«Un día llamaré al presidente de Bolivia y le diré: Evo querido, queremos dejarte libre para que le vendas gas a quien quieras, porque somos autosuficientes», «bromeó» Lula en su visita a una planta de tratamiento de gas en su país, alimentada por el energético boliviano. El día en que Lula le diga a Evo […]
«Un día llamaré al presidente de Bolivia y le diré: Evo querido, queremos dejarte libre para que le vendas gas a quien quieras, porque somos autosuficientes», «bromeó» Lula en su visita a una planta de tratamiento de gas en su país, alimentada por el energético boliviano. El día en que Lula le diga a Evo que ya no necesita gas boliviano y que puede disponerlo como se le antoje no llegará. Esos son sólo los sueños de los más reconcentrados y soberbios grupos de poder del vecino país que se sintieron agredidos por la nacionalización de los hidrocarburos dispuesta el 1 de mayo de 2006.
Precisamente porque la ambición de enriquecimiento a costa nuestra es mayor que el deseo que tienen de prescindir del gas boliviano, Lula aclaró enseguida que no dejará de comprar gas a Bolivia. «Estratégicamente, es necesario ayudar al desarrollo de Bolivia, porque no le interesa a Brasil crecer cercado de pobres», redondeó el presidente brasileño. La autoridad «recordó» que su país financia la construcción de tres carreteras en Bolivia, con lo que, según él, se afianza el proceso de integración entre los dos países.
Pero no sólo los deseos de Lula no serán realidad. Tampoco lo son sus afirmaciones respecto de la «ayuda» a su vecino ni del financiamiento para la construcción de carreteras.
En efecto, el núcleo industrial brasileño, Sao Paulo, que se alimenta básicamente de gas boliviano, ha recibido el energético durante diez años consecutivos a precios subsidiados por YPFB, la empresa estatal boliviana. Lo mismo ocurrió con la termoeléctrica de Cuiabá, que abastecía de energía eléctrica a un sector del oeste brasileño gracias al gas boliviano subvencionado a un dólar el millón de BTU desde 2001 al 2006. El torrente gasífero de exportación incluye licuables por los que Petrobras no paga hasta ahora ni un centavo. Expertos han calculado el valor de estos licuables enviados «de regalo» al Brasil en 350 millones de dólares anuales (otras estimaciones llegan a casi 500 millones de dólares anuales), lo que suma algo más de 3.500 millones de dólares en los diez años pasados. Petrobras prometió empezar a pagar esa cuenta este año. Ni un sólo centavo ha abonado hasta hoy. Es Bolivia la que ayuda y financia el engorde industrial de Brasil, por lo que, en tanto Petrobras se niegue a pagar esta cuentita, Brasil seguirá creciendo a costa de nuestra generosa ayuda.
Asimismo, Lula olvidó que Petrobras firmó con su socia Repsol YPF/Andina el año 2001 un contrato denominado Hedging, en virtud al cual recibía gas boliviano rico en licuables a un promedio de 1.2 dólares por millón de BTU, cuando el precio oficial superaba los 3 dólares por esa misma cantidad de energía. El contrato, que estuvo vigente hasta inicios del año 2006, le redituó a la empresa brasileña la «pequeña ayuda» nuestra de 300 millones de dólares, de acuerdo al informe que presentaron los propios directivos de Petrobras a su Directorio en año 2006. Ya van 3.500 más 300 millones de dólares de ayuda boliviana a su vecino, el pobre Brasil.
Las auditorias petroleras efectuadas por el Ministerio de Hidrocarburos el año 2006, encontraron falsedad en las declaraciones de inversiones efectuadas por Petrobras en los megacampos San Antonio y San Alberto. La diferencia entre lo declarado (falsamente) y lo auditado supera los 100 millones de dólares. Esas mismas auditorias encontraron que la inversión realmente ejecutada fue amortizada en poco mas de tres años de operación (Petrobras) de esos ricos campos gasíferos, teniendo en cuenta la alta rentabilidad derivada de los grandes volúmenes de producción. Consiguientemente, las amortizaciones que siguen efectuándose con la actual producción de gas y petróleo de los megacampos gracias a los nuevos contratos petroleros de octubre de 2006, constituyen una continuada subvención de Bolivia a Petrobras, la que persistirá por varios años más. Esto suma más de 500 millones de dólares. Ya van 3.500 más 300 más 100 más 500 millones de dólares.
Las tres carreteras que se ufana Lula en recordar que están siendo financiadas por Brasil las construyen o construirán empresas brasileñas (OAS es la de turno en las preferencias). Todas ellas han sido denunciadas por tener excesivos sobreprecios. Esos créditos que Bolivia debe pagar (no son regalos como los que ha hecho y siguen haciendo Bolivia al Brasil – verdaderas «ayudas»), de confirmarse los sobreprecios, sólo servirán para enriquecer a las empresas brasileñas, cuya costumbre es ejecutar obras de dudosa calidad, aunque extrañamente toleradas por las autoridades bolivianas. Por tanto, esa cuenta con sobreprecios no se puede contabilizar al haber brasileño. Al menos no aún, en tanto Queiroz Galvao no entregue la carretera Tarija Potosí en óptimas condiciones así como reconstruya el fallido – no falso – túnel de Alarache. Tampoco lo será hasta que no se aclare la denuncia de sobreprecio de 130 millones de dólares en la licitación de la ruta Cochabamba – Beni cuyo costo final está calculado en 415
millones de dólares.
Finalmente, Petrobras y Brasil, rogando por el gas boliviano en 1999, se comprometieron instalar 24 termoeléctricas en territorio boliviano para venderle electricidad al oeste brasileño. No hay un sólo tornillo instalado hasta hoy. Por el contrario, desesperados, pretenden imponer a YPFB un acuerdo de venta de 700.000 metros cúbicos diarios de gas a la termoeléctrica de Cuiabá. Puro chantaje. Estamos entonces 4.400 millones de dólares más 24 termoeléctricas a favor de Bolivia y cero para Brasil. Nunca dejará de comprar Brasil el gas boliviano. Nunca porque en ese caso Brasil empobrecería sin la ayuda nuestra.