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Contrainsurgencia y servicios de inteligencia

Fuentes: La Jornada

Son muchas las interpretaciones sobre la maniobra mediática a que se prestó el periódico Reforma a finales de marzo, cuando publicó un documento supuestamente entregado por un desertor del EZLN, en el que se hacen revelaciones -ya dadas a conocer infinidad de veces- sobre la estructura de la organización, armamento, ubicación territorial de sus mandos […]

Son muchas las interpretaciones sobre la maniobra mediática a que se prestó el periódico Reforma a finales de marzo, cuando publicó un documento supuestamente entregado por un desertor del EZLN, en el que se hacen revelaciones -ya dadas a conocer infinidad de veces- sobre la estructura de la organización, armamento, ubicación territorial de sus mandos y sus presuntas fuentes de financiamiento, entre las que destacaría una del País Vasco, que de forma igual de maniquea se presenta como proveniente de ETA.

Fue tan burdo todo el tinglado propagandístico montado por los llamados servicios de inteligencia, en este caso, la sección segunda del Ejército, que no tardaron los desmentidos y las refutaciones: la fotografía del supuesto subcomandante Marcos sin capucha, a quien el desertor-sin-nombre-ni-rostro debiera conocer muy bien, resultó ser la de un cooperante italiano.

Cualquier periodista medianamente informado y sin conexiones con Sedena conoce la candente polémica epistolar que protagonizaron el vocero del zapatismo y ETA al inicio de 2003, en la que esta última afirmó: Tenemos serias dudas sobre la verdadera intención de la propuesta de diálogo en la isla canaria de Lanzarote que usted hizo. Nos parece más bien que se trata de una maniobra desesperada para atraer la atención internacional instrumentalizando para ello el eco de todo lo que tiene que ver con el conflicto vasco, especialmente en el Estado español. La manera pública, sin consulta previa, en la que usted ha realizado esta propuesta refleja una profunda falta de respeto hacia el pueblo vasco y hacia todos los que desde sus organizaciones estamos luchando de una u otra forma por la libertad.

Marcos respondió: «Veo que tienen sentido del humor y que nos descubrieron: nosotros los zapatistas, que nunca hemos tenido la atención de la prensa nacional e internacional, quisimos ‘usar’ el conflicto vasco que, como es evidente, tiene buena prensa de sobra. Es más, desde el día en que nos referimos públicamente a la lucha política en Euskal Herria, los comentarios positivos sobre los zapatistas, en la calle y en la prensa nacional e internacional han ido en ascenso. Respecto a que no quieren ser parte de ningún tipo de ‘pantomima’ u ‘opereta’, lo entiendo. A vosotros os gustan más las tragedias… Además no tenemos ni los medios ni el interés ni la obligación de ‘consultar’ a ETA antes de hablar. Porque los zapatistas hemos conquistado el derecho a la palabra: a decir lo que nos venga en gana, sobre lo que nos venga en gana y cuando se nos venga en gana. Y para eso no tenemos que consultar ni pedirle permiso a nadie. Ni a Aznar ni al rey Juan Carlos ni al juez Garzón ni a ETA…

«Lo de que le hemos faltado el ‘respeto al pueblo vasco’ es algo de lo que también nos acusó Garzón (el cual, en consecuencia, debe autodeclararse ilegal, por coincidir con ETA en sus planteamientos) y toda la derecha hispana y vasca. Debe ser porque el proponer darle una oportunidad a la palabra contraviene los intereses de quienes, desde posiciones aparentemente contrarias, han hecho de la muerte de la palabra su negocio y su coartada. Porque el gobierno español mata la palabra cuando ataca al idioma vascuense euskera o lengua navarrorum, cuando hostiga y encarcela a los periodistas que ‘osan’ hablar del tema vasco incluyendo todos los puntos de vista, y cuando tortura presos para que confiesen lo que le sirva a la ‘justicia’ hispana. Y ETA mata la palabra cuando asesina a quienes la atacan con palabras, no con armas».

Cito en extenso estas argumentaciones para calibrar la desmemoria inducida o la ignorancia política de los redactores del informe-del-desertor, que antes de conectar ambas organizaciones no hicieron su tarea para que el infundio tuviera algunos visos de realidad. Pero si los organismos de inteligencia castrenses no llevaron a cabo su trabajo, mínimamente como intentaron hacer sus pares colombianos para el caso de las computadoras milagrosas del finado Raúl Reyes, los lectores esperan que ese documento del ausente desertor, ahora encumbrado a ex dirigente, pudiera haber sido confrontado por los directivos de Reforma en cuanto a su origen real, congruencia de su argumentación, verificación de fuentes, opiniones de analistas independientes y también de los cercanos al zapatismo, etcétera; o sea, lo que es un trabajo periodístico profesional y ético, lo cual, ciertamente, es mucho pedir en estos días.

No obstante, lo importante en denunciar esta complicidad medios-servicios de inteligencia estriba en preguntar: ¿qué propósitos existen detrás de esta puesta en escena? Uno obvio y evidente es identificar al EZLN dentro de las organizaciones relacionadas con el terrorismo, y en consecuencia intensificar la guerra de desgaste contra las comunidades zapatistas enfrascadas en los procesos autonómicos de mandar obedeciendo, y particularmente, justificar políticamente incursiones militares contra la dirigencia zapatista.

Estas estratagemas mediáticas coinciden con el aumento de la acción paramilitar y de inteligencia en Chiapas, inherentes a la contrainsurgencia, y con la complicidad y protagonismo del gobierno estatal en ese acoso, denunciado innumerables veces por las autoridades autónomas zapatistas.

No se equivoquen: hoy, como ayer, los zapatistas no están solos; sobre todo en un contexto de deterioro total de las instituciones, de una presidencia usurpada y responsable de la peor crisis generalizada que haya sufrido la República desde el porfiriato; con la guerra sucia y la violencia generalizada en calles, retenes y carreteras en las que se asesina impunemente, mientras lo poco que queda de país se remata en subasta pública por los vendepatrias que afirman gobernar.

http://www.jornada.unam.mx/2010/04/16/index.php?section=opinion&article=018a2pol