La resonancia sobre la responsabilidad política y económica de una larga crisis cuyo origen sobrevive a casi dos gestiones de Estado previas converge por desgracia sobre una de las mayores crisis humanitarias de los últimos 100 años.
Si bien es posible atribuir cierta impericia gestional o el haberse diluido las hipótesis previas, lo que combino en una situación de “acefalia “intelectual del gobierno, lo cierto es que –en parte– la respuesta de la sociedad argentina fue tener que –de cierta manera– avalar su accionar no solo por la fresca memoria anterior sino como único mecanismo de lanzarse hacia adelante en un mundo que prácticamente se ha tornado desolador.
Esa desolación fue casi la misma que sabiamente observo y analizo Perón en su periplo por la Europa de Entre Guerras y que posiblemente alentó su pensamiento sobre el que hacer si es que el poder le hubiese llegado a sus manos.
Si bien el mundo de hoy dista de dicha situación los flagelos humanos no hay cambiado sino que al contrario se han reforzado ante el reino de la desidia y el individualismo que impide pensar en un proyecto global para restituir valores y principios perdidos.
Es paradójico pero existe un regreso a las religiones como una búsqueda desesperada de la integridad del ser destruida por el Capitalismo en casi todas de sus expresiones.
Algo dicho ante la última Encíclica de su Santidad Francisco I que nos alerta de un proceso que en apariencia no tiene límites.
Los erráticos intentos de la toma del poder por vía forzada demostraron ser más un reguero de sangre que de resultados concretos para revertir la situación denunciada pero que en efecto terminaron por reforzar la opresión combatida.
El “hagan ruido “de su Santidad de hace unos años atrás es la verdadera premisa de cada joven cuyo sentimiento se contrapone a los supuestos designios «naturales» de un sistema que logro que solo el 1% de la humanidad concentre casi la totalidad de la riqueza.
Persistir en estudiar la pobreza en definitiva es prolongar la angustia de la población siendo en realidad la concentración de la riqueza el verdadero problema mundial.
La Argentina fruto de una incuestionable libertad de prensa por ser un país adecuado a las normas de la Democracia padece la amnesia intencional de muchos dirigentes políticos –propios y ajenos- que no atiban en responsabilizarse por su acción política al interior del manejo del Estado y que han dado importantes perjuicios a una inmensa mayoría que desespera hoy ante los duros avatares de la Pandemia.
La emergencia “casi natural “de líderes políticos que aspiran –implícita o explícitamente- a ocupar o re ocupar los consortes del poder público, tengo la humilde impresión de que la memoria del pueblo argentino operara en favor de la búsqueda de los verdaderos conductores que ética y moralmente puedan dar el paso hacia una sociedad verdaderamente inclusiva donde el trabajo y el consumo no sean un privilegio sino un derecho.
La coherencia será un valor esencial pues ya algunos con mirada en el horizonte declamaron acertadamente de muchas de las consecuencias que lamentablemente se produjeron después.
No basta mirar sobre la leche derramada sino pensar en la construcción de un proyecto superador de vigencia presente y futura.
Los argentinos hemos dado numerosas pruebas de fe y convicción a lo largo de nuestra historia y es por eso que si bien el acontecer es casi pecaminoso nuestra genética dará lugar a que al ser primero la Patria, después el Movimiento y luego los Hombres la posibilidad certera no solo de superar la situación sino de prosperar hacia un proyecto para todos.
Ezequiel Beer. Geógrafo UBA y analista político