En marzo de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a través de dos cartas solicitó al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, que pidan perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista del país, hace 500 años.
“Envié una carta al rey de España y otra carta al Papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”. “Hubo matanzas, imposiciones. La llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz”, dijo el presidente en un video.
Ciertamente, la Conquista de México por los españoles encabezados por Hernán Cortés fue sanguinaria, como toda conquista de un pueblo a otro. Hubo matanzas durante esta guerra de conquista que se prolongó durante varias décadas con la caída de Tenochtitlán, la capital de la sociedad azteca, en 1521; justo un 13 de agosto hace 500 años aconteció la caída de México-Tenochtitlan y la conquista del imperio azteca. La verdadera conquista de un pueblo sobre otro, de una cultura sobre otra, pasa por el sometimiento militar de los vencidos a través de una guerra invasora para controlar vastas regiones y avasallar a los pobladores autóctonos.
El gobierno de España respondió a la petición de López Obrador con un comunicado en el que lamentó que la carta se hubiera hecho pública y afirma “rechazar con toda firmeza” su contenido: “La llegada, hace 500 años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas. Nuestros pueblos hermanos han sabido siempre leer nuestro pasado compartido sin ira y con una perspectiva constructiva, como pueblos libres con una herencia común y una proyección extraordinaria”, afirma el comunicado. Por supuesto, la historia de los hechos acontecidos hace siglos puede y debe juzgarse bajo interpretaciones contemporáneas que contribuyan a esclarecer la verdad histórica. El conocimiento verdadero del pasado histórico enriquece la memoria colectiva y esto puede “permitir que la historia se vuelva a contar desde el punto de vista de sus víctimas”. Así lo dice Enzo Traverso en su magistral artículo: Derribar estatuas no borra la historia, nos hace verla con más claridad (https://www.sinpermiso.info/textos/derribar-estatuas-no-borra-la-historia-nos-hace-verla-mas-claramente).
No hay necesidad de pedir perdón o arrepentimiento a los gobiernos o Estados cuando los propios representantes asumen mucho tiempo después la responsabilidad de sus antepasados políticos como es el caso del rey Felipe de Bélgica cuando reconoció en junio del año pasado por primera vez la «violencia y crueldad» ejercidas en el Congo bajo el reinado de Leopoldo II, en una carta enviada al primer ministro de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, por el 60 aniversario de la independencia de la excolonia belga. La figura de Leopoldo II está en el centro del debate sobre el racismo, abierto tras la ola de protestas por la muerte del estadounidense George Floyd, por ser el principal responsable del genocidio cometido a finales del siglo XIX contra los congoleños. Felipe expresa su «profundo arrepentimiento» por las «heridas y humillación» que el colonialismo de su antepasado Leopoldo II (1835-1909) causó en el Congo. «Quiero expresar mi más profundo arrepentimiento por las heridas del pasado cuyo dolor revive hoy por la discriminación aún demasiado presente en nuestras sociedades», escribió el monarca en la misiva, en la que evita nombrar expresamente a Leopoldo II.
Desde luego, no solamente se trata de mostrar arrepentimiento, un mea culpa, sino además principalmente de resarcir los males causados, que en este caso fue un genocidio ¿Cuáles son los caminos del desagravio? Es un hecho innegable que los genocidas nunca se arrepienten de sus crímenes, otra cosa distinta es que sus sucesores políticos lo quieran hacer o no ¿Pero quien o quienes pueden obligarlos a hacerlo? El gobierno alemán recordó en enero de este año a las víctimas del Holocausto con una ceremonia en el Parlamento, a la que asistieron representantes de la comunidad judía y líderes políticos del país. En su discurso, el presidente del Parlamento, Wolfgang Schaeuble, dijo que, durante el gobierno nazi, millones de judíos y otras minorías sufrieron persecución y fueron asesinados en campos de exterminio en toda la Europa ocupada por los alemanes fascistas. Pero también es muy cierto que el actual gobierno sionista israelí nunca jamás reconocerá sus crímenes de lesa humanidad contra el pueblo palestino. Igualmente el gobierno de los Estados Unidos nunca jamás mostrará ningún arrepentimiento por el genocidio de Hiroshima y Nagasaki.
¿Cómo debería interpretarse la solicitud de AMLO al rey de España y al papa? Algunos historiadores como Enrique Semo la justifican. Felipe Echenique y Leonel Durán aprobaron la petición. Otros historiadores como Carlos Aguirre Rojas, Rodrigo Martínez Baracs y Ricardo Pérez Montfort coincidieron en considerarlo un acto meramente político, resultado de una visión muy elemental de la historia. Y advirtió Martínez Baracs: “La politización de la historia está haciendo mucho daño. Claro, los hechos deben discutirse entre los historiadores y ver la manera de transmitir el conocimiento y el interés al resto de la gente, pero sin la cuestión partidaria que está invadiendo y corrompiendo toda nuestra sociedad… El historiador no puede transigir con nada ni nadie, ni con el Estado, y menos estos herederos trasnochados de la concepción liberal…”
https://www.proceso.com.mx/reportajes/2021/8/14/500-anos-contradicciones-traspies-269868.html
Semo afirma que el rey debe “pedir perdón por los abusos cometidos contra la población indígena durante la Conquista”. Pero ¿Hay conquista sin abusos, sin matanzas e imposiciones? El historiador mismo reconoce que “la violencia genocida fue frecuente durante la Conquista, y el racismo marcó todas las instituciones de dominio colonial”, y todo eso no son abusos sino matanza y represión. Toda conquista es cruel y sanguinaria. Esto es innegable, pero, entonces ¿que hay detrás de la solicitud? ¿Es una búsqueda de un nacionalismo revolucionario priísta obsoleto? ¿Es una búsqueda más de legitimación de un gobierno populista cuyas promesas son vana retórica?
Es muy cierto que los gobiernos panistas presidenciales derechistas neoliberales como el de Vicente Fox y Felipe Calderón hicieron muchas alianzas políticas y económicas con los gobiernos derechistas españoles de esos años y entonces podría tratarse de un revanchismo con los gobernantes peninsulares ibéricos actuales, pero ¿se trata de un revanchismo político ultramar o se trata solamente de una mera ocurrencia en el sentido de una necedad política propagandística demagógica? El partido español de ultraderecha VOX se dijo “orgulloso de la historia” de España en un tuit en que celebró la caída de Tenochtitlan, al tiempo que el gobierno mexicano conmemora esta fecha. “Tal día como hoy de hace 500 años, una tropa de españoles encabezada por Hernán Cortés y aliados nativos consiguieron la rendición de Tenochtitlán. España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas. Orgullosos de nuestra Historia”. Pues sí, fue una “liberación” de indígenas cometiendo terroríficas matanzas de indígenas; vaya cinismo de la ultraderecha española. Un ejemplo de estos españoles herederos de Hernán Cortés con la recalcitrante derecha mexicana es el panista Diego Fernández de Ceballos, uno de sus conspicuos portavoces.
Por supuesto, las cartitas de AMLO no tiene nada que ver con ningún antiimperialismo del actual gobierno mexicano pues España dejo de ser prácticamente Imperio durante el Siglo XVII; en tal sentido el antiimperialismo de ninguna manera no forma parte de ninguna ideología política del presidente mexicano. De ser así, AMLO también tendría que solicitarle al gobierno de los Estados Unidos de América pedir perdón a México por las cruentas guerras invasoras en el Siglo XIX y todos los daños terribles propiciados desde entonces, incluido el robo en 1848 del vastísimo territorio en que ahora comprende los estados de California, Arizona, Nevada, Utah, así como parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming, que pasaron a formar parte de EU.
Hoy, México es un país semicolonial y lo es por su dependencia económica en la globalización capitalista y también por su sumisión política relativa al imperio norteamericano. Si hubiera una política gubernamental consecuente exigiendo a las potencias imperialistas el reconocimiento de los agravios históricos cometidos en contra del pueblo mexicano, entonces AMLO también tendría que solicitar al actual gobierno francés pedir perdón por su intervención militar –“una monstruosa empresa”– para instaurar el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Igualmente podría solicitar al papa Francisco que pida perdón por su participación no sólo durante la conquista espiritual con la cruz sino también por los crímenes de la Santa Inquisición durante la Colonia. Benito Juárez y Francisco Madero, personajes históricos emblemáticos para el gobierno de López Obrador serían reivindicados nuevamente, el primero por su lucha en contra la invasión francesa (1862–1867), y el segundo como mártir, junto José María Pino Suárez, del atentado criminal y derrocamiento de su gobierno en 1913 en el que participó el gobierno de Estados Unidos.
Andrés Manuel López Obrador, el 13 de agosto, afirmó que la Conquista española fue un “rotundo fracaso”, aunque consideró que no debe verse a Hernán Cortés como un “demonio”. “Este desastre, cataclismo, catástrofe, como se le quiera llamar, permite sostener que la Conquista fue un rotundo fracaso”, aseveró al encabezar la ceremonia titulada 500 años de resistencia indígena… De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio o la monarquía dominante no logra en tres siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar” ¿Qué percepción de la historia tiene el presidente López Obrador para afirmar que la Conquista fracasó? En realidad lo que fracasó fue la lucha de resistencia del ejército azteca contra los invasores españoles aliados con los tlaxcaltecas y texcocanos. Si la Conquista fracasó entonces nunca hubo ninguna conquista de nada ¿Qué significaron históricamente entonces tres siglos de coloniaje con la Nueva España? Por supuesto que la conquista fue una verdadera catástrofe para los pueblos mesoamericanos. La empresa de la Conquista, porque efectivamente fue una empresa en busca de oro, triunfó sin pretensión de establecer ninguna cultura o civilización humanitaria. La expedición de Colón fue una empresa que siempre tuvo propósitos de encontrar rutas comerciales para la Corona Española. Desde el “descubrimiento”, la conquista fue un acto de barbarie.
Las remesas desde el Virreinato de la Nueva España a la Corona española –el saqueo del oro y plata, al menos hasta finales Siglo XVI– fueron gigantescas… Cierto es que de las toneladas de oro y la plata que atracaban en Sevilla procedente del despojo a América poco se invertía realmente en Castilla. A veces ni siquiera llegaba a pisar territorio ibérico, pero esa es otra historia. Se estima que 182 toneladas de oro y 53 mil 500 de plata se extrajeron en los tres siglos de la Colonia. Dice Marx en el capítulo XXIV del tomo I de El Capital: “Los descubrimientos de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, la esclavización de las poblaciones indígenas, forzadas a trabajar en el interior de las minas, el comienzo de la conquista y del saqueo de las indias, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista (…) Las riquezas apresadas fuera de Europa por el pillaje, la esclavización y la masacre refluían hacia la metrópolis donde se transformaban en capital”. El Nuevo Mundo sentó particularmente las bases materiales para la acumulación originaria capitalista en Europa, pero, como dijo Marx: “Si el dinero viene al mundo con manchas de sangre en la mejilla, el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.
Si la conquista fracasó, entonces por qué sigue existiendo –para algunos historiadores– el colonialismo. Enrique Semo, para citarlo nuevamente, afirma que “el colonialismo sigue vivo en nuevas formas, y los pueblos rechazan tanto el pasado como el presente del colonialismo”. Dejemos de lado si Hernán Cortés fue o no un “demonio”, de si existe o no el colonialismo, o también lo que para algunos denominan el “colonialismo interno”. AMLO afirma que “la Conquista y la colonización son signos de atraso, no de civilización”; sin embargo, como muchos acontecimientos sociales, económicos, políticos e ideológicos, depende como se entienda la historia y la naturaleza de los procesos sociales en movimiento permanente, pero, si se carece de una visión dialéctica sobre la dinámica histórica, sobre sus contradicciones inmanentes, la historia de la Conquista y de la Colonia debe implicar también considerar la instauración de un relativo progreso social y de una civilización con sus luces y sombras. De otra manera, caemos en maniqueísmo histórico. El capitalismo es una civilización de barbarie social pero de ello no menciona nada López Obrador, cuyas políticas favorecen al capital, lo demás es retórica demagógica.
El pasado 3 de mayo, en Quintana Roo, el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió perdón al pueblo maya por cinco siglos de agravios, aunque en su recuento histórico omitió los atropellos contemporáneos a sus derechos. “Por un imperativo de ética de gobierno, pero también por convicción propia, ofrecemos las más sinceras disculpas al pueblo maya por los terribles abusos que cometieron particulares y autoridades nacionales y extranjeras en la conquista, durante los tres siglos de dominación colonial y en dos siglos del México independiente”, dijo, y pidió nuevamente al Gobierno de España que extendiera una disculpa a los mexicanos por la conquista. No obstante, muchas comunidades indígenas rechazan esa disculpa, y dicen que es una contradicción esa exculpación mientras sus proyectos, como el Tren Maya, los están despojando de sus territorios, pues consideran que ese perdón no repara los agravios. También es el sentir de la comunidades del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Una ética gubernamental muy ligera y aparencial. Muchos pueblos indígenas están decepcionados con López Obrador por sus promesas incumplidas. Gran parte de la hiperviolencia social en México es un verdadero flagelo para la mayoría de los pueblos originarios, pues desde Chiapas hasta la frontera norte mexicana la violencia azota a las comunidades indígenas, una violencia perpetrada por el crimen organizado, grupos paramilitares y hasta por elementos de la Guardia Nacional. Las protestas de los pueblos originarios siguen escalando ante la indiferencia gubernamental con todo y sus disculpas, ejemplo de la profunda molestia es la de la comunidad indígena otomí residente en la Ciudad de México, que anunció que a partir de este 13 de agosto –con motivo de los 500 años de la caída de Tenochtitlán– tomará posesión definitiva de la sede del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), que “se convierte en la Casa de los Pueblos y las Comunidades Indígenas ‘Samir Flores Soberanes”. Samir Flores Soberanes, asesinado en febrero de 2019 en el estado de Morelos, fue un campesino indígena náhuatl, comunicador y activista mexicano. Fue integrante de la Asamblea Permanente de los Pueblos de Morelos y miembro del Congreso Nacional Indígena.
A 10 meses de la toma de la sede del INPI, señalaron los otomíes en su comunicado que “sólo hemos recibido de los malos gobiernos olvido, indiferencia, desprecio, despojo y la imposición de megaproyectos como el Tren Maya, el Corredor Interoceánico, el Proyecto Integral Morelos, el Aeropuerto Internacional de Santa Lucía y la Refinería dos Bocas, por encima del derecho a la vida”. También consideran que “la militarización y la guerra contrainsurgente contra nuestros pueblos, es la garantía para salvaguardar los intereses de las transnacionales y el capital financiero. Por otro lado, el INPI, símbolo de la traición a los pueblos y comunidades indígenas, solo es un instrumento que valida y legitima el despojo de nuestros pueblos”. Quinientos años después casi nada ha cambiado.
La única posibilidad de revertir profundamente este curso de la funesta historia de 500 años a partir de la Conquista es transformar verdaderamente el país con la construcción de una soberanía democrática socialista del pueblo trabajador del campo y las ciudades, bajo un gobierno auténtico representativo de las comunidades indígenas, campesinas, jornaleras, de los obreros y pueblo en general.