La colonial ciudad blanca, como se conoce a Sucre, con su población citadina también de una blancura llamativa, fue invadida, en estos días de agosto, por los pueblos indígenas de piel morena de todos los rincones del país. Por primera vez en la vida republicana de Bolivia, el día de la Independencia de la Corona […]
La colonial ciudad blanca, como se conoce a Sucre, con su población citadina también de una blancura llamativa, fue invadida, en estos días de agosto, por los pueblos indígenas de piel morena de todos los rincones del país.
Por primera vez en la vida republicana de Bolivia, el día de la Independencia de la Corona Española -en el 181 aniversario- fue conmemorado con la presencia protagónica de las 36 nacionalidades indígenas que conforman este territorio, quizá no tanto por cumplir un acto protocolar que en estas casi dos centurias ha excluido a sus habitantes originarios, sino con la firmeza de establecer la vigilancia que harán a la Asamblea Constituyente, instalada este 6 de agosto, bajo la premisa de refundar el país.
Fue así que cientos de hombres y mujeres tomaron las calles de la capital republicana, ahora capital constitucional, con sus trajes típicos, su música y, lo más relevante, sus organizaciones bajo distintas formas forjadas a lo largo de la historia precolonial y postcolonial como las comunidades, ayllus, sindicatos, centrales obreras, juntas vecinales, Tierras Comunitarias de Origen, frentes de izquierda, movimientos sin tierra y sin techo, asociaciones de pequeños productores y la imprescindible presencia de la Asociación de Familiares Caídos Héroes en la Guerra del Gas exigiendo justicia, es decir el encarcelamiento del ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada por la masacre perpetrada en septiembre y octubre de 2003.
De ciudad colonial a ciudad indígena
Sucre perdió por unos días la tradicional tranquilidad que la caracterizaba y el uso exclusivo del español. Sus habitantes se miraban entre sí y callaban para dar paso a la acción de los distintos idiomas originarios en animadas y polémicas conversaciones concentradas en el papel que jugarán los asambleístas y el destino de la Asamblea Constituyente encomendada a cambiar el país en todas sus estructuras. No faltaron las críticas de algunos sucrenses al inmenso desplazamiento humano que acogió su ciudad y que modificó la normalidad de su vida cotidiana.
Tampoco faltó la prensa nacional e internacional convocada por los actos oficiales que expresó un triste desconocimiento sobre tantas realidades de carne y hueso frente a sus ojos. Despavoridos preguntaban quiénes eran los que pasaban por las calles, se sacaban fotografías, cual tarjeta postal, y en sus reportes imprimían el infaltable tinte folclórico a las distintas manifestaciones culturales que se veían en la capital.
Esos mundos que se muestran tan distantes se trasladaron también al mismo escenario de la Constituyente. Allí, la prensa oficial, ya sea en las sesiones y actos protocolares, sólo cubrían las viejas voces de la política, sin dar lugar a los nuevos actores que insistentemente pedían la palabra. Hubo un caso digno de contar en el que la periodista de un canal estrella de televisión no quiso entrevistar a una constituyente que quería hablar en aymara. «Es que son sus medios», decían los excluidos.
Y cuánto contraste se veía entre la fineza de los trajes acartonados de ciertos funcionarios y periodistas, frente a la sencillez de la gente que no sólo estaba allí con lo que tenía, sino como es. Sin grandes lujos, se notaba cómo sus pancartas eran las mismas de las marchas que identifican sus movilizaciones. Sus trajes típicos eran de saquillos de plástico y de quintales de azúcar o arroz. Los tejidos andinos lucían algunos nuevos y otros muy viejos reflejando el tiempo y la memoria de épocas ancestrales. Muchas mujeres cargaban sus hijos…
Omasuyos al frente
De esta manera, respetuosos y concientes del acto central que produjo la instalación de la Asamblea Constituyente, los pueblos indígenas y las organizaciones hicieron su entrada a la histórica Plaza 25 de Mayo con la llamada Marcha de los Pueblos. Plaza ésta que representaba el símbolo del grito libertario de las minorías, cuando las grandes mayorías no tenían ni siquiera derecho a pisar sus aceras.
La marcha fue encabezada por la heroica provincia aymara de Omasuyos y los ponchos rojos del Altiplano paceño, con sus autoridades indígenas, jilakatas y mamat’allas con el rostro altivo marcado por la resistencia a 514 años de opresión, prestos a creer desde lo profundo en la posibilidad de revertir el orden vigente de las cosas.
Al son de la banda militar, quienes querían marcaban el paso -sobre todo los hombres que prestaron el servicio militar sellados por la huella de esa obligación ante el Estado-; y quienes no lo querían, caminaban a su propio ritmo. Otros, por su parte, ingresaron con sus propias bandas y grupos musicales como los Qaqachaqas, los chapacos y algunos del Oriente del país.
En otras palabras, aquellos espacios y actos que se mantuvieron cerrados por más de 500 años al movimiento indígena originario y a los trabajadores, donde celebraban únicamente las familias de alta alcurnia y los grupos de poder, se abrieron inevitablemente a la irrupción de los olvidados de la Patria.
No por menos decían algunas pancartas y panfletos: juicio al Estado colonial; Una nueva Constitución que responda a los intereses del pueblo y de las naciones originarias no puede ser negociada con las fuerzas de la derecha; Castigo a los oligarcas y a los grupos dominantes; Bolivia digna y soberana; Un nuevo Estado sin presos ni perseguidos políticos; Libertad inmediata o amnistía para Johny Peralta y Juan Carlos Caballero; Justicia para las víctimas de la Guerra del Gas; Autonomía pero sin logias.
El Jach’a Uru (el gran día)
Esta es la dimensión de la expectativa que la naciente Asamblea Constituyente guarda en su entraña. Los discursos que precedieron la gran Marcha de los Pueblos, prometieron cambiarlo todo, los pueblos y los trabajadores esperan el cumplimiento de esas promesas. El vicepresidente Alvaro García Linera llamó a varios retos: construir un Estado pluricultural basado en una sociedad comunitaria; cambiar las estructuras económicas del país; y acabar con el centralismo colonial. El presidente Evo Morales llamó a la responsabilidad de los constituyentes como soldados de lucha por la libertad y la dignidad recordando que algunos de ellos se opusieron, en el pasado, a la Asamblea Constituyente por ser parte de los partidos neoliberales.
En contraste, Morales destacó que muchos constituyentes vienen de vivir en chozas, de comunidades sin agua ni luz ni escuela. Estos, dijo, tienen la obligación de escribir los deseos, el pensamiento de los pueblos, de las comunidades. Llamó a descolonizar y desneoliberalizar el Estado para lo cual nunca más debe entregarse los recursos naturales a las transnacionales. En lo personal, señaló el Presidente, no está de acuerdo ni siquiera con las concesiones por tiempo limitado. Finalmente, propuso que la Asamblea Constituyente tenga poder pleno por encima de todos los poderes constituidos, incluso debe estar por encima de Evo Morales, quien se subordinará a las decisiones de la misma.
Citando varios pasajes de la historia, expresó que el movimiento indígena originario ha sido explotado, pero nunca ha explotado, refiriéndose directamente al flamante constituyente, el empresario y dirigente político Samuel Doria Medina.
En la última intervención, Silvia Lazarte Flores, la nueva presidenta de la Asamblea Constituyente habló de su vivencia en una familia pobre de Cochabamba, de su trayectoria sindical desde muy joven en el Trópico (región cocalera) y el nuevo rol que le ha asignado la historia para lo cual apeló a mantener la unidad de los constituyentes, acabar con la discriminación y hacer la nueva Constitución Política del Estado que el pueblo está esperando.
En los actos que siguieron también se conmemoró el aniversario de las Fuerzas Armadas, con discursos de mucho reconocimiento a esta institución que prometió defender la Patria, una vez más. Pero en medio de loas, proteccionismos y defensa de la institución que aseguró el presidente Evo Morales, salta una duda: ¿por qué instruir una investigación a los militares sobre el caso de los misiles y no resaltar que éstos fueron responsables de tantas masacres en el período dictatorial y democrático en Bolivia, y que deben pagar por ellos en la justicia? Ojalá este y otros temas que no se mencionaron concretamente como ser la propiedad y tenencia de la tierra, el impacto de la presencia de la inversión extranjera, los tratados de libre comercio, la dependencia de los organismos internacionales y de EEUU, sean también parte de la Asamblea Constituyente.