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Crepúsculo de los ídolos

Fuentes: Rebelión

«Lo cierto es que hoy el kirchnerismo se enfrenta a una sociedad desconocida. Terreno de ganadores sociales con los que no se identifica. El kirchnerismo debe mirar esa sociedad que le pertenece. A los ganadores y perdedores, a los que dejó ganar, a los que no hizo nada para que dejen de perder. Quizá porque […]

«Lo cierto es que hoy el kirchnerismo se enfrenta a una sociedad desconocida. Terreno de ganadores sociales con los que no se identifica. El kirchnerismo debe mirar esa sociedad que le pertenece. A los ganadores y perdedores, a los que dejó ganar, a los que no hizo nada para que dejen de perder. Quizá porque sabía qué tipo de sociedad enfrentaba, hoy debe saber qué tipo de sociedad concibió.»

 

Martín Rodríguez: Conurbano y derechos humanos.

El Pacto de Olivos, verdadero réquiem del bipartidismo vernáculo, consagró el voto directo, y con ello, expuso al desnudo las desigualdades territoriales de la Argentina. El país político, entonces más que nunca, era Buenos Aires. Quien ganase en la Provincia, gobernaría la Nación. Y así fue con Menem en 1995, con De La Rúa en 1999, con Kirchner en 2003 y en 2005, y con Cristina Fernández en 2007.

Pero ese tiempo, que todavía perdura en el imaginario, terminó, de facto, en el transcurso del conflicto agropecuario. Paradójicamente, la razón no estriba en el resultado del mismo, sino en las fuerzas sociales que asomaron en su devenir.

Los desarrollos regionales provocados por el modelo sojero, sumados a la creciente prosperidad originada en las exportaciones, dieron lugar a un nuevo sujeto agrario, en donde primaba, objetivamente, la confluencia de intereses entre «grandes» y «pequeños» productores. Este aspecto, descuidado en el discurso y en la estrategia oficial, es la verdadera razón del fiasco de la política gubernamental.

En cierto modo, el kirchnerismo ha sido, aquí, una víctima más de su propio éxito. Al generar nuevos polos de desarrollo, al abonar tasas chinas de crecimiento, no previó que ello implicaba, también, el surgimiento de nuevos actores económicos y sociales, actores que no se reconocían en el relato neo desarrollista pergeñado desde Balcarce 50. El consiguiente reclamo de «federalismo», pese a las apariencias, devino el acta de reconocimiento de un nuevo movimiento político de base territorial, estructurado en torno a los «interiores» de la PBA, Córdoba y Santa Fe, con la voluntad de discutir, de igual a igual, la composición del poder político en el país.

Dicho de otro modo, las regiones más favorecidas por el crecimiento del esquema agroexportador de matriz transnacional concentrada han pasado a reclamar la porción que les corresponde en la distribución de los espacios institucionales del aparato estatal.

¿Y quién mejor que el peronismo para interpretar nuevos actores, nuevos sujetos? El peronismo disidente, que a diferencia de Kirchner, supo sentarlos en una mesa, y ponerse a la cabeza de su reclamo.

Entre los referentes de la «patria chacarera», algunos sueñan con un candidato «de campo». Son los menos: la mayoría comprende que, una vez establecida la representación orgánica de sus fuerzas en el seno del Estado Nacional, sus privilegios quedarán garantizados.

El tiempo en que gobernaba quien mandaba en el conurbano ha terminado. El tiempo que se inicia, signado por el desequilibrio del orden conocido, representa la expresión definitiva del amanecer de una nueva territorialidad en la política argentina. En ese amanecer, no queda margen para las estructuras partidarias tradicionales, pero es factible que asistamos a un renacimiento de lógicas movimientistas.

http://ezequielmeler.wordpress.com/2009/05/19/crepusculo-de-los-idolos/