La expansión del monocultivo de soja en Argentina, que deja cuantiosas divisas a los operadores del sector y a las arcas del Estado, tiene su contracara en el impacto de la fumigación con agrotóxicos cerca de las poblaciones ubicadas a la vera de las plantaciones. Una investigación realizada por la Universidad Nacional de Río Cuarto, […]
La expansión del monocultivo de soja en Argentina, que deja cuantiosas divisas a los operadores del sector y a las arcas del Estado, tiene su contracara en el impacto de la fumigación con agrotóxicos cerca de las poblaciones ubicadas a la vera de las plantaciones.
Una investigación realizada por la Universidad Nacional de Río Cuarto, en la central provincia de Córdoba, mostró el daño genético en ratones y anfibios que provoca el glifosato, el herbicida utilizado en la soja genéticamente modificada.
También había demostrado daños en anfibios la investigación llevada a cabo hace dos años por el profesor Andrés Carrasco, del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la estatal Universidad de Buenos Aires e investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Aprobada en un controvertido trámite en los años 90, la semilla de soja diseñada por la firma transnacional estadounidense Monsanto fue modificada para absorber sin riesgo el glifosato, principio activo del herbicida en la versión comercial que vende la firma denominado Roundup.
La introducción de la semilla transgénica provocó una expansión de la soja y del uso de glifosato. Hoy son 18 millones las hectáreas sembradas con esta oleaginosa sobre un total de casi 30 millones de hectáreas cultivadas de granos.
Las ventas de la versión comercial del glifosato mezclado con sustancias que ayudan a su absorción por la planta crecieron dramáticamente. De un millón de litros en los años 90 a casi 300 millones en la actualidad, según datos oficiales.
En 2006, un grupo de organizaciones no gubernamentales con informes de médicos de provincias donde se expande el cultivo, lanzaron la campaña «Paren de Fumigar», que llevó a la conformación de una comisión gubernamental para estudiar eventuales daños.
Pero la comisión no arrojó resultados y la empresa Monsanto insiste en que, con los debidos recaudos, el herbicida no es tóxico.
La doctora en biología Delia Aiassa, del grupo de Genética y Mutagénesis Ambiental del Departamento de Ciencias Naturales de la Universidad de Río Cuarto, lidera un equipo de trabajo que investiga el impacto del glifosato en la salud.
La especialista recordó que la exposición a este herbicida puede provocar asma, bronquitis crónica, irritación en la piel y en los ojos, daños en riñones, hígado y en el sistema nervioso, cáncer, problemas de desarrollo en niños y defectos de nacimiento.
También advierte un mayor riesgo en las mujeres embarazadas de sufrir abortos espontáneos, así como problemas de fertilidad en los hombres.
La investigadora publicó últimamente los resultados de sus experimentos en ratones y anfibios, y también, junto a su equipo, realizó encuestas en zonas expuestas a pulverizaciones que revelaron el impacto del herbicida sobre la salud humana.
Aiassa explicó a IPS que en ratones y anfibios tratados con glifosato en su formulación pura y en la comercial «hay un aumento del daño genético en la sangre, la médula ósea y el hígado». Si la dosis era mayor, los animales morían, añadió.
A pedido de pequeños municipios cordobeses rodeados de plantaciones de soja, el equipo multidisciplinario realizó además un «monitoreo humano» para recabar, de boca de los usuarios, información sobre el uso de plaguicidas.
En la pesquisa desarrollada en uno de ellos, Rincón de los Sauces, donde viven 34 familias en medio de campos cultivados con soja, 34 por ciento de los entrevistados dijeron que se fumigaba alrededor de sus viviendas.
En ese mismo universo de consultados, 53 por ciento de ellos declararon que nunca recibieron información sobre los efectos del mal manejo de los agroquímicos, y 35 por ciento declararon haber sufrido síntomas de intoxicación.
Resultados similares fueron obtenidos por el equipo en otros poblados como Las Vertientes, Marcos Juárez y Saria en la misma provincia. Los expertos detectaron también «falta de registros médicos sobre la realidad que viven estas personas».
Esta falencia es remarcada por el doctor Damián Verzeñassi, subsecretario académico de la Facultad de Ciencias Médicas de la estatal Universidad Nacional de Rosario, en la oriental provincia de Santa Fe.
Aiassa y Verzeñassi brindaron esta semana una charla para trabajadores de la salud en el Hospital de Pediatría Juan Garran, de Buenos Aires, un sanatorio al que llegan niñas y niños con patologías graves derivados de todo el país.
«No se puede seguir pensando la salud humana como algo ajeno a la salud de los ecosistemas», dijo Verzeñassi en su exposición, y alertó sobre el impacto sanitario del modelo de producción basado en la expansión de la soja transgénica.
En diálogo con IPS, Verzeñassi sostuvo que hay impactos que se manifiestan mucho después de la exposición a un agroquímico, y en ese sentido consideró clave que los médicos de zonas afectadas y también los del hospital Garrahan llevaran registros.
«La casuística es una herramienta central en estos casos, pero requiere del registro fidedigno de casos para ir construyendo los datos para visibilizar este problema», exhortó el médico de Rosario ante sus colegas.
IPS consultó al experto sobre el juicio oral que se llevará a cabo el año próximo en la provincia de Córdoba contra dos productores y un fumigador por el daño causado a los habitantes de la localidad de Ituzaingó, rociada con glifosato.
Verzeñassi consideró que el juicio que determinará responsabilidades es «muy importante», pero lamentó que haya tenido que ser un grupo de mujeres de Ituzaingó el que llevó adelante el proceso y no el sistema público de salud.
En Argentina, a pesar de los reiterados reclamos, no hay una ley nacional que regule los agrotóxicos. Sí hay normas en las provincias y en algunos municipios, que son más o menos permisivas según los casos, pero que no siempre se cumplen.
Entre los médicos que presenciaron la charla estaba el jefe de Oncología del hospital Garrahan, Pedro Zubizarreta, quien luego dijo a IPS que al centro a su cargo llegan un tercio de casos de cáncer infantil del país y, por lo general, son los más severos.
«Con nuestros datos no podemos mostrar un aumento de casos referidos al uso de glifosato porque no tenemos suficientes registros, pero lo que importa destacar es que se está haciendo un uso masivo de un agrotóxico que causa daño», subrayó.
«Quizás no podemos demostrar hoy que hay más cáncer infantil por esta causa, pero sí sabemos que esto es malo para la salud nuestra, de nuestros hijos, y que afecta enormemente la biodiversidad y la variedad de alimentos», remarcó.
La preocupación que expresan médicos y científicos ya había sido recogida por IPS en la nororiental provincia de Chaco, donde el debate de las participantes de una Audiencia de Mujeres y Justicia Climática realizada en octubre se centró en los agroquímicos.
«Arruinan la tierra, los vecinos ya no pueden plantar nada porque se les seca todo. Riegan con los tóxicos al lado de los cultivos nuestros y el viento quema todo», aseguró a IPS en esa ocasión Juana Ozuna, de la organización Colonias Unidas de Chaco.
«Nosotras no tenemos estudios, pero vemos que eso hace mal porque no podemos tener animales ni una huerta, el agua se contamina y hay casos patéticos de malformación de criaturas», resumió la mujer.