Como siempre el problema acá es el capitalismo, la irracionalidad de un sistema que periódicamente nos genera turbulencias de este tipo que benefician a una minoría y afectan a la mayoría.
-En Panamá se bajó el precio de la nafta, se bajó el precio de 70 productos alimenticios, luego de una gran movilización popular que obligó al gobierno a negociar. ¿No tendríamos que apuntar a hacer lo mismo en Argentina?
-Es una buena referencia la que tomás. Panamá es el acontecimiento más reciente de una lucha popular contra la carestía que, por lo que comentás, obtiene una victoria significativa. Un mes atrás, o un poco más, vimos un proceso parecido en Ecuador. En Ecuador hubo una gran movilización muy contundente del movimiento indígena asociado a otros sectores populares, fueron con una plataforma de 10 puntos, cuyo punto central era también la carestía de los combustibles y lograron una victoria importante. En Sri Lanka, donde hay un tipo de problema comparable al de la Argentina porque están sofocados por una deuda externa impagable bajo el monitoreo del FMI, hubo una sublevación popular y cayó el gobierno responsable de esos sufrimientos. Es decir, en distintas partes del mundo estamos viendo que se sale con la lucha callejera, con la movilización popular, ese es el camino. Si no se transita por ese camino no hay forma de salir de esto. Yo creo que es la principal lección que tenemos que tener presente.
De esta situación, que la Argentina ya la conoce a la perfección, no podemos emerger a través de una mera discusión parlamentaria en la votación de alguna ley, un cambio de gabinete, un nuevo ministro y ni siquiera un nuevo gobierno de un signo más conservador que es lo que se avizora para el año que viene. Entonces hay que entender la profundidad de la crisis que tenemos que no es, como insisten muchos economistas vinculados al oficialismo, un mero efecto de la crisis internacional.
En el mundo hay inflación, en la Argentina también hay inflación. No, no es así. Efectivamente, a nivel internacional hay una crisis muy significativa, estamos entrando a la tercera oleada de un shock. Tuvimos uno muy grande en el 2008 con caída de los bancos que se resolvió con rescate de los banqueros y mayor desigualdad social. Tuvimos en el 2020 una pandemia que costó un número muy significativo de vidas humanas porque no se reconstituyó un sistema de salud pública y se favoreció a los laboratorios. Ahí tuvimos una calamidad natural potenciada por el capitalismo. Ahora tenemos la tercera gran crisis en curso con inflación de alimentos, con catástrofe alimenticia en los países que tienen que importar alimentos, con un ascenso descontrolado de los precios de los combustibles como resultado de la guerra y una gran discusión internacional sobre cómo se puede lidiar con un tipo de inflación que el mundo no conocía desde hace varias décadas, y si se puede manejar este proceso a través de políticas monetarias o requiere actuar sobre la cadena global de suministros.
Hay un gran debate. Como siempre el problema acá es el capitalismo, la irracionalidad de un sistema que periódicamente nos genera turbulencias de este tipo que benefician a una minoría y afectan a la mayoría. Ahora, la crisis de Argentina tiene otra envergadura, no es simplemente la consecuencia de lo que ocurre en el mundo, entre otras cosas porque en los países limítrofes no está. Hay desequilibrios, pero no hay una inflación del 80% anual. Además, Argentina en este contexto mundial es superavitaria en el comercio porque estamos con exportaciones récord. Las turbulencias financieras nos afectan menos que al resto porque estamos relativamente marginados del Mercado Internacional de Créditos. Entonces lo que hay que entender es por qué está ocurriendo algo de este tipo, que tampoco sucede porque Alberto y Cristina se pelean.
Alberto y Cristina se pelean por la magnitud de la crisis. Es un efecto, no es una causa de la crisis. Creo que lo resumiría diciendo que acá el Gobierno heredó dos bombas de tiempo del gobierno de Macri, y lo que hizo con esas dos bombas de tiempo fue terminar encendiendo la mecha, convalidándolas, agravándolas.
La primera es el enorme poder que tienen los grupos concentrados, especialmente del agronegocio, también el industrial, que actúan con una impudicia sin descaro que hemos visto en pocas oportunidades, porque esta inflación, la que tenemos ahora, empezó hace 1 o 2 años atrás con el incremento de los precios de los alimentos como consecuencia de los altos precios mundiales y la falta de retenciones. Tradicionalmente, cuando pasaban estos escenarios donde se valorizan tanto las exportaciones de alimentos argentinos se ponía una retención y se divorciaba el precio internacional del precio local. El agronegocio dijo ‘no se tocan las retenciones’ y Alberto Fernández empezó su gobierno con la agachada de Vicentín. Esa gran capitulación, esa gran resignación le generó a los sectores del agronegocio una sensación de que pueden hacer literalmente lo que quisieran.
Por eso tenemos este desbarajuste total del precio de los alimentos y, te diría en los últimos 2 o 3 meses, este sector altamente concentrado del agronegocio no solamente sube el precio de los alimentos, sino que retiene las cosechas para forzar una devaluación cuyo efecto sería un aumento aún superior de la inflación.
No son los pequeños chacareros, ni siquiera se diría que son esta gente más enfurecida e irracional de Autoconvocados que hacen marchas con consignas alocadas, son los grandes grupos. Incluso los grandes grupos amigos del Gobierno, los que se sientan a negociar todos los días con el ministro Domínguez.
Esa gente acumuló tanto poder que utilizando los subsidios del dólar barato del Banco Central se acopiaron, han almacenado los suficientes recursos para aguantar la no liquidación de la cosecha y colocarlo al gobierno en el estado de un rehén al cual lo vapulean todos los días, y al cual lo tienden a forzar a alguna modalidad de devaluación. No sabemos si va a ser el dólar soja, no sabemos si va a ser un tipo de cambio diferencial, pero algo de ese tipo. Esta gente, junto con los grandes grupos formadores de precios industriales, junto con las grandes cadenas de comercio hacen con los precios lo que se les da la gana.
A tu pregunta de cómo salimos te puedo decir que de esto salimos con una respuesta drástica, contundente al problema de la inflación, a este 80% de inflación anual, al 7, 8 o 9% que vamos a tener en julio. Eso se hace diciendo ‘Señores se acabó. Punto. En la Argentina vamos a reimplantar las retenciones, vamos a divorciar el precio internacional del precio local y, sobre todo, vamos a instalar un estricto control de precios, más aún habría que retrotraer los precios al principio de esta corrida inflacionaria, por ejemplo, a principios del mes de julio’.
Y a partir de ahí un corte total. Se aplica la Ley de Abastecimientos y quien viola la norma es penado por la ley. Esto requiere el punto de partida, lo que vos señalaste. Esto requiere un compromiso de las organizaciones populares, de las organizaciones sociales actuando como agentes directos del control de precios en los lugares donde esto ocurre a través de consumidores que tengan una aplicación en sus celulares para poder seguir la marcha de los precios, hasta una intervención del Estado en las estructuras de las formadoras de precios para garantizar que no aumenten. De esta forma poner un freno a lo que los economistas denominamos como ‘inflación inercial’, una inflación que ya actúa con su propia dinámica y que no encuentra un freno.
El freno debe ser exterior, debe ser exógeno, tiene que ser drástico y es falso decir que los controles de precio han fracasado, lo que fracasó siempre es el salvajismo del mercado que es esto que tenemos aquí, donde un capitalista puede mejorar su rentabilidad, generar una redistribución progresiva del ingreso aumentando los precios.
Las grandes demandas del movimiento popular: aumento de salarios, salarios mínimos, un nuevo bono, mejora de las jubilaciones, si no frenamos la inflación a los pocos días se transforman en nada, quedan pulverizados. Tenemos que frenar este aumento de precios y eso se hace mediante una drástica intervención popular que los coloque a ellos a la defensiva, que cambie la película.
Sin anular el acuerdo con el FMI no hay política antiinflacionaria de control del comercio exterior, de resguardo de las divisas y de continuidad de la reactivación económica
-Tengo la idea de que hay un golpe de los sectores patronales cuya expresión extrema puede ser Aldo Rico, pero quisiera que marques cuáles serían las medidas concretas pendientes para modificar esta política económica. Entiendo que los movimientos sociales si bien están coincidiendo en una serie de medidas, a mi entender, se quedan cortos respecto de las que son necesarias tomar en este momento para parar la crisis.
-Sí, creo que la derecha tiene una estrategia. Probablemente, incluya una presión golpista, una presión más bien destituyente, pero solo como un instrumento de presión. Ellos lo que quieren es preparar el terreno para llegar al gobierno y generar un ajuste en regla que implique una amputación de los derechos populares en forma drástica y dramática. Me parece que la línea dominante entre la derecha es ir agotando al Gobierno, que este Gobierno vaya haciendo todo el trabajo sucio, se auto incinere y que ellos lleguen preferentemente en el 2023 a través de una elección que les dé la legitimidad suficiente para imponer un plan de ajuste brutal. Esa es la estrategia, la política. Esa política es empujar al Gobierno contra las cuerdas, obligarlo a devaluar la moneda, obligarlo a introducir formas de reforma laboral, obligarlo a un gran ajuste del gasto público, es decir, que el Gobierno cargue con gran parte de la responsabilidad de lo que ellos preparan como un plan económico pleno, de ajuste pleno.
Ahora, creo que hay dos escenarios que no los maneja ni la derecha, ni el Gobierno ni nadie. Hay dos escenarios posibles en una crisis de la magnitud en la cual estamos, con 80% de inflación anual, un escenario es que el Gobierno logre aguantar hasta el 2023 a través de medidas de parche, todos los días alguna concesión a los grandes grupos, por ejemplo, hoy te hago una mini devaluación, le doy un tipo de cambio diferencial al agro, le doy el tipo de cambio diferencial al turismo, vuelvo a subir la tasa de interés y aguantar, aguantar y aguantar hasta llegar a las elecciones completamente degradado. Sería un escenario tipo Alfonsín, lo que fue viviendo Alfonsín a lo largo de su gestión, aunque Alfonsín terminó tirando la toalla, pero aguantando.
La otra posibilidad es que todo estalle antes de que eso sea posible y que tengamos que enfrentar un Rodrigazo, un 1989, un 2001. Son las dos posibilidades. En gran medida también va a depender de lo que prefiera el FMI. El FMI puede ahora decirle al Gobierno ‘bueno, yo te permito que modifiques las metas que habíamos acordado, seguí con el ajuste inflacionario y yo te doy un guiño para aguantar’. En ese caso vamos a una inflación creciente y a una degradación del nivel de vida popular a través de la inflación.
En el caso de que el FMI opte por la otra opción y diga ‘no señores yo quiero que cumplan las metas’ bueno ahí vamos a una brutal depresión y seguramente al segundo escenario de estallido. Todo eso estará en juego en los próximos meses con el Gobierno también optando entre las dos posibilidades: no hacer nada, que es un poco la estrategia que implementa Alberto y que llevaba adelante Guzmán, que es la que intenta continuar Batakis, o la opción opuesta Massa, Redrado, alguna ley del Parlamento de ajuste que ya sería la opción de un ajuste.
Pero yo creo que en todos los escenarios hay un factor dominante que es el FMI, todo el escenario argentino está dominado por la bomba de tiempo de la deuda externa que dejó Macri y el Gobierno está en una posición de agachar la cabeza. Fijate que Batakis lo primero que hizo cuando asumió fue ratificar el acuerdo con el FMI, lo segundo fue pagar un vencimiento que había y lo tercero fue tomarse un avión a Washington donde está ahora, y donde está recibiendo las órdenes correspondientes al próximo paso.
Estamos en una situación insólita donde la ministra de Economía en vez de estar en Buenos Aires discutiendo cuál de las opciones de políticas económicas se van a implementar, está en Washington discutiendo con el FMI y preguntándoles qué es lo que les parece que tenemos que hacer. Lo que discute son alternativas de ajuste. Batakis lo primero que hizo fue poner en marcha un plan de ajuste disfrazado de tecnicismos, pero que es esencialmente un plan de recorte mediante la anulación de todas las partidas sub ejecutadas en el primer semestre, fue lo que condujo a la derrota electoral del oficialismo el año pasado.
Repetir lo mismo, ahora congeló los ingresos a la administración pública, vuelve al manoseado déficit 0, esa tontería de que se gasta lo que ingresa como si el Estado fuese una familia, el Estado no es una familia, el Estado es la organización que define la política económica sobre la cual actúan las familias. Ese es el discurso de ortodoxia neoliberal que está repitiendo en estos momentos Batakis.
Vos observá que esta vez solo han dirigido mensajes a calmar los mercados, ni siquiera como los otros momentos del gobierno de Alberto, no hay un IFE, no hay un bono, no hay un aumento de emergencia, no hay alguna aproximación al denominado salario universal, no hay nada, para el pueblo aguantar observando qué es lo que hacen los mercados.
Entonces, yo creo que con esta subordinación al FMI solo tenemos el escenario de agravamiento por donde lo quieras ver, no solo la inflación, el vaciamiento de las reservas, el Banco Central no tiene dólares. El Banco Central no tiene dólares después de 3 años de superávit comercial de unos 31.000 millones de dólares. Dólar que entro al país, dólar que se fugó del país a través de autopréstamos, a través del festival de importaciones, sobre y subfacturación de exportaciones e importaciones. Un Gobierno que permite que la política económica esté dictada por lo que le conviene a los grandes grupos anulando cualquier posibilidad de actuar sobre las prioridades que preocupan a las mayorías populares.
En síntesis, sin anular el acuerdo con el FMI no hay política antiinflacionaria de control del comercio exterior, de resguardo de las divisas y de continuidad de la reactivación económica posible.
-Bien, tenemos una intervención de un oyente:
‘Hola, buenas noches, Mario y Lucho soy Sebastián, acá de Lanús. Quería hacer una pregunta. Estaba mirando y escuché que ahora en el campo hicieron el dólar agro, no escuché bien, lo escuché por arriba… ¿Qué significaría? ¿Un dólar paralelo como está siendo ahora el dólar blue? ¿O es como el dólar soja? Buenas noches, me gusta mucho el programa Mario. Abrazo’.
-Sí, es efectivamente el dólar soja que ya tiene muchos nombres. Básicamente, es concederle al agro-poder, que está haciendo este chantaje de retener en los silos bolsa los cereales, concederles un dólar preferencial. Van desdoblando el mercado cambiario y eso es un tipo de devaluación encubierta, devaluación parcial que va a tener efectos inmediatos sobre los precios. Lo conocemos de memoria los argentinos. Cada vez que se devalúa de forma directa o indirecta, en bloques o en partes, en forma descarada o en cuotas, eso después tiene un efecto sobre los precios.
¿Con una tasa de inflación del 80% anual a cuánto se va a ir cuando el Gobierno les conceda a los sojeros lo que están pidiendo? Es algo que ya lo hemos visto y que tiene efectos demoledores sobre el nivel de vida popular.
El problema, además, no solo está con las divisas. Nosotros tenemos un problema con las divisas, tenemos un problema con la inflación y tenemos un gravísimo problema con la moneda porque el Banco Central está desarrollando una gestión completamente explosiva con el manejo de la deuda pública, más aún yo te diría que la razón principal, especulando a mi entender, por la cual se fue Guzmán, fue que olfateó la posibilidad de un gran estallido de la deuda en pesos, esa deuda que los oficialistas decían que es indolora, que no hay problema porque si nos endeudamos en pesos en el mercado local es algo que podemos pagar.
A medida que fueron pasando los meses la única fuente de financiación del Gobierno ha sido el endeudamiento en pesos, eso ya es la bola de nieve de las Leliqs que es completamente inmanejable. Hay varios fondos de inversión que están olfateando que el Gobierno no va a poder pagar eso y como el Gobierno no lo va a poder pagar están saltando, están abandonando ese campo. Esa es una de las razones principales por la cual el dólar se fue a $ 330.
Ojo que la Argentina tiene experiencia no solo en inflación y en devaluaciones, sino que también tiene experiencia en confiscaciones a los ahorristas resultantes del colapso de la deuda pública interna. Todos los escenarios explosivos están abiertos hoy en nuestro país.
-¿Cuáles serían las medidas que deberían adoptar nuestros sindicatos, nuestros movimientos sociales respecto de esta situación?
-En primer lugar, como en Panamá, como en Ecuador una movilización en serio, una movilización acorde a la magnitud de los problemas que estamos afrontando. Yo creo que hay una buena noticia en las últimas semanas que es que no solo la Izquierda con el movimiento piquetero se ha mantenido en la calle en forma tenaz, en forma valiente, en forma admirable contra viento y marea, contra toda la hostilidad del Gobierno, de la derecha, de los medios de comunicación. Ellos han mantenido encendida la mecha de la resistencia durante mucho tiempo una y otra vez.
La buena noticia es que un sector de los movimientos sociales del oficialismo también se plegó a la lucha callejera y que hay un principio de convergencia. Una noticia importante. Hay sectores de los movimientos sociales que son progubernamentales que han dicho ‘basta, hasta acá llegamos, necesitamos soluciones ya que vengan por decreto. Basta de chantaje, basta de parálisis. Hacé algo’.
Ahí va a haber una nueva movilización este jueves. Ahí hay un punto de partida central para avanzar, ahora eso tiene que adoptar otra escala porque la casi totalidad de las direcciones sindicales, de la CGT, están mirando para otro lado. Fijate que es totalmente ridículo decir que se van a movilizar el 17 de agosto en una marcha contra nadie, no se sabe muy bien contra quién es ni qué se reclama. Le pusieron el 17 agosto pero si fuera por ellos le hubieran puesto el 17 de diciembre, cuánto más lejos mejor. Como si el pueblo no tuviera ningún tipo de urgencias.
Todas las declaraciones de los últimos días son para tratar de enfriar la movilización popular. ‘No es el momento’, ‘No es la oportunidad’, los pretextos de siempre, ¿no? ‘La relación de fuerzas es desfavorable’ como si la relación de fuerzas fuera un fantasma que está ahí girando en el horizonte. La relación de fuerzas se construye y el que no se moviliza hace debilitar esa relación de fuerzas a la cual le atribuye la razón por la cual no se pueden movilizar. Es un pretexto, es una excusa. O como dicen ahora ‘el problema es que Alberto no tiene el poder, el poder lo tienen los grupos económicos’. Chocolate por la noticia. Siempre se supo que la llegada al gobierno es solo el punto de partida para avanzar hacia el poder.
Pero acá en vez de avanzar hacia el poder uno se aleja del poder porque les concede a los poderosos todo lo que quieren. Entonces, hasta tanto no se produzca ese giro, que desemboque en movilizaciones masivas y multitudinarias, no solo del movimiento piquetero sino de los sindicatos, de la clase obrera, de la clase media y de los estudiantes, sin ese movimiento no va a haber Panamá, no va a haber Ecuador. Eso se va a lograr con todo el movimiento popular en la calle detrás de las demandas inmediatas, el freno de la inflación y las mejoras salariales, y un estandarte organizador de toda esta acción popular que es la anulación del acuerdo con el FMI. Porque es imposible lograr algo si no se anula ese convenio, que es una coraza que impide cualquier tipo de política económica soberana y autónoma.
-Claudio, sintetizame un programa.
-El programa es ese. El programa es aumento de salarios, salario igual a la canasta familiar, aumento en las jubilaciones, un bono de emergencia, pero con control de precios que torne esas mejoras factibles, unas mejoras visibles, control del comercio exterior a través de mecanismos que recuperen todas las modalidades actuales de lo que siempre fue la nacionalización del comercio exterior y un control sobre el sistema cambiario para poner un freno a esta bola de especulación que se ha armado en torno a las Leliqs. Ahora todos los detalles, todas las características de un programa inmediato de urgencia que necesita la población tiene que estar estructurado en torno a la exigencia de anular el acuerdo con el FMI. Porque sin ese eslabón todo lo que pidamos es letra muerta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.