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Contra el fantasma de Pando

Fuentes: Alai-amlatina

Como si nuestra historia no tuviera de sobra problemas y conflictos que enumerar, otra vez el país está reciclando una confrontación política que pone al país al borde del abismo y a los ciudadanos en un cansancio que ya raya en el empute colectivo. Procesos electorales costosos, asesinatos cruentos y negociaciones agotadoras no parecen servir […]

Como si nuestra historia no tuviera de sobra problemas y conflictos que enumerar, otra vez el país está reciclando una confrontación política que pone al país al borde del abismo y a los ciudadanos en un cansancio que ya raya en el empute colectivo.

Procesos electorales costosos, asesinatos cruentos y negociaciones agotadoras no parecen servir de mucho y no rinden suficiente tributo a la hora de sentar las bases de un gran acuerdo nacional que permita llevar adelante -vía nueva constitución ampliada- la construcción del nuevo Estado, para acabar con la vieja estantería constitucional que de igual modo perjudica a pobres y ricos, a orientales y occidentales.

Mientras el oficialismo cabalga en demasía sobre la cruel matanza de la derecha pandina, la oposición más miope y aventurera se sigue dando modos para burlarse del rotundo apoyo que recibió el Presidente Morales el 10 de agosto pasado, como si cualquier gobierno pudiese echarse al hombro un suculento 67 % y fuese chancaca obtener ese margen de apoyo.

De lado del gobierno está muy clara la intención de construir una nueva hegemonía política que acabe con los vicios y prácticas incubados durante décadas de neoliberalismo. De lado de la oposición queda mucho más claro que -sobre todo los prefectos- insisten en jugar al desgaste y el deterioro de la imagen del gobierno, negándole a Evo la posibilidad de legitimar sus acciones, esforzadamente gestadas desde el Estado.

La reunión de Cochabamba -no firmada por los prefectos opositores- se presenta como el último esfuerzo de concertación política. A pesar del gran trabajo de ingeniería política de parte de algunos representantes oficialistas y opositores, finalmente quedaron partidas las aguas en dos, pero cuando menos quedó la sensación de que existe un acuerdo marco, que ahora debe ser serenamente trabajado por el Congreso Nacional.

A los jefes de ambos bandos les corresponde guiar esas sesiones, privilegiando lo que puede ganar el país en el largo plazo. Si una vez más se impone el cálculo político, otra vez se estará en el punto de partida, con la diferencia de que al gobierno le quedarán menos horas y días para concretar sus medidas.

De ambos lados sería gratificante observar señales que hagan ver la voluntad de pactar. De ambos lados alguien debería controlar a algunos representantes que se solazan y excitan con el fuego cruzado de artificio verbal que en definitiva sólo echa gasolina al escenario de los posibles acuerdos.

Hay quienes quisieran que finalmente el problema sea resuelto a través de presiones o escaramuzas en las calles. Otros consideran que existen condiciones para resolver las diferencias en el Parlamento. Si esta última vía vuelve a ser estéril, el fantasma de la violencia que enlutó a Pando, otra vez estará sobre el país y puede ser muy delicado lo que ocurra, porque lo acontecido en El Porvenir ha calentado las cabezas y ha colocado en un estado de enervación a las colectividades en oriente y occidente, a los sin plata y a los que también tienen algo que conservar.

Hay que echarles una camisa de fuerza a los fundamentalistas de ambos bandos. Es necesario maniatarlos, porque si se activa la espiral de violencia, sin duda alguna esos serán los primeros en eludir el bulto de semejante responsabilidad ante la sociedad boliviana.

– Grover Cardozo es periodista boliviano.