasado, han montado la comedia de equivocaciones en la que han mostrado todos sus argumentos. Aún pretenden seguir postergando la ratificación, para dar la sensación de que hay inestabilidad en el país. Pero, en forma inexorable, tendrán que enfrentarse a la decisión: ¿se opondrán a aprobar la ley?, ¿mostrarán su verdadero propósito de estar en contra de los intereses del país? Si así lo hicieran, tendrán que enfrentarse a un pueblo que no está dispuesto a perder su futuro.