Fin de año. 2008 se anuncia como un año aciago, plagado de complots, con una economía en franco deterioro, una confrontación política cada vez mayor y hasta la división del país. Causante: el gobierno de Evo Morales. Factores: imposición de una Constitución, perpetrada a espaldas de la oposición, con una exagerada tendencia indigenista; una desordenada […]
Fin de año. 2008 se anuncia como un año aciago, plagado de complots, con una economía en franco deterioro, una confrontación política cada vez mayor y hasta la división del país. Causante: el gobierno de Evo Morales. Factores: imposición de una Constitución, perpetrada a espaldas de la oposición, con una exagerada tendencia indigenista; una desordenada administración de gobierno; sometimiento al dictador de Venezuela, Hugo Chávez; ofensas a nuestro benefactor de Washington.
Esta es la imagen que difunden los medios nacionales e internacionales -al menos, la mayoría de ellos- haciendo coro a una oposición cada vez más reducida, pero con capacidad financiera para vocear en todas partes. Madame Danielle Mitterrand exhortó a las autoridades e intelectuales de Europa a mantener atención sobre los intentos de la derecha, en Bolivia, que busca derrocar al presidente Evo Morales e iniciar una etapa de dictadura sangrienta. Esta es la verdad pero, al parecer, los intereses económicos se imponen sobre cualquier otra consideración.
Rumores y presagios
La campaña de rumores para desestabilizar el país -lo repetimos- se inició antes del arrollador triunfo electoral de hace dos años. Continuó sin descanso con variaciones sobre el mismo tema: un gobierno de indios ignorantes será incapaz de llevar adelante un programa serio de gobierno. Por lo tanto, encontraron que había un mandamás y no dudaron en deformar una leal cooperación en pagos por someterse a la voluntad de aquél. Los éxitos del gobierno se caricaturizaron y ocultaron, en tanto provocan y magnifican las dificultades que aparecen en uno u otro momento.
La tortuosa actuación a que se acostumbraron, los lleva a pretender influir sobre el Vicepresidente, a quien halagan unas veces e insultan otras, con el propósito de convertirlo en pretendiente a sustituir al Presidente Evo Morales.
Con los mismos propósitos pasan listas cotidianas de los ministros, acusándolos de haber servido otros gobiernos y, por tanto, no tener autoridad moral para propiciar una política de cambio.
A los infiltrados en las líneas del MAS, los usan cuando pueden, acosan cuando no y, en cualquier caso, los registran para infundirles temor. Algunas veces obtienen puntos, aunque la mayor parte del tiempo pierden, irremisiblemente pierden.
La violencia provocadora
Hoy, 24 de diciembre en la mañana, una bomba estalló en la sede de la Central Obrera Boliviana (COB) en La Paz. Los dirigentes de los trabajadores exigen al gobierno seguridad ante tal atentado. Esto es precisamente lo que buscan los instigadores y los autores de tal atentado: que el gobierno se haga responsable de la situación. Ansían que, en cualquier momento, el Ministerio de Gobierno responda con la represión.
El mismo propósito ha tenido el explosivo que estalló, pocas horas antes, en el hotel de Santa Cruz, donde habitualmente se aloja el presidente Evo Morales.
En los días previos, los domicilios de gente que trabaja con el gobierno, pero también de otros que están abiertamente contra el proceso de cambios, fueron asaltados por bandoleros que no han sido identificados.
Los medios de comunicación, torcidamente, titulan o especulan: «la violencia no cede en el país». Como si la violencia fuese un fenómeno atmosférico o una fuerza que está más allá de la voluntad de las personas.
Los dueños del poder
Costas o Marinkovic, Suárez Sattori o Guiteras, gozaron largamente de las prebendas del poder. Participaron directamente del gobierno o se beneficiaron de las sucesivas administraciones neoliberales. Fue lo mismo que estuviese ADN, MNR o MIR en el gobierno. Todos ellos actuaron como si estuviesen en el mismo carro; de hecho, lo estaban. Unas veces fungían como gobernantes y otras en figura de oposición. Eso les permitió enriquecerse a costa del Estado y, ahora, les permite negar su participación.
Pero no se trata solamente de dinero. Al fin y al cabo, si eso fuese todo, se irían del país llevándose lo que «ganaron». Se trata básicamente de la tierra. Son dueños de grandes extensiones, mientras cientos y hasta miles de campesinos no pueden acceder a un miserable terreno para sembrar y cosechar algo con qué alimentarse.
Por eso la oposición está centrada en Santa Cruz y el Beni, donde movimientistas, adenistas, miristas u otros más aliados en defensa de «sus propiedades» se declaran autonomistas. Es ahí donde muestran la hilacha. Los estatutos autonómicos que pretenden aprobar por su cuenta, proclama la potestad del prefecto (la autoridad política en cada departamento) para disponer la distribución de la tierra.
De eso se trata. La dificultad con que tropiezan es que, en Santa Cruz como en el Beni, en Pando como en Tarija hay campesinos. Estos campesinos no aceptan que el prefecto, que representa los intereses de los dueños del poder, sea autónomo del gobierno central, para mantener el estado de cosas dominante durante el periodo neoliberal y durante toda la época republicana.
Hubo momentos en que estos señores fueron desplazados, pero se mantuvieron a la espera de una oportunidad y la consiguieron. Es posible que, ahora, también estén esperando. Hay que mantener la vigilancia para que no vuelva a suceder.