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¡Contra la reforma, acción en los centros de trabajo, continuar la lucha!

Fuentes: Rebelión

Con relación a la aprobación de la Reforma Laboral comenzamos a ver posiciones que diagnostican a la misma, pero que no dan una orientación concreta ni a las fuerzas de clase ni a las fuerzas revolucionarias de este país, lo cual equivale a claudicar y darse a la fuga en espera de «tiempos mejores». En […]

Con relación a la aprobación de la Reforma Laboral comenzamos a ver posiciones que diagnostican a la misma, pero que no dan una orientación concreta ni a las fuerzas de clase ni a las fuerzas revolucionarias de este país, lo cual equivale a claudicar y darse a la fuga en espera de «tiempos mejores».

En primer lugar, con la agresión contra el valor de nuestra fuerza de trabajo más dura de la que tengan memoria generaciones de obreros no se puede pasar la hoja simplemente. Nosotros estamos de acuerdo con la exposición sobre política que hace Lenin en el pasaje donde dice que «Hay que captar en todo momento el eslabón especial de la cadena al que es preciso aferrarse con todas las fuerzas para sujetar la cadena entera y preparar el tránsito al eslabón siguiente, con lo que la sucesión de los eslabones, su forma, su encadenamiento, sus diferencias internas en la cadena histórica de los acontecimientos no son tan simples y faltas de sentido como en el caso de una cadena vulgar de las que fabrica el herrero» [1] . La lucha de clases no puede encerrarse en los tiempos jurídico-legislativos. Aunque ese tiempo esté agotado la Reforma laboral sigue siendo el eslabón principal, sigue siendo el tema que determina la lucha de clases en este periodo, las posteriores agresiones serán su desdoblamiento y profundización.

Lo que es cierto para la guerra lo es por extensión a la política, ninguna guerra se gana en una sola batalla. Tampoco una batalla consiste en un solo asalto, eso solo cabe en enfrentamientos donde no existe absolutamente ninguna clase de resistencia y que por tanto no pueden ser caracterizados como enfrentamientos. Stalingrado, por ejemplo, no fue nuestra victoria de un día o de dos semanas… esta será una lucha dura, cruenta y larga.

Existe la posibilidad objetiva de preparar una contraofensiva, siempre que nos peguemos al sujeto revolucionario por excelencia, a lo más avanzado, al proletariado, a los obreros industriales organizados. Que las consignas que aluden a formas de lucha, como el paro y la huelga, dejen de emitirse por sectas en la red para pasar a impregnar las mentes y corazones de miles de obreros angustiados y enfurecidos en los centros de trabajo, por subvertir en este momento con la mayor amplitud posible las cadenas de mando del sindicalismo corporativo, del charrismo.

Décadas de derrotas, errores y entregas deben remontarse, básicamente recomponer un fuerte polo clasista en el movimiento obrero que se perdió desde las décadas de los 30’s-40’s en nuestro país. Sepultar conquistas que, pese a su posterior socavamiento por un largo periodo de tiempo, costaron lucha y sacrificio puede ocasionar una reacción similar para defenderlas. Una oportunidad vital para ligar el tema de las demandas, el tema de nuestro nivel de vida al tema del poder.

Debemos admitir que, pese a grandes esfuerzos, objetivamente la correlación de fuerzas no dio para impedir la aprobación de esta agresión bárbara. Pero si podemos afirmar que el trabajo obrero que se venía realizando por parte del Partido Comunista de México se potenció al grado de trastocar el balance original, de desencadenar acciones militantes y de elevar en algún grado el nivel de conciencia entre varios destacamentos obreros.

Miles de jóvenes proletarios se sumieron en la lucha política de una semana para otra. Hemos tenido la oportunidad de platicar con muchísimos de ellos y nos comentan que están emocionados, con la «piel enchinada», al comprobar su fuerza. Los comités charros se ven forzados a citar y denostar a los obreros que se han movilizado para torpedear esfuerzos de sus bases para sumarse a la corriente de lucha.

Con la aprobación de la reforma queda atrás el momento en el que había que concentrar toda la capacidad en un solo punto contra toda la capacidad enemiga. Ese momento ha pasado, pero no basta con dar ese diagnóstico. Se han borrado de la ley conquistas, se ha quebrado la fortaleza, ahora el teatro de guerra se transforma. Continúa la lucha contra la Reforma Laboral como eslabón principal, pero el teatro de guerra es de una naturaleza diferente. Su peso se traslada a cada uno de los centros de trabajo, ver que la apliquen pasa por decenas y centenas de escaramuzas dispersas. Es tarea de los revolucionarios pasar a impedir que implementen ni uno solo de los puntos de la Reforma, o que les cueste al máximo. Saber combinar cada una de esas batallas individuales, conectarlas en una estrategia que apunte al cambio de correlación y el derrocamiento del capitalismo es el camino.

Así, se vislumbra que conforme la burguesía vaya implementando su línea de ataques salvajes estará preparando una clase obrera movilizada y en pie de guerra. Decuplicando la actual fuerza podríamos paralizar la agresión, equilibrar las fuerzas. Aumentarlas más, sentar las bases de alianzas populares, llevará a que la toma del poder deje de ser algo panfletario.

Hasta que pongamos al enemigo de rodillas, hasta que quememos esta ley y los obreros escribamos las nuevas leyes de este país, cada fábrica donde logremos organizar a los trabajadores se vuelve una trinchera. Que les cueste con protestas, que les duela con la huelga si se atreven a forzarnos a las modalidades de trabajo esclavo moderno, y aún tenemos más armas en el arsenal obrero.

No abona en estos momentos el oportunismo que plantea luchas sin sacrificios, soluciones fáciles y rápidas. Por un lado está la socialdemocracia que plantea el engaño de que entregándole más apoyos a su grupo parlamentario, a su política de solución capitalista a la crisis capitalista, se puede resolver la contradicción del trabajo con el capital, al mismo tiempo que realiza esfuerzos grandes por desactivar las luchas en todos los terrenos. Por el otro lado están grupos, hoy todavía marginales, pero que en escenarios de recrudecimiento de la lucha, como en Grecia o España, pueden recibir más atención y apoyo por parte de los medios. Hablamos de grupos que promueven nociones tales como que la acción directa de núcleos pequeños o individuos (digamos aventando piedras a un banco, grafitear un símbolo desprovisto de contenido) puede salvar la situación de bancarrota del sistema pasando olímpicamente por alto la dura labor de elevar la conciencia entre las masas obreras.

No abona el pesimismo pequeñoburgués. En estos momentos la tarea es mantener las brasas encendidas, no permitir que se pierdan las líneas de resistencia de nuestra clase para que en el siguiente asalto, que previsiblemente sea en breve, pueda acumularse aún más fuerza. No es tarea de un revolucionario ser el primero en salir corriendo en estos momentos, hasta el punto en que se huye de la realidad para refugiarse en abstracciones más placenteras.

Por último, no abona tampoco la labor de confusión. Los pasos necesarios para superar los momentos de tragedia que vive nuestra clase no pueden ser suplantados por montajes y apariencias. El hecho de que la tecnología de la información junto con los programas de diseño permita a un pequeño grupo hoy en día montar páginas bonitas en la red con el nombre que quieran no altera ni su naturaleza ni su carácter. ¿Acaso por tener una página web estos grupos sin implantación entre la clase obrera escapan de la crítica que dirigieran Marx [2] y Engels a las sectas socialistas o semi-socialistas?

Hemos de decir con franqueza que por nuestra propia casa debemos comenzar. Los desarrollos que se dieron durante las últimas semanas en el primer asalto de la Reforma Laboral deben servir ya de palpable argumento para que todos los camaradas en el país redoblen el giro industrial, sistematicen el trabajo en sus frentes de intervención y eleven la audacia de su trabajo de agitación. Una clase obrera en general movilizada, un polo clasista en el movimiento sindical, organizaciones revolucionarias dispuestas en cada centro de trabajo neurálgico, alianzas para el frente anticapitalista, antimonopolista, antiimperialista. Tales son las bases del nuevo poder.



[1] Lenin, Obras Escogidas (03), tomo 2, pág. 719

[2] Ver los artículos, resoluciones y cartas encaminados a la preparación de la Internacional. Por ejemplo en la Carta de Marx a Bolte, 1871 encontramos: » El desarrollo del sectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias.»

Diego Torres es el Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de México.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.