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Cultivando zanahorias

Fuentes: La Jornada

  Entre mexicanos, los cuentos de judíos, árabes, gringos o argentinos causan algarabía y guiños de complicidad. Pero si un extranjero les cuenta un chiste de mexicanos, los semblantes se tornan circunspectos, y se genera un silencio más fino que el descrito por Jaime Sabines en su poema Los amorosos. Mejor, contemos uno de gallegos. […]

 

Entre mexicanos, los cuentos de judíos, árabes, gringos o argentinos causan algarabía y guiños de complicidad. Pero si un extranjero les cuenta un chiste de mexicanos, los semblantes se tornan circunspectos, y se genera un silencio más fino que el descrito por Jaime Sabines en su poema Los amorosos.

Mejor, contemos uno de gallegos. Dicen que en Bucareli, el nuevo secretario de Gobernación dispuso el cultivo de zanahorias en los ventanales del Palacio.

-¿Y para qué tanta zanahoria?- preguntó el amanuense.

Juan Camilo Mouriño respondió: -Hombre… ¡para ver más lejos!

Saludable iniciativa que, de no ser chiste, sería la atinada luego que el joven funcionario advirtió que no dialogará con la oposición. Nada nuevo. Así como el «grupo compacto» que hace 20 años proyectó a Carlos Salinas de Gortari, Mouriño se adhiere a los mitos de la «posmodernidad». Sólo que en lugar de pertenecer a la refinada elite de tecnócratas que arrojaron las bases de la destrucción neoliberal, viene del negocio «global», donde la economía es guerra en lugar de política concentrada.

Ahora, la ideología del totolate esculca en el acta de nacimiento de su mamá. Sin embargo, de haber anunciado Mouriño una ley de amnistía para liberar a los más de 500 presos políticos y la defensa de los recursos naturales, la derecha hubiese tomado la posta de la izquierda que escribe con un nopal pegado en la frente.

Malinchismo y chovinismo: dos caras del lumpen nacionalismo. El malinchista no pierde ocasión de aclarar que la prima segunda de su tía abuela tercera es de origen francés, y el chovinista aplaude el tañer de las campanas catedralicias que en el Zócalo silencian las arengas de la protesta popular.

Cuando el malinchista siente nostalgia de la patria en el extranjero, entona el bolero Mar y cielo: «Me tienes, pero de nada te vale/ Soy tuya, porque lo dicta un papel/ mi vida la controlan las leyes/ pero en mi corazón/ que es el que siente amor/ tan sólo mando yo». En cambio, el chovinista echa mano del diccionario de la Real Academia (¡je!) y nos explica que «extranjero» quiere decir «de un país que no es el de uno».

Al chovinista no le interesa cultivar la memoria del guerrillero independentista vasco-navarro Francisco Javier Mina, o la del general cubano Pedro Santacilia Palacios, secretario privado de Benito Juárez en los años de la guerra contra la intervención francesa, y cuando un grupo de «meros-meros mexicanos» le ofrecieron a Maximiliano la corona del país. Y al malinchista le vale el legado de «extranjeros» como John Reed, Luis Cardoza y Aragón y Andrés Aubry.

Tratemos, con todo, de sacar algo en limpio. Porque la definición de «extranjero» incluye en México tal número de señalamientos, gestos, arbitrariedades, regulaciones, modalidades, lealtades, interpretaciones, códigos, advertencias, supuestos, connotaciones, prejuicios, complicidades y emociones, que nativos y foráneos acaban noqueados.

¿En otros lados es igual? No, no es igual. En el ranking mundial, México encabeza el número de intervenciones imperialistas y de enajenación del patrimonio económico y cultural.

¿Qué esperar de la educación de «la gente» cuando los políticos hablan genéricamente de lo «extranjero» porque temen llamar por su nombre a las potencias que amasan la miseria popular, coludidas con la plutocracia nacional?

Un personaje que de México sabe lo que yo de náhuatl, y no falta a una sola de las reuniones del Foro Social Mundial, declaró: «Desde mi visión como europeo puedo decir que México es muy nacionalista» (sic, Reforma, 20/1/08). O sea, lo que sostienen la derecha y una izquierda que entiende el nacionalismo según el canon político europeo.

Más adelante, pescando en río revuelto, un cabo segundo del macartismo criollo embiste contra «la prensa doctrinaria de izquierda» (destaca a La Jornada, claro), acusándola de fomentar la «xenofobia de izquierda». Apiádese: el hombre ya padece amnesia. ¿No dijo Enrique Krauze que Carlos Fuentes era «extranjero» por haber nacido en Panamá?

En México, los afiliados al club de José María Aznar y Felipe González posan de «cosmopolitas». Pero al sonar el clarín de la Casa Negra, bajan la cerviz y visten camisetas con las consignas del chovinismo racista imperial: «mate a un indígena, a un negro, a un árabe y a un inmigrante, y salve a Occidente».

En los días que México luchaba por ser independiente, sus hijos vivieron no pocos traumas y dolores. Conocedor de que el padre de Vicente Guerrero era partidario del realismo español, el virrey le encomendó la misión de convencer al hijo de que depusiera las armas y aceptara el indulto: «Ten piedad de mi vida desgraciada; / vengo en nombre del rey, tu dicha quiero; / poderoso te haré; dame tu espada».

A lo que el héroe, llorando, respondió: «tu voz es, padre, para mí sagrada, / más la voz de mi patria es lo primero». De ahí el lema del estado de Guerrero, «La patria es primero», que los grupos insurgentes hicieron suya.