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Democracia es el pueblo

Fuentes: Rebelión

Las tensas jornadas que se vivieron esta semana, constituyen una experiencia invalorable: el ejercicio del poder pertenece al pueblo; las autoridades no deben olvidar que son mandatarios. Las muertes abruman, los más de cien heridos duelen; tal es el resultado de la violencia y nada puede restituir estos daños. Pero en el núcleo de la […]

Las tensas jornadas que se vivieron esta semana, constituyen una experiencia invalorable: el ejercicio del poder pertenece al pueblo; las autoridades no deben olvidar que son mandatarios. Las muertes abruman, los más de cien heridos duelen; tal es el resultado de la violencia y nada puede restituir estos daños. Pero en el núcleo de la violencia, está la lucha por definir el verdadero sentido de la democracia.

Cochabamba fue, una vez más, escenario del enfrentamiento: clase contra clase, centro contra periferia, ciudad contra agro. Todos los elementos de la contradicción tomaron posición y demostraron que, cualquiera sea el camino transitado para solucionar la miseria y el atraso, enfrentará los intereses de los grupos privilegiados y, más temprano que tarde, se definirá en la calle.

Derecha reagrupada

Aprovechando las indecisiones que se presentaron en la Asamblea Constituyente, la derecha derrotada en dos sucesivas votaciones, comenzó a reagruparse. Aprovechó muy bien el sesgo que le permitió elegir un número mayor de prefectos y obtenido mayoría a favor de las autonomías en algunos departamentos. Fue suficiente para que proclamara que el programa de cambio debía anularse y el retorno a sus viejas políticas.

No ha dejado de utilizar ni uno solo de los instrumentos con que cuenta: finanzas, medios de comunicación, operadores de chantaje y grupos de amedrentamiento. En determinadas circunstancias, desenmascaran abiertamente sus intenciones y, en otras, se comportan como si fuesen víctimas de persecución. Ciertos poderes transnacionales interesados en el retorno al pasado, difunden la imagen de país inviable que, la derecha interna, construye para justificar una intervención del gendarme internacional.

El último episodio de esta conspiración se inició en Cochabamba, con un prefecto bueno para todo uso. Consciente de que, el referéndum autonómico registró un rotundo NO en el departamento, el prefecto Manfred Reyes Villa propone convocar a una nueva consulta sobre el mismo tema. Además, se proclama partidario de la independencia de Santa Cruz, aunque luego aclare que fue un lapsus. Aclaraciones de sobra, porque su actividad posterior demostró que estaba decidido a concretar sus anuncios y propuestas.

Las organizaciones populares se manifiestan públicamente, en las calles, exigiendo que rectifique su conducta o, en caso contrario, que se retire de la prefectura.

A provocar la violencia

A lo largo del año transcurrido, la derecha se ha mostrado decidida a usar la violencia para imponer sus exigencias. Lo ha hecho con recurrencia, específicamente en Santa Cruz, cada vez que organizó movilizaciones contra el gobierno o cuando las organizaciones sociales protestan contra los abusos de ese poder regional que pretende detentar a través del llamado Comité Cívico pro Santa Cruz y sus similares en otros departamentos. La Unión Juvenil Cruceñista es el grupo que cumple esa labor de amedrentamiento usando palos, cadenas y hasta armas de fuego.

La misma táctica fue usada, esta vez en Cochabamba. Una agresiva contra manifestación recorrió las calles de esta ciudad, el jueves pasado, cuando los sectores populares movilizados se desconcentraban. Más de un centenar de heridos y dos muertes, fue el fatal resultado de estas acciones. Era evidente que el prefecto, apoyado por sus pares enemigos del gobierno, decidió provocar el enfrentamiento, convencido de la impunidad de sus acciones.

Sólo la intervención personal del presidente Evo Morales, llamando a la reflexión a las organizaciones sociales y emplazando a Reyes Villa para que deponga su actitud provocadora, ha impedido que la espiral de violencia nos lleve a una confrontación de alcance nacional. Para hacerlo, el primer mandatario suspendió su agenda de contactos internacionales y retornó al país en la madrugada del viernes. En su mensaje, difundido por radio y televisión, demandó calma y reflexión, convocó al Ministerio Público a investigar los hechos y encausar a los culpables y reclamó el respeto a la democracia que ha conquistado el pueblo.

Fue atendiendo a ese llamado que, el cabildo popular reunido en la plaza principal de Cochabamba la tarde del viernes, levantó el bloqueo de los accesos a esa ciudad y convocó a las organizaciones sociales a mantener una vigilia permanente, para impedir las provocaciones de la derecha. La reclamación de renuncia del prefecto sigue en pie.

Horas después, el presidente Morales propuso la promulgación de una ley para hacer factible la convocatoria a referéndum revocatorio de cualquier autoridad elegida. Esa propuesta podría evitar, en el futuro, confrontaciones entre partidarios de una y otra reclamación.

La conspiración no cesa

La distensión que está ocurriendo en Cochabamba y el paulatino retorno a la normalidad en el tránsito por las carreteras que conectan esa ciudad con el resto del país, es un alivio momentáneo. La derecha está decidida a mantener activo su plan desestabilizador del gobierno. Su aparente victoria, puede llamarla a engaño.

En su intento por detener el proceso de transformación económica y social iniciado por el gobierno de Evo Morales, está poniendo todas sus cartas sobre la mesa. Han aparecido grupos armados, cuya formación había sido denunciada, pero aún no se mostraban. Sus operadores trabajan permanentemente buscando apoyo militar y policial para quebrar la iniciativa popular que, hasta ahora, marca el curso de los acontecimientos. Sus voceros se dirigen constantemente a la opinión pública internacional, incitando a intervenir para «pacificar» el país, mientras sus mentores hacen todo lo que está en sus manos para desestabilizar la situación interna.

La crisis de estos días muestra que, los sectores sociales, están movilizados y no van a ser derrotados. Sin embargo, hay que trabajar en la organización y coordinación de estos movimientos. La derecha cuenta a su favor con estas fallas; proyecta sus provocaciones confiando en que encontrará reacciones en los sectores populares. De ese modo, quiere justificar la conspiración contra el gobierno.

El pueblo decide

Desde el año 2000, los sectores organizados del pueblo han impuesto la agenda política, con sus reivindicaciones. Su movilización hizo posible la nueva ley de hidrocarburos, la convocatoria a la asamblea constituyente, la transparencia en el manejo de la cosa pública y la recuperación de nuestros recursos.

Esas importantes conquistas fueron posibles a través de un camino cuidadosamente seguido: el mantenimiento de la legalidad, pese a que ésta se enmarca todavía en las reglas de juego dictadas por los antiguos grupos de poder. Modificar esa legalidad es la misión que tiene la Asamblea Constituyente; por eso es que la derecha, jugando sus cartas más engañosas, ha logrado empantanar las deliberaciones de la asamblea hasta ahora.

Lo que no ha logrado, pese a todos sus intentos, es desestructurar la organización popular. Por contrapartida, el pueblo se moviliza aún de forma espontánea; de esa forma, a veces, aparecen posiciones extremas que contribuyen a los planes de la derecha. La organización, la coordinación, la unidad de dirección, impedirán las maniobras de la reacción que busca retornar a sus privilegios y, en consecuencia, a la política de explotación del pueblo.

El liderazgo de Evo Morales ha conjurado, una vez más, el peligro de una confrontación nacional. Se hace necesario es que, ese liderazgo, sea reconocido para impedir las provocaciones. En ese contexto, el proceso de cambio avanzará con más decisión y la derecha quedará aislada. La profundización de la democracia es tarea del pueblo movilizado.