«Hay poca claridad de qué significa una política cultural nacional para México.» Carlos Villaseñor Anaya. Si hay que re-trazar culturalmente el territorio nacional desde los años 2000 al 2018, es y será en el país de las sombras espectrales, re-considerando los gobiernos de Fox Quesada, Calderón Hinojosa y Peña Nieto, entronizando y quedándose la guerra […]
Si hay que re-trazar culturalmente el territorio nacional desde los años 2000 al 2018, es y será en el país de las sombras espectrales, re-considerando los gobiernos de Fox Quesada, Calderón Hinojosa y Peña Nieto, entronizando y quedándose la guerra contra el narco-las drogas, generándose lo que actualmente son los muertos, los desaparecidos y los desplazados.
La subcultura del narco-las drogas, paralela a las culturas oficial y popular, ha sido el resultado del Estado fallido por el Estado-Narco, no dejando de haber expresiones socioestéticas como la música, la literatura, el teatro, la pintura, la danza y el cine tocadas y alteradas por la narco-cultura.
Nada, nadie y alguien para asustarse: el temor, el miedo, el terror y el horror llegaron puntual, violenta y criminalmente a las horas de las deshoras esperadas, inesperadas y desesperadas, del día a la noche, después de amanecer la oscurana madrugada, re-encontrándose en la calle a un joven estudiante normalista con el rostro desollado y las cuencas vacías, no mirando nada, nadie y alguien.
¿Qué pasó en los tres sexenios con el INBA y Conaculta-Secretaría de Cultura: vivir del presupuesto los funcionarios culturales y de las becas y los premios los creadores?
Nada, nadie y alguien para incomodarse en las zonas del confort institucional: El mainstream de la cultura es mercantil, «la moda imponiéndose al arte», la cultura y el arte es el turismo cultural que nos representa.
La decadencia y la crisis de la cultura es funcional e institucional, irrumpiéndola lo disfuncional con la corrupción, la violencia y la criminalidad, siendo parte de la corrupción los puestos y los privilegios con los recursos culturales, de los funcionarios a los creadores.
Después del proyecto Vasconcelista, se llegó al Salinista con El Príncipe de O Paz, Fuentes, Monsiváis, Krauze y Camín, de Letras Libres a Nexos, los del Círculo de Poesía y la Fundación para las Letras Mexicanas.
Dándole seguimiento a la crítica socioestética de Blanca González Rosas y a la crítica de medios de información y comunicación Florence Toussaint, en la revista Proceso, de los años 2000-2018, desde luego hay más que criticar y lamentar de la decadencia y la crisis de la cultura.
Lo cierto es que la cultura, la del Prianismo, la oficial y la institucional que ha sido responsabilidad del Estado, así como el derecho a la cultura, están en el todo modo de la corrupción en la administración y difusión de los recursos presupuestales como paliativos contra la violencia y la criminalidad de la narco-cultura, emergiendo del profundo pozo negro a la superficialidad de una sociedad fragmentada y totalizada en el consumismo capitalista, sea de lujo, artístico y funeral con la ligereza, de lo sólido a lo líquido, de Bauman a Lipovetsky.
La modernidad en la transfiguración con la confusión de la memoria en la identidad y en la pertenencia, a qué altura -medianera- como bajura de los instintos y los complejos machistas y hembristas de los hombres y las mujeres en el poder político y económico de una clase política gobernante, zafia y frívola, desde sus fueros internos a los externos con alteradas funciones psicológicas por el poder mismo de ser ellos mismos -los representantes- de una democracia representativa que mediática y culturalmente son los pensamientos y las palabras, los actos y los hechos de lo que ahora hiere y mata cualquier tentativa viva de sernos y hacernos más a una cultura de la vida que a una cultura de la muerte.
De la cultura de la pobreza a la pobreza de la cultura, el poder de la cultura no debería ser y hacerse la cultura del poder, y si así va a suceder habría que poner atención en lo de la cultura política, a la mexicana, de la cual siempre se ha desprendido la sucedánea y la adocenada política cultural.
La cultura, en sus creaciones, expresiones y manifestaciones es lo que somos, intrínsecamente, de los antiguos a los modernos mexicanos, entrecruzados por la conquista y la colonia, el progreso y la modernidad.
Hasta aquí la historia, cuando se acumula algo interno y nos revienta en el pecho: Tlatelolco 68, en la plaza de Las Tres Culturas:
Para atrás y para adelante el pasado y el presente, porque alguien le abrió un boquete a una de las puertas en el laberinto de la soledad.
¿Existió alguna vez el país de las doradas manzanas al sol?, porque lo que está sucediendo en el país de las sombras espectrales, entre la Media Luna, Comala y Ayotzinapa con los muertos, los desaparecidos y los desplazados de esta tierra y a ras(tras) de los caminos, las calles y los pueblos, no es de otro mundo, tal vez sí o quizás no, del mundo de arriba, del cielo en medio y de la tierra abajo: en la gente y en los demás, en los otros y en nosotros.
El progreso de la corrupción y la impunidad.
La modernidad en la confusión de la identidad y la pertenencia, donde casi todo es para todos adquirible, usable, consumible y desechable en el totalitarismo-consumista, evidenciándose que la pobreza de la cultura (oficial) está por encima de la cultura de la pobreza (popular), y que en la segmentación sociocultural opera un intercambio, vertical, expansionista y consumista con el poder de la cultura en la cultura del poder, a todo modo con la economía, el mercado y el mainstream nacional, internacional y global: En el capitalismo de lujo, artístico y funeral.
Por lo anterior, a la cultura, hay que bajarla a ras de tierra, a sus raíces, tallos, ramas y hojas, que florezca y que dé frutos verdes y maduros, en tiempos de secas y en tiempos de agua, de la siembra a la cosecha, continua y sin parar, con las puertas abiertas al sol, a la luna y a las estrellas.
La cultura no es nada más de espacios, también, de atmósferas, más de afuera que de adentro, aérea y alada, terrenal y telúrica, solar y lunar, a cielo abierto con la estrellas: más cosmogónica y menos cosmo(a)gónica:
Lo que ilumina, dimana con la luz clara como el agua, estática, estética y extática; de lo ancestral natural a la moderno social.
Sin reparos.
Sin distingos.
Sin aspavientos.
Tejerla.
Urdirla.
Tramarla.
De la nervadura a lo artesanal de lo orgánico en lo rural, ejidal y comunal como en lo urbano, periférico y céntrico:
Más horizontal que vertical.
Sí, todas las redes, las rurales y las urbanas, las del campo en la cosecha y las del mar en la pesca, navegando en el campo y arando en el océano, las humanas y las sociales, las de las bibliotecas y las de los lectores, las análogas y las digitales, las de las manos y las de los dedos para el enjambre de la creación, la investigación y la difusión:
Un enjambre humano y una regeneración nacional para la animación sociocultural.
De entre «las bellas artes» y «las expresiones de élite», han prevalecido «las culturales
populares» que con el Ya Basta indígena-campesino-zapatista re-tomaron su existencia y su dignidad en lo que aún es el México profundo en el país de las doradas manzanas al sol al país de las sombras espectrales: un territorio había regresado (de y a sus) orígenes antroposocioculturales: La Realidad de Los Caracoles.
Nunca había dejado de ser y hacerse la comunidad más allá de la periferia y la marginalidad de las colonias populares en la ciudad y en el campo: lo original y lo auténtico de lo rural como existencia y subsistencia.
La cosmogonía de los pensamientos y las palabras, los actos y los hechos, no en el mundo de arriba, y sí en el cielo de en medio y en la tierra de abajo.
Re-generar las culturas populares y re-estructurar las bellas artes con las expresiones de élite es ante todo y para tod@s unas necesidades existenciales, vitales, orgánicas, materiales, inmateriales, tangibles, intangibles, sociales, estéticas y culturales: nada, nadie y alguien fuera de lo que somos nosotros y los otros, los demás y la gente.
Las entrevistas a Carlos Villaseñor Anaya y Alejandra Frausto Guerrero en la revista Proceso 2162/2165, denotan y connotan las limitaciones y las necesidades (de y para) una política cultural, territorial y nacional.
Entonces, si se tiene lo que existe en las culturas populares, las bellas artes y las expresiones de élite, por qué no horizontalizar más con la re-generación popular y verticalizar menos con la simulación institucional, dejándose de los ismos como el provincianismo, el nacionalismo, el populismo, el cosmopolitismo, el multiculturalismo, el muralismo de tabla roca y el puritanismo de las mujeres y los hombres de La Veladora Perpetua-#MeToo, el capitalismo de lujo, artístico y funeral.
Ir-in tras la innovación tecnológica y la moda con las culturas populares, las bellas artes y las expresiones de élite, es y será vaciar lo de adentro de lo orgánico con lo de afuera artificial, más rigor en la cantidad comercial y más valor estético en la calidad.
La creación y la re-generación no son un revisionismo crítico oficialista e institucional, y menos un populismo-realista-socialista.
Lo que debe ser el hacer y el quehacer de una época son las necesidades, las individualidades, las colectividades y las comunidades en un contexto-un reflejo en que el poeta pinta con las palabras del pintor:
El poeta y el pintor proyectando sombras en el agua mientras el sol juega con la infantería a su regreso del mar. Ian Anderson-Jethro Tull. Thick As A Brick
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.