Las otrora monumentales empresas del Estado soviético han mutado en monumentales empresas capitalistas que controlan los recursos naturales con los que abastecen toda la Europa occidental, dispuesta a pagar muy bien por la energía que su antigua enemiga guardó tanto tiempo detrás de la cortina de hierro Empresas rusas avanzan con la creación de una […]
Las otrora monumentales empresas del Estado soviético han mutado en monumentales empresas capitalistas que controlan los recursos naturales con los que abastecen toda la Europa occidental, dispuesta a pagar muy bien por la energía que su antigua enemiga guardó tanto tiempo detrás de la cortina de hierro
Empresas rusas avanzan con la creación de una alternativa de intercambio de datos e información en la red que compita directamente con Internet. ¿Renacimiento post-soviético o simple estrategia de mercado?
Es difícil hablar en ruso, y más difícil aún es explicar qué quieren los rusos cuando hablan de una nueva red de comunicación interconectada, variante y alternativa de la actual y occidental Internet. Y es que la Guerra Fría vuelve a las primeras páginas de las secciones internacionales, lenta y persistente, de las formas más variopintas y coloridas.
Algunas de esas formas son las tradicionales: tiroteos, incidentes diplomáticos, cruces de declaraciones en los organismos internacionales. Otras, más desestructuradas y pragmáticas como los escudos de misiles o, en éste caso, el control del flujo de información a través de las redes informáticas.
Veamos: Rusia es un país que está lejos, por lo menos para nosotros. Su historia está atravesada por grandes victorias y colosales desastres, cualquier analista político distraído la hubiera catalogado ya como un país bananero, muy a pesar de que la producción de éste y otros frutos tropicales difícilmente se lleve a cabo en sus estepas congeladas.
Pero no nos engañemos, por más en ruinas que haya estado durante los últimos 15 años, la política rusa tiene muchas perspectivas de recuperarse y para ello pueden echar mano a los múltiples recursos públicos y privados de los que disponen. Esta especie de «Rusia latente» ha demostrado ingenio y oportunismo con diferentes resultados en variados escenarios de crisis.
Las otrora monumentales empresas del Estado soviético ahora han mutado en monumentales empresas capitalistas que controlan los recursos naturales con los que abastecen toda la Europa occidental y sedienta, dispuesta a pagar muy bien por la energía que su antigua enemiga guardó tanto tiempo detrás de la cortina de hierro.
Y es que Rusia no se queda ahí, acomodada en su nuevo rol de abastecedora de países desarrollados. No conciente de su sector comercial a futuro y de su estructura militar derruida pero no arruinada, busca reacomodarse para defender la parte de la torta de influencias que lentamente le fueron masticando durante estos años las potencias emergentes.
Lo hace con diferentes técnicas y en diferentes frentes, y el más novedoso es el de la propuesta privada de una red de Internet vernácula que hará las veces, suponen los analistas, de contrapeso a la estadounidense que todos conocemos. Sin ir más lejos, es un proyecto ambicioso, que de ser llevado a cabo sería comparable a las carreras tecnológicas que tenían lugar allá por los años 60 y 70 del siglo pasado.
Los detalles completos de la nueva red aún están por verse; es un proyecto en ciernes que tres compañías rusas de telecomunicaciones han puesto sobre los escritorios y presentado como una opción diferente que ofrezca seguridad al congestionado ciberespacio. Lo primero que se da por seguro es que la nueva red de intercambio de información será llamada Rusintranet.
Más allá de la evidente falta de marketing en la elección del nombre, Rusintranet supone una evolución importante al estar concebida como una red de última generación, que funciona a partir de la identificación de usuarios a través de una firma electrónica intransferible.
Otros de los pormenores a los que expertos rusos hacen referencia es que la base tecnológica del proyecto va a estar sustentada en los mismos protocolos de intercambio de información, mejor conocidos como TCP/IP, en una lúcida apuesta por la universalidad de la transmisión de datos a través de la red.
Rusintranet es una iniciativa que se originó a principios de este año y existirá en un futuro próximo como una estructura independiente del Internet actual, además de oficiar como soporte paralelo al flujo de información y contenidos de acceso público, ya sea estatal como privado.
Las voces más entusiasmadas del proyecto prevén que ésta red alternativa funcionará como un clúster para la introducción de aplicaciones innovadoras en materia de software, hardware, fabricación de ordenadores y otras tecnologías de Internet, que en un primer momento será únicamente de producción rusa.
Por ahora habrá que sentarse a esperar a que los técnicos y la demanda natural por las nuevas tecnologías empujen y popularicen la nueva red, como alguna vez pasó con Internet, Linux y otros desarrollos de la excéntrica comunidad de programadores informáticos. Una vez construida y funcionando globalmente, se verá cuál es la mejor.
La pregunta entonces será la siguiente: ¿Ésta nueva alternativa aportará a la democratización del acceso a la información o degenerará en un pulpo mercantilista, tal como sucedió con las antiguas empresas estatales soviéticas? El tiempo y los usuarios lo dirán, pero mientras tanto, muchos continuarán pensando que lo mejor en electrónica que llegó de la tierra del vodka y el Volga es y será el Tetris.