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Caso AMIA

¿Cómo repercute una bomba durante 19 años?

Fuentes: The Global Mail

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El ataque mortal a un centro comunitario judío en Argentina en 1994 sigue sin resolverse. Pero esta semana Irán -sospechoso del crimen durante mucho tiempo- acordó una controvertida «comisión de la verdad». ¿Puede una investigación conjunta, denunciada por colaborar con terroristas antisemitas, revivir un caso empañado por la corrupción?

Buenos Aires, 18 de julio de 1994

La explosión fue tan poderosa que se pudo sentir y oír en kilómetros a través de Buenos Aires, la extensa capital de Argentina.

Adriana Reisfeld estaba más allá del alcance de ese estruendo, a las 9.53 a.m. del 18 de julio de 1994, pero no tuvo que esperar mucho para oír la terrible noticia, que llegó unos minutos después, a las 10 h., en la forma de una llamada histérica de su angustiada tía. Se enteró de que una explosión había arrancado el centro de la comunidad judía de la ciudad, conocida como la AMIA (la sigla en español de la Asociación Mutual Israelita Argentina). Peor aún era que nadie sabía aún si la hermana de Adriana, Noemí, estaba en el edificio. Noemí, de 36 años, madre de dos hijos, trabajaba para la AMIA como trabajadora social, generalmente fuera, entre la comunidad, pero una vez a la semana en el propio edificio.

Finalmente se declararon 85 muertos, pero la cifra seguía siendo poco clara durante las surrealistas primeras horas y días del suceso. Cuando el día del ataque por la tarde se confirmó que Noemí había estado en el edificio ese día, Adriana quedó paralizada de miedo. Ella ya se había unido a los miles de voluntarios y funcionarios que limpiaban los escombros, a la vez que se aferraba a la esperanza de que su hermana hubiera escapado con vida de alguna manera.

«Fue muy difícil», dice. «En primer lugar desearías que no estuviera allí, que estuviera en otro sitio que no fuera ese».

Seis días después la esperanza se desvaneció cuando sacaron el cuerpo de Noemí de entre los escombros. «Me cambió la vida», explica Adriana, de ojos acerados y apretando una fotografía de su hermana, hace diecinueve años tenía una forma de vida y de ahí en adelante tuve otra.

Adriana Reisfeld sostiene una foto de su hermana, Noemí, muerta en la explosión de 1994

«Uno termina consolándose cuando en la morgue le dicen que murió por aplastamiento, porque usted sabe que a otras personas las entregaron en un ataúd lleno de piedras, ya no quedaba nada de la persona. Uno se consuela con estas cosas, porque tiene un cuerpo que enterrar». Una semana después del atentado -tambaleándose por la pérdida de su hermana- Adriana fundó con un grupo de amigos y parientes de las víctimas la asociación Memoria Activa, que se dedicó al reclamo de justicia para sus seres queridos fallecidos. Todos los lunes por la mañana se reunían «bajo la lluvia, el granizo o el sol» en la plaza Lavalle, fuera de los tribunales de justicia, en el centro de Buenos Aires, en lo que Adriana describe como «muestras populares de la memoria activa».

Casi dos décadas después, el caso AMIA sigue sin resolverse. Nadie se ha atribuido la responsabilidad y no se ha llevado a nadie ante la justicia. De hecho, la investigación ha ido de un escándalo a otro en un proceso que ha descubierto más criminalidad dentro de la investigación que fuera de ella. Primero se pidió la cabeza del juez que supervisó la primera década de la investigación: Juan José Galeano fue destituido y retirado del caso en 2004 después de que saliera a la luz un vídeo oculto de 1996, donde se ve sobornar a un testigo.

El expresidente de Argentina Carlos Menem también está acusado de interferir ilegalmente en el caso. La acusación formulada contra él es por encubrimiento de la llamada pista siria, en colaboración con funcionarios del gobierno y grupos criminales, tanto en Buenos Aires como en Siria. Al anunciar en julio de 2012 que Menem, que ahora es senador, sería sometido a juicio, el juez federal Ariel Lijo, dijo: «Lo que pasó es que varios días después del ataque hubo sospechas sobre Alberto Jacinto Kanoore Edul [amigo personal del expresidente] y hubo intervenciones telefónicas y órdenes de allanamiento. Diez días después del bombardeo, las redadas y las escuchas telefónicas se detuvieron sin causa justificada».

A pesar de que ningún grupo terrorista ha reivindicado la autoría del ataque, el polvo de la explosión apenas se había asentado cuando comenzaron a circular rumores de que los terroristas árabes estaban detrás. En particular, los ojos acusadores se posaron sobre Irán. Irán sigue siendo el principal sospechoso en el caso.

Este fue el peor acto de terrorismo jamás cometido en territorio argentino, pero no sin precedentes. Apenas dos años antes, el 17 de marzo 1992, una bomba arrasó la Embajada de Israel en Buenos Aires, matando a 29 personas. La organización terrorista Yihad Islámica se atribuyó la responsabilidad del ataque, pero en 1999 el gobierno argentino emitió una orden de arresto contra Imad Moughnieh, un operador del Hezbollah libanés que eludió la captura y que finalmente fue asesinado por coche bomba en Siria, en 2008.

Los fiscales argentinos han afirmado durante mucho tiempo que Irán fue cómplice tanto en el atentado contra la embajada de Israel como en el de la AMIA.

En 2006, el fiscal Alberto Nisman acusó formalmente a seis funcionarios iraníes de orquestar el ataque suicida con coche bomba en la sede de la AMIA. Y en noviembre de 2007, bajo una fuerte presión de Estados Unidos, Interpol emitió una notificación roja (una orden de búsqueda internacional de personas) para Moughnieh y cinco de los iraníes. Entre ellos están el ministro de Defensa iraní Ahmad Vahidi, en activo, y dos aspirantes a la presidencia en las elecciones de este año, Mohsen Rezai y Ali Fallahijan.

Irán siempre ha negado cualquier implicación en el atentado

Sería extraño entonces que Buenos Aires y Teherán llegasen a firmar un memorando de entendimiento para investigar el caso. Pero eso es precisamente lo que ocurrió el 27 de enero de este año, cuando los dos gobiernos se comprometieron a la creación de una «comisión de la verdad».

El Congreso de Argentina aprobó el pacto el 28 de febrero, para gran disgusto de la AMIA, que tiene la intención de impugnar su constitucionalidad ante el Tribunal Supremo. El Parlamento iraní nunca ha debatido el asunto, pero se confirmó esta semana cuando el presidente Mahmoud Ahmadinejad ratificó el acuerdo sin la aprobación del Congreso.

Vamos a volver a la «pista iraní» y al posterior acuerdo entre Argentina e Irán después.

Con la eliminación del juez Galeano, que Adriana atribuye a la presión de Memoria Activa, al parecer las exigencias del grupo para la debida investigación fueron llegando a alguna parte. Ellos parecían haber encontrado en ese momento a un aliado -o por lo menos un «interlocutor válido»- en el nuevo presidente de Argentina Néstor Kirchner. Así que, después de una década, el grupo detuvo sus manifestaciones semanales.

En 2005, Kirchner firmó el decreto 812, que reconoce oficialmente que el Estado es culpable, tanto de no haber impedido el ataque como de la torpe investigación. Se reconoce expresamente la responsabilidad del Estado por «… no adoptar medidas apropiadas y eficaces para prevenir el ataque «,»encubrir los hechos» y la «violación grave y deliberada de la función de investigación».

Pero Adriana se lamenta de que resultó una especie de espejismo. El reconocimiento por parte del gobierno era un poco de consuelo, pero no dio lugar a ningún avance real en la investigación. Como ella dice, «nosotros [Memoria Activa] logramos mucho, pero por desgracia no tenemos justicia». Y añade: «estamos poniendo nuestros esfuerzos en el lado judicial y hemos decidido que, en ausencia de la justicia, iremos a la Corte Interamericana de Derechos Humanos».

El reconocido periodista de investigación argentino Gabriel Levinas recuerda muy bien el horror de aquella mañana de julio de 1994. No perdió a ningún pariente, pero se tomó el ataque de forma personal. Su familia es apreciada por la comunidad judía de Argentina, sobre todo porque el coche de su padre se utilizó para capturar al notorio criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. Su padre además fue una pieza clave en la creación de la sede de la AMIA en el centro de Buenos Aires.

El periodista de investigación Gabriel Levinas

«Oí la explosión desde mi apartamento, ubicado aproximadamente a seis cuadras de la AMIA, y lo primero que hice fue mirar por la ventana», recuerda. «Cuando vi el hueco donde antes se dibujaba la forma del edificio de la AMIA pensé en mi padre y sentí que el bombardeo -aún sin saber su magnitud- también iba contra él.

«El incidente se convirtió inmediatamente en una cuestión personal, más allá de mi condición de judío o argentino».

En 1994, ya era un periodista de cierto prestigio. Doce años antes, cuando Argentina aún estaba bajo la mano de hierro de la última dictadura militar, fundó la revista El Porteño, que publicó con valentía historias de abusos contra los derechos humanos que de otra manera no se habrían reportado. Luego pasó a informatizar el caso AMIA para DAIA (la organización que reúne a grupos judíos en Argentina), preparó un informe sobre la investigación para el Congreso de EE.UU. y escribió un libro que «investiga la investigación», titulado La Ley debajo de los escombros.

Levinas sospechó desde el principio. Inmediatamente después del atentado a la AMIA, instintivamente fue a por su cámara de vídeo y comenzó a grabar desde donde se encontraba, junto a la ventana. Grabó más material en el lugar y sus imágenes fueron transmitidas por la televisión nacional esa misma tarde. Con otras redes dispuestas a utilizar sus imágenes, a la mañana siguiente Levinas fue a una tienda de audiovisuales para cambiar sus grabaciones al formato que esas redes necesitaban. Mientras se hacían los cambios reconoció a dos agentes de inteligencia que había entrevistado mientras trabajaba en El Porteño. Los hombres miraban fijamente su material de archivo en el monitor y oyó que uno de ellos preguntaba al otro: «¿Qué hace el alemán allí?» Fue este comentario aparentemente trivial el que llevó a Levinas a la madriguera.

Los agentes retrocedieron torpemente cuando les preguntó a qué «alemán» se referían, pero su curiosidad ya se había despertado. Levinas fue a casa y reprodujo el video una y otra vez hasta que detectó a un «hombre rubio voluminoso, de cara cuadrada que se ajustaba perfectamente a su apodo». Las imágenes mostraron al alemán caminando por entre los escombros y cubriendo su rostro cuando vio la cámara.

Levinas inmediatamente se acercó a sus contactos en la DAIA y les explicó lo que había visto a varias personas, entre ellos un agente del Servicio Secreto Israelí, el Mossad. A pesar del acuerdo de que la información tenía potencialmente valor probatorio, investigadores del país y extranjeros dejaron el material sin revisar por tres años, hasta qué punto se lo pasó por alto.

El quid de este episodio, según Levinas, no es la probable participación o no del alemán -que sigue siendo poco clara- sino la forma inexplicable en la que se descuidó toda una línea de investigación.

Hasta ese momento el periodista sospechaba que se trataba sólo de negligencia, «incompetencia típica argentina», pero luego llegó a creer que había fuerzas oscuras en el juego.

Toda la investigación está basada -y siempre ha sido así- en un sencillo argumento: un vendedor de autos usados y criminal de poca monta llamado Carlos Alberto Telleldín​​ vendió un vehículo Renault Trafic blanco, sabiendo que iba a ser utilizado en un ataque terrorista a la AMIA.

Otras variantes de esta premisa se han planteado en los últimos años, pero es común a todas ellas la historia que la policía llegó a Telleldín por el número de serie en el motor de la Trafic, que se encontró entre los escombros.

Pero esta hipótesis -el punto de apoyo de toda la investigación– es problemática.

Para empezar, sólo un testigo dijo que había visto la Trafic en los momentos previos al atentado, y su testimonio se contradice con el de su hermana, que estaba con ella en ese momento. La teoría de la Trafic también nos obliga a atribuir a Telleldín un error insólito: que vendió un coche que sabía que iba a ser utilizado en un ataque terrorista sin asegurarse de que no habría pistas que lo llevaran a él. Por supuesto también es difícil creer que el comprador se habría arriesgado a tener un cómplice innecesario al anunciar el complot terrorista a Telleldín.

Más aún, el experto en explosivos del FBI Charles Hunter, que llegó a Buenos Aires dos días después del atentado, encontró que el tipo de explosión contradice la teoría de que había sido causada por un coche bomba.

Telleldín vendió una Renault Trafic 10 días antes de la explosión (a un comprador que inicialmente describió como portador de un acento de América Central) y se encontraron partes de ese vehículo en la escena. Sin embargo, es imposible que todos los fragmentos procurados por la policía como evidencias formaran parte del auto de Telleldín. Su vehículo había sido reparado previamente después de que había sido dañado por el fuego, sin embargo, fragmentos recuperados de los escombros y enviados al fabricante para la prueba no mostraron señales de haber estado expuestos a altas temperaturas.

Levinas descubrió todo esto y más mientras estaba digitalizando el caso AMIA para DAIA. Dice que la única conclusión lógica es que no había ningún coche bomba y que las piezas de la Trafic se habían plantado en el lugar. Cita otras pruebas (del experto en explosivos Hunter y otros) que sugieren que en realidad fueron dos bombas, una en el interior del edificio y otra en un contenedor de basura enfrente del edificio.

Adriana, por su parte, cree en la teoría del coche bomba. «Es una fantasía que se colocó la bomba. No fue plantada, porque había restos de explosivos, partes de la misma camioneta [recuperados en la escena]».

En cualquier caso, Telleldín fue arrestado bajo sospecha de complicidad. Luego se supo que posteriormente aceptó un soborno de 400.000 dólares del juez Galeano para que señalase a tres policías como cómplices del atentado.

La versión oficial de los hechos en su forma actual es que el comprador de la Trafic fue un agregado cultural iraní y que éste entregó el vehículo al atacante suicida, un militante libanés de Hezbollah, Ibrahim Hussein Berro.

Levinas da a esta versión poca importancia, señalando también que se basa en la misma premisa errónea. «El caso ha sido elaborado, investigado y procesado por personas que ahora están en la cárcel o investigados por ocultar pruebas o encubrir», dice.

«Aquí se ha aceptado como correcto el trabajo de las personas cuya preocupación era arruinar el caso. Así que puedes tomar a esta gente, pero el caso queda igual. Es ridículo».

Entonces, ¿qué pasa con el memorando de entendimiento con Irán?

Después de anunciar el acuerdo, la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner tuiteó: «Hemos conseguido por primera vez un instrumento jurídico de derecho internacional entre Argentina e Irán para avanzar en el conocimiento de la verdad sobre el ataque».

El documento, firmado por los ministros de Exteriores de ambos países, prevé la creación de una «comisión de la verdad», compuesta por altos juristas internacionales. Los expertos jurídicos estudiarán las pruebas de ambas partes y, eventualmente, propondrán soluciones sobre cómo debe continuar la investigación. La comisión no será parte de ningún proceso judicial y sus conclusiones no serán vinculantes.

El acuerdo ha sido duramente criticado por la AMIA y la DAIA en nombre de la comunidad judía argentina. También fue condenado por Israel y Estados Unidos, los cuales consideran a Irán un país terrorista y se resisten a cualquier intento de involucrar a Irán en la esfera internacional.

Uno se pregunta si hay algo más en juego aquí. Abundan las teorías.

Levinas, por ejemplo, dice que el acuerdo es una oportunidad de encubrir el caso: «Creo que la intención de Argentina al hacer este pacto con Irán, y el hecho de que Irán se haya comprometido a entrar en este acuerdo de examinar el caso, es que es consciente de que no hay una sola prueba que inculpe a Irán».

(Por cierto, en el pasado, la presidenta Fernández de Kirchner ha confiado poco en la pista iraní. Como miembro de la comisión del Congreso sobre el atentado, estaba sola para desacreditar la posibilidad de la participación iraní).

Levinas continúa: «Quiero decir que creo que Irán es un régimen terrible. Es homófobo, trata a las mujeres como mierda, no reconoce el Holocausto. No me sentaría en la mesa con Irán, excepto para firmar su rendición. Pero me gustaría que el verdadero culpable sea encarcelado y que nosotros no busquemos un enemigo lejano para evitar la resolución de nuestros problemas reales, debido a que las personas que cometieron este ataque y lo encubrieron están libres en la ciudad y mis hijas y nietos viven en la ciudad».

Adriana dice que tiene «expectativas mínimas» de que el pacto sea un avance significativo de la investigación, pero cree que se debe seguir la línea.

El rabino reformista Sergio Bergman, que también es legislador por la ciudad de Buenos Aires, dice que la presidenta está mirando a Irán por razones financieras y de energía: «Irán es una teocracia fundamentalista y terrorista. Sin embargo, puede ser una fuente de financiamiento económico y de recursos energéticos. La prioridad de este gobierno es la financiación y la energía, no los principios de memoria, verdad y justicia».

El Presidente de AMIA, Guillermo Borger, salió con más fuerza contra el acuerdo diciendo que al negociar con el régimen de Irán que niega el Holocausto, Argentina «deja la puerta abierta a un tercer atentado». Aclaró a The Global Mail que esta referencia era sólo metafórica, pero insistió en que el asunto debe dejarse en manos de la justicia argentina, en la que tiene «total confianza».

Tanto para Adriana como para Levinas, quienes de formas diferentes se han convertido en portadores de la antorcha en la búsqueda de la verdad y la justicia, esta convicción es imposible de justificar bajo la evidencia de los últimos 19 años.

Dice Levinas: «Hay que empezar todo el caso de cero. Lo más lógico es empezar a investigar todo de nuevo. Es difícil porque han pasado 19 años, pero es mucho más probable que algo nuevo surja si empezamos otra vez que si seguimos con esta estúpida historia».

Fuente original: http://www.theglobalmail.org/feature/how-a-bomb-reverberates-for-19-years/622/

rCR