Según la ciencia y la política, los momentos de crisis general, dan la oportunidad de conocer las deficiencias y contradicciones estructurales de la sociedad, para tratar de superarlas: “La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche. Es en la crisis que nace la iniciativa, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera las crisis se supera a sí mismo, sin quedar superado”, decía Albert Einstein. Y desde lo político local: “La crisis es la forma de la unidad patética de lo diverso. El único tiempo común a todas estas formas es la crisis general que las cubre o sea la política. La crisis por tanto no solo revela lo que hay de nacional en Bolivia, sino que es en si misma un acontecimiento nacionalizador.”, señalaba René Zavaleta.
Sobre estos párrafos es posible desarrollar teorías y análisis profundos universales y específicos de cada sociedad en particular, aquí, solamente destacaremos dos cuestiones: Primero, ¿Cuáles son los hechos económicos, sociales y políticos que se revelan de forma irrefutable por la crisis general? Y segundo, en consecuencia, ¿Cuáles serían los lineamientos de estrategias nacionales para superarlos?
La crisis general, lo primero que evidencia y deja fuera de discusión es que Bolivia no puede seguir dependiendo sólo de la exportación de materias primas sin valor agregado, esto vale para la explotación del gas, minerales y la propia producción de soya. Del mismo modo, Bolivia no puede basar el empleo urbano, casi exclusivamente, en trabajadores por cuenta propia en los sectores terciarios del comercio y el transporte.
En lo social, la pandemia evidencia que la infraestructura física hospitalaria, sin el recurso humano especializado, sin equipamiento tecnológico y, sin los insumos médicos de salud, son simplemente inútiles, pero también demuestran que la salud es un asunto de Estado, y no de iniciativa privada.
Qué decir de la educación, se constata, por ejemplo, que la universidad, no forma técnicos calificados en las áreas productivas (industria y agricultura), ni especialistas en planificación del desarrollo económico social, menos investigadores científicos, que son la base sobre la cual se levanta todo lo anterior.
Respecto a lo político, “que cubre todo como la crisis general”, el panorama hasta mediados de marzo de 2020, según las encuestas de opinión, el MAS aventajaba con 15% a C.C. y con 18% a JUNTOS (CIESMORI, 38% Arce, 23.3% Mesa, 19.9% Añez), esto 45 días antes de la elección general que debía realizarse el 3 de mayo del 2020. En este contexto se puede afirmar que la declaración de cuarentena postergó la derrota de la oposición al MAS, o si se quiere, “los salvo la campana”.
A partir de la cuarentena, tres veces ampliada, la asignatura pendiente de elecciones generales encuentra a las candidaturas en una situación distinta: JUNTOS resolvió su aparente contradicción con CREEMOS y CC, día que pasa, pierde protagonismo, al aferrarse a la estrategia de segunda vuelta.
Las consignas de establecer un dialogo nacional, o en su extremo, un gobierno de salvaciónnacional, apuntan a presentar un solo candidato de oposición al MAS, por el lado de elecciones, y por el otro lado de prosecución del golpe de estado, cerrar el parlamento y formar un gobierno de unidad contra el MAS, sin embargo, para esta solución por el desastre, tendría que el Ejercito pasar de un apoyo a la dirección política.
Si la “crisis general revela lo que hay de nacional en Bolivia”, la coyuntura exige una respuesta política para la nación en su conjunto, se trata de establecer un programa nacional popular, a partir de lo que existe, atendiendo el momento con un horizonte de largo plazo.
Lo que exige el momento, es una industrialización de nuestras materias primas de exportación (particularmente el litio y el zinc); el fortalecimiento de las empresas estratégicas; el destino del capital financiero de fomento a los sectores productivos y una política monetaria y fiscal de acuerdo a esos objetivos nacionales, es decir, establecer una política económica estatal nacional, ahora más que nunca bajo el principio de desarrollo sostenible.
Siempre en el plano económico, es momento de apostar al desarrollo de la pequeña y mediana industria y a la economía campesina, directamente ligadas al mercado interno y el empleo productivo. Respetando la economía plural, privilegiar la asistencia técnica y financiera a estos sectores. Sustituyendo la importación de alimentos y manifacturas por la producción nacional; liberando impuestos; bajando las tasas de interés y garantizando las compras estatales del producto de los pequeños y medianos productores, es decir, cambiar la lógica de cubrir la demanda con importaciones y contrabando de alimentos y manufacturas baratas y apostar solo a la agricultura a gran escala para la exportación.
Ahora se entiende porque el fin principal del Estado es: “Garantizar el acceso de las personas a la educción, a la salud y el trabajo” (Artículo 9, inciso 5, C.P. del E). Para el caso, la crisis muestra que la salud es un asunto de responsabilidad del Estado, es decir, el gobierno debe garantizar una salud universal. La salud privada debe existir, pero en arreglo a una política de salud pública nacional.
Lo propio sucede con la educación: el nivel de pregado, grado y posgrado deben tener el objetivo de formar prioritariamente científicos, académicos, especialistas, técnicos y mano de obra calificada para una sociedad sana, productiva, respetuosa del medio ambiente, soberana y de justica social.
Otra vez, la educación privada debe existir, pero también supeditada a una política educativa fiscal nacional.
En su remate la crisis general es siempre, una crisis política. Por la referencia que realizamos hasta el momento, se infiere que la coyuntura actual requiere de un gobierno nacional popular, capaz de convertir la crisis en una oportunidad de cambio. Es hora no solo de reactivar la economía sino de cambiarla. Apostar a un desarrollo de la pequeña y mediana industria en las ciudades y a la economía campesina en el sector rural; desarrollar nuestro mercado interior; procurar empleo digno y permanente. Proteger estas economías dotándoles de infraestructura (maquinaria, insumos, riego); crédito de fomento; liberalización de impuestos; compra de su producción para desayuno escolar; dotación de alimentos; crear supermercados de producción nacional exclusiva,etc… Al mismo tiempo, liquidar el contrabando de alimentos, manufacturas, la ropa usada y subir impuestos a la importación de alimentos procesados.
Se destaca esta política microeconómica, porque hasta ahora no se estableció plenamente y es totalmente compatible con la política macroeconómica de desarrollo de la industria de nuestras materias primas y la modernización eficiente de las Empresas Estatales de los sectores estratégicos de la nación.
En materia de salud y educación, que tratamos aquí a modo de ejemplo de los varios tópicos del fenómeno social, se impone también una política nacional. Primero, establecer el Seguro Universal de Salud, que comprenda a los existentes y se amplié a más del 50% de la población que ahora no lo tiene. Segundo, se debe emprender una verdadera Revolución Educativa, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, que el pregrado cambie su currícula dirigida hacia el conocimiento de la realidad nacional el contexto internacional, con los conocimientos básicos del desarrollo científico y el manejo tecnológico moderno, teniendo en cuenta que no se puede reformar la educación sin primero cambiar a los maestros, ya decía Franz Tamayo: “Lo peor que puede ocurrir es enseñar lo que uno no sabe”. Y desde arriba, retomar la esencia de la Autonomía Universitaria, de preservar la independencia del conocimiento, la libertad soberana de Bolivia, el desarrollo de la ciencia, tecnología nacional y la educación gratuita.
Al final, la solución siempre es la política, la crisis social general que vivimos exige una solución nacional popular, como diría Sergio Almaráz: “Hay que nacionalizar el propio gobierno”, y por ahora, la única opción son las elecciones generales.
Danilo Paz Ballivián es investigador asociado CESU – UMSS