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Los presidenciables en México

De ignorantes y sabiondos

Fuentes: Rebelión

A raíz de un desliz en que incurrió el candidato del PRI, «puntero» en las encuestas electorales a la presidencia de la república, respecto a una pregunta que un periodista le formuló en el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara en noviembre de 2011, acerca de cuáles eran los tres libros que […]

A raíz de un desliz en que incurrió el candidato del PRI, «puntero» en las encuestas electorales a la presidencia de la república, respecto a una pregunta que un periodista le formuló en el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara en noviembre de 2011, acerca de cuáles eran los tres libros que consideraba habían marcado su vida personal y política, el candidato se equivocó y respondió con una serie de pifias y dislates que rayaron en el ridículo. A partir de este acontecimiento se desató, en la prensa burguesa (oficial y privada) y en las llamadas «redes sociales», una andanada de críticas por parte de tirios y troyanos alarmados que pusieron el grito en el cielo exclamando que ¡cómo era posible que alguien con semejante ignorancia fuera el futuro gobernante del país! Como si el poder político y su racionalidad dependieran de las cualidades «cognoscitivas» de una persona, y no de un sistema político y social inmerso en la lucha de clases, en el choque de ideologías y en la diversidad de intereses antagónicos que son los que verdaderamente determinan la dinámica de las sociedades.

Para la lógica de dominación de las clases dominantes y del sistema de explotación del capital, es absolutamente irrelevante si un presidente o candidato es docto o ignorante, si ha leído mucho o ha escrito obras que, incluso, ha publicado, o si desconoce las leyes elementales de la gramática o de la naturaleza. ¡Qué más da que hayan leído, por ejemplo, Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas del escritor inglés Charles Lutwidge Dodgson -conocido como Lewis Carroll-; Mi lucha de Adolfo Hitler; Cecilia Valdés del escritor cubano Cirilo Villaverde o Gazapo del mexicano Gustavo Sainz!

Para los objetivos de la dominación de clase y la manutención del orden existente, la cultura o sabiduría del presidente se coloca en segundo o tercer planos, ya que lo substancial consiste en que asimile, encarne y ponga en práctica -estratégicamente- los intereses dominantes que dinamizan al sistema económico y social.

Y allí están los ejemplos paradigmáticos de un George Bush en Estados Unidos o de un Vicente Fox en México cuya «ignorancia», sin embargo, no fue obstáculo para garantizar la dominación e imponer y reproducir los intereses fundamentales del capital y de las clases dominantes de la sociedad. En el caso de Estados Unidos, la «ignorancia» de George Bush hijo no impidió la invasión imperialista de las tropas norteamericanas a Irak y Afganistán; por el contrario, fue bienvenida por la llamada «comunidad internacional» que con su silencio cómplice avaló la intervención. Tampoco la «ignorancia» de un Vicente Fox impidió que millones de personas engrosaran las abultadas filas de la miseria y del desempleo en México durante su administración gubernamental. Y los ejemplos se podrían multiplicar con creces.

Cuántos empresarios, dirigentes políticos, intelectuales que se sienten iluminados, burócratas e ideólogos del sistema son ignorantes y, sin embargo, no constituyen ningún peligro u obstáculo para mantener el sistema de relaciones sociales y de poder vigente en el capitalismo. Más bien, es este último el que termina por imponer su lógica e intereses al conjunto de las clases sociales en el país, incluyendo a los miembros del gobierno y de la partidocracia. Esta, representada por los partidos políticos que «contienden» por la presidencia de la República, constituye un verdadero subsistema de dominación que se impone sobre las clases populares y obreras para avalar su existencia y mantener sus privilegios. Si un candidato presuntamente de «izquierda» pregona la «república amorosa», «la renovación moral», otro más el «México competitivo» y un último difunde sin empacho la entrega del país a los intereses extranjeros, no sucede absolutamente nada; y si son «sabios» o «ignorantes», asiduos lectores y bebedores de libros, es completamente irrelevante para el poder del Estado capitalista.

En efecto, en su Miseria de la filosofía dice Marx que: «El sistema capitalista no necesita de individuos cultivados, sólo de hombres formados en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema productivo sin cuestionarlo». Y obviamente que este sistema productivo «incuestionable» es el capitalista que soporta y reproduce la explotación del trabajo y los intereses de la burguesía, porque, como sostiene en el Manifiesto Comunista, «El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra.» En esta misma obra Marx resume lo que es el poder político del Estado capitalista: «…viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.»

Basta recordar aquella memorable frase de John Foster Dulles, Secretario de Estado del gobierno de Dwight Eisenhower cuando en 1956, -haciendo abstracción de las personas y de sus cualidades: si son finos o brutos, letrados o ignorantes, blancos o negros, liberales o dictadores, centroizquierdistas o monárquicos-, enfáticamente expresó que: «Estados Unidos no tiene amigos, sino sólo intereses», expresión que hasta la fecha constituye el principio fundamental de la política exterior de intromisión extranjera de ese país.

Lo sustantivo del análisis consiste, al decir de Agustín Cueva, en que «Las relaciones de clase son … relaciones de explotación … para que este tipo de relaciones se mantenga es necesario que simultáneamente exista una relación de poder, es decir, que la clase explotadora sea al mismo tiempo la clase dominante» (La teoría marxista. Categorías de base y problemas actuales, Editorial planeta, Quito, 1987, página 44). De esto se deduce la importancia que en un país capitalista, sustentado en una «democracia representativa» -aquella que sustituye la intervención directa del pueblo por los privilegiados miembros de la partidocracia (diputados y senadores)- tiene el poder que ejerce el Estado y la burguesía a través de determinados instrumentos y aparatos de dominación como son los medios de comunicación (radio, televisión, cine), la iglesia, la escuela, el corporativismo, el ejército, la represión y la ideología.

A cinco meses de las elecciones presidenciales, la coyuntura electoral de México pondera el sistema de encuestas que avalan los medios de comunicación, manipulando y direccionando, en función de los intereses de los grupos privados de poder, quienes son los «candidatos punteros» y hasta ahora el que lleva la batuta es justamente el candidato del PRI, seguido del del PAN y en último lugar figura el de las autodenominadas «izquierdas». Sin embargo, esencialmente los tres comparten el mismo proyecto y las mismas políticas neoliberales y protocapitalistas, sin ofrecer absolutamente nada trascendente para la población.

La ideología dominante en la sociedad es la ideología de la clase que detenta el poder y ejerce la dominación sobre las clases explotadas y subalternas. Los trazos de esa ideología son el individualismo, la competencia y la supuesta prevalencia del mercado capitalista como motor del desarrollo humano y social. Es en función de estos dogmas de la ideología capitalista neoliberal que se pretende presentar la dinámica política de las elecciones y del sistema de dominación como resultado de la acción voluntarista e individualista de sujetos aislados; de sus «cualidades culturales» y de sus «aptitudes intelectuales», ocultando su condición de representantes de los intereses de determinadas clases y fracciones de clase de la sociedad.

Sin embargo, como dijimos, lo substancial para el sistema, lo importante y trascendente, es la manutención de esas estructuras de clase; la reproducción de las relaciones de explotación y de los patrones de acumulación del capital. Si los candidatos o presidentes son ignorantes o sabiondos, letrados o iletrados, torpes o avezados es un asunto minúsculo que se puede desechar en las cloacas del olvido.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.