En nota titulada «La Agonía Nacional», publicada en «La Epoca», del 4-12-05, decíamos que Bolivia estaba en camino de desintegrarse por haber perdido su «ajayu» (palabra aymara que significa alma). Añadíamos que, para revertir la situación, el triunfo de Evo Morales, en las elecciones del 18 de diciembre último, era insuficiente, ya que, si se […]
En nota titulada «La Agonía Nacional», publicada en «La Epoca», del 4-12-05, decíamos que Bolivia estaba en camino de desintegrarse por haber perdido su «ajayu» (palabra aymara que significa alma). Añadíamos que, para revertir la situación, el triunfo de Evo Morales, en las elecciones del 18 de diciembre último, era insuficiente, ya que, si se deseaba detener la debacle y reabrir el camino de la esperanza, esa victoria tenía que ser contundente, a fin de convertir al Movimiento al Socialismo (MAS), de mero frente electoral en Movimiento Patriótico capaz de aglutinar al conjunto de la nación oprimida. Y el milagro se produjo. Evo obtuvo el 54 % de los sufragios, lo que le proporciona la legitimidad que necesita para revertir las políticas neoliberales, que llevaron al país al borde de la desintegración. Se confirmó, una vez más, que los pueblos saben encontrar las respuestas que necesitan para preservar su existencia.
Sin embargo, sería grave error creer que la recuperación de la autoestima, de la dignidad, de la soberanía y de los recursos naturales serán tareas fáciles. Todo lo contrario. Voceros del Partido de Aznar, en España, ya mostraron las uñas, al afirmar, sin prueba alguna, que Evo ganó los comicios con los petrodólares de Venezuela. ¿Desde cuando los recursos de un país latinoamericano son superiores a los del Imperio y de las transnacionales?
En lo interno, la oligarquía nativa se aglutinará alrededor del Senado de la República, donde, gracias a un absurdo sistema electoral, los derrotados tienen un senador más que los partidarios de Evo, lo que los llevaría a sabotear todos los proyectos de ley, por la vía de falta de quórum en la Cámara Alta. Ante esta situación, dirigentes del MAS advirtieron que los movimientos sociales impedirán el sabotaje oligárquico. Los grandes medios de comunicación social están en manos neoliberales. Así ocurre con un matutino nacional, cuyo director es parte del Movimiento Bolivia Libre (MBL), responsable, junto a Gonzalo Sánchez de Lozada (GSL), de la desaparición del ente petrolero estatal.
Los neoliberales controlan también importantes gobiernos departamentales, desde donde tratarán de impedir que el Estado recupere el control de los hidrocarburos en toda la cadena productiva y convoque a una Asamblea Constituyente, que debe colocar los cimientos de un país menos excluyente, con autonomías departamentales, en el marco de la unidad nacional, que impulse la industrialización del país y lo inserte en proyectos de contenido latinoamericano, como la empresas petroleras de la América del Sur, propuesta por el Presidente de Venezuela.
Sin embargo, los problemas vendrán también de una izquierda «termocéfala», que ha comenzado a otorgar plazos de cien días a Evo para resolver problemas estructurales, como la desocupación, e incrementos salariales al margen de la realidad. Hoy, más que nunca, los movimientos sociales deben enfrentar los grandes desafíos de Bolivia junto a Evo y no contra él. La vigencia de una tregua social para enfrentar al Imperio y encarar con éxito las tremendas dificultades que se avecinan es indispensable.
También pueden surgir corrientes, dentro del MAS, que pongan en jaque al propio MAS. En ese listado se hallan los militantes de partidos conservadores que ingresaron a sus filas, con la finalidad de mantener sus privilegios y los de las clases sociales a las que representan. Ellos predicarán «prudencia» para que nada cambie, lo que erosionaría las esperanzas y la credibilidad de Evo Morales. Pero también dentro del MAS se hallan grupos fundamentalistas, aunque de escasa importancia, que predican un indigenismo a ultranza, lo que impedirá que el instrumento político del cambio se consolide en todos los distritos del país. Las tareas que los bolivianos tenemos por delante son gigantescas y difíciles. Sin embargo, al haber recuperado nuestro «ajayu», permite observar el horizonte con una mirada de esperanza.