Desde los orígenes de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), antes Escuela Nacional de Agricultura (ENA), en 1854, se ha venido discutiendo y reformando el carácter de la misma en torno a la función que debe cumplir para con la sociedad. Sin duda alguna este proceso se ve influenciado por los acontecimientos que han conmovido al […]
Desde los orígenes de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), antes Escuela Nacional de Agricultura (ENA), en 1854, se ha venido discutiendo y reformando el carácter de la misma en torno a la función que debe cumplir para con la sociedad. Sin duda alguna este proceso se ve influenciado por los acontecimientos que han conmovido al país desde aquellos años.
La revolución de 1910-1917 fue uno de los más importantes, pues al ser cerrada la escuela en 1914, debido al el ascenso del movimiento revolucionario, muchos jóvenes se sumaron a las filas de los ejércitos de Zapata y Villa; unos tomando el fusil y otros en la comisiones agrarias haciendo deslindes para restituir o dotar de tierras a las comunidades.
La experiencia adquirida a través del acercamiento directo con la población rural, sumida en la miseria y pobreza, y la problemática agraria que se manifestaba en el país, fueron fundamentales para que, después del periodo revolucionario, se reformaran los métodos de enseñanza, las finalidades y aspiraciones de la ENA forjando así el carácter social de la profesión del agrónomo.
Así quedó plasmado en el Acta de Inauguración de la ENA al trasladarse a la ex hacienda de Chapingo un 20 de noviembre de 1923: «Esta escuela preconiza un ideal humano de sencilla comprensión y de rebuscado compañerismo entre los hombres que laboran la tierra, sin que trate de empujarlos hacia la pendiente de la grande explotación agrícola que necesita para florecer y prosperar del padecimiento de enormes multitudes de asalariados sin esperanza […] preconizamos una filosofía de devoción al esfuerzo sin egoísmo, sin esclavitud y sin privilegios; creemos que la forma suprema de ser libre se encuentra en lograr que las organizaciones agrícolas se dediquen a producir para el bien común y no para halagar las concupiscencias de los amos…»
Décadas más tarde, después del movimiento del 68, en el que los estudiantes de la ENA participaron y jugaron un papel muy importante, se desarrolló al interior de la misma el movimiento estudiantil. Entre 1974-1978, se desencadenó el proceso que dio origen a la transformación de la ENA en UACh, incorporando así la autonomía, los principios democráticos en la forma de gobierno (plasmados en el Estatuto Universitario) y reafirmando una vez más el carácter popular de la educación a favor de los oprimidos y explotados.
De aquellos años hacia acá mucho camino se ha recorrido y cada año cientos de jóvenes egresan de esta noble universidad, sin embargo, poco a poco se han ido perdiendo los principios y el carácter de ésta. Así como hemos visto que los objetivos de la revolución fueron corrompidos por las estructuras gubernamentales al servicio de la clase burguesa, en el ámbito educativo y, mucho más particularmente, en la UACh ha sucedido lo mismo.
De la época de la educación socialista impulsada por Lázaro Cárdenas al auge del neoliberalismo en México, el Estado ha dejado de cumplir con sus obligaciones para depositarlas en manos del capital privado. Ahora, las grandes trasnacionales dictan las políticas a seguir por los gobiernos, incrementando así la riqueza de los burgueses a costa del abandono planificado del campo y la explotación de millones de trabajadores.
En Chapingo, a lo largo de su historia, ha habido siempre dos proyectos de universidad en pugna: por un lado está el de la universidad al servicio del pueblo y por otro la universidad al servicio de las empresas, siendo esta última la que ha imperado en los años recientes, auspiciada por las administraciones en turno.
En los salones de clases muchos profesores incluso cuestionan la participación de los estudiantes en actividades y protestas sociales como las marchas «para que se meten en política, eso no deja nada, mejor pónganse a estudiar«, les dicen unos y «ustedes lo que deben aprender es saber cobrar por su conocimiento y no andar regalando su trabajo», vociferan los otros. Esos son los argumentos absurdos que se llegan a escuchar en las aulas cotidianamente, por ello, muchos compañeros a pesar de provenir de zonas rurales y marginadas de diversos estados del país, desconocen o se hacen de la vista gorda ante la problemática de despojo, explotación, saqueo y mercantilización de los recursos naturales, la expulsión del campesinado de sus comunidades y, en general, los grandes problemas que enfrenta el pueblo pobre del campo y la ciudad.
¿Qué pasó entonces con el agrónomo que surgió de la revolución con firmes principios ideológicos y cuál es ahora su papel? Consideramos que es urgente y necesario seguir impulsando este debate desde los salones de clases, exigir que las autoridades asuman también esta responsabilidad pero, sobre todo, organizarnos como estudiantes para analizar las problemáticas no sólo técnicas y productivas a las que se enfrenta nuestro pueblo. Debemos demostrar desde nuestra práctica concreta, que aun siendo estudiantes podemos contribuir a la lucha por «Enseñar la explotación de la tierra, no la del hombre» como reza el lema de la Universidad.
Como militantes de la OLEP estamos convencidos de que la producción agrícola en armonía con la naturaleza y la conquista de una vida digna con justicia social solamente serán posibles en un sistema social que no se fundamente en la explotación del hombre por el hombre, es decir, en el socialismo.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección EDUCACIÓN del No. 9 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 3 de agosto de 2015.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.