1.- Hago este ejercicio desde una postura anticapitalista y procomunitaria habiendo definido que AMLO no es de izquierda si por esto entendemos aquella posición. En este sentido lo que sigue se reflexiona, ensayísticamente, desde la perspectiva de los poderes económicos del capital en México (hasta cierto punto en lo internacional) y su Estado, su representación […]
1.- Hago este ejercicio desde una postura anticapitalista y procomunitaria habiendo definido que AMLO no es de izquierda si por esto entendemos aquella posición. En este sentido lo que sigue se reflexiona, ensayísticamente, desde la perspectiva de los poderes económicos del capital en México (hasta cierto punto en lo internacional) y su Estado, su representación política, su crisis y posible refuncionalización, así como lo esperable para los de abajo y a la izquierda.
No he encontrado, por ahora, absolutamente a nadie que presente una postura que contradiga esta afirmación. Incluso, por fortuna, hay gente que estando con AMLO reconocen lo afirmado y son críticos de ello, aunque lo defiendan como una opción que ven «realistamente» necesaria a apoyar y al no tener otras alternativas, o como un momento necesario de tránsito para llegar a aquel ideal. En esta línea, si AMLO no es anticapitalista- y no reconocemos terceras vías–, es capitalista, pero, ¿De qué tipo y que viabilidad tienen su propia opción de ello?
Antes de continuar, y resumidamente, ubiquemos el lugar de AMLO y MORENA en la historia política partidaria del país, como secuencia del siglo XX, y en la historicidad político-partidaria mexicana. Observaríamos, fenomenológicamente, así, tres fases:
La primera etapa de «partido único» o «hegemónico«, es decir el del PRI y que abarcó desde el periodo post-revolucionario (1929) hasta el año 2000, con un último canto del cisne dinosaurio de 2012-2018. Son las fases de auge y desgajamiento del referente nacionalista revolucionario, luego agotado.
Después hay una segunda etapa. Se trata de la estructuración de una precaria sociedad política de partidos con «mayor disputa». Esta colapsaría en 2018. Ella aparece fortaleciendo por un lado la expresión política más derechista y consolidada en esta vertiente y que la representa el PAN. Por otro lado, la referente herencia nacionalista revolucionaria encarnará más» claramente» en el PRD y el cardenismo.
Hoy se estaría presentando un tercer momento, aún por definirse, pero que es identificable a partir del enorme colapso de la breve etapa pluripartidista previa, siendo sustituida por la mayoritaria presencia del partido de MORENA en el congreso, el ejecutivo federal y en los mismos poderes en varios estados, última generación de la herencia cardenista. El fenómeno se centra, sobre todo, en la figura de AMLO (con una presidencia que se presume será muy fuerte para 2018-2024).
En resumen, tenemos el paso de un partido de Estado que da lugar luego a una precaria sociedad política pluripartidaria y, finalmente, a la disolución de esa estructura que cede el lugar al posible retorno a una sociedad política partidaria no plena, porque está más bien vinculada a la relación entre un caudillo y un pueblo, con débiles partidos opositores. Parece un retorno a la fase de caudillos previa. En los propósitos, se supondría, se busca el completamiento de un Estado de derecho, de una sociedad política separada de poderes discrecionales fácticos, o de la sociedad civil.
2. Ninguna de las tres fases «partidarias» señaladas ha tendido en su estructura una presencia solida de izquierda anticapitalista, aunque hubo quién quiso ver al PRD, y ahora a MORENA en esta lógica. Sin embargo, por ningún lado estos partidos se reclaman en esa postura. En el periodo reciente, dónde supuestamente podría aparecer una opción de esa izquierda, ella no existe, aunque en MORENA se diga que hay elementos para esto, por su variopinta mixtura política (gatoparda. Gramsci dixit) donde esa «izquierda» -se supone-también está, aunque es vergonzante y es cada vez más acotada.
Si quedara alguna duda reciente sobre lo último afirmado véase como una prueba, solo ilustrativa, la exclusión a la que se ha visto expuesto en principio un personaje procedente de esa «izquierda anticapitalista» de ayer (sic), y de MORENA, como lo es Paco Ignacio Taibo II ante la otra expresión que manifiesta, en la propuesta de AMLO, el empresario de origen derechista; obviamente nos referimos a Alfonso Romo. Este último venció la postura de Taibo II, quién primero quedo silenciado en sus posiciones y luego aún fue denostado por sus correligionarios de MORENA. Finalmente, también ha terminado asumiendo indirectamente un colaboracionismo con el primero. Un personaje del partido sometido a alguien que no es del «partido». Así, la idea de algunos de crear una «MORENA ROJA», (que la hubo) parece estar muriendo en los primeros roces.
Aquí dejamos bosquejado también el planteamiento de que formalmente MORENA no es propiamente un partido, en el sentido de definir programáticamente un proyecto de país que sea lo sustantivo, y/o que se enfile a otro rumbo que no sea el del capitalismo. Aunque no sólo por esto no es un partido. Creo que la expresión mexicana más parecida a un partido, clásico, solo lo fue el PAN en cierto momento. Lo sustantivo a subrayar aquí, eso sí, es que lo que todos comparten de alguna manera es la referencia y modelo de la cultura política priista, con todo– o parte–, de lo que ello implica.
3.- Partiendo de lo anterior queda por reflexionar más entonces en este último periodo, ya no sólo el cuándo sino el ¿Qué es MORENA?, parece que se ha demostrado que es solamente, y como nos lo decía una persona que defiende radicalmente a AMLO, un «adorno»; no un partido, es una estructura meramente instrumental para el arribo del tabasqueño a la presidencia. Con Umberto Cerroni podríamos decir que solo es un «partido maquina», es decir sólo enfilado a ganar elecciones, (¿Un neo-PRI?, difícil, pero está por verse) táctica especialmente reforzada al contarse con la potente figura presidencial que es la de AMLO. Con todas las consecuencias que derivan de esto.
Así, resumidamente, MORENA no es un partido sino un frente pluri-clasista con comando capitalista de discurso nacionalista revolucionario-neo-keynesiano bajo una dirección caudillista. Algunos quieren definir a esta organización como un movimiento social. No lo parece, a menos que lo acotemos como un movimiento social electoral (¿).
Ciertamente ésta MORENA se nutre socialmente de núcleos básicamente populares, de trabajadores, de abajo de la sociedad. También cuenta con intelectuales que proceden de la izquierda anticapitalista de origen, al menos así se definían en su momento. Varios procedentes del PCM y sus sucesivas derivaciones (PSUM, PMS, PRD, etc.), pero también de otras variantes de esa vieja izquierda y aún de la derecha. (PAN, etc.…). Podemos entender entonces que esta agrupación es, hasta ahora, un recurso instrumental de AMLO. Si hubiera un referente de materia prima este se presentaría, en todo caso, en un neo-cardenismo de expresión nacional-popular por su composición social dominante, aunque no sólo. (Volveremos a ello)
4.- Incorporando aspectos más de «clase» o de intereses económicos, y retornando a la fuerte afirmación de la postura finalmente capitalista de AMLO queda por definir, entonces, ¿Qué tipo de propuesta capitalista representa este candidato y a que intereses capitalistas responde? Y, por otra parte, pero vinculado a lo anterior, ¿Cuáles es el sentido del choque con las expresiones proempresariales de los otros partidos y candidatos? ¿Por qué habría distintos candidatos burgueses? ¿Qué significa y de donde parte esta situación que no se habría presentado con tanta fuerza antes?
Habida cuenta que existen choques en el seno de la misma clase social, cosa que no es nueva y que siempre está presente en toda sociedad capitalista, se abre la posibilidad de expresarse en distintos partidos, aunque no siempre se manifiestan las diferencias al grado de aparecer como una ruptura o una crisis interna de la clase en sí misma. Estas expresiones pueden coexistir llegando a arreglos. Es lo que sucedió del 2000 al 2018 en las sucesiones entre el PRI y el PAN. Sólo que ambos produjeron una hegemonía política favorable a la oligarquía económica de la burguesía más rica, la financiera, misma que antes era aceptada con poca resistencia, y hoy aparece cuestionada por amplios sectores, incluso de los de arriba.
En principio creo que, en este aspecto empresarial, AMLO expresa (en lo económico) la postura de un amplio sector de empresarios pequeños y medianos. Y aún quizá también de algunos grandes que se han visto, o sentido, afectados por la política neoliberal de cuño PRIANISTA y a la que se han adherido también los agonizantes perredistas.
5.- La crisis y choque inter-capitalista procede desde la época salinista y las siguientes: zedillista, foxista, calderonista y peñista. El sector empresarial que se ve representado en AMLO en esta vertiente es aquél que ha visto disminuir sus cuotas de ganancia, procedente sobre todo de áreas de la burguesía industrial venida a menos y de otros procedentes de algunas ramas del sector primario, industrial y no industrial, quizá de otros sectores también afectados y procedentes de la burguesía comercial con vocación por el mercado interno (ante el TLC destacadamente). Estos se han visto confrontados sobre todo con la oligarquía más vinculada al capital financiero internacional, y nacional. De hecho, algunos de estos son los que con más vehemencia han confrontado a AMLO. En el sentido anterior esta propuesta morenista da lugar, y lucha, por una redistribución de los beneficios que la burguesía mexicana menos favorecida vio, en su conjunto, concentrarse en el sector más oligárquico de ella. Se trata de redistribuir, no de modificar las estructuras. Obviamente esto les molesta a los otros.
Los pequeños y medianos empresarios esperan, en torno a AMLO, tener más cuotas en el pastel de la ganancia del capital y lo asumen, a su pesar en casos, a través del reconocimiento de un Estado que tenga un margen de intervención keynesiana, de «economía mixta» con predominio de capital privado. Única estructura institucional, supuestamente posible, capaz de permitirles obligar a sus hermanos mayores para posicionarlos en una mejor correlación de fuerzas, en lo económico-político, para alcanzar sus objetivos ya que no lo pueden hacer en la plena competencia económica sólo. Se trataría entonces de lograrlo usando también la presión política. Este sector no se manifestó en contra de las reformas estructurales, últimamente peñistas, en tanto limitaban al Estado y les brindaban posibilidades de rentabilidad privada al empresariado, pero, al calor del tiempo, y ante la concentración que amasó la oligarquía, hoy protestan y quieren su parte, por eso sí, hay un buen núcleo de empresarios con AMLO.
Hay pues una ruptura de arriba que se revela en el hecho, como nunca antes, de grupos de ellos que si se ven representados en el tabasqueño.
6.- Lo dicho hasta aquí marca aspectos políticos y económicos. Ello haría posible el hablar de una ruptura hegemónica que también trastoca y altera a aquella oligarquía dentro de sí misma y se expresa, políticamente, en la incapacidad de encontrar una sola representación clara ante uno de los dos posibles candidatos que más fielmente la dibujarían como en el pasado reciente: Anaya (PAN) o Meade (PRI) quienes por eso siguieron en la contienda electoral. Buscaron bajar, aunque tarde, a alguno (preferentemente a Meade por las encuestas adversas a este, pero no lo lograron) porque aquí se enfrentan también con los «gerenciadores» de sus intereses antes unidos (Salinas-Zedillo-Fox-Calderón- Peña). Hoy no tuvieron poder pleno para «imponer» a un personero suyo a la burocracia partidista que antes los representó sin problemas de fondo. (PRI-PAN luego incluido desde hace un tiempo el PRD, donde la alianza de principio del Peñismo los fusionó, y representa, además y de paso, claramente, la cúspide de la «eliminación» de la herencia cardenista que el PRD, se supone, ostento. Este partido resulto un suicida político e «ideológico» en los espacios electorales).
Estas últimas estructuras partidarias, además, tienen por aquellos y por sí mismos su propia crisis interior, pero también su propio poder relativo que hoy no coincide con aquellos (las amenazas de Anaya para encarcelar a EPN son el emblema «simbólico» y central de estos hechos y viceversa). Esto es una manifestación más de la crisis de hegemonía de la clase dirigente, en su segmento «punta»; el de la oligarquía. Se muestra una crisis a su interior donde el poder económico superior, el de la casta mayor oligárquica, se confronta con la representación política que en su momento le sirvió: la del PRI y el PAN. (Así hay un dislocamiento, una desarticulación entre la esfera económica y la esfera política de esa casta y que se encuentra totalmente disfuncional para cumplir las tareas que ya venían cumpliendo). La punta del sector empresarial fue rebasada y resulto lenta en su actuación política.
7.- Al unísono de la crisis (centralmente económico-política descrita antes) también se presenta una crisis social (y por supuesto cultural que no revisamos aquí exhaustivamente).
El capital en su conjunto había logrado hacer retroceder en gobiernos sucesivos la intervención estatal para fortalecer el beneficio privado. Las reformas estructurales representan la coronación de este proceso sobre todo en el proceso económico como se decía antes. Sin embargo, la gestión de los partidos PRI-PAN no pudo garantizar el otro aspecto, olvidado pero central para el capital, es decir, la paz, la estabilidad y la seguridad pública, la social y privada. Emblemas paradigmáticos del liberalismo: La protección y seguridad de la vida del individuo y de su propiedad. Este aspecto es también una piedra angular de ese sistema.
No hay capital que intervenga, por más paraísos de inversión se le presenten, en medio de un país que tenga una brutal crisis de inseguridad pública. Este es el aspecto olvidado y aún agudizado en estos gobiernos, fomentado por la presencia del narcotráfico, asesinatos y desapariciones como nunca aún de políticos en plena campaña, periodistas y algunos movimientos sociales. Si le sumamos la corrupción evidente, el mismo capital le pone «peros» a la continuidad y/o «alternancia» PRI-PAN previa por su falta de eficiencia en este terreno.
Estos partidos no son ya capaces de ofrecer garantías en estos rubros amenazados por la ausencia del «Estado de derecho» tan vital para el sistema capitalista en su conjunto. De hecho, está tarea clave del Estado que procede de la «mejor» tradición liberal individualista ha colapsado. El creciente «Estadicidio» dominante genera malestar e inseguridad en el mismísimo capital y en sus altas, medianas y pequeñas capas. Esto produce una crisis plena de representación en esta clase, de tal manera que no se asegura el manejo estable del capitalismo en México. Pero también produce malestar y colapso para las formas políticas y legitimidad en los sectores bajos de la sociedad. (y que se desarrolla más, abajo). Hay pues una continua ruptura del tejido social sin fin. La «violencia legítima» del Estado está plagada de dudas en creer que pueda gozar de tal legitimidad ya que siempre es vista con sospecha.
La burguesía entra en crisis, y cada una de sus capas lo saben y sienten, bajo el ropaje de las previas figuras políticas secuenciadas en el poder: PRI-PAN-PAN-PRI (sumado al PRD con su particular crisis de absorción, por la «cultura política», de aquellos y con sus particularidades) no los habilita para dar continuidad política al comando capitalista tal como estaba.
8.-Esta situación se ve agravada por la falta de certezas que el colapsado corazón del neoliberalismo bajo hegemonía norteamericana, representado por la crisis actual del TLC, les deja enfrente ante el proteccionista norteamericano de Trump, quién ha decidido «modificar» las reglas del juego económico mundial afectando, entre otras, a la economía mexicana. También es relevante la observación de que, según algunos analistas, el modelo neoliberal comienza a colapsar a nivel mundial siendo sustituido por una fase de neoproteccionismo y avizora una futura guerra comercial mundial, con riesgo para otras «guerras calientes». (AMLO representaría la versión mexicana de un proteccionismo mexicano, paradójicamente coincidente con Trump en la forma, aunque, evidentemente por la relación particular entre ambas naciones genera contradicciones particulares).
9.- Pero evidentemente, y al hablar de una crisis de dirección y de hegemonía desde y entre los de arriba, se debe contemplar lo sucedido con los de en «medio» (clases medias) y los de abajo (trabajadores, campesinos etc.), y confrontarse con el enorme enojo que se ha producido. Existe una enorme pérdida de legitimidad de las representaciones políticas que expresan centralmente el PRI, el PAN, y el PRD. (y también en los satélites verde, panal, pt, etc.)
La lucha emergida desde abajo en años previos (al menos desde el 88 y llegados al 2000, ciclo que se podría fijar de inicio desde el 68), y que no permitió siquiera el aterrizaje de una postura nacionalista revolucionaria como la de Cuauhtémoc Cárdenas, (sucesivos fraudes) y luego en el arribo de Fox, frenaron un impulso que, se supone, podía ir en otro sentido para los subalternos que son los que centralmente potencializaron esta expresión.
Hoy parece darse la revancha de aquel momento por la vía de AMLO; nacional-popular por su composición social, que no necesariamente por su orientación propia o radicalmente «programática». (Recientemente el mismo Cuauhtémoc Cárdenas se «encuentra a la izquierda» de AMLO, si por esto entendemos las declaraciones del primero en el sentido de que su candidato sería aquel que explícitamente se manifestara por la abrogación de la reforma energética-particularmente en la petrolera–. No obstante, se observan acercamientos entre ambos personajes a partir del triunfo electoral de AMLO. Estas figuras representan, en cualquier caso, una indudable vinculación con la raíz cardenista del imaginario social mexicano. Con sus alcances y limitaciones.)
AMLO Y EL RETORNO AL CAPITAL
El Estado Burgués requiere instrumentar, en cualquier época, condiciones socioeconómicas para beneficio del capital. Las sucesivas reformas desde 1982 hasta 2018 recrearon este espacio en condiciones neoliberales, dejando atrás el pacto revolucionario de 1917 así como el régimen político, priista, de 1928 a 1982. Régimen soportado por: el presidencialismo, el corporativismo, el partido de Estado y la gestión e intervención estatal de la economía. Régimen que «creó» a la burguesía nacional, misma que en principio le estaba subordinada. También requieren un Estado fuerte que brinde «paz social». Mas o menos eso logró aquel régimen, no sin fuertes cuestionamientos desde abajo y en distintas épocas. ( Y aún de los de arriba como lo muestra el grupo monterrey en el periodo echeverrista, o en la expropiación bancaria del 82 por López Portillo).
Sabemos que luego, el neoliberalismo de 1982-2018, se instrumentó políticamente a través del cambio de partidos (PRI-PAN-PAN-PRI.). Distintas siglas, mismo modelo económico. La privatización y la desarticulación de lo «logrado» por la herencia de aspectos no privatizadores de la Revolución eran el eje. El «desarme» político y económico del antiguo régimen, sobre todo con el predominio del neoliberalismo, no podía pasar sin tener consecuencias en los aspectos políticos ya que era un todo forjado en la historia del siglo XX mexicano. Para no alargar el texto solo señalemos como ejemplo que el corporativismo que fue soporte de proyecto capitalista de la revolución se convirtió en un lastre tanto para la productividad que el neoliberalismo exigía, así como para la operatividad política del mismo (una vez que el modelo de desarrollo estabilizador había concluido y se vivía la globalización neoliberal).
El PRI cargaba muchos lastres, la burguesía había madurado y es cuando el PAN llegó a su máximo. Parecía que podía ser más operativo, más acorde con los valores burgueses liberales clásicos. La realidad es que no fue así, sino que se mimetizo con la cultura priista (usó el corporativismo y poderes discrecionales entre otros aspectos). El emblema más claro de esto fue el de la corrupción propia de ambos partidos a estas alturas (incluido el PRD. Creo que un cambio de modelo económico no borra inmediatamente las estructuraciones políticas previas que corresponden a otro. En ese sentido el PRD representa al damnificado de aquella herencia, aunque se fue convirtiendo en cada vez más débil y también se mimetizo con la cultura priista).
Importante sería conectar la historicidad propia de acción nacional para observar el encuadre de todos estos elementos. Lo mismo debería realizarse al hacer lo propio en la herencia cardenista-PRD-MORENA.
El bipartidismo PRI-PAN logro, lo decíamos antes, hacer avanzar las posturas privatizadoras neoliberales. Las reformas estructurales, aunque con enfrentamientos, se lograron. La privatización avanzo absolutamente. Ya a estas alturas el PRD aparecía integrado en la misma lógica. La figura más emblemática de la total absorción a la perspectiva neoliberal lo representó el PACTO POR MÉXICO. Ahí ya era claro que no había ningún tipo de oposición, aunque fuera formal, al modelo neoliberal y bi-tripartidista. El proceso de «transición democrática» se había agotado tiempo atrás, pero hizo eclosión en el primer bienio de Peña Nieto. (agravado luego por lo de Ayotzinapa).
Se produce entonces una crisis de varias fases: política, social y económica. Esta última se agiganta ante la incertidumbre internacional por el TLC y la llegada del proteccionista Trump a los E.U.A., como se decía antes.
El sistema encuentra una crisis integral ya, a estas alturas, de hegemonía. Se requería, entonces, revisar y corregir todo. La credibilidad de los de arriba era débil ante sus políticos y abismal en la legitimidad con los de abajo. Aquí aparece la significatividad de AMLO.
LOS POBRES Y AMLO, EL PROCESO
La enorme acumulación de fuerzas electorales que expresó en las elecciones el amlismo de este año ha sido construido al calor de una presencia política forjada en un largo periodo. Desde antes del nacimiento del PRD por 1989 pero, sobre todo, desde el 2000 a la fecha. El tres veces candidato al ejecutivo, con un discurso populista y en la gestión de gobierno en la hoy CDMX, logró prender en los sectores bajos de la sociedad que habían sido muy afectados por el neoliberalismo.
Este actor vincula su postura como heredera de grandes transformaciones habidas en el país desde años atrás. Especialmente en la lucha en el terreno electoral desde 1988 y, en aquel tiempo, insistentemente enfrentado al neoliberalismo salinista.
La gran fuerza de AMLO se desplegó primero a través de la figura del PRD y luego vía MORENA. Los primeros seducidos fueron los sectores bajos de la sociedad, los más pobres.
Los sucesivos fraudes y los estragos de los métodos priistas fortalecieron a AMLO, pero también los gobiernos panistas (recordemos el intento de desafuero con Fox). Así se construyó la relación entre el caudillo y las masas. Esto lo logro, pero no a través del PRD, que hoy debe darse de topes.
Ya para el 2018, y después de tener diversos enfrentamientos con la «mafia del poder» compuesta por sectores oligárquicos económicos, por el PRI-PAN (y el PRD, aunque a estos no los menciona tanto), logró consolidar una posición sustentada no sólo en el apoyo sino en, prácticamente, una fe que es capaz de soportar todo error, despropósito, o «berrinche». Es así como, a los ojos del de abajo, AMLO representa ideales casi míticos. Tanto así que cualquier ataque, o mera observación que no suene incondicional del PG es entendida como apoyadora a la mafia del poder.
Una vez obtenido ese grado de incondicionalidad de los de abajo, ya claro a inicios del 2018, este personaje se orientó-contrastando con el discurso inicial previo, y de muchos años en el que eran atacados o dejados de lado– a aproximarse y tratar de hacerse creíble ante los mismos sectores empresariales amplios, no todos de los más encumbrados. Así logró constelar en torno a él, que no a MORENA, un abanico de fuerzas y sectores disímbolos y aun francamente contradictorios. La intención se concentra en recuperar «cancha», espacios para dotar de relativa autonomía al Estado como ente «ubicado por encima de las clases sociales», y de entre la misma clase social, particularmente las más encumbradas que se encontraban con una crisis orgánica en el terreno de la representación política partidaria binaria: o PRI o PAN. Estas expresiones hicieron parte de la tarea, desde 1982 hasta 2018, pero no la concluyeron. No vieron suficientemente que se necesita, además, estabilidad y paz social como decíamos, Además por ya encontrarse inmersos en su propia crisis, no solo de inaudita corrupción.
AMLO, el régimen, la recuperación del papel de la política, del Estado y su «autonomía».
En los primeros mensajes de AMLO como virtual presidente para el periodo 2018-2024 se han destacado, en primer lugar, los dirigidos a dar seguridad al capital y de que no habría zozobra ni cambios bruscos en la política económica: ni dar marcha atrás a la reforma energética ni a ninguna otra, así como el mantener la autonomía del banco central. De esta manera se mantuvo estable la bolsa de valores. Las tasas de cambio peso-dólar han causado, incluso, cierta revaluación de la moneda nacional frente a la divisa norteamericana.
Se produjeron los, para algunos, increíbles acercamientos entre los enemigos de ayer: «La mafia del poder» y AMLO. Ligado a lo anterior aparece una reunión con los personeros de Trump. Todos los mensajes recientes se han orientado para dar confianza al capital.
Por otro lado también, sin embargo, se han enviado señales para aquellos sectores de abajo, y de la burocracia, de pretender dar cumplimiento a promesas de campaña: echar atrás la privatización del agua y la «cancelación» (cualquier cosa que signifique esto) de la reforma educativa. Estos son dos ejemplos de lo dicho.
Existen pues orientaciones duales en los mensajes, esto se agudizará, probablemente, en este largo interregno de cinco meses en lo que no tiene aún AMLO la presidencia efectiva. Sea cual sea su planeación futura una realidad se impone: se comenzó por buscar el acercamiento ante los grandes poderes económicos. La interpretación más consistente, de cualquier forma, vendrá después.
Lo que si es claro es que, si bien AMLO asumirá formalmente la presidencia más adelante, ya tiene poder, y luego tendrá mucho más. Los 30 millones de votos lo rodean de una enorme legitimidad, nunca vista en México. A los ojos de los más tendrá la venia de hacer «lo que quiera»». Encarna al mismo tiempo el hartazgo ante los partidos dirigentes previos, pero también un apego propio del que lo ha dotado la mayoría. Esa mayoría es la de los sectores de abajo (aunque no de todos lo de abajo), pero también de los jóvenes y de los más instruidos, así como de las clases medias. El asunto aquí es que a «flor de piel», la gente de abajo, siente que llego alguien que desde un proyecto en, y desde el capital (aunque no lo piensan así), parece brindar la esperanza de que todo cambiará y de que el capitalismo ya no será como lo hemos conocido. Se supone que todo se resolverá atacando la corrupción. Con un proyecto económico que favorezca en algo al mercado interno y poco más.
Se ofrece un cambio de régimen, una «cuarta transformación» republicana, se dice.
En realidad, se puede visualizar que sí habrá cambios. El capitalismo en México no tiene condiciones para seguir igual. El empresariado lo sabe y lo necesita. La «paz social», si por ello entendemos estabilidad para la explotación sin «cuestionamiento» de los de abajo y con soportes de «legitimidad» es posible temporalmente. Y con gran «consenso» de la mayoría. Eso lo ofrece AMLO como nadie hoy por hoy. Ese es un primer cambio necesario para el sistema en conjunto.
El otro aspecto que crea condiciones necesarias de cambio es el re-acordar la relación central con E.U.A ante el cuestionamiento-que viene de allá y no nace aquí— del TLC y del neo-proteccionismo norteamericano de Donald Trump. (quién tiene que reconocer que trata con un caudillo poderoso).
En ambos aspectos se asienta la posibilidad de cambios, pero no necesariamente un cambio de régimen.
Los dos rubros son necesarios para el capital y dan margen de construir opciones. Está por verse hacia donde se encaminan.
Discursivamente, pareciera al menos, el AMLISMO tendrá que confrontarse por el lado derecho con un desconfiado sector empresarial mexicano y con la presencia norteamericana. Estos intentarán controlarlo, pero reconociéndole poder.
Por el lado» izquierdo» AMLO «tendrá» que cumplir las esperanzas de millones de gentes de clase media y de abajo en la satisfacción de sus necesidades y en medio del sistema capitalista. ¿Será así? Con ello está por verse también la capacidad de autodefensa de esta movilizada sociedad civil de los de abajo, y si es capaz de luchar por sus demandas ante el mismo caudillo.
Está por verse también si se logra completar la construcción de un Estado funcional moderno en donde la política no esté tan subordinada a los intereses económicos dominantes. Un régimen político de democracia representativa, (o una más profunda) o uno nuevamente autoritario y de neo-partido de estado.
Se verá si se produce un cambio de régimen inclinado a favorecer los intereses de los de abajo sin confrontarse con los intereses de los de arriba. O, enarbolando esos intereses, es capaz de confrontarse con los de arriba orientándose, ahora sí, en una perspectiva de auténtica izquierda.
La otra opción, la dolorosa y desencantada para los de abajo, es el viraje implícito o explícito de su caudillo en un refuncionalizador pleno del comando de los de arriba. (No sería el primer caso en América Latina).
Se verá si la política habilita o constriñe el empoderamiento ciudadano, y de la sociedad civil de los de abajo. Porque la de los de arriba ya está presente y actuante. No cederá en esta postura.
Ciertamente se verá si se logra la construcción de un Estado desarrollado, de capitalismo maduro y con «autonomía relativa», o continuará la vigencia de un Estado discrecional, premoderno y sobre-desarrollado.
En absoluto, para la opción de izquierda antisistema, de cualquier manera, no queda otra que movilizarse y confrontar al nuevo gobierno con las demandas populares ofrecidas, pero logradas también a partir de sentar su presencia y a sus modos (que también se enfrentarán con las propuestas expansivas de daño ambiental que porta el mismo AMLO por ejemplo en las zonas económicas exclusivas). Se tendrá que movilizar construyendo opciones independientes, anticapitalistas desde ya, y pro-comunitaristas. Reconociendo, sin duda, el logro democrático-representativo de los 30 millones que votaron y, en esa línea, continuar exigiendo que se les cumplan sus demandas y enojos, pero al mismo tiempo creando poderes propios. Se tendrá que orillar al capital ha «o ceder la corona para salvar la bolsa, o a ceder la bolsa para intentar conservar la corona» (Marx dixit). Democracia de millones de hartos y hambrientos, o empoderamiento desde abajo y afuera de los espacios de la democracia representativa.
El riesgo del viraje a la derecha abierta, si se concreta, se habrá llevado entre las patas a muchos de los que han estado con los de abajo. El transformismo que ahora se da terminará dañando a los subalternos y refuncionalizando a los de arriba con un discurso y con personeros ajenos a ellos, pero creíbles ante los más. La izquierda y los movimientos sociales, en este caso, perderán-peligrosamente– movilidad.
Para quién se mantenga claramente en una opción de izquierda anticapitalista es esencial manifestarlo claramente, y hacer uso de lo que los más han conquistado, es decir, aprovechando los márgenes de «democracia» susceptibles de lograr avanzando en la autoorganización y las propuestas propias que aspiren a profundizar la «Democracia participativa», ofertada por el mismo AMLO, o convertirla en «Democracia sustantiva», directa. La disputa esta, entre la del momento fundacional cardenista que inspira al movimiento de AMLO-MORENA, con sus avances, conocidos pero que tiene amenazas también: la rendición de abajo ante un partido de Estado, la reedición del presidencialismo, del corporativismo, de la antidemocracia y otras, o…
La otra opción, la que viene de una herencia fundacional independiente y comunitaria: del campo y la ciudad, resumidamente en la del zapatismo (magonismo, obrerismo, del movimiento estudiantil popular, campesino, de desaparecidos de Ayotzinapa, de los asesinados de Aguas Blancas, Acteal, del CNI y del EZLN, etc.)
Se trata de la larga disputa político-cultural por la contrahegemonía- nueva hegemonía. O restablecimiento de la hegemonía del capital, o un nuevo bloque histórico con los de abajo, en una búsqueda de la contrahegemonía de esos muchos.
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