Después de la aprobación del proyecto constitucional en Oruro, los grupos oligárquicos y neofascistas han encontrado otra oportunidad para encarar un nuevo episodio de sus fantásticas ilusiones separatistas. ¡Darles más teatro a los actores!. ¡Darle más junk food al pueblo expectante de tan bajo espectáculo de obscenidades políticas!. Los referendos departamentales propuestos por las oligarquías […]
Después de la aprobación del proyecto constitucional en Oruro, los grupos oligárquicos y neofascistas han encontrado otra oportunidad para encarar un nuevo episodio de sus fantásticas ilusiones separatistas. ¡Darles más teatro a los actores!. ¡Darle más junk food al pueblo expectante de tan bajo espectáculo de obscenidades políticas!. Los referendos departamentales propuestos por las oligarquías agroindustriales, las multinacionales y los países imperialistas, amén de ser auténticas aberraciones jurídicas carentes de toda legalidad, son el nuevo leitmotiv para socializar la eterna pauta de la burguesía conservadora consistente en la «regionalización del conflicto social», que tiene el único fin de crear un Estado del Apartheid capaz de reimpulsar el neoliberalismo ortodoxo en determinadas áreas geográficas, o finalmente, la propia desmembración del Estado boliviano.
A los «aliados institucionales» de la derecha histórica – como el viejo, corrupto y decapitado Tribunal Constitucional – se suma el flamante Presidente de la Corte Nacional Electoral (CNE), José Luis Exeni, quien mediante Resolución No. 014/2008, de fecha 7 de marzo de 2008, resolvió conjuntamente otros miembros de este órgano – designados por representaciones neoliberales – «requerir al Congreso Nacional la inmediata convocatoria a Referéndums Departamentales en los Departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando… para la ratificación y puesta en vigencia de sus Estatutos Autonómicos…» (sic). Esta resolución vulnera flagrantemente los artículos 2 y 6 de la Ley Marco de Referéndum, además de la Constitución vigente y otras normas jurídicas de la misma jerarquía. Pero lo peor es que con esta decisión, la CNE pretende en el futuro inmediato «legitimar» y «legalizar» referendos departamentales relativos a la aprobación de Estatutos Autonómicos, sin que preexista una nueva Constitución, lo cuál es un absurdo sin parangón en la historia del derecho boliviano. ¿Simple actitud supina de Exeni y los demás vocales de la CNE?.
Ante estas circunstancias claramente adversas, los sectores populares, las clases explotadas y empobrecidas, deben sumar esfuerzos para contrarrestar estos grupos opositores del cambio social. Las preguntas sustanciales, entonces, son las siguientes: ¿cómo frenar la avanzada de la derecha histórica?, y más importante aún, ¿cómo avanzar en la revolución boliviana?.
La primera solución a estos planteamientos es la toma real del poder político entorno a un proyecto nacional antiimperialista, y que tenga como eje central la soberanía y liberación boliviana, expresada, principalmente, en la nacionalización e industrialización de los recursos naturales. La segunda solución – aunque obviamente más limitada e imperfecta – consiste en la creación de un frente político amplio de izquierdas, capaz de reunir esfuerzos comunes entorno a estos mismos objetivos. Este frente amplio de izquierdas podría al menos aplazar las ideas más retrógradas de la rancia burguesía conservadora, y con una conducción verdaderamente comprometida con las causas nacionales, avanzar en la revolución boliviana.
En la segunda dirección, algunas personalidades del MAS – ISP han demostrado insuficiencia de ideas para aglutinar a las clases medias urbanas y rurales, trabajadores, y sectores populares, y romper el discurso neoliberal en determinadas regiones del país; cuestión que tiene su explicación en el torpe discurso étnico fundamentalista – racista – proveniente de un reducido grupo de simpatizantes que, paradójicamente, se encumbró en algunas direcciones del aparato estatal sin expresar o representar a las clases explotadas, marginadas y oprimidas, y cuyo discurso, antes que incluyente, patriótico y «originario», es irónicamente europeísta e inconsecuente. Las disertaciones del italiano Antonio Negri, del estadounidense Michel Hardt, del francés Judith Revel, en el domicilio vicepresidencial, ¿no son acaso demostraciones de esta marcada añoranza de lo exógeno?. Aquí, el imperialismo «se viste de Negri».
Consecuentemente, las izquierdas del país – la izquierda revolucionaria, la izquierda nacional, y cualquier otra formación política antiimperialista y anti – oligárquica – deberían participar activamente en la formación de agrupaciones y movimientos políticos y sociales, y así, conjuntamente los círculos auténticamente revolucionarios del MAS – ISP, quebrar el cerco neoliberal, que actúa en distintos frentes: 1) en la sociedad civil, a partir de los comités cívicos; 2) en el sistema de partidos políticos, mediante la mutación de otros viejos, o su simple permanencia – en este frente se encuentran Poder Democrático Social, Unidad Nacional y Movimiento Nacionalista Revolucionario -; 3) en el régimen interno, por medio de algunos prefectos, quiénes pese a ser aún representantes del Poder Ejecutivo, se autodenominan falazmente «gobernadores»; 4) en los medios de comunicación, a través de los periódicos, canales de televisión, y radiodifusoras de mayor audiencia.
Otro elemento hasta ahora descuidado, es la pobre formación social liberadora en la televisión local y la prensa escrita, y paralelamente, la amplia mayoría de los medios de comunicación todavía controlados por acaudalados capitalistas, muchos de los cuáles pertenecen y/o promueven cínicamente a la oligarquía agroindustrial y financiera. Los pocos programas televisivos auténticamente formadores de la nueva conciencia revolucionaria, como la extraordinaria producción «Zamba Canuta» – hecha en Santa Cruz de la Sierra – han sido inconsecuentemente relegados a un segundo plano por su transmisión a deshora. ¡Mientras la lencería y la farándula se transmiten a plena luz del día por el canal estatal!.
En resumen, la revolución boliviana debe avanzar, y para ello es necesaria una mayor y más amplia participación política revolucionaria. La acción de los movimientos sociales afines al gobierno y los grupos de avanzada del MAS – ISP no serán suficientes para detener la cruzada millonaria de la derecha histórica y sus huestes, que son hoy, la expresión más escandalosa y grotesca de la antipatria.
Tampoco la nueva Constitución es, ni será en el futuro, la panacea de la nueva sociedad, salvo para aquéllos ilusos «afrancesados» que todavía creen – como los dieciochescos liberales europeos – que las revoluciones se hacen a partir de un trozo de papel. Contrariamente, cada minuto de debate público sobre la nueva Constitución, representa dos minutos para que los arlequines del imperialismo y las oligarquías convoquen con altavoces a otro acto de su consabida opera buffa.