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Debates que tejen emancipaciones

Fuentes: Rebelión

Apenas hace unos días los medios colocaban a Bolivia en situación de riesgo. Se hablaba de una insurrección popular en contra del gobierno; se oían voces que proponían dinamitar la sede presidencial y sacar al Presidente, es decir, golpe de estado pero en este caso asestado presuntamente por la izquierda. Lo extraño es que las […]

Apenas hace unos días los medios colocaban a Bolivia en situación de riesgo. Se hablaba de una insurrección popular en contra del gobierno; se oían voces que proponían dinamitar la sede presidencial y sacar al Presidente, es decir, golpe de estado pero en este caso asestado presuntamente por la izquierda. Lo extraño es que las fuerzas de derecha, que han sido las que sistemáticamente han amagado al gobierno de Evo Morales, destacaban por su ausencia.

Caminemos despacio porque vamos lejos, dicen los mayas de Chiapas.

I.

2012 es claramente un año de definiciones en el Continente, teniendo las elecciones en Venezuela como punto central visible. A lo largo de los cuatro años anteriores (2008-2001), las fuerzas hegemónicas representadas por Estados Unidos tuvieron cuidado de ir conquistando posiciones en toda la zona del Gran Caribe, construyendo un arco en torno a Venezuela. Lanzaron la Iniciativa Mérida y con ella inicia una sistemática ocupación de México por los cuerpos de seguridad de Estados Unidos; reinauguraron la IV flota como fuerza articulada en torno a todo el Continente; pactaron siete nuevas posiciones militares en Colombia, de alcance transcontinental; recuperaron Honduras (donde ya se han instalado dos nuevas bases) y pararon el crecimiento de la ALBA; lograron acuerdos con Panamá para instalar 11 bases navales en las costas y con Costa Rica para colocar 43 bases itinerantes en sus aguas territoriales; el Comando Sur ocupó Haití, a escasos 70 km de Cuba; y corroyeron la articulación que Venezuela había logrado con Petrocaribe a través de la Iniciativa de la Seguridad para la Cuenca del Caribe; además de profundizar la Iniciativa Mérida con la que han convertido a México en una nueva Colombia.

El 2012 parece marcar un cambio en el escenario de operaciones y, una vez consolidada su presencia en el cinturón de América, han iniciado un despliegue rápido en la zona del sur, donde hasta ahora tenían escasas posiciones y en ocasiones relaciones no tan afables. El estilo de intervención es distinto. Las bases militares ahora aparecen como centros de ayuda humanitaria, de atención a emergencias o de entrenamiento, y permiten una interacción constante con las fuerza locales, mezclan personal policiaco y militar y se asemejan mucho a una especie de Escuela de las Américas desagregada. Ya hay una sede en el norte de Paraguay, otra en Chile, otra en el Chaco argentino y un ominoso acuerdo con el gobierno uruguayo para que los SEALs estadounidenses ingresen armados al país a entrenar a los Fusileros de la Armada y a establecer su «cabeza de playa» para ir incursionando territorio adentro.

En los 4 meses que van de 2012 la actividad del Comando Sur ha sido intensa en la región; el Ministro de Defensa de Estados Unidos ha estado intentando estrechar vínculos y compromisos con Brasil; se han realizado todos los ejercicios militares previstos pero además el trabajo de la USAID y la CIA también se han fortalecido.

Dentro del marco de desestabilización diseñado en contra de lo que se conoce como el bloque contrahegemónico -Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba-, parece haber una especie de avance en círculos concéntricos hasta llegar al blanco, que es Venezuela, alrededor de octubre próximo.

Romper el balance geopolítico actual del Continente supone la desestabilización del bloque contrahegemónico. Para ello se buscan modos de desarticular sus soportes en el exterior y modos de incidir en las contradicciones naturales de procesos que apenas van construyendo sus propias bases.

II.

Generar un mundo nuevo desde las entrañas del viejo es sumamente complicado. Hay que romper sus dinámicas; hay que disolver sus instituciones; hay que expulsar sus modos de pensar de nuestras mentes y de nuestras prácticas; hay que mirarlo desde fuera y desde lejos, con un pie en la memoria y otro en la imaginación para poder crear en vez de imitar.

Pero también supone encontrar nuevos modos de gobernar, de dirimir las diferencias, de sintetizar la variedad de propuestas, de procesar los diferentes niveles de radicalidad, de reconstruir confianzas y paciencias. La ruta no es sólo una; los modos de caminar tampoco; los tiempos de desalienación de nuestros cuerpos y mentes varían; y nuestros horizontes utópicos son diversos, son de distinta densidad y cargan diferentes historias.

En Bolivia las luchas populares son emblemáticas y las hemos seguido y admirado desde todo el Continente. Ese periodo expansivo y creativo que se vivió desde la Guerra del Agua (1999-2000) hasta la llegada a la Presidencia de Evo Morales, pasando por la Guerra de la Coca, la del Gas y varias otras que en conjunto generaron la posibilidad de alcanzar la cima de lo conquistable en ese momento, pasó después de 2006 a un experimento en el que la complejidad de los escenarios en los que había que empezar a echar los cimientos del nuevo mundo provocó desconcierto, desajustes, diferencias en las concepciones y en los comportamientos.

La diversidad es riqueza si se sabe aprovechar; es debilidad si no encuentra rutas de confluencia. Los únicos perdedores en esta aventura son los que no saben escuchar, los que se niegan a poner sus argumentos frente a los otros a riesgo de que sean modificados o anulados. La arrogancia no es compañera conveniente para la emancipación. Para romper los tiempos del capitalismo tenemos que romper las costumbres de la competencia y la individualidad.

Ninguna creación es individual y ninguna está exenta de tensiones. Hemos aprendido, por lo menos, que no hay una verdad ni un camino; que el mundo no se hace en singular y que juntos no significa idénticos sino complementarios.

III.

Las contradicciones internas de procesos tan jóvenes como el boliviano son indudables y van a seguir existiendo. Lo importante es generar los cauces para irlas desenmarañando. La apuesta está en las prácticas políticas. Los golpes de fuerza, no importa de dónde provengan, son una afrenta contra la democracia, y contra la inteligencia colectiva de un pueblo que no se ha cansado de luchar. Son un atentado de lesa humanidad.

Las simulaciones y manipulaciones tampoco son amigas de la democracia, no importa cómo se disfracen. Desconocer al otro es perder. Con simulaciones no podemos fortalecernos y la arquitectura de la emancipación no se hace con victorias falsas. El horizonte sólo se alcanza si tejemos los consensos que nos permitan ir trazando los caminos, pero con el cuidado de no olvidar, mientras creamos la urdimbre, que cada uno de nuestros mundos y de nuestros proyectos libertarios está inmerso en otros mundos.

Nosotros no somos sólo constructores de futuro; somos también, todavía, un engranaje necesario dentro del mundo del capital. Y el gran desafío sigue siendo soltarnos de esa maquinaria implacable que todo lo engulle y todo lo depreda. Eso es un atrevimiento mayor que nos llama a ser modestos, a entender nuestra finitud, y a potenciar nuestra fuerza con los otros.

IV.

Amigos y compañeros de todos los rincones de América Latina y Caribeña hemos iniciado este debate con la confianza de que estamos luchando por lo mismo en diferentes trincheras y con diferentes apreciaciones. En algún momento el tono ha sido ríspido, pero es parte de la angustia de tiempos que se nos van y realidades que cambian con demasiada lentitud. Es también resultado de la cercanía o distancia de nuestras observaciones y de la manera como cruzamos los horizontes largos con los inmediatos.

Uno de los terrenos de mayor relevancia en las luchas contemporáneas es el de los sentidos de realidad y el de la creación de epistemologías emancipatorias. Este debate, que recién comienza, es una invitación a generarlos colectivamente.

 

Antecedentes inmediatos de un debate ineludible

Pablo Dávalos (Ecuador)

Aquí en Ecuador, la CONAIE y las organizaciones sociales vamos a respaldar a la CIDOB, a los médicos, a la COB, y a todas las organizaciones sociales perseguidas por el gobierno de Evo Morales. Es una lástima que un presidente indígena haya traicionado a los suyos y haya traicionado todo el proceso de cambio que representaba. Si Evo tiene que irse y hay que empezar de nuevo, pues lo haremos, al menos eso es lo que las organizaciones sociales están pensando aquí en Ecuador sobre la situación de Bolivia.

Luis Tapia (Bolivia)

Es una pena que estés arti[cu]lando la defensa del gobierno más anti indígenas de los últimos tiempos, que está haciendo las cosas para que en estos territorios no quepa ningún otro mundo indígena.

Ana Esther Ceceña (México)

¿Tú opinas, como Solares y algunos otros, que hay que dinamitar el palacio presidencial? Yo sé las profundas contradicciones que han ido creciendo entre el gobierno boliviano y muchos de los movimientos sociales. No comparto para nada la orientación desarrollista del gobierno, no estoy de acuerdo con la carretera del TIPNIS y mucho menos con la manera como se han manejado las relaciones clientelares desde el MAS y eso lo he expresado siempre abiertamente, como tú lo sabes o lo deberías saber. No obstante, todavía pienso que la política tiene más meandros que los que a veces estamos dispuestos a admitir y que vamos a tener que ir aprendiendo a construir juntos todos aquellos que estamos convencidos de encontrar caminos para salir del capitalismo y crear una sociedad distinta. Y creo que dentro de esos, quizá cargando demasiados vicios que habrá que ir desterrando, están todavía quienes ahora encabezan el gobierno de Bolivia, a pesar de que no comparto sus estilos de gobierno. He acompañado muchas de las luchas bolivianas. Contra las transnacionales, contra las políticas del gobierno (anterior y actual), y por la defensa de las prácticas comunitarias, con las que estoy comprometida en general, no sólo en Bolivia. No desconozco que las prácticas comunitarias también suponen discrepancias. Mi posición no es romántica sino política. Pero estoy convencida de que la diversidad es en parte eso y que los espacios comunitarios nos permiten resolver con respeto y sin avasallamientos esas diferencias. Necesitamos un mundo en el que quepan todos los mundos y eso, que hoy es utopía, se construye en el cotidiano y va siendo realidad, poco a poco, en la medida que creamos sus condiciones de posibilidad. En todo caso, tirar el gobierno en las circunstancias actuales no da paso a una sociedad comunitaria. El camino hacia allá parece más difícil y mucho más largo. Lo importante, sin duda, es caminar en esa ruta. ¿Crees que el derrocamiento de Evo nos dará mejores condiciones para ello? ¿Cómo? Estoy, como siempre, en la mejor disposición de ser convencida por tus argumentos, si los encuentro procedentes, pero también los discutiré hasta que realmente nos convenzamos mutuamente. Ése, según Lenkersdorf, es el modo de construir consensos en las comunidades tojolabales. Es el único modo no incondicional, no avasallador, y a mí siempre me ha parecido que ofrece condiciones políticas mucho más adecuadas para acercarnos al mundo en el que caben todos los mundos. He recibido algunos correos explicándome que de lo que se trata es de que las fuerzas populares derroquen al gobierno. Si se derroca a Evo, ¿cómo será el día después? ¿cómo han pensado seguir adelante? ¿hacia dónde va el movimiento? ¿Habrá movimiento después de eso? ¿Qué crees que ocurra con el resto del mundo (la Embajada, las transnacionales, la oligarquía, etc)? Porque entiendo que la pelea es entre dos grandes vertientes de lo que se ha dado en llamar «la izquierda», ¿o no? Siempre he confiado en tu inteligencia Luis, y en tu sabiduría. Sería muy bueno impulsar un debate sobre estos temas en nuestra lista. A muchos compañeros les interesaría «escucharlo» e incluso participar en él. Te invito a que vayamos poniendo los puntos sobre la mesa, partiendo de la certeza de que estamos discutiendo entre amigos y compañeros, entre quienes estamos desde siempre, sin duda, contribuyendo a hacer realidad nuestro mundo ideal imaginado. Hago extensivo el mensaje a toda la lista esperando las contribuciones de quienes lo estimen conveniente. Como siempre en nuestro espacio, siguiendo las normas del respeto que nos merece nuestro largo recorrido compartido por las causas libertarias y emancipadoras.

Y así empezó este debate, que tendrá que durar hasta que alcancemos el horizonte.

Angel García (Cuba)

Creo que no se trata de «derrocar» a Evo, pues para mí Evo no es el problema. El proceso siguió el único camino que podía seguir mientras se mantenía sobre los rieles de lo ya existente. El imperialismo trabaja sobre la base de dos elementos: 1) sus propias fuerzas y ventajas comparativas y 2) las debilidades y contradicciones internas de los procesos revolucionarios. Mi preocupación es cómo (ruta estratégica) y quiénes (sujeto) vamos a resolver las contradicciones. Y me queda claro que ese sujeto no es ni el gobierno, ni sus instituciones, ni el estado liberal burgués, que aún forma parte de la geopolítica del capitalismo mundial. Me queda claro de que no se trata de estar en contra de un gobierno (que en mejor de los casos sería sustituido por otro igual, incapaz de resolver las contradicciones que él mismo genera; o en el peor de los casos, un gobierno de derecha, fascista) La tarea es avanzar, desde abajo, en la larga transición hacia la sociedad superadora del capitalismo. Si bien no se trata de oponerse abiertamente al gobierno, los gobiernos tampoco pueden oponerse a la busca y construcción de las rutas de liberación popular anti-capitalistas que se vayan gestando. Gilberto Valdés (Cuba)

Me sumo a ese modo no dicotómico, con que estás asumiendo este debate. Entraña honestidad y responsabilidad. Un día después de Evo no es el del Sumak Qamaña, sino el del regreso más tarde o más temprano a la Bolivia de los presidentes disque blancos de la oligarquía… Pero por todas las partes en el mundo hay una vasta siembra de alternativas, de estilos nuevos de convivencia, de formas diferentes de producción y de consumo. Se proyectan sueños de otro tipo de geosociedades, movilizando muchos grupos y movimientos, con esperanza de que algo de nuevo podrá eclosionar en la protuberancia del viejo sistema en erosión (…) La historia no es lineal. Ella se hace por rupturas provocadas por la acumulación de energías, de ideas y de proyectos que en un momento dado introducen una ruptura y entonces lo nuevo irrumpe con vigor a punto de ganar la hegemonía sobre todas las otras fuerzas. Se instaura entonces otro tiempo y empieza una nueva historia. Hasta que esto no ocurra, tenemos que ser realistas. Por un lado, debemos buscar alternativas para no quedar rehenes del viejo sistema y, por otro, estamos obligados a estar dentro de él, continuar y producir, sin embargo visualizar las contradicciones, para atender las demandas humanas. En caso contrario, no evitaríamos un colapso colectivo con efectos dramáticos. Debemos, por lo tanto, andar sobre las dos piernas: una en el suelo del viejo sistema y la otra en el nuevo suelo, dando énfasis a este último. El gran desafío es como procesar la transición entre un sistema consumista que estresa la naturaleza y sacrifica las personas y un sistema de sustentación de toda vida en armonía con la Madre Terra, con respeto a los límites de cada ecosistema y con una distribución equitativa de los bienes naturales e industriales que hubiéremos producido. Paulino Núñez (Venezuela)

De momento tus argumentos me parecen los más lúcidos y de más sensato peso político en los aportes en contraste para la superación del dilema actual que la evolución de la realidad boliviana nos presenta. Eso no quiere decir que le aplauda a Evo todas sus actuaciones y decisiones recientes, por el contrario, creo que los movimientos de base tenemos que seguir presionando -si necesario en la calle- para lograr las necesarias rectificaciones en las posiciones de error de nuestros gobiernos -en Venezuela estamos en lo mismo-, pero cuidándonos mucho de NO incidir en su derrocamiento ni derrota electoral… En este momento la alternativa en nuestros tres países -Bolivia, Ecuador y Venezuela- es la derecha cipaya del imperialismo más feroz que haya existido nunca. Infortunadamente, no hay hoy (NO creo que haya hoy) en nuestros tres países, espacio para diletancias filosóficas ni para el perfeccionismo político: la realidad NOS dice que si las izquierdas -ricas en diversidad ideológica- perdemos el poder, el espejo de nuestro futuro mediato es… HONDURAS!!!

François Houtart (Bélgica)

La situación de Bolivia es inquietante. Sin embargo, me parece que es demasiado fácil decir que se trata de tentativas de subversión. Hay en el fondo, como en Ecuador, una contradicción interna de perspectivas a propósito del modo de desarrollo. En este sentido se trata primero de «autosubversión». Que eso sea aprovechado por los adversarios, es evidente, pero desgraciadamente, ellos tienen materia para poder hacerlo.

A pesar de esta situación, pienso que la única actitud política responsable es apoyar Evo, como a Rafael. No existe otra alternativa válida a corto y mediano plazo. Adoptar una actitud crítica es necesario, tanto como preparar un futuro a más largo plazo, con una visión dialéctica de la realidad. Esta claro que la perspectiva política actual no es post-capitalista, sino post-neoliberal y en este sentido ella no busca todavía un nuevo paradigma de desarrollo, que, en particular, incluiría el respeto de la naturaleza (y no su explotación) y el aporte de los pueblos indígenas.

Se puede preguntar si pueden hacerlo de otra manera, con la concepción que tienen del desarrollo y con las presiones enormes del poder monopolístico de las multinacionales. Preparar otras transiciones, es la tarea actual, no derrocar gobiernos que en comparación con el pasado o con ciertos vecinos, tienen también logros positivos.

Elder de Paula (Brasil)

Tenemos que hacer la defensa del proceso de cambio en Bolivia, pero es también absolutamente necesario que el gobierno de Evo de señales de que mantiene su compromiso con este cambio…

Oscar Ugarteche

Corríjanme pero, como lo veo, es un tema de autoritarismo. Lo que se contrapone al autoritarismo es más democracia, no un golpe de Estado. Eso era lo que quería Washington. Da la impresión que se están dejando llevar por la antipatía más que por la razón política. Ocho horas de trabajo de los médicos y una carretera mal pensada no son razones para que Evo caiga. Hay mucho pan por rebanar y está en la cancha del espacio democrático rebanarlo. Se puede usar el espacio democrático para fortalecer lo indígena. Si se cayera serán pésimas noticias para la izquierda y un triunfo para la derecha y para Washington.

Pablo Dávalos (Ecuador)

He recibido tus correos con las anotaciones con respecto al carácter de los gobiernos de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador. He recibido el correo de François Houtart en donde éste dice que a pesar de los errores hay que apoyar a estos presidentes. Oscar Ugarteche dice que por ocho horas de trabajo de los médicos y una carretera mal pensada (refiriéndose a la carretera que partirá en dos al TIPNIS) no son razones para que Evo se caiga. Me asombra también la frase de Oscar Ugarteche: «Se puede usar el espacio democrático para fortalecer lo indígena». Es una frase que me recuerda al Banco Mundial o al PNUD cuando hablan de los pueblos indígenas. Te comento que me asombra la simplicidad de sus razonamientos. En realidad, no está en juego una carretera mal construida o el autoritarismo de esos gobiernos. Lo que en verdad está en juego es la geopolítica de la IIRSA. Lo que de verdad está pasando en Bolivia y en Ecuador es aquello que Harvey denomina «acumulación por desposesión». Apoyar a Rafael Correa o a Evo Morales, en este momento de la historia, es apoyar al capitalismo de la acumulación por desposesión, es hacer el juego a la geopolítica de la IIRSA. Afortunadamente los movimientos sociales están claros de lo que estos gobiernos significan y no se hacen ninguna ilusión al respecto. Saben que la democracia se la gana en las calles y es eso lo que están haciendo y es eso lo que estamos apoyando desde Ecuador.

Oscar Ugarteche (Perú-México)

En la simplicidad de mi razonamiento está el concepto de autonomía. No ser llevados por Washington y la derecha financiera de las narices me parece un triunfo. Que Brasilia reemplace a Washington no es la idea. En todo caso es por allí lo simple de mi razonamiento. Todo lo demás me parece es el viejo problema dentro de las izquierdas que llevaron al Perú y Chile, por ejemplo, a una derechización inaceptable.

Ahora voy a sonar a la CAF. El IIRSA es irritante. La falta de infraestructura que haga realidad la integración es irritante. Entonces….¿Sugerencias?

Cada vez que pienso que el concepto de modernidad que conocemos está caduco, simplifico más mi razonamiento para poder ahondar donde sea necesario: El otro mundo posible. Disculpa Pablo pero a Fujimori lo sacamos con el argumento de «a más autoritarismo más democracia» y metimos a la cárcel a un montón de ministros y al presidente mismo con ese argumento.

En un momento donde no hay evidencia que haya tendencias hacia la integración salvo en el discurso, hay que mantener el curso y forzar a los gobiernos de izquierda a cumplir, con o sin malas ideas de proyectos. Exijámosle más democracia a la izquierda autoritaria desde dentro. Todo lo demás le da carne al enemigo

Simona V. Yagenova (Guatemala)

Con profunda preocupación tomo nota de la situación en Bolivia, pero más aún de las posiciones expresadas por algunos colegas quienes abogan por desestabilizar o hasta derrocar al gobierno de Evo. Sean cuales sean las contradicciones o desacuerdos con el gobierno boliviano, nada jamás justificaría apoyar acciones que beneficien a las fuerzas de extrema derecha de la región y favorezcan los intentos desestabilizadores del imperio. ¿Acaso no hemos aprendido nada del siglo XX? 100 años de luchas sociales y revolucionarias, con importantes victorias pero a su vez significativas derrotas, donde encontramos, una y otra vez, cómo el imperio y sus aliados se aprovechan de las diferencias tácticas y estratégicas de las fuerzas de izquierda para destruir-derrocar-debilitar proyectos revolucionarios. Hoy por hoy, cuando la correlación mundial está lejos de favorecer la construcción de un nuevo orden mundial anticapitalista y cuando la búsqueda de la construcción de las alternativas se enfrenta a enormes dificultades y retos, la desestabilización de un proyecto político como el que existe en Bolivia, tiene profundas implicaciones para el resto de nuestros países. Si bien el neo-desarrollismo no es la alternativa frente al modelo capitalista, el desmontaje de las estructuras de poder tradicional no se logra por decreto, sino es fruto de un proceso de acumulación de poderes y saberes contrahegemónicos, de una lectura objetiva de las fuerzas y de realidad, de acuerdos políticos tácticos y estratégicos que posibiliten el accionar frente al enemigo común y dar pasos contundentes para avanzar en la construcción de un proyecto alternativo, y no para desbaratar lo que se ha construido o está construyéndose. Ojalá que prevalezca la cordura y desde la inmediatez de las pasiones políticas no se pierda de vista todo lo que está en juego. La contrarrevolución es una amenaza latente y con ella el retorno de la » tierra ensangrentada» de nuestra Patria Grande. La historia de mi país, Guatemala, es evidencia contundente de ello.

Rashid Sherif (Túnez)

Con la distancia y una información fragmentaria, resulta muy difícil desde Túnez entender esto que aparece como una muy grave ofensiva desde las «izquierdas» (???) en contra del gobierno y la persona del compañero Evo Morales al que tengo y tenemos mucho respeto los patriotas y luchadores sociales en Túnez. Ojala que no vaya a pasar en Bolivia lo que fue la muy catastrófica y desastrosa situación de división interna entre los revolucionarios en Granada entre Bishop y sus compañer@s! Desde Túnez, vemos con mucho interés la configuración sociopolítica en Bolivia donde los movimientos sociales han alcanzado el nivel de grandes fuerzas a la vez políticas. Precisamente, luego de la insurrección popular pacífica y victoriosa del 14 de enero 2011 en Túnez (primera chispa de rebeldía nacional en la región africana), nos lleva a levantar nuestra mirada y buscar inspiración y esperanza hacia el mundo Sur-Sur y particularmente en NuestrAmérica, en Bolivia.

Arantxa Tirado (España)

¡¡Millones de gracias por compartir este debate!! Creo que éste es EL DEBATE, el auténtico debate que está detrás del triunfo o la derrota de los procesos que «intentan» hacer revolución (por qué no) desde el poder actualmente en América Latina. Sabemos de sus limitaciones, de sus contradicciones, hasta de sus lados -o personajes- oscuros pero eso no invalida para nada el intento ni los esfuerzos de nuestros pueblos, de nosotros, que estamos empujando también para construir esos procesos y hacerlos virar siempre hacia la izquierda para que no se pierdan por el burocratismo, la incompetencia o la desidia de ciertos grupos de arribistas que siempre van al sol que más calienta.

Sin embargo, me asombra la confusión que reina en estos tiempos de postmodernidad, cuando hay mentes insignes que son incapaces de entender todo lo que nos jugamos en términos geopolíticos si estos gobiernos son derrotados o derrocados. Yo creí que habíamos aprendido la lección del golpe contra Correa en Ecuador pero veo que no… ¿qué argumentos puede tener alguien para pensar que la existencia de un gobierno como el de Evo puede ser tan dañina para el movimiento indígena como la presencia de un Sánchez de Lozada en el poder?

Mientras nosotros nos fragmentamos y gastamos energías en erosionarnos entre nosotros, el imperialismo está contento.

Juan Carlos Monedero (España-Venezuela)

Me temo que en determinadas situaciones, sólo en un ámbito académico podemos hablar de determinadas cuestiones sin que caigamos rehenes de las urgencias de la pertenencia a bandos políticos. No tanto porque no pertenezcamos, sino porque la honestidad intelectual y también la inteligencia de pensar más allá del momento, triunfe. De lo contrario, nos leerán, como al resto, como parciales y, por tanto, no seremos escuchados sino como parte. Creo haber vivido parte de este problema en Venezuela, cuando hicimos el seminario en el Centro Internacional Miranda para debatir Diez años de proceso bolivariano: luces y sombras o retos para la esperanza y caminos sin salida. Las similitudes son muchas. Y el coraje de los venezolanos que participaron, encomiable. Enfrentarse a un gobierno por el que has luchado es una señal de honradez de las que quedan. El resultado en el corto plazo no fue bueno para los que hicimos la crítica. Pero apenas un año después, sirvió para que ese ánimo crítico sea el principal balón de oxigeno del proceso. De haber sucumbido a las cuestiones de estabilidad, quién sabe qué hubiera pasado. Las tensiones por las soluciones «Kronstad» pertenecen a la «selectividad estructural» propia de los gobiernos, incluidos los nuestros. Pero enfrentamos la crítica desde posturas de «desobediencia civil», esto es, no enmendábamos, ni mucho menos, la totalidad del proceso y estábamos dispuestos a asumir los costos de la disidencia sin caer en la lógica del enemigo histórico. La semana antes de nuestro seminario estuvieron en Caracas Vargas Llosa, Quiroga, Flores, Krauze, la FAES de Aznar… Pagados, por supuesto, por la USAID, y sostenidos por la intelectualidad de derecha venezolana. Discutimos fuerte con ellos. En público. Quizá eso nos ayudó a no equivocarnos cuando, a la semana siguiente, tocaba pasar cuenta a nuestro proceso. Mucha gente no nos entendió, sobre todo de los cuadros medios. El grueso de la ciudadanía, sí. Pero nunca dirigimos los dardos contra las personas, sino contra comportamientos (y lo afirma quien puso en el debate los problemas del «hiperliderazgo»). Porque los comportamientos pueden cambiarse, pero si la enmienda es a la persona, no hay invitación a rectificación alguna. Ahí noto que en el debate sobre Bolivia no se están dejando vías de salida. Hay gente que ha actualizado su horror ante el gobierno de Evo. Pero llevan así ya muchos años. No digo que no tengan razón. Digo que siguen en sus trece, simplemente que ahora tienen más audiencia. Debatamos. Tengamos en la memoria que, con argumentos parecidos a algunos de los que aquí estamos leyendo, el Partido Comunista de Nicaragua formó parte de la Contra. Y que negando la crítica (y doy fe de la cobardía muchas veces de la intelectualidad de izquierda latinoamericana, entre la que me incluyo, para criticar los errores de los gobiernos afines) cerramos el paso a la emancipación, de manera que lo que eran gobiernos propositivos y emocionantes devienen gobiernos defensivos y frustrantes sin el mismo brillo aunque sigamos defendiéndolos (Boaventura dixit). Tenemos un buen reto por delante: usar nuestro papel social como intelectuales para incidir en la realidad desde nuestra experticia para diseccionar como ningún otro sector social la realidad. Y si no es así, tiremos los libros y agarremos cualquier otro instrumento. Quizá sea momento de poner en marcha un seminario internacional (podría hacerse cargo CLACSO), no de esos absurdos en los que tanto participamos, sino uno que ayude a defender un estado de cosas que ha hecho que América Latina tenga una agenda política inimaginable hace diez años. ¿Vamos a dejar que se caiga? ¿Vamos a ayudar a que se hunda? Ahí algunos no solamente no vamos a participar, sino que vamos a estar enfrente. Abrazos y que siga la rueda de la discusión.

Rebeca Peralta Mariñelarena (México)

Considero que no está de más cuestionarnos sobre quiénes son los que están pidiendo el derrocamiento de Evo y participando de las protestas que buscan generar un clima político propicio para un eventual golpe. Valdría la pena diferenciar entre los indígenas del TIPNIS -con quienes algunos podrían compartir sus demandas, y otros cuestionamos sus vínculos con la derecha y por lo tanto su accionar político-, de los médicos, los transportistas y la COB. Los medios de comunicación y algunos académicos con fuertes compromisos políticos quieren hacernos creer que Bolivia está a punto del estallido social, que las fuerzas populares se unifican y movilizan para tirar al gobierno tirano, represor, anti indígena.

La primera pregunta que surge es si realmente los médicos, los transportistas y la propia COB forman parte de las fuerzas populares que tienen como horizonte una sociedad anticapitalista y anticolonial o si se trata de sectores privilegiados que no están dispuestos a perder sus prerrogativas. Recordemos que los médicos se declararon en paro ante el decreto de ampliación de su jornada de trabajo, con lo que se buscaba mayor cobertura de salud pública; recordemos también el triste papel jugado por estos y otros «profesionistas» durante la Asamblea Constituyente, y es que a nosotros se nos podrán olvidar estos detalles, pero ese sector sabe bien cuáles son sus intereses y para nada pasan por la profundización o «reconducción» del proceso de cambio. Lo mismo sucede con los transportistas, el sector que más violencia mostró en sus manifestaciones y cuyo reclamo se basó en el aumento de tarifas. La COB, por su parte, se negaba a aceptar un incremento del 8% al salario mínimo y demandaba el absurdo de más de 8 mil bolivianos como salario básico.

Como podemos ver ninguna de estas organizaciones tenía como objetivo el buen vivir ni una propuesta alternativa al «neodesarrollismo con base extractivista que el gobierno boliviano promueve». Lo que motivó todas estas manifestaciones son intereses particulares y de tinte economicista: aumento salarial, incremento de tarifas, manutención de privilegios. Ni la COB ni los médicos ni Rubén Costas están dando la batalla contra un capitalismo que acumula por desposesión. ¿Por qué hacer pasar estas movilizaciones como punta de lanza de un proyecto revolucionario? ¿Por qué confundir y, en medio del desconcierto, llamar a tirar un gobierno que, aun con todas sus fallas, es nuestro? ¿Desde cuando a la contra se le llama «movimiento social»?

Este ensayo de desestabilización del gobierno boliviano nos abre una nueva posibilidad de diálogo, crítica y compromiso con nuestros procesos, y nos muestra la necesidad de retomar las preguntas profundas sobre hacia dónde queremos caminar y cómo hacerlo. Es mucho lo que se juega hoy en Bolivia, la derrota del gobierno de Evo en las actuales circunstancias significaría no sólo el retorno de la derecha a ese país sino su fortalecimiento a nivel global, el avasallamiento de las fuerzas populares en la región, el desencanto y el fin de un proceso que tiene como protagonistas a los pueblos.

Stella Calloni (Argentina)

Quizás si muchos de los que escriben aquí hubieran investigado el papel cumplido por la CIA de Estados Unidos y la DEA (desde los años 80 en Bolivia) y la historia de ese país, donde se produjeron más de 180 golpes militares, estarían más autorizados para juzgar. El hecho de que el día en que el presidente Morales llegó a la casa de gobierno y descubrió asombrado que la CIA tenía una oficina allí dentro simboliza lo difícil que ha sido luchar contra esta presencia, sus redes de «fundaciones benefactoras» como se caracterizan, su entrismo en organizaciones sociales y también en sindicales. Entre los doumentos encontrados para mi libro Evo en la Mira CIA y DEA en Bolivia figura una carta de un funcionario de la embajada de Estados Unidos a sus «socios» en Bolivia -donde han tenido un papel clave en el adiestramiento de la policía- pidiendo reuniones urgentes con algunos grupos indígenas «afines» , donde se pueda encontrar una figura que pueda reemplazar a Evo -es decir, una figura «propia» digitada desde el poder hegemónico que aparezca «por izquierda»-, para ser movilizados. Deberían al menos saber que quien representaba a los verdaderamente pequeños grupos del Tipnis en Estados Unidos -porque es absolutamente falso que eran los «indígenas de Bolivia» los que manifestaban- era nada menos que un hombre de Gonzalo Sánchez de Losada. Hay que saber bien lo que sucede porque nada de esto sale en los grandes medios, que son los que manejan a los grandes grupos televisivos como sabemos. Yo tengo amigos en Bolivia muchos, pero todos sabemos que hay grupos de izquierda que precisamente con el sueño de la guerra permanente fustigan más al gobierno de Morales, que enfrenta toda clase de enemigos externos apoyados por sus cómplices que adentro tienen un gran poder económico y son los beneficiarios de las «ayudas» para el desarrollo y la «democratización». Muchas experiencias murieron en Bolivia, no sólo por ese poder colonial que persistió tanto tiempo, sino por los dogmatismos de una izquierda que está perdiendo un momento histórico y no parece entender el proyecto recolonizador trazado sobre nosotros. En un período que pueden crecer su único objetivo es golpear estos gobiernos, objetivo compartido con el poder hegemónico precisamente. Estos debates son comunes por las redes pero creo que en nuestro caso deben tener otra tendencia superadora, no la crítica porque sí, sino un análisis serio y una respuesta con datos concretos, sólidos, para que al menos tengan otra información que no sea la dictada por el poder hegemónico. Nadie puede aducir confusión en estos tiempos. Ningún intelectual puede aducir que creía que la invasión de la OTAN los mercenarios y las fuerzas especiales (criminales en todos sus actos) de las potencias, a Irak o a Libia era «humanitaria» . Sólo si se ha perdido el rumbo. Les bastaría leer las reflexiones del comandante Fidel Castro.

Antonio Elías (Uruguay)

El debate es sumamente valioso, pero sería muy lamentable que se polarice, se pierdan los matices y, por tanto, la capacidad de discriminar lo que está sucediendo en Bolivia. Poco aportaría al debate latinoamericano si lo que empieza como una rica discusión se transforma en los amigos y los enemigos de Evo.

Aurelio Alonso (Cuba)

No voy a repetir las reflexiones, que considero del todo lúcidas, de Houtart, Gilberto Valdés y otros compañeros. Estoy convencido de que se hace necesario remontar las discrepancias internas -sin que signifique renunciar a ellas- y no perder de vista el escenario en el cual nuestros proyectos de cambio se ven insertados. Escenarios en los que hemos logrado victorias, pero modestas victorias, y en los cuales predominan los desafíos. Verlo de otro modo sería miopía política. No hemos vencido al imperialismo y nuestros cambiantes sistemas sociales, más allá de todo lo que los diferencia, son vulnerables. La vulnerabilidad de nuestros proyectos ante el imperio es todavía (y va a ser por muchos años) un denominador común. Rashid Sheriff, desde Túnez, recuerda con mucho tino la trágica experiencia de Granada en 1983, cuando Bernard Coard, en nombre de un radicalismo supuestamente marxista fomentó la confrontación total a Maurice Bishop con el polémico argumento de su reformismo, y desató el conflicto en el cual Bishop resultó encarcelado y posteriormente asesinado (¡¡¿por las fuerzas de la izquierda?!!), dando lugar a la ocupación de la Isla caribeña horas después por la 82 división aerotransportada de los Estados Unidos. Los reclamos indigenistas de radicalidad también pueden ser manipulados por el imperio, como en Granada fueron manipulados los reclamos supuestamente socialistas de Coard. Honduras es otro ejemplo más reciente de manipulación imperial de la crisis, y ha sido convertida en tierra de nadie para el crimen. Hoy, desde la izquierda, no podemos pasar por alto el aprendizaje de estos descalabros históricos. No podemos perder la brújula que nos indica donde se coloca el imperio. El imperio se va a colocar siempre en todo cuanto nos debilite, y donde se coloque el imperio no podemos colocarnos nosotros.

Gonzalo Perera (Uruguay)

Entendiendo y compartiendo la intención de Antonio de no reducir la complejidad del debate a una dicotomía «amigos-enemigos de Evo», debo sin embargo y para mayor claridad, enfatizar que en este momento entiendo que la situación de Bolivia es de alta polarización porque está siendo escenario de confrontación de dos modelos de desarrollo antagónicos para toda la región, que básicamente son:

1) Integración regional en defensa de los recursos naturales vistos como propiedad colectiva de los pueblos en sus generaciones actuales y venideras, sendero que tiene como vanguardia al ALBA, que apunta a una construcción socialista en clave latinoamericana, proceso económico, cultural y político que supone un enorme desafío a la creatividad de nuestros pueblos y que requiere mucha valentía y tesón, pues se opone frontalmente a la explotación de los recursos naturales meramente extractiva, no sustentable y no generadora de distribución de riqueza, y al sometimiento de la región a las leyes del juego de los grandes capitales multinacionales y los Estados que actúan como sus agentes y custodios.

2) Quiebre del proceso integrador con suscripción de TLCs país-por-país o globales con Estados Unidos y la Unión Europea, privilegio de la inversión de esos orígenes con fines extractivos de nuestros recursos, sin control soberano, garantías ambientales ni aportes materiales acordes a la riqueza que se enajena (para estas generaciones y las venideras), con una gestión del capitalismo decadente que adopta en general el tono de un modelo socialdemócrata que atenúa los rigores del huracán liberal pero no altera el núcleo estructural del poder fáctico ni un ápice, ni resuelve los grandes problemas endémicos de la región, sino que a lo sumo los aligera. Y si la situación social lo permite, ni siquiera se conserva esta fachada y se deja al descubierto el rostro del más salvaje neoliberalismo cipayo al que la derecha añora con desesperación en un contexto regional y mundial donde la derecha tiene sendos motivos de preocupación, por lo que trata de imponerlo bajo cualquier costo.

Más allá de las complejidades que tiene el Estado Plurinacional de Bolivia, o las que pueda tener cualquier país del ALBA, del enorme desafío cultural y político de pensar en clave genuinamente socialista y latinoamericana como nos plantea el ALBA, y que no se trata de defender acríticamente y de manera ciega a nadie, a mi modo de ver, en la situación actual boliviana, el ataque al gobierno de Evo Morales es el ataque al modelo 1) en favor del modelo 2) y, recíprocamente, defender el modelo 1) exige defender el gobierno de Evo Morales.

Con el gobierno de Evo Morales, con el ALBA firme, se pueden debatir y corregir mil cosas; cediéndole la llave del poder político al «restauracionismo», no se corregirán los defectos que se puedan reconocer en el gobierno de Evo, pero además volverá lo peor del modelo entreguista y expoliador que tanto hemos sufrido en nuestra América Latina.

No es «Evo si- Evo no» por Evo, sino es un punto de cruce de caminos estratégicos, donde continuar o dinamitar el proceso político que encabeza Evo, con todas las contradicciones y carencias que se puedan señalar, representa tomar una u otra opción estratégica. Por lo que hay una altísima polarización, pero no reducible a resaltar virtudes o defectos puntuales del proceso en cuestión, sino a enmarcarlo en una visión estratégica y regional.

Es por esta razón que no logro visualizar alternativas a sostener esta difícil pero necesaria construcción política o a, por acción u omisión, contribuir a su derrumbe.

Pablo Mansilla Salinas (Bolivia)

Para ir aclarando el debate habrá que diferenciar entre las posturas de académicos neutrales que tratan de entender e interpretar el proceso actual, de los que son abiertos activistas políticos, seriamente involucrados en partidos de Bolivia.

Muchos de los actuales «críticos» al gobierno de Evo, trabajan directamente con Juan del Granado, líder del Movimiento Sin Miedo (MSN), organización política (descendiente del MIR) aliada anteriormente con el gobierno y que ahora es su principal opositora. Es claro que ellos quieren derrocar al MAS, ¿para qué?, según ellos para colocar a Juan del Granado como «sucesor» natural del Evo. El problema viene cuando los medios que utilizan para tal fin, desestabilizan a toda la región, porque «ocultan» los innegables logros del proceso, idealizan y legitiman a toda oposición gubernamental y al tratar de articular la protesta hacen pactos con los peores enemigos de la izquierda, a saber:

– Rubén Costas (gobernador de Santa Cruz, exmirista) estableció pacto político con la Cidob para apoyar la marcha Tipnis. Él rechaza la carretera porque rompería el monopolio comercial que los cruceños tienen sobre todo el nororiente del país (se escandalizan por el subimperio brasileño y protegen al subimperio camba). El MSN promueve y financia la IX Marcha Tipnis, como lo ha reconocido públicamente su senadora Marcela Revollo.

– Jaime Solares, (dirigente de la COB) que propone dinamitar el Palacio Quemado y que sabe muy bien cómo hacerlo, porque ha sido identificado por sus víctimas como uno de los paramilitares represores en tiempos de la dictadura. La COB ya no es la gloriosa organización obrera de otros tiempos, el neoliberalismo la desmanteló y ahora solo le quedan las siglas.

– Doria Medina, empresario cementero representante de la escuálida derecha boliviana, que en concordancia con ellos sugirió hace unos días «colgar» al Evo como se hizo con Villaroel (presidente en los 40tas).

Por supuesto que el gobierno ha cometido muchos errores, así como aciertos, pero cualquier boliviano sabe que las movilizaciones han sucedido y sucederán todos los días en la historia de Bolivia. Lo peligroso es caer en el juego mediático (armado por medios masivos internacionales) que nos quiere mostrar esto como una movilización generalizada del pueblo (médicos incluidos) para sacar al Evo. Nos quieren convencer, por medio de la encuestocracia, que el desencanto es total y el recambio inminente. Quieren que avalemos la peor cara del imperio, la intervención de un proceso democrático, el más legítimo de toda la historia de Bolivia en términos electorales.

Al auto legitimarse como ecologistas/indianistas/antineoliberales «califican» como traidores o aliados a los compañeros que están interesados en entender un proceso que, por la lejanía, necesitan de su mediación para aproximarse más a la realidad de una siempre convulsionada Bolivia.

Habrá que beber directamente de la fuente antes de que se lleven el agua… a su molino.

Magdalena León (Ecuador)

Informaciones y reflexiones concisas como las que aportan Pablo, Rebeca y otras/os bolivianos a este intercambio resultan contundentes para ubicar los hechos en su sentido coyuntural y en el estratégico. Así también las alertas sensatas que hacen compañeras/os desde realidades tan crudas como las de México o Guatemala, o desde la valoración de los difíciles y esquivos procesos de cambio que registra la historia reciente y no tan reciente, o desde la ponderación de las frágiles condiciones en que nos hemos atrevido a volver a hablar de revoluciones, y sobretodo a intentar una inflexión que nos lleve a transformaciones soñadas, con más incertidumbres que certezas, con más búsquedas e invenciones que libretos hechos….

El episodio que ha motivado este debate muestra, una vez más, la necesidad de componer o recomponer enfoques válidos sobre el cambio, líneas de interpretación para leer y acompañar con pertinencia unas realidades que parecen rebasar las ‘capacidades instaladas’ en el medio intelectual de izquierdas. Resulta corta, por decir lo menos, la visión política supuestamente ‘critica’ y claramente cómoda de aplaudir el acierto y condenar el error de los gobiernos de cambio; no es esa la aritmética para estos tiempos, que requieren sumar y acrecentar fuerzas para la disputa con los verdaderos adversarios, que no son precisamente nuestros presidentes.

Esto esta claro en muchos entornos de movimientos y pueblos, como lo muestra la iniciativa tomada por el ‘I Encuentro de ex Dirigentes Indígenas de Ecuador’ de expresar y convocar a un respaldo incondicional al Presidente Evo Morales, que de algún modo provocó este debate.

Lo que ocurre en Bolivia tiene serias implicaciones para todos los países con ‘gobiernos de cambio’ y para los procesos regionales alternativos que, justamente, ese bloque impulsa. El desafío es mantener y profundizar estos procesos, no cerrar puertas que, casi milagrosamente, se han abierto hace tan poco tiempo.

Julieta Paredes (Bolivia)

Yo no creo, y tampoco mis compañeras de la Asamblea Feminista, que Evo es un traidor como dice Pablo Dávalos; creo que se equivoca en muchas cosas pero nosotras nunca delegamos nuestros sueños a un hermano ni hermana. Han sido semanas de conflictos donde anteayer ya la COB dijo claramente que de lo que se trata es de profundizar el cambio y no se trata de voltear al Evo que es la propuesta de la derecha, la marcha del TIPNIS esta bastante desmovilizada y los médicos están solos porque ya los trabajadores de salud se desmarcaron de ellos pues es criminal una huelga de salud de 49 días; el pueblo se muere y no les importa, y cuando se quiere realizar una cumbre de salud para solucionar los problemas entre todos, los médicos dicen que debe ser una cumbre técnica, con gente profesional, la OMS y la OPS, en suma, que las mujeres y hombres del pueblo no tienen nada que opinar.

Ángel Guerra Cabrera (Cuba-México)

El gobierno de Evo Morales ha cumplido sus compromisos fundamentales con los bolivianos. Ha restituido la rectoría del Estado en la economía, renacionalizado los hidrocarburos y aprobado en referendo una nueva Constitución que proclamó el Estado Plurinacional de Bolivia. Consagró en ella el derecho de los pueblos indios a la tierra, el territorio y la autonomía y el control social de los recursos naturales. La población vive mejor y goza de derechos y servicios políticos y sociales impensables antes de este gobierno, la pobreza disminuye consistentemente, se erradicó el analfabetismo y casi la cuarta parte recibe la atención de médicos cubanos o bolivianos formados en Cuba. Bolivia es un destacado miembro de la Alba, impulsa una política exterior propia, latinoamericanista y solidaria respetada en el mundo. Evo, por consiguiente, no tiene contrincante en las próximas elecciones.

Pero quien haya recibido acríticamente el mensaje mediático dominante en las últimas semanas pensará que el líder cocalero está a punto de ser derrocado por una insurrección popular. Sí, ha existido una escalada de conflictos sociales, pero sus protagonistas, por regla general, no defienden demandas legítimas sino privilegios, y son exiguos comparados con los movimientos indígenas o interculturales, que mantienen su apoyo a Evo y al proceso de cambios. La huelga de los médicos de los hospitales públicos exigiendo conservar el «derecho» a solo trabajar 6 horas se prolongó varias semanas, sumada al paro de 48 horas de los trasportistas de La Paz y El Alto negados a aceptar un reordenamiento del sistema, que paralizó ambos centros urbanos. Encima la huelga de dos días de la COB, hoy ni la sombra de lo que una vez fue, pero muy eficaz para impresionar al televidente no informado cuando los mineros que permanecen en sus filas detonan petardos en marcha por la capital. No obstante existir elementos sanos entre sus cuadros, queda mucha influencia en la COB de los supuestos ideólogos de la revolución permanente encabezados por Jaime Solares, paramilitar y torturador durante la dictadura de Luis García Mesa.

Pero las citadas medidas de fuerza no deben subestimarse pues tienen toda la apariencia de un ensayo para más adelante pasar a acciones más violentas y desestabilizadoras. No debe olvidarse que Estados Unidos por boca de su embajador de entonces llamó a no votar por Evo antes de su primer mandato ni todos los posteriores intentos de desestabilización patrocinados por la representación del imperio, incluyendo el intento de golpe «cívico» de los separatistas de la Media Luna. Este dirigido por el embajador Philip Goldberg, expulsado del país por eso -como en su momento la oficina de la DEA- debido a su actividad subversiva. Pero hay pruebas de que la embajada y las fuerzas de derecha, junto a las ONG gringas u occidentales, continúan buscando contactos donde quiera que se vislumbra una inconformidad para estimularla y reclutar colaboradores entre sus líderes, como ha sido en el caso de algunos dirigentes de los marchistas del Tipnis y en muchos otros.

En Bolivia, como en todo país subdesarrollado que inicia su liberación nunca es suficiente la obra material que realicen los gobiernos por lo monumentales de las necesidades acumuladas en siglos. Pero con todo y lo difícil que es eso, mucho más lo es y toma décadas lograr el cambio cultural de la sociedad en su conjunto para vencer los traumas creados por la colonia, el capitalismo subordinado, el colonialismo interno, el racismo y el patriarcalismo. A ellos se agregan las contradicciones entre el vivir bien andino (horizonte deseado) y la necesidad imperiosa de insertarse en el mercado mundial capitalista, entre las ansias de consumo legítimas más el consumismo estimulado por los medios de difusión dominantes y el deber de cuidar el medioambiente. En el aprendizaje que cada proceso revolucionario debe realizar sus dirigentes -por lúcidos, sensibles y autocríticos que sean- cometen muchos errores. Seguramente Bolivia no es la excepción pero no se aprecian errores de principio que pongan en peligro el rumbo.

En todo caso y con sus errores, el gobierno de Evo es del pueblo boliviano, de los pueblos latinoamericanos, es nuestro. No debe haber vacilación ni condicionamientos a la hora de defenderlo con uñas y dientes del enemigo imperialista y sus cómplices locales.

Ana Esther Ceceña (México) Parece ser que todos coincidimos en la idea de que hay que defender el proceso boliviano. La idea de proceso, en general, nos permite pensar el movimiento y la variabilidad de las estructuras o instituciones, tanto como de las relaciones entre sujetos, ya sean sujetos opuestos y confrontados o afines, con todos sus matices. No obstante, está claro que el contenido que damos o la perspectiva desde donde vislumbramos el proceso es muy diferente y me gustaría que nos detuviéramos un poco en el punto, porque políticamente -y también teóricamente- es central para orientar nuestras definiciones y los límites o alcances de nuestras apuestas políticas y nuestros planteamientos. Ahora bien, para algunos, el proceso es simplemente el medio que permite conectar punto de partida y fin o meta, y en esa medida debería ser lo más corto y ágil posible para permitir el acceso a una nueva situación. La importancia está en el punto a alcanzar y por ello produce una cierta impaciencia la incompletud del tránsito. Para otros, en los que me incluyo, el proceso es justamente el espacio de transformación; es donde se procesan los cambios que configuran ese nuevo mundo que se quiere alcanzar. En este caso, el proceso es infinito y en él se tejen los nuevos contenidos culturales, tanto con respecto al ejercicio político o al modo de reproducción social (sumak qamaña, por ejemplo), como a las figuras institucionales e incluso a las divisiones político-territoriales. Deshacer el capitalismo, como lo ha demostrado larga y reiteradamente la historia, no es asunto de agenciarnos la propiedad de los medios de producción, sobre todo si esos medios siguen haciendo las cosas de la misma manera (sus definiciones técnicas son limitadas y con una orientación precisa). Se trata también de desaprenderlo, de expulsar de nuestras cabezas el modo capitalista de entender el mundo. Y ahí hay una clave fundamental: el capitalismo, por naturaleza, es corrosivo de la comunidad, crea comunidades ilusorias y desbarata comunidades reales; des-sujetiza. El proceso emancipatorio es al contrario, por naturaleza también, sujetizador. Pero eso no se decreta, se construye en la lucha y en las prácticas de convivencia. Y eso, para mí, es el elemento de creación del nuevo mundo. En ambos casos, sin embargo, no se puede descuidar que la emancipación es la otra cara de la dominación y que nos encontramos inmersos en un capitalismo cada vez más salvaje y despiadado, pero también seductor y fascinante; que nos domina a través de nosotros mismos y que obliga, por ello, a una emancipación integral y profunda, tanto en contenido como en tiempo. Es decir, una colonización de más de quinientos años no se resuelve en 10. Hemos abrevado a lo largo de generaciones de la fuente epistemológica que nos convence de la competencia, el paternalismo, la suplantación, el uso de la fuerza en vez del argumento, y de tantas otras cosas de las que tendríamos que desincorporarnos para ir creando nuestros propios sentidos de realidad y de convivencia, de política. Es preciso a la vez reaprender y rediseñar el sumak qamaña de nuestros tiempos, usar las instituciones que tenemos para disolverlas, no para reproducirlas, pero enfrentando con toda conciencia la complejidad de la realidad que estamos intentando negar. El poder de las transnacionales -o de las otras personificaciones del sujeto capitalista- para imponer los modos de reproducción y de muerte capitalistas no desaparece porque no lo queramos ver o porque estemos ocupados inventando nuestra vida emancipada. Al contrario, es la clara negación de nuestras posibilidades de futuro. Tenemos que avanzar derrotando ese perverso modo de vida y creando el nuestro y eso supone también aprender a manejar nuestros tiempos con paciencia y sabiduría y trazar estrategias de largo plazo en las que nosotros mismos vayamos siendo transformados, pero sin desentendernos, en ningún momento, de que no somos los únicos en este mundo y que nuestra visión y nuestras utopías serán combatidas, por todos los medios (que son muchos y diversos), por los poderosos que no están interesados en perder sus privilegios.

Emiliano Mantovani (Venezuela)

Mi preocupación reside en que tiene que haber, necesariamente, un espacio de interpelación constante al poder constituido, más allá de la crítica racista, neoliberal y neocolonial de los sectores de derecha. Y eso no está ocurriendo. Lamentablemente en Venezuela, en nombre de no afectar la Revolución Bolivariana, a mi juicio tenemos una muy buena parte de la izquierda, como una izquierda «notariada» (en palabras de Yuly Valecillos). ¿Hasta dónde puede llegar la autocensura? ¿Y en nombre de qué?

Si el Estado es ahora un campo de batalla, un ámbito de profundas contradicciones, la continuidad de la lucha de la izquierda tal vez debería seguir orientándose hacia las formas neoliberales que operan dentro del Estado, porque ellas no tienen otro objetivo que el mismo que las motoriza en los Estados declaradamente neoliberales: despojar y explotar a los pueblos de nuestra región.

¿Cómo? Tal vez no dinamitando el palacio, sino dinamitando las estructuras del pensamiento colonial que están entre nuestros gobernantes y nuestros pueblos. Y eso, me parece que requiere una crítica de raíz, permanente e insoslayable, gobierne quien gobierne. Al menos eso.

Ana Esther Ceceña (México)

En el II Congreso de Gas y Petróleo Evo Morales llama a los estados a estatizar las riquezas de las naciones.

Más allá de que se pongan límites al capital y se intente proteger el patrimonio de la nación, de aquí surgen varias preguntas, que deberíamos explorar con cuidado:

1. La estatización ha sido ya probada en tiempos pasados tanto por gobiernos capitalistas «independentistas» como por gobiernos socialistas. Permite aumentar la capacidad soberana de los estados pero tengo dudas de si permite aumentar la capacidad soberana de las sociedades, que finalmente es lo que está en cuestión en estos tiempos.

2. La estatización no se acompaña de un cambio de criterios en el terreno de la apropiación. No implica una reconsideración ecológica ni de corto ni de largo plazo. Tampoco modifica el modo de producir, generalmente se mantiene el estilo tecnológico y el de relaciones laborales.

3. Puede ser interesante en cuanto limita la intervención del capital privado y regula la relación nacional-extranjero (en ese sentido amplía la soberanía del estado), sin modificar sustancialmente la relación capital-trabajo o capital-naturaleza. Es decir, se ponen límites al capital pero no al capitalismo.

Inventar otra manera de reproducir la sociedad recuperando y actualizando nuestras prácticas no-capitalistas de relación con la naturaleza no es fácil pero es indispensable para detener la catástrofe ecológica y social capitalista. Una vez que el mundo ha cobrado una amplia conciencia del inevitable carácter predatorio del capitalismo repetir sus prácticas, aunque en otras manos, no nos coloca en un mejor camino. No se trata de un problema de distribución de la renta, se trata de vivir de otra manera, en complementación con la naturaleza y sobre bases democráticas colectivas. Se trata de rehacer comunidades post-capitalistas. ¿O no?

Alejandro Dausá (Bolivia)

El debate es buen ejemplo y reflejo de las posiciones acerca de los caminos que se han abierto en los últimos años en América Latina, y que en ocasiones nos desconciertan o desencantan.

Coincido en el análisis que algunas personas hicieron, recordando el marco planetario que incluye la existencia real del imperio dispuesto a intervenir, invadir, bombardear, boicotear, bloquear. Sugestivamente, es un análisis que no figura en varios de los diagnósticos críticos hacia el gobierno boliviano realizados desde posiciones «de izquierda» del país. Como si el imperio no existiera y no tuviera proyectos.

En general, se puede decir que la lucha interhegemónica de años recientes (sectores subalternos vs. grupos tradicionales de poder) parece haber derivado a una lucha intrahegemónica (interior del campo popular) que está marcada por reclamos sectoriales y parciales (poquísimos son los que proponen cambios estructurales).

En este período de transición posterior al quiebre del proyecto neoliberal puro y duro, Bolivia se miró en el espejo y se definió tal y como es; plasmó esa imagen en la nueva Constitución, cargada además de horizontes utópicos (vivir bien, democracia participativa, etc.) con el significativo agregado de haber sido producto de una Asamblea Constituyente y amplia participación popular. Sin embargo, no hubo hasta ahora afectaciones significativas a las estructuras económicas y de producción, que se mantienen profundamente capitalistas. Creo que los cambios mayores se han dado en la recuperación de la dignidad (e incluso identidad, derechos y entidad) de las grandes mayorías, fundamentalmente pueblos originarios. No es poco. Se trata muy probablemente de una ruta sin retorno, lograda por primera vez en más de 180 años. Pienso que constituye una plataforma de enorme importancia hacia otras posibles luchas y conquistas. Lamentablemente, en ese posible tránsito las contradicciones y movimientos erráticos del gobierno han sido innumerables, aunque hay que destacar prolijidad en políticas macroeconómicas, respaldo a políticas sociales puntuales, asociación con otros gobiernos progresistas de AL y demás.

En meses recientes es perceptible un cierto «ambiente destituyente» que se ha ido espesando. No es el primer intento (hubo otros más crudos, como la contratación de aquel equipo de mercenarios, el proyecto de secesión de la Media Luna, etc.). Sin embargo, en una coyuntura diferente, provoca desgaste y distracción de la gestión de gobierno, que debe ocuparse apagando mil fuegos. Paradójicamente, la voluntad mostrada en situaciones anteriores más duras se estancó; se burocratizó, atrapada en los esquemas y hábitos del Estado señorial.

Termino con un ejemplo que desnuda al país real: la plaza principal de Santa Cruz es un lugar de enorme peso simbólico para la derecha local. Allí se pueden contemplar hace muchos meses varias gigantografías. Corresponden a fotos de sus héroes. Uno, el responsable de la masacre de campesinos en El Porvenir (dpto. de Pando); otro, uno de los principales mentores y financiadores de los mercenarios; los demás, fugitivos de la justicia por haber estado involucrados en esos planes, o por defraudación y estafas al pueblo. Se los presenta como perseguidos políticos. Son las señales visibles, públicas y desafiantes del talante patronal discriminador incrustado no sólo en el sentido común de los grupos tradicionales de poder.

Rebeca Peralta Mariñelarena (México)

Leí con atención los cuestionamientos a la estatización de recursos naturales -bienes comunes- promovida recientemente por Evo Morales. Comparto el sentido general de las preguntas, que parten de la búsqueda de nuevos caminos que nos ayuden a avanzar en la construcción de un mundo pos capitalista, y quisiera hacer un par de anotaciones que me parece hay que tener en cuenta.

Es cierto que la estatización ha sido ya probada en otros tiempos y lugares sin que eso haya significado un incremento de la capacidad soberana de las sociedades, pero me parece que en Bolivia cobra un sentido distinto al ser demanda histórica del movimiento indígena y popular. Los guerreros del gas son la expresión más nítida de lo anterior, la Agenda de Octubre su condensación más clara.

Cierto, la nacionalización en sí misma no potencia a las sociedades, pero si los beneficios económicos que se obtienen de la recuperación de los bienes comunes se transfieren directamente al gasto social -más si estamos hablando de un país que carga sobre sí una desigualdad y pobreza del tamaño del boliviano-, entonces, esa nacionalización si amplía la capacidad soberana de la sociedad. Eliminar el analfabetismo, disminuir la pobreza, crear mecanismos para el acceso a la salud, la educación y la vivienda, son, desde mi punto de vista, formas de aumentar esa capacidad soberana.

Coincido totalmente con los otros dos puntos que se señalan, estas nacionalizaciones no modifican el modo de producción, no cuestionan de manera profunda el modelo de desarrollo capitalista, son límites inherentes a las nacionalizaciones de los bienes comunes dentro del capitalismo. Ahora, ¿cómo se construye el pos capitalismo?, ¿cómo se suplantan los modos de reproducción y producción de la vida? Son preguntas para las que no tenemos respuestas. Y es ahí donde se hace urgente volver al debate sobre las transiciones, estos momentos en lo que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. Y volver también al debate sobre si el socialismo -los socialismos diría yo, comunitarios, del siglo XXI, raizales, etc.- es posible en un solo país, porque si estamos convencidos que la construcción de un mundo pos capitalista es una tarea que nos corresponde a todos, entonces los límites que el propio sistema mundo capitalista le impone al proceso boliviano se tornan más comprensibles y nuestras tareas por desmontarlo a escala global también.

Magdalena León (Ecuador)

Brevísimas reacciones a los puntos que se anotan:

Las ‘nacionalizaciones’ actuales tienen sin duda otro sentido porque cambiaron varias condiciones materiales, políticas e ideológicas con la globalización neoliberal. La disputa cambio no sólo de tamaño, sino que la configuración y proyección de lo público, la reivindicación de bienes comunes para encarar los alcances de la privatización y mercantilización, se han tornado cruciales como condición para hacer posible la recuperación – invención de ‘otra economía’.

Los asuntos de soberanía, propiedad y redistribución son centrales en cualquier propuesta hacia una economía no capitalista, son simultáneos y no excluyentes con los referidos a formas de producción y de trabajo.

Al aludir a la ‘soberanía de la sociedad’, de qué parte de la sociedad hablamos? ¿No se acerca esa visión al postulado neoliberal de contraponer Estado y sociedad, reivindicando a la llamada ‘sociedad civil’ como esfera de legitimidad plena y oscureciendo la confrontación público – privado, que es la fundamental ahora?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.