La temporada veraniega trajo un culebrón politizado que le dio cierto aire al neoconservadurismo. Pero sería un error ver una intención destituyente en el avance de la derecha. Ni ésta ni el imperialismo están interesados en que el kirchnerismo deje antes de tiempo el gobierno. Su objetivo es otro: limarlo y que llegue rengueando al […]
La temporada veraniega trajo un culebrón politizado que le dio cierto aire al neoconservadurismo. Pero sería un error ver una intención destituyente en el avance de la derecha. Ni ésta ni el imperialismo están interesados en que el kirchnerismo deje antes de tiempo el gobierno. Su objetivo es otro: limarlo y que llegue rengueando al 2011.
Como acompañando el inicio de la temporada estival, la economía parecía haber entrado en un período de relativa tranquilidad, y por el contrario la política se mostraba inusualmente activa pululando precandidaturas presidenciales varias hasta que imprevistamente se desplegó una crisis política alrededor del Fondo del Bicentenario y su puesta en práctica.
Efectivamente, una calma chicha se extendía en los primeros días del año. Al compás de la economía mundial los pronósticos optimistas ya no eran sólo propiedad del oficialismo, sino que tanto la oposición como los principales analistas y medios de comunicación también se sumaban a estas expectativas. Sólo el deteriorado superávit fiscal y el temor a la inflación encendían señales rojas. Así, las previsiones de crecimiento del PBI fueron rápidamente superadas. Sin embargo en esta serenidad la crisis estalló como un rayo.
Culebrón politizado
El conflicto se inicia cuando para dar muestras de su voluntad de continuar pagando la deuda, el gobierno nacional decide crear un fondo especial con una porción de las reservas internacionales que atesora el Banco Central. Lo hace por un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) que llama pomposamente «Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad», cuando en realidad busca conseguir refinanciación a tasas de un dígito. Es decir, el objetivo no era otro que garantizar el pago con reservas para crear condiciones menos onerosas y volver al ciclo de endeudamiento.
La implementación del DNU por el BC era sencilla, un pase contable creando una cuenta con poco más que 6.500 millones de dólares. Sin embargo, el titular del banco se niega a poner en marcha ese mecanismo bajo el argumento que no tiene la aprobación del Congreso de la Nación. Otras críticas señalan que puede alterar el programa monetario y que el texto del decreto abre la posibilidad para que se paguen otras deudas y el país quede a merced de los fondos buitres.
El viceministro de Economía sale al cruce de los cuestionamientos al uso de reservas para pago de deuda. «…No se priorizaría la deuda por sobre los sectores más desprotegidos», dijo y se sinceró para señalar que «…se liberan recursos para sostener los estímulos de la demanda», lo que abrió otro frente de debate.
La oposición de derecha se abroquela en la defensa «patriótica» de las instituciones y la autonomía del BC, algo que no hizo cuando este mismo gobierno decidió pagarle con reservas y por adelantado al FMI. Tampoco lo hizo cuando allá por el 2008 otro DNU habilitaba para pagar la deuda con el Club de París, que por la crisis no se concretó, pero que ninguno de los que hoy se rasgan las vestiduras puso demasiado énfasis en objetarlo.
Por si fuera poco, parte de la centroizquierda en ascenso, defendiendo las instituciones -y por lo tanto la autonomía del Central- hace una vez más causa común con la derecha, olvidando que esa autonomía es clara continuidad del neoliberalismo de los ’90, que sabemos encuentra sus orígenes en la propia fundación de la institución allá por la década de ’30, bajo iniciativa y supervisión de capitales ingleses.
Crisis política y neoconservadurismo
Como con la crisis de la 125, la coyuntura favorece la reorganización de la derecha. Cuando venía de una serie de fracasos y no lograba seleccionar un liderazgo que englobara a todas las fracciones, encontró un nuevo eje detrás del cual nuclearse. Sería un error ver una intención destituyente en el avance de la derecha, ni ésta ni el imperialismo están interesados en que el kirchnerismo deje antes de tiempo el gobierno. Su objetivo es otro: limarlo y que llegue rengueando al 2011. Si la derecha conservadora llega al gobierno nacional por medio de elecciones, algo que no logra desde las primeras décadas del siglo pasado, no sólo se legitimaría sino que sería para ella un triunfo histórico difícil de revertir y de duras consecuencias para el campo popular.
Pero sería una ingenuidad no ver este avance neoconservador nacional formando parte de la contraofensiva imperialista a escala mundial, que puntualmente se expresa en el golpe en Honduras, las bases en Colombia, la arremetida contra Lugo en Paraguay, las provocaciones contra Venezuela y Bolivia, o la nueva escalada en Afganistán y ahora en Yemén.
La destitución de Redrado es un contragolpe que va más allá del conflicto en sí. Pero conviene preguntarse ¿porqué reemplazarlo por Blejer, el respetable hombre del FMI? o ¿porqué, en un hecho inédito en su historia, la CGT recibe en este momento a la comitiva de diputados norteamericanos presidida por la embajadora?
En el limbo
El titular del BC fue restituido por una jueza que además bloqueó la transferencia de fondos; el vicepresidente cita a sesión extraordinaria al Senado, el oficialismo dice que es inconstitucional. Todo está en un limbo jurídico. La crisis política tendrá nuevas etapas, seguirá un curso judicial y legislativo, aunque es difícil que la sangre llegue al río.
«Honrar» la deuda
Hay sí un punto de coincidencia básico: tanto oficialismo como oposición de derecha están de acuerdo en que las deudas hay que honrarlas, por eso aprobaron a dos manos reabrir el canje. Por eso es que quienes hoy claman al cielo nada dijeron cuando el pago adelantado al FMI o el anterior DNU para el Club de París, pero sí presionan al gobierno que apure el arreglo con los bonistas, que imponga disciplina fiscal, que pague lo que hay que pagar y arregle con el FMI. Así Argentina volvería a ser «un país normal».
¿Qué hace la diferencia? El origen de los recursos para pagarla. El gobierno plantea volver a los mercados voluntarios de crédito, dejando de lado al FMI, y poner las reservas como garantía de pago y así obtener mejores tasas. Si finalmente paga con reservas podrá disponer de las partidas presupuestarias asignadas a esos pagos y mejorar las cuentas fiscales. La oposición se opone al uso de reservas y propone hacer frente a los vencimientos con superávit fiscal, pero como este se esfumó no encuentra mejor salida que volver a los ’90 bajando el gasto público. Léase congelar salarios estatales, reducir subsidios a las tarifas de servicios públicos y planes sociales y menor obra pública.
Es cierto, no es una diferencia menor, encierra si hay o no ajuste con las consecuencias conocidas, pero esto no implica necesidad de aval alguno al pago de la deuda, cualquiera sean los recursos a utilizar.
Por estos días sólo personalidades como «Pino» Solanas, Mario Cafiero, Perez Esquivel , Diálogo 2000 o integrantes del EDI y la izquierda de clase plantean el no pago. Desde hace tiempo, incluso desde esta misma columna, quien esto escribe ha planteado que la única solución que verdaderamente defiende los intereses nacionales es la suspensión unilateral de los pagos y crear una comisión con personalidades locales e internacionales para determinar qué parte de la deuda es legítima y debe pagarse, y cuál la ilegítima y hay que repudiarla.
Hay antecedentes. Ecuador lo acaba de hacer recientemente; en la administración provisoria de Rodríguez Saá se declaró la suspensión de pagos, que duró nada menos que 38 meses y no pasó nada grave. El país no quedó aislado, el Estado salió de la asfixia financiera y estuvo en mejores condiciones de negociación, y lo más significativo: no nos invadieron los marines… claro que el Congreso se negó a investigar la deuda, a pesar de la denuncia de Olmos y del fallo de inconstitucionalidad del juez Ballesteros.
Los trabajadores y los sectores populares deben tener la mayor claridad en esta coyuntura: no avalar el pago de la deuda ni que se vuelva a un nuevo ciclo de endeudamiento. Por el contrario, hay que anteponer las necesidades sociales insatisfechas, pero al mismo tiempo, y en un orden no menor, salir al cruce del avance de la derecha conservadora y el imperialismo. Esto es, desenvolver una política propia. En cualquier otra opción, a la corta o a la larga, serán los principales perjudicados.
* Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.