Con el reciente anuncio del inicio de relaciones entre el gobierno de la isla y el de los Estados Unidos, termina un período de 56 años de aislamiento, de encierro y se abre la perspectiva para que el proletariado cubano, que se supone es la absoluta mayoría de los habitantes de ese país, accedan a […]
Con el reciente anuncio del inicio de relaciones entre el gobierno de la isla y el de los Estados Unidos, termina un período de 56 años de aislamiento, de encierro y se abre la perspectiva para que el proletariado cubano, que se supone es la absoluta mayoría de los habitantes de ese país, accedan a un nivel de vida superior que, de acuerdo a la propaganda anticomunista, ahora no tienen. ¿Qué significado tiene para la izquierda del continente, especialmente para el movimiento comunista latinoamericano, y para los comunistas mexicanos en particular, este anuncio? ¿Estamos ante el fin de la revolución cubana?
Para poder responder a las preguntas anteriores, es necesario realizar un análisis muy breve, por cuestiones de espacio, respecto a la revolución cubana y el Estado cubano. ¿Por qué la diferencia?, ¿Es válida?, creo que no sólo es válida sino necesaria para entender a cabalidad la siempre complicada relación de los cubanos con los movimientos de izquierda en el contiene, pero sobre todo con los partidos comunistas de la región. Ya que no soy un historiador profesional, desconozco los detalles específicos de esta relación con los camaradas del continente, pero de mi país sé algo y a ello dedicaré este breve comentario.
Sin duda la revolución cubana, por sus formas, sus componentes, sus métodos, su cercanía con la potencia imperialista vencedora y dueña del que la propaganda anticomunista llamó «mundo libre», generó a su vez una revolución al interior de la izquierda y los partidos comunistas. En México sus efectos se comenzaron a sentir a partir del año 1963, con el ataque al cuartel del Ejército en la Ciudad de Madera en el norteño estado de Chihuahua, por un pequeño grupo de guerrilleros provenientes de algunos partidos y grupos de izquierda.
A pesar que fue en México en dónde se planeó, preparó y ejecutó la llegada del grupo de 81 cubanos y un argentino, el Che Guevara, a las estribaciones de la Sierra Maestra, liderados por Fidel Castro. Debido a la secrecía del movimiento cubano, para los comunistas y los movimientos sociales mexicanos existentes, pasó casi desapercibida la estancia del grupo cubano. Pero quién sí se entero de los movimientos secretos de los cubanos fue el gobierno priista encabezado por Adolfo Ruiz Cortines, quién encomendó a un entonces capitán, el seguimiento de estos movimiento. Este capitán se convirtió después en un «gran amigo» de la revolución cubana, pero un fiero perseguidor de los comunistas mexicanos, me refiero a fallecido Fernando Gutiérrez Barrios, quién trabajaba para la Dirección Federal de Seguridad, de la cual llego a ser Director, fue Gobernador de Veracruz, primer Secretario de Gobernación de Carlos Salinas de Gortari.
Este dato, la amistad que el líder de la revolución entabló con miembros de los servicios de inteligencia y a través de ellos con el gobierno y su partido el PRI, marcarán las relaciones tanto de la revolución como del Estado cubano. Éstas se darían por un acercamiento muy estrecho con los gobiernos de la burguesía, más aún con los que representan a la burguesía monopólica financiera y un reservado, clandestino, muy escaso trato con las organizaciones revolucionarias mexicanas y con el PCM, perfectamente entendible y se quiere, como guiño solidario justificado, derivado de la primera.
Muy pronto, por el bloqueo, por la escasa ayuda que prestó el campo socialista a la revolución, los revolucionarios tuvieron que involucionar lentamente hacia el interior de la isla colocando la supervivencia del gobierno por encima de todas las demás iniciativas o deseos de algunos de los revolucionarios, como el caso del Che Guevara y su destino final en Bolivia. Este cambio significó estrechar las relaciones con el gobierno mexicano, en tanto que fue el único en el Continente que mantuvo relaciones diplomáticas y comerciales con el gobierno de la Isla.
A lo largo de la historia, la relación del Estado cubano con los gobiernos de la burguesía mexicana ha estado marcada, en gran medida, por la política norteamericana hacia la revolución y hacia el gobierno de la isla, es decir el gobierno mexicano ha estado pendiente de los cambios de actitud del imperialismo hacia Cuba para colocar su postura. Por ejemplo, durante el gobierno de Adolfo López Mateos y sin que aún la revolución se declara socialista, se toleraron las manifestaciones de apoyo a la revolución, sin embargo ese gobierno asesinó a un líder comunista, que al calor del triunfo de la guerrilla cubana intentó generar un movimiento en ese sentido, me refiero a Rubén Jaramillo. Es decir, mientras el movimiento de izquierda mexicano sólo se mantuviera en las movilizaciones de apoyo y solidaridad con la revolución, el gobierno mexicano mantendría hacía éstas una actitud hasta cierto punto pasiva y de tolerancia.
El discurso de Fidel Castro en abril de 1961 en donde anuncia que la revolución cubana es una revolución socialista, desató la histeria anticomunista en el continente. Junto con la declaración por el socialismo en la Isla y el apoyo de Cuba a la revolución dominicana, fueron la gota que derramó el vaso de la tolerancia del imperialismo yanqui hacia la revolución hasta entonces «democrática y popular». Inició el bloqueo y las agresiones crecieron, llegando el máximo a la invasión derrotada en Bahía de Cochinos.
En México, se produjeron importantes movilizaciones de apoyo y solidaridad con la revolución en la Isla y el levantamiento en República Dominicana, que se cristalizaron en el llamado «Movimiento de Liberación Nacional» adonde acudió el Partido Comunista de México, pero sólo como uno más, ya que estaba dirigido básicamente por Lázaro Cárdenas y los grupos del oportunismo de izquierda (Heberto Castillo, Lombardo Toledano, etc.). El MLN organizó una concentración masiva e importante en el centro de la Ciudad de México, en donde Cárdenas anunció que tomaría un avión para defender a la revolución cubana de la agresión yanqui, Lázaro Cárdenas se ponía más a la izquierda de la izquierda mexicana, lo que señala la lejanía con que el PCM veía a la revolución, derivado de que la revolución cubana rompió el esquema digamos tradicional, de ser dirigida por un partido, sobre todo uno comunista.
Durante el gobierno represor de Gustavo Díaz Ordaz, las relaciones con la Isla, por parte del gobierno mexicano se endurecieron, pero no por una actitud propia sino que siguiendo al pie de la letra la línea dictada por el imperio yanqui contra la revolución cubana, a la que veían como un faro que alumbraba el despertar revolucionario del continente, pero un despertar por encima y avasallando a los partidos de izquierda tradicionales, sobre todo a los comunistas. En México, ya se había presentado la primera organización armada, que como se mencionó al principio atacó un cuartel del ejército y que fue masacrada, casi en su totalidad.
Durante este gobierno se produjo el movimiento estudiantil de 1968, masacrado por el gobierno asesino de Díaz Ordaz, previo a la celebración de los juegos olímpicos. La participación del PCM y los partidos y grupos del oportunismo de izquierda (PPS, etc.), en este movimiento fue mínima, cuando no en contra (el Partido Popular «Socialista», voto en el Congreso mexicano una moción condenando al movimiento, uniéndose al coro histérico de la burguesía y sus medios de comunicación calificando al movimiento como «penetrado por el comunismo internacional»). El mundo repudió la masacre, incluso un personaje como Octavio Paz, en ese tiempo cercano a ciertas posiciones socialdemócratas, renunció a la embajada en la India, a pesar de estas reacciones, sin embargo el Estado cubano mando una importante delegación deportiva a los juegos, como si nada hubiese pasado.
En 1970 llega a la presidencia de México Luis Echeverría Álvarez (LEA), desde su campaña la burguesía monopólica que lo apoyó, trazó la línea imaginaria de un supuesto deslinde político con Díaz Ordaz, supuesto porque ahora todos sabemos que el encabezó la masacre de Tlatelolco. LEA lanzó una agresiva campaña ideológica para presentarse como un liberal, casi socialdemócrata, discurso que atrajo al resto del oportunismo, intelectuales, organismos de izquierda, etc. Las relaciones de este gobierno con el gobierno de Cuba se reactivaron, importantes apoyos económicos y materiales fluyeron a la isla, mientras en México, se excarcelaba a los presos del movimiento estudiantil, el PCM entraba en un proceso de «radicalización», reflejado en sus documentos a través de la consigna «Por un revolución democrática y socialista», y al margen de esta declaración socialdemócrata, se organizaba un vasto movimiento guerrillero, que emulando el ejemplo de la guerrilla cubana, pero sobre todo el gesto del Che en Bolivia, intentaba crear los «focos» necesarios para iniciar la revolución socialista.
Durante los primeros años de la década de los 70s, se desarrollaron acciones de diversas organizaciones armadas mexicanas que tuvieron como objetivo llegar a Cuba, a través del secuestro de aviones de compañías mexicanas, éstas pusieron a prueba las relaciones de la revolución con los grupos armados mexicanos y la izquierda revolucionaria en general y la relación del Estado y gobierno cubano con el de la burguesía financiera monopólica en el país. La revolución fue generosa, recibiendo y asilando a quienes así lo pedían, y el gobierno y el Estado de la Isla tendió la mano generosa también a los gobiernos de la burguesía proponiendo y firmando un acuerdo de extradición para quienes a través de actos armados trataran de ingresar a la Isla.
Estos hechos dejaron las manos libres al gobierno represor (con imagen socialdemócrata) de Echeverría para masacrar a las organizaciones armadas junto con familiares y amigos de sus miembros. La llamada «guerra sucia» generó más de mil revolucionarios muertos y más de cinco mil en total contando a sus familias, según datos de la Fiscalía Especializada que los gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN) estructuraron. Y el gobierno cubano recibiendo feliz las entregas de alimentos, petróleo u otros apoyos que el gobierno les enviaba. Sin embargo, los comunistas y revolucionarios mexicanos seguíamos viendo como un faro de libertad a la isla y seguíamos apoyando a la revolución cubana, a pesar de que el Estado cubano comenzaba a abandonar una serie de referentes como la de que sus gobernantes se llamasen a sí mismo revolucionarios.
Los comunistas mexicanos no podemos ni debemos olvidar hechos que marcaron la vida política, económica y social del país, como por ejemplo las formas que los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari, primero y ahora Enrique Peña Nieto llegaron al poder presidencial. Muchos comunistas, con escepticismo y críticamente asumimos que la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente que construyó, fueron un detonante de las movilizaciones populares, contenidas por el oportunismo del mismo Cuauhtémoc y los partidos que lo apoyaban, entre ellos los restos del PCM ya desaparecido, pero que enseñaban a los proletarios el camino de la insumisión. La burguesía monopólica instrumentó los mecanismos legales y extralegales para impedir que el triunfo en las urnas del Frente Democrático Nacional (FDN) fuera reconocido, imponiendo a Salinas de Gortari, quién anuncio el camino de las privatizaciones y despejó la entronización de los sectores de la burguesía monopólica financiera.
La campaña del PRI estuvo tapizada por asesinatos, represiones y acosos contra las organizaciones que junto y al margen del FDN trataban de aprovechar el especio que se abría para manifestar sus demandas y solicitar sus reivindicaciones específicas. Todo fue acallado con sangre. La imposición de Salinas fue acogida con un gran descontento por las masas quienes exigían a Cuauhtémoc iniciar las movilizaciones masivas para impedirlo. Sin embargo, éste se negó, se replegó y permitió que se golpeara al movimiento popular independiente. Y en la toma de posesión de este gobierno surgido de la represión, estuvo presente, como gran invitado de honor Fidel Castro! que gran cachetada para las aspiraciones de los revolucionarios mexicanos. Nuevamente privó en las decisiones de los gobernantes de la Isla la famosa «razón de Estado».
Y sin embargo los grupos del oportunismo mexicano y algunos comunistas bien intencionados, seguían apoyando a la «revolución cubana», que a estas alturas era una entelequia sostenida a través de un romanticismo que poco tenía que ver con el marxismo-leninismo que decía (o dicen) profesar. La revolución cubana fue fuente de inspiración para toda una generación de revolucionarios, quienes veíamos en ella el ejemplo de que no importaba el tamaño del país, ni la existencia de condiciones, a pesar de la dictadura, ni siquiera la existencia o no de un partido revolucionario para hacer triunfar una revolución socialista en las narices del imperialismo.
Veíamos sus logros innegables en diversas materias (educación, salud, deporte, ciencia, etc.) y los comparábamos con las condiciones de miseria, pobreza y marginación que existe en nuestro país, lo que nos nutría para asegurar que un sistema socialista era infinitamente superior al capitalista. A pesar del bloqueo, a pesar de que poco a poco el proceso cubano se apartaba de las principales ideas contenidas en el cuerpo de marxismo, que ellos aseguraban seguir, argumentando y con toda razón las condiciones pavorosas de un bloqueo a todas luces injusto, la Isla y su revolución se alzaban como un sólido pilar sobre el cual cimentar nuestros propósitos y desarrollar el estudio del marxismo-leninismo y su método como el correcto para estructurar un proceso revolucionario en México.
En Cuba, a pesar de que lo nieguen sus gobernantes, se ha instalado un proceso de relaciones mercantiles, que anuncia el desarrollo del mercado con sus valores de uso y de cambio respectivos. El discurso del presidente de los EUA enfatiza en que con el inicio de las relaciones diplomáticas con Cuba, en este país se abrirá a un proceso de «democratización» y de «apertura política». Por su parte el de Raúl Castro es infinitamente ambiguo y tamizado, no rebate el ideario político de Obama, ni ratifica el camino del socialismo en la Isla, al que por cierto sólo dedica una pequeña mención pérdida en una frase confusa. Pronto veremos sin duda, imágenes con Obama y Raúl departiendo alegremente, como lo hicieron en su momento Gorbachov y Reagan, previó a la «caída» del muro de Berlín.