Hoy se cumplen tres días de la cuarentena obligatoria por los efectos contagiosos del recientemente identificado COVID-19, de la familia de los virus Corona, pero con características distintivas que lo hacen mucho más agresivo, de acuerdo con la palabra de médicos infectólogos e investigadores científicos locales y extranjeros.
Por lo que es necesario cumplir con las pautas impuestas desde el estado nacional, de esto no hay lugar para la duda. El virus está y es sumamente contagioso y letal de acuerdo con las estadísticas mundiales, regionales y locales.
Pero el objeto de este artículo es realizar un paseo por las reinterpretaciones en algunos medios, sobretodo, televisivos, lo que no constituye una sorpresa, en cuanto a lo que tiene que ver con la construcción de un relato paralelo, que no interpela la situación sino que busca deslindar la cuestión sanitaria y reconfigurar una situación de “seguridad nacional” naturalizando un discurso autoritario sobre la “verdad” sanitaria, que a su vez presiona a los funcionarios en la toma de decisiones y no parece acompañar la cuestión de la solidaridad, sino más bien desplegar la vigilancia marcial.
Allí, en esa construcción, el virus-corona entra en el lugar de un actor de reparto y el protagonismo lo adquieren las fuerzas de seguridad en la “caza sanitaria” de “inconscientes”, “egoístas”, “antisolidarios”, “locos” y todas las marcas de desprecio que se puedan inocular sobre aquellos a los que hay que “detener” o “aprehender”, más por la insistencia mediática que por el decreto presidencial de la cuarentena obligatoria, lo que incluye la vigilancia “solidaria” entre vecinos, como comentaba un periodista de canal América, sobre un caso en que cuatro personas habían vuelto de uno de los países en riesgo y se metieron en su departamento a cumplir con la cuarentena, pero los vecinos repartieron fotos para mantenerlos vigilados.
¿Aun cumpliendo la cuarentena son sospechados de violarla? Esa actitud lejos de ser solidaria es paranoica y esa paranoia es provocada por la estrategia viral de generar estados alterados, hace años que los medios masivos de comunicación del establishment mediático practican ese ejercicio periodístico.
Al mismo tiempo invitan a los canales de televisión a distintas personalidades del universo de la salud y otros que no lo son, como en el programa de los vernáculos almuerzos.
O a pantalla partida se muestra un móvil periodístico patrullando las calles para encontrar a los infractores a la disposición de cuarentena obligatoria y cuando se topan con el operativo, baja el movilero con el micrófono enfundado en film, como escudo antivirus, para entrevistar al agente de seguridad, acercándole el micrófono y luego llevándoselo cerca de su boca el propio movilero para continuar practicando el discurso de la estigmatización.
O poner la cámara enfocando a los vecinos que están haciendo compras en el supermercado del barrio para mostrar qué; que están haciendo compras, cosa que está dentro de lo lícito de la situación.
Preguntas: ¿qué hacen los movileros mediáticos en la calle, el peso periodístico de esas notas vale la exposición; son inmunes al virus; son incapaces de transmitirlo? ¿Acaso es necesario un doble patrullaje, no alcanza con las fuerzas de seguridad, sino que además hay que mostrar el espectáculo para alimentar más el odio “solidario”?
Los canales de noticias encontraron una veta más importante que seguir hablando de un virus del que ya no hay mucho que decir, por lo menos hasta que se descubra la vacuna que nos inmunice o que vaya debilitando su poder de contagio producto de la medida de aislamiento o de conseguir los reactivos que nos puedan certificar quienes están efectivamente contagiados, lo que no los convierte en los hacedores de la “peste”, sino en su víctima.
Desde los primeros días de aparecido el acontecimiento pandémico de manera mediática, nos hemos enterado de cómo van creciendo en número los muertos e infectados en los países en que el COVID-19 hizo epicentro y la dispersión posterior que llegó a Latinoamérica.
Lo que aparece como un “quiebre” en la salud mundial, producto de un virus “desconocido”, poco a poco va dimensionándose viralmente en los discursos político y periodístico que incluyen no sólo la variable lectal científica, sino la bélica en sus dos formas: de “enemigo externo” o “terrorismo interno”.
La prevención que hasta ahora podemos ejercer es la cuarentena, una especie de asepsia comunitaria en el aislamiento vigilado para muches, pero no para todes. En los canales de televisión continuamos viendo panelistas, invitados de toda laya e incluso conductorxs y periodistas juntos en el mismo estudio a menos de medio metro, con el agravante que también hay mayores de 60 años, en la tarde del primer domingo de cuarentena obligatoria vigilada, lo pudimos apreciar.
Estas son algunas de las contradicciones propias de los medios cuando pretenden transformarse en comunicadores de una ética y una pedagogía que se desvanece en el aire por su propio peso, una pedagogía adjudicada al “sentido común” tan señalado por un periodismo comercial y dependiente que construye discursos amparados en la ética del autoritarismo, disfrazado de moralina cuasi medieval.
Pero no sólo la corporación mediática ensaya esos discursos, también forma parte de este grotesco otro discurso, como el del ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, en ocasión de hablarle a la policía bonaerense para que haga cumplir la cuarentena obligatoria vigilada: “Les hablo como un camarada más, que al igual que ustedes, le juró a la Patria seguir y defender esta bandera hasta perder la vida (…) no hay lugar para los librepensadores y mucho menos para aquellos que crean que esta cuarentena es un concurso de creativos…
En esta fuerza no hay lugar para aquellos que especulen, no hay lugar para los tibios y mucho menos para los temerosos” [1].
¿Ese es el discurso para la policía del siglo XXI? Es una pandemia generada por un virus y justamente uno de los graves problemas es que los únicos librepensadores que tienen las policías y las otras fuerzas de seguridad son los libregatillosfáciles y los librenarcotraficantes. La pedagogía del discurso autoritario continúa.
¿Deben seguir formándose así los policías, la fuerzas de seguridad, con esos discursos que los “envalentonan” y que después esa “valentía” termina siendo aplicada de manera indiscriminada, la pedagogía del sheriff, la pedagogía del siglo XIX con que se continúa formando a las fuerzas de seguridad, que antes de enrolarse, deberían pasar todos por la educación pública (primaria y secundaria) y no por los colegios endogámicos con enfoques prusianos, que difuminan viralmente el autoritarismo sectario.
El hipócrita, el demonio más temido: algunos ejemplos virales
En un portal salteño podía leerse: “No se trata de ponerse volverse loco, alarmista, apocalíptico o extremista. Se trata de parar la pelota, tranquilizarnos, y fundamentalmente tomar consciencia de que estamos en una guerra. Sí, una guerra, sin armas nucleares, químicas, cañones ni bombas, y lo que es peor, con un enemigo silencioso e invisible que puede estar a nuestro lado…”[2]. Lo que hizo despertar el demonio hipócrita del gobernador Gustavo Saenz, que después de repartir diatribas a diestra y siniestra contra los infractores, le solicita al presidente de la Nación, Alberto Fernández, que: “Señor presidente, el otro día lo vi con gran firmeza establecer esta cuarentena sabiendo los problemas que traía, pero pensando en la gente. Por eso quiero pedirle como le dije el otro día, necesitamos el Ejército en la calle y en la frontera, es un recurso humano que necesitamos en épocas de crisis (…) no hay lucha ideológicas, religiosas o políticas de ningún tipo, aquí la única lucha es contra un enemigo invisible que quiere llevarnos puestos a todos…”[3]
Y finalizó con una invocación a Dios y al Señor y la Virgen del Milagro (sic).
Es bueno recordar que este pedido, cargado de ideología, el “valiente” gobernador salteño, lo realiza en las vísperas del 24 de marzo, Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia, o es un ignorante o es un hipócrita, porque además es un funcionario público, que le preocupa más el desfile de fuerzas militares como patrulladores, que los médicos y efectores de salud que podría necesitar frente a la pandemia.
Quiero recordar, que este mismo gobernador, que le gusta como a tantos otros funcionarios, jugar al patriota, dejó que murieran 10 niñes wichi por desnutrición, cifra que es solo en lo que va del año, sin contar las muertes de los wichi por esa misma causa desde siempre, también se morían durante el gobierno de Juan Manuel Urtubey y siguen los nombres.
Nada dice el gobernador sobre “caerle con el peso de la ley…” a los taladores responsables de la desaparición de los bosques nativos para ampliar la frontera del agronegocio. Uno de los factores del cambio climático. En fin, la cultura greco-romana ha dejado estos vestigios pretorianos, que lamentablemente también se siguen multiplicando viralmente, incluso en el siglo XXI.
El otro ejemplo es también mediático, se trata de Luis Novaresio, que en su artículo para Infobae, titulado, “No son necios, son hijos de puta”[4], desde la misma moralina viral construye el texto ante la información de la salida de algunos, que pertenecen y otros que creen pertenecer, hacia Villa Gesell y Pinamar desobedeciendo el aislamiento obligatorio, Novaresio escribe: “El que tomó a su familia (¿no es acaso incumplimiento de los deberes o abandono de persona en caso de hijos menores?), alistó su auto y tomó la ruta (lo imagino pasando algunos coches por la banquina) para irse a la costa desobedeciendo la indicación de la única vacuna que tenemos al respecto, es un consumado hijo de puta. La vacuna prescribe: quedate en casa. Todos lo sabemos. Todos conocemos que es lo único y vital que podemos hacer. ¿Y te vas a la costa? (…) No son tiempos de onanismos intelectuales que pretenden explicar todo. Hay veces que basta apelar al sentido común y al sentido de lo obvio (…) La vida es un eterno elegir entre dos cosas. Mi derecho a moverme por las calles colapsa ante el derecho mío y de todos, dice ‘de todos’, de seguir viviendo…”
Toda una ética de conducta del sentido común y el sentido de lo obvio.
Pero… una semana más tarde, el virus de la hipocresía, tan caro a los moralineros del “pensamiento independiente”, lo contagió al periodista “animal” de América y… sucedió lo que no debería haber sucedido, fue encapsulado, aislado en un video de un vecino que capturó la violación del derecho a moverse que el mismo periodista había inscripto tres días atrás en su propio artículo.
Novaresio se entrenaba por las calles de su barrio cerrado, como si se tratara de los jardines de su casa.[5]
Breve digresión: Si el “onanismo intelectual” puede llevar a sustituir las ideas por las emociones y sentires, algo muy de moda en el universo posmoderno y en tomar la política y el periodismo sólo como espectáculo, es decir, algo para mostrar; entonces acusar de “onanistas intelectuales” solo a los que pretenden “escaparse” de un problema tan serio como una pandemia porque se alojan en otra parte y luego, el periodista ético sale a “entrenarse” por el barrio, nos habla de la pertenencia al mismo grupo al que etiquetó desde la moralina hipócrita, que pretende reglas para que otros las cumplan con el velo del “sentido común” que impone la cultura patriarcal.
Otro cuento y un demonio
Por supuesto que a esta altura de los acontecimientos, ya podemos darnos cuenta que esta difícil situación sanitaria nos muestra lo que ya sabíamos, el estado deficitario en que realizan sus tareas todos los trabajadores de la salud y los investigadores, con paupérrimas condiciones edilicias y la falta de recursos a la que se enfrentan diariamente. Un sistema de salud descentralizado, fracturado y puesto en competencia con el mercado privado que contribuyó al desfinanciamiento público para conformar el negocio.
El Banco Mundial como agente viral del neoliberalismo, en 1993 produjo un informe que decía lo siguiente: “…fomentar una mayor diversidad y la competencia en la prestación de los servicios de salud mediante la descentralización de los servicios públicos, la promoción de las prácticas competitivas de adquisiciones, el fomento de una mayor participación de las organizaciones no gubernamentales y otras organizaciones privadas…”[6]
La línea estuvo trazada y la pedagogía de la obediencia colonial dio sus frutos, Argentina fue desfinanciando el sistema de salud pública que fue compelido a competir contra un mercado que se reprodujo viralmente en la venta de salud privada, con la publicidad orientada a segmentar la oferta de “pertenecer” a tal o cual grupo privado.
El paradigma de la salud pública se fue desvaneciendo y el negocio privado de la salud fue creciendo; el mismo argumento que se aplicó para la desposesión de la educación pública.
Dos sistemas, uno público y otro privado, comercial; sin embargo a la hora de afrontar una situación pandémica es el sistema público el que tiene que organizar y hacerse cargo de lo que nos afecta a todos, con el Instituto Malbrán liderando la situación y el testeo de posibles casos de infección.
¿Y todas las empresas médicas que gastan millones en publicidad y cobran pingües cuotas a sus asociados y los laboratorios megamillonarios, con dueños pueden festejar en Marruecos gastando 6 millones de dólares en la fiestita de cumpleaños [7], no tienen la infraestructura, ni el capital para la investigación básica?
No. Porque no les interesa, porque se gastan 6 millones de dólares por el gran negocio que significa la industria farmacéutica y no van invertir a largo plazo como requiere la investigación básica, porque es más sencillo y menos oneroso que investigue la universidad pública y después aparecer y quedarse con el patentamiento por un puñado de pesos.
Los demonios premonitorios
La acción sucede en 2015, en ocasión de una charla TED en la que Bill Gates, la segunda fortuna del mundo con 96.5 billones de dólares según el ranquin de la revista Forbes 2019 [8], aseguraba que: “Hoy la mayor catástrofe mundial es una pandemia. Si algo va a matar a más de diez millones de personas en las próximas décadas será un virus muy infeccioso, mucho más que una guerra. No habrá misiles, sino microbios…
Para una gran epidemia se necesitan millones de personas trabajando. La Organización Mundial de la Salud (OMS) existe para monitorear las pandemias, pero no hace nada de lo que estoy hablando…
El Banco Mundial calcula que una epidemia mundial de gripe costaría no menos de tres billones de dólares con millones y millones de muertes”[9]
La premonición de Bill Gates aparenta tener un verosímil propio de la ciencia ficción, plantear una problemática futura que termina siendo “verdadera”, pero poco transparente en cuanto al origen.
Tal vez estemos en presencia de un verosímil realista (una de las formas de la ficción), enmarcado en un verosímil de ciencia ficción, funcionando como distractor.
Pero más allá de las digresiones literarias, el hecho es que un informe fechado en septiembre de 2019 con un título cinematográfico, “Un mundo en peligro”[10], advertía sobre el peligro de una pandemia.
El informe realizado por la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación, un grupo organizado por el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS), algo que venía reclamando el billonario, Bill Gates desde esa charla TED y al que le brinda ayuda financiera desde su fundación, como dice el informe: “Por último, queremos manifestar nuestro agradecimiento por el apoyo financiero prestado (…) a la Fundación Bill & Melinda Gates…” (pág. 2).
Ahora, siguiendo el recorrido del documento sobre las recomendaciones en cuanto a la organización de los países frente a la posibilidad pandémica, leemos: “La Junta analizó la información disponible y encargó siete documentos de examen que examinan los retos de la preparación desde diversas perspectivas: gobernanza y coordinación; capacidades de preparación en los países; investigación y desarrollo; financiación; mejora de la confianza y la colaboración de la comunidad; preparación ante una pandemia provocada por un patógeno respiratorio de consecuencias nefastas, y gestión de la pandemia…” (pág. 4)
Pero, un par de hojas más y sí, el mundo está en peligro: “Si es cierto el dicho de que «el pasado es el prólogo del futuro», nos enfrentamos a la amenaza muy real de una pandemia fulminante, sumamente mortífera, provocada por un patógeno respiratorio que podría matar de 50 a 80 millones de personas y liquidar casi el 5% de la economía mundial. Una pandemia mundial de esa escala sería una catástrofe y desencadenaría caos, inestabilidad e inseguridad generalizadas. El mundo no está preparado…” (pág. 6)
El lector atento, sacará sus conclusiones; lo cierto es que con un argumento poco verosímil en términos científicos, «el pasado es el prólogo del futuro», donde el futuro sería la seguidilla de virus parientes de COVID-19, Ébola, SARS, MERS, H1N1, incluso parecería ir en contra de lo que debería suceder, es decir disminuir las posibilidades de que un virus surja de la nada o mute de virus animal a humano.
Pero las posibilidades de que ello suceda es nula sino se interpelan los modelos de producción, de distribución y de adquisición, entre otros tantos temas para poner en cuarentena y revisarlos con una mirada pos-pandémica capaz de abordar el Capitaloceno en todas sus dimensiones, una tarea que requerirá un esfuerzo solidario tan grande, como revolucionario.
Una contribución para aislar demonios
“Incluso muchos plantean estas situaciones como de “guerra”, guerras en las que todos sabemos que la primera víctima es la “verdad” y la segunda la “trasparencia”. Esto no es una guerra, las epidemias son situaciones críticas y catastróficas que viven las sociedades generadas en su interrelación con la naturaleza de la cual la humanidad forma parte. No es una agresión externa”
Dice el Dr. Medardo Ávila Vázquez, Médico Pediatra, Neonatólogo, Coordinador de la Red Universitaria Ambiente y Salud y Médicos de Pueblos Fumigados, en un profundo artículo [11] examina y describe cómo será este proceso pandémico y fundamentalmente, muestra la falta de solidaridad entre los países que no compartieron información a partir de haber sufrido epidemias pasadas.
Y es precisamente la inscripción en este sistema voraz de competencia en el mercado el que se ha transformado en barrera de toda la humanidad.
Pero para lo que nos ocupa en este trabajo, es la importancia que se otorga a la pandemia que estamos sufriendo es su contribución a despejar la asociación de la pandemia a una “guerra” y poner la situación como crítica, catastrófica producto de la interrelación entre la naturaleza y la humanidad que forma parte de ella, de manera de clarificar el concepto y ponerlo en contexto: “No es una agresión externa”.
Lo que cambia la mirada sobre el tema y establece un adelanto para los debates futuros con la necesidad urgente de más pensamiento crítico y menos sentido común.
En el Capitaloceno todo se resuelve en qué algo “maligno” nos ataca y que ese algo se produce por algún “enemigo” externo o infiltrado que burla los escudos del sistema que hay que seguir sosteniendo, ya que ahora estamos en la era de la “sostenibilidad” (del capital).
Entonces en medio de la “guerra” comercial entre Estados Unidos y China, aparecen culpabilidades en torno a la aparición del virus, tales como que surgió de un mercado de moluscos y animales vivos en la localidad de Wuhan o de un laboratorio en la misma ciudad china. Lo que le permitió a Donald Trump, nombrarlo como el “virus – chino” de manera de continuar generando odio “solidario”.
Por otra parte, China acusa a los EEUU de haber transportado el virus a través de sus soldados que viajaron a Wuhan en octubre de 2019 para participar de los Juegos Mundiales Militares.[12]
Estas simples y difundidas informaciones no hacen más que llevar la situación crítica que atraviesa el mundo al lugar binario de la lucha por la hegemonía y ocultar el problema en una lógica hollywoodense de buenos y malos.
Cruzar el universo semiótico de los trampantojos discursivos es el gran esfuerzo que viene, porque de lo que no se habla en la situación pandémica en las cadenas hegemónicas de la información es de cómo sobrellevan la situación los vulnerados del mundo, los vulnerados en Latinoamérica de la que Argentina es parte. Solo los llamados medios comunitarios, alternativos [13] intentan dar cuenta de una realidad preocupante de aquellos invisibilizados que tienen que aislarse en el hacinamiento de un barrio popular.
Pero tampoco encontramos que los medios hegemónicos nos informen que “No resulta extraño que en medio de la caída de valores en la bolsa, dos compañías farmaceúticas que trabajan en la vacuna, la anglofrancesa Novacyt y la estadunidense Aytu BioScience, vean subir su cotización. La primera, en 600 por ciento, y la segunda, en 80 por ciento. Nada sobre los avances del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba, donde los cuatro pacientes italianos en la isla han sido tratados con el nuevo antiviral interferón alfa 2B recombinante (IFNrec), elaborado en la planta mixta cubano-china…”[14]
El sistema no podía reaccionar de otra manera, es el acto reflejo de la estupidez rentada, dos compañías farmacéuticas que se aseguran optimizar sus millonarias ganancias en una carrera que dejará miles de muertos, espectadores pasivos de la inoculación anunciada, como si fueran los culpables de estar infectados por no aislarse y no ser solidarios, cuando es justamente este sistema el que promociona el éxito individual a través de la competencia y el emprendedurismo asintomático inoculado por el mercado. Es decir, el modelo cultural capitalista y neoliberal impone un paradigma, impone la pedagogía de la competencia, entre empresas, servicios básicos e individuos. ¿De qué solidaridad hablan?
Dos compañías que intentan llegar a la vacuna, no para el bien común, sino para optimizar ganancias. Mientras el descubrimiento cubano-chino, permanece en las sombras.
Todos los demonios son iguales (una apreciación del sentido común, pero no tanto)
Mientras el periodismo y los funcionarios de “guerra” de baja intensidad intentan demostrar la diferencia entre países que se anticiparon (Corea, Japón y la propia China) y (algunos) países que se tomaron el tema de manera relajada entre los que aparecen Brasil, Inglaterra y México (y EEUU, por supuesto) tomando decisiones similares, permitiendo la circulación, no poniendo a funcionar las estrategias de aislamiento riguroso, lo que daría lugar a pensar que un país imperial como Inglaterra o Brasil, gobernado por la derecha represora y el México del progresismo toman decisiones similares.
Mientras la verdadera cuestión es que las decisiones sistémicas tendrán un número mayor o menor de víctimas fatales, pero al final de la pandemia (como suele suceder en el cine-catástrofe hollywoodense) las víctimas serán las mismas de siempre sino respondemos con una transformación de paradigma del shock. Una cultura de shock inversa a la que nos describe Naomi Klein.
Una pedagogía que estalle el capitalismo del desastre por el aleteo de una mariposa que nos ponga a pensar que la vida no se agota en el mercado y que nos ilustre que: “el origen de este nuevo virus –al igual que todos los que se han declarado o amenazado ser declarados como pandemia en años recientes, incluyendo la gripe aviar y la gripe porcina que se originó en México– es zoonótico. Es decir, proviene de animales y luego muta, afectando a humanos. En el caso de Covid-19 y SARS se presume que provino de murciélagos (…). El factor fundamental es la destrucción de los hábitats de las especies silvestres y la invasión de éstos por asentamientos urbanos y/o expansión de la agropecuaria industrial, con lo cual se crean situaciones propias para la mutación acelerada de los virus.
La verdadera fábrica sistemática de nuevos virus y bacterias que se transmiten a humanos es la cría industrial de animales, principalmente aves, cerdos y vacas. Más de 70 por ciento de antibióticos a escala global se usan para engorde o prevención de infecciones en animales no enfermos, lo cual ha producido un gravísimo problema de resistencia a los antibióticos, también para los humanos. La OMS llamó desde 2017 a que las industrias agropecuarias, piscicultora y alimentaria dejen de utilizar sistemáticamente antibióticos para estimular el crecimiento de animales sanos. A este caldo las grandes corporaciones agropecuarias y alimentarias le agregan dosis regulares de antivirales y pesticidas dentro de las mismas instalaciones”[15]
¿Acaso no serán algunos de estos planteos los que deberíamos empezar a debatir?
¿Acaso no son temáticas que organizaciones ecologistas y asambleas de vecinos autoconvocados vienen denunciando desde hace décadas?
Un nuevo camino, un nuevo paradigma puede asomar después de la pandemia anunciada, tal vez tengamos que luchar por los nuevos derechos a ser parte de la naturaleza de la que no deberíamos habernos apartado.
La “evolución”, la “modernidad” los “avances tecnológicos” no pueden habilitar la destrucción del hábitat natural, salvo en el relato del Capitaloceno que comienza a ver sus propias contradicciones, aunque, por supuesto hará intentos por reconstruirse rápidamente, sin embargo, asoma alguna posibilidad de transformación: “Creo que estamos viendo el nacimiento de lo que llamaría una nueva política ontológica. Aunque suena muy académico, creo que es crucial entender qué tipo de formas de hacer política serán necesarias para forjar un proyecto político emancipador y sostenible en el siglo XXI. Esta nueva política ontológica trata fundamentalmente de la elaboración de nuevas concepciones éticas y políticas de lo que es valioso, y es una cuestión que ha sido planteada durante largo tiempo por ecologistas, activistas laborales, feministas, activistas poscoloniales, etc. Creo que a nuestro alrededor existe un nuevo escenario político, y destacaría la soberanía alimentaria como un ejemplo muy expresivo de esta nueva política ontológica.”[16]
Y para que una nueva política ontológica aparezca en necesaria una gnoseología fundante. Seguramente, los Pueblos Originarios y los campesinos también nos están diciendo algo desde la mirada del “Buen Vivir”.
Se trata de saber escuchar y mirar, despojados de los cantos de la sirena mercantil y de las añejas botas de la represión a la lucha por un mundo mejor.
En las primeras horas del 24 de marzo de 2020 y atravesando el cuarto día de la cuarentena obligatoria y vigilada, es necesario, más que nunca, salir de los virus de la muerte, que sabemos dónde están y como operan.
El antídoto, ya lo tenemos: Memoria, Verdad y Justicia
A propósito, en la tarde de ayer, vi una mariposa gigante de las que les decíamos “limonero”, sobrevolando en la esquina, desafiando al denguey sin la amenaza antrópica, en algún lugar del barrio de Floresta.
Notas:
[3] https://www.pagina12.com.ar/254758-saenz-le-pidio-al-presidente-que-saque-el-ejercito-a-la-call
[4] https://www.infobae.com/opinion/2020/03/19/no-son-necios-son-hijos-de-puta/
[6] Informe sobre el desarrollo mundial 1993: Invertir en salud. documentos.bancomundial.org
[8] https://www.forbes.com/billionaires/#1bafb39d251c
[10] “Un Mundo en Peligro” Informe anual sobre la preparación mundial para las emergencias sanitarias. Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación. Septiembre 2019.
[12] https://www.marca.com/polideportivo/2020/03/14/5e6d02e0e2704ec7248b4631.html
[13] Radio La Retaguardia
[14] “Coronavirus, una pandemia muy oportuna” Marcos Roitman Rosenmann. Diario La Jornada, México. 15-03-2020. https://www.jornada.com.mx/2020/03/15/opinion/004a1pol
15 “Coronavirus, agronegocios y estado de excepción”. Silvia Ribeiro. 2 de marzo 2020
http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/Coronavirus-agronegocios-y-estado-de-excepcion
[16] De la entrevista a Jason More: “Del Capitaloceno a una nueva política Ontológica” en Revista “Ecología Política” 10-07-2017. https://www.ecologiapolitica.info/?p=9795
Jason W. Moore es profesor de Historia Universal en la Binghamton University y coordinador de la World-Ecology Research Network. Gran parte de sus trabajos sobre desarrollo del capitalismo, historia ambiental, ecología-mundo y ecología política está disponible en su página web, donde también hay extractos de su último libro, Capitalism in the web of life (Verso, 2015). Moore es editor del nuevo volumen Anthropocene or Capitalocene? Nature, history, and the crisis of capitalism (PM Press/Kairós, 2016)
Darío Balvidares. Profesor y Licenciado en Letras (FFyL-UBA). Fue docente durante 30 años y Rector de la Escuela de Comercio 3, Hipólito Vieytes (CABA). Como investigador es autor de “La educación en la era corporativa, la trama de la desposesión”. Herramienta Ediciones y Contrahegeminía Web (2019) CABA. Con prólogo de Alfredo Grande y Andrea Arrigoni. Y del ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación” Redes Cultura (2005) CABA. Con prólogo de Osvaldo Bayer. Además de otros tantos trabajos y artículos publicados en Contrahegemonía Web; Rebelion.org y Otras Voces en Educación. Es Productor periodístico y columnista del programa radial “La Deuda Eterna” que se emite por radio La Retaguardia.