La alianza entre el MAS y ex miembros de la Unión Juvenil Cruceñista, según sus autores masistas, es para ganar con dos tercios las elecciones del 6 de diciembre. Desde dentro y desde fuera del partido gobernante y de los movimientos sociales (incluidos los que sólo apoyan y/o simpatizan con los cambios y el gobierno), […]
La alianza entre el MAS y ex miembros de la Unión Juvenil Cruceñista, según sus autores masistas, es para ganar con dos tercios las elecciones del 6 de diciembre.
Desde dentro y desde fuera del partido gobernante y de los movimientos sociales (incluidos los que sólo apoyan y/o simpatizan con los cambios y el gobierno), se conocen rechazos en tonos distintos, así como hay otros que asumen ese acuerdo de manera acrítica porque «eso es lo que hay» y, también, existen los que ven aquel pacto como un inicio de la «reconciliación» entre bolivianos porque no podemos seguir «enfrentados» todo el tiempo. Asimismo, hay voces que dicen que el entendimiento de marras es una capitulación que se suma a otras y que por esa vía la actual transición boliviana corre el riesgo de perder sus contenidos democráticos y populares. Se suman los que condenan al MAS desde siempre, mas ahora aseguran que aquel ente político convence otra vez de que es pro-burgués y pro-imperialista. Se agrega, desde varios flancos, que continúa el transfugio entre los actores de un oficio ciudadano que debe regenerarse. Esas son las principales apreciaciones sobre aquel hecho, pero no son las únicas.
Tratamos de leer esa realidad política con ojos contemporáneos y críticos (crítica periodística que debe señalar lo positivo y lo negativo de una acción u omisión y decir por qué).
Es necesario recordar que al día siguiente de la posesión de Evo Morales en el cargo (22-I-06), el entonces Presidente en ejercicio del MAS, en una reunión de la «Izquierda latinoamericana», dijo que a los masistas les tenía sin cuidado la separación entre izquierda y derecha, y que a ellos les importaba saber cuál de ellas servía al pueblo.
En diferentes ámbitos, en los que se mueven miembros del partido gobernante e incluso los que se le adhieren con razones o sinrazones, de palabra y de hecho, se niegan a dialogar y a colaborar con militantes de izquierda. Esos militantes del proceso y del gobierno actuales pregonan y tratan de mostrar que son indigenistas (algunos añaden que son de izquierda), pero que, por ejemplo, tienen aversión hacia los comunistas con los que no quieren compartir tareas de este período. Incluso han conseguido el retiro de compatriotas de puestos gubernamentales. El juicio criminal contra Guillermo Dalence, sin haberse agotado la fase administrativa, quizá sea parte de esa rara ofensiva contra militantes de izquierda con labores en el gobierno.
Ese indigenismo gubernamental afirma que ahora les toca ejercer el poder a campesinos e indígenas y que los k´aras, más allá de sus ideas, son lo que son y, por tanto, a menos que se comporten como chicos para los mandados políticos, mejor que permanezcan lejos del gobierno porque, agregan, basta con que apoyen a los cambios y sobre todo a Evo.
La entente MAS-unionistas (ahora ex) se puede leer como una consecuencia natural o la materialización de esas ideas discutibles. Más grave todavía, aquello quizá sea una ausencia de ideas o carencia de una ideología transformadora de quienes alientan esos acuerdos, llamados pragmáticos también, precisamente cuando fallan los principios o se carece de éstos y, además, debido a que la formación política es débil o porque no existe una digna de llamarse así. La desideologización, que algunos despistados presentan como virtud, da lugar a la ejecución de alianzas que, evidentemente, rompen los límites que un movimiento o partido establece para sus actores legítimos. Esto es como decir: Todos tienen espacio en el MAS a condición de que voten por el hermano Evo.
La estrategia de los gobernantes y del líder de los cambios sigue intacta (hasta donde conocemos), no es otra que construir la victoria electoral en diciembre, con dos tercios, respaldo que se necesita para acelerar y profundizar la «revolución democrática y cultural», la que para nosotros es un proceso de reformas avanzadas, impulsado por la lucha de clases.
Una pregunta es la siguiente: El entendimiento MAS-unionistas de ayer quiere decir cambio de táctica electoral y política de aquel partido y de su jefe máximo. «Se entiende por táctica de un partido su conducta política o el carácter, la orientación y los procedimientos de su actuación política». Si aceptamos esta definición que es de Lenin, que sabía de revoluciones, el procedimiento electoral y político seguido por el MAS y su principal dirigente es cuando menos un ajuste táctico, una nueva táctica, así sea en parte.
Una táctica masista que prefiere caminar con los ex unionistas (grupos de choque de empresarios y cívicos, para decir lo menos), antes que buscar alianzas duradera con la izquierda, distante del gobierno, pero que existe aunque con su crisis dentro y sin resolverla plenamente.
Es tramposa esa nueva táctica masista para sumar más votos en Santa Cruz, especialmente, pero la práctica despejará las dudas. Sin embargo, aunque el MAS gane en Santa Cruz, se dirá que para ello contó con el apoyo de los que hace un año tomaron oficinas públicas y sobre todo agredieron a gente del pueblo (campesinos e indígenas, en particular), matones a suelto, como eran y son porque no hay una sola evidencia que convenza que dejaron de ser lo que fueron.
Los no tan jóvenes, ex unionistas, dicen que se quedaron sin trabajo por lo que tenemos derecho a pensar que sólo cambiaron de patrón o empleador. En cuando a sus tareas, le tomaron la palabra al Presidente, aseguran que como antes defenderán la autonomía departamental por la que ellos «siempre» lucharon. Esos ex unionistas, a los que les gusta estar al lado de los ganadores (como han confesado, al parecer, sin ruborizarse), no cabe duda de que junto a los gobernantes quizá sientan que han «ganado» impunidad. Los últimos días, además de que su comportamiento provoca furias y desconfianza entre unos y otros, ellos son noticia para la mayoría de los medios y, además, se sabe que toman la delantera, es decir, el primerísimo plano en las proclamaciones del candidato masista al senado que festejó en público lo que presentó poco menos que como una hazaña lo actuado y anunció que esperemos otras novedades (un compromiso con la Alcaldesa de Sucre, se dice con insistencia). Los ex unionistas, lo que puede acrecentar la nausea, son los oradores infaltables en las proclamaciones masistas, antes que dirigentes del Plan 3.000 (barrio pobre de Santa Cruz). Los ex unionistas quizá agreguen que con ellos los masistas llegaron a la Plaza 24 de Septiembre, en campaña electoral.
Un objetivo del principal gobernante del país (compartido por los que le apoyan) es ganar otra vez y ganar a nuevos sectores de las capas medias urbanas, profesionales en especial, para el proceso y para que respalden al gobierno, estos días, con su voto para reelegir a Evo Morales-Álvaro García y a todos los candidatos a la Asamblea Legislativa Plurinacional, sin excepción, porque se busca evitar el voto cruzado. Solo así se reproducirá el poder democrático y popular.
Sin embargo, es difícil convencerse de que con los ex unionistas, ligados a la candidatura oficialista, se sumarán más electores en Santa Cruz. Aquéllos ni siquiera aportan a una alianza de clases sociales y ése es el propósito de un pacto que arroja más dificultades que aportes electorales. Antes que atraer, los ex unionistas, creemos, espantan electores. Aquéllos no son fuerza electoral alguna y como imagen aportan estrechez antes que amplitud política.
Algunos empiezan a decir, todavía en voz baja, que el evismo sabe lo que hace, que el pacto del que nos ocupamos es un ejemplo de lo que se puede hacer en este nuevo tiempo, que se sigue por un rumbo que nunca emprendió la vieja izquierda, que se vigilará a los nuevos aliados del MAS, que éstos no mandarán en una coalición que puede acabar si los ex unionistas pretenden ir más allá de lo que se espera de ese acuerdo, y un además prolongado.
Guardando las distancias de espacio y tiempo sobre tan discutido acuerdo MAS-unionistas arrepentidos (lo que también es difícil creer), se puede reiterar lo dicho por un senador demócrata cristiano chileno cuando la dirigencia de su partido prefirió unirse con los que acabaron pinochetistas: «Cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana». Sensiblemente, parece que sin necesidad, la dupla MAS-unionistas dará lugar a que la victoria de los pobres la compartan los que quizá siguen como autonomistas pero separatistas.
La derecha cruceña, independientemente de sus contradicciones secundarias, seguirá irreductible en su intento de restaurar el viejo orden neoliberal, capitalista e imperialista; por eso quieren derrotar a Evo Morales y lo intentarán aunque aquello, ahora, es un sueño irrealizable.
Por eso, importa recordar que al caudillo Andrés Ibáñez, del que los gamonales de su tiempo tomaron su federalismo, no le perdonaron su igualitarismo (sus ideas avanzadas). Y lo fusilaron, así pagó su alzamiento en armas y declaratoria de Santa Cruz como república independiente en la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de todo lo dicho, lo fundamental, en este momento, es que gane Evo Morales y el pueblo en diciembre, aunque los ex unionistas manchen esa victoria.
Es necesario trabajar por el triunfo y con dos tercios y, al mismo tiempo, redoblar la guardia porque habrá necesidad de vigilar a los ex unionistas que quizá se sientan tentados de conspirar, desde dentro, contra los cambios. Si consiguen atrasar esos cambios y si impiden que se profundicen ganarán para sus patrones de ayer, cuyo poder económico está casi intacto.
Que acabe la alianza indecorosa entre masistas y ex unionistas, sería lo mejor que ocurra, pero si aquello no sucede hay que impedir que los últimos se apropien de la fiesta de diciembre que sólo debe ser plebeya.
http://www.argenpress.info/2009/11/bolivia-es-posible-impedirlo-cuando-se.html