Resumen En el año 2013, luego de 21 días de toma de la Universidad Nacional de La Rioja y de movilizaciones de más de 40.000 argentinos acompañando la lucha, el movimiento estudiantil logró destituir de su cargo al ex rector Enrique Tello Roldan, quien gobernaba la Universidad Nacional de La Rioja desde hacía más de […]
Resumen
En el año 2013, luego de 21 días de toma de la Universidad Nacional de La Rioja y de movilizaciones de más de 40.000 argentinos acompañando la lucha, el movimiento estudiantil logró destituir de su cargo al ex rector Enrique Tello Roldan, quien gobernaba la Universidad Nacional de La Rioja desde hacía más de dos décadas consecutivas.
Con la ley de educación superior les fue fácil controlar al movimiento estudiantil desde todos los gobiernos nacionales y universitarios. Los preceptos de la educación superior se impregnaron en el estatuto universitario y el rector depuesto construyó una ingeniería institucional que le sirvió para reelegirse de forma indefinida, perpetuarse en el poder y así llevar adelante su dictadura universitaria.
Luego de la toma se inició un proceso de crisis que se intentó restablecer con elecciones directas a rector, allí los estudiantes fueron divididos por diversas estrategias del régimen transitorio universitario pos-toma, sin respetar el trabajo popular y consensos de comisiones que elaboraron asambleas de base dentro y fuera de la universidad.
Hoy en día se inicia el proceso llamado de Reforma integral de Estatuto, conformando comisiones cerradas, aisladas y excluyentes a la comunidad universitaria y a la sociedad argentina.
Extensión
Avanzando con una propuesta constructiva y alternativa para la universidad pública argentina. El lugar histórico a partir del cual escribimos es el 11 de septiembre de 2013. Día que se abrió un proceso revolucionario desestabilizador, en las narices de Enrique Tello Roldán. Unos pocos desde una Asamblea General de Estudiantes organizamos subversivamente varios años antes el proceso de movilización, centrándonos especialmente en el qué, en el cuándo, el cómo y en los riesgos y alcances como así también en las justificaciones. Tanto en el antes como en el después de la ruptura social y cultural valen todas las críticas y autocríticas. Sin embargo, mientras nos organizamos en la clandestinidad, los profesores que hoy lideran la universidad estaban rascándose el pupo y gozando de sus privilegios (como hoy) sin mostrarse opositores o dando algún tipo de resistencia pública, organizada, investigadora o permanente contra el régimen de los celestes tellistas.
Antes de la toma de la universidad estudiamos ejemplos locales como el movimiento Queremos Universidad Riojana y la organización de asambleas en la crisis del 2001. También analizamos otras luchas muy nuestras como el «riojanazo» y «famatinazo». Valoramos sus críticas y entendimos un pasaje del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918, que «los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan».
Entre los debates y análisis siempre tuvimos clara una situación: que se iniciaba una transición torpe y lenta que no abandonaría automáticamente las viejas estructuras, sino que iba a tomar tiempo romperse por completo. Íbamos a tardar cien años, o más, en romper el sistema capitalista, antidemocrático, colonial, antiestudiantil, racista y patriarcal que lideraba la universidad creada por Carlos Saúl Menem y dirigida por Tello.
Actualmente se encuentra en proceso de Reforma Integral del Estatuto. Proceso que considero de restauración de viejas estructuras, pues a varios les cuesta reinventar y crear nuevas y originarias relaciones sociales entre la universidad pública y el pueblo riojano. Cae en lo fácil, en seguir reproduciendo lo viejo, engañando y negándose a transitar lo nuevo. Hoy en la universidad sucede una transición, pero no para cambiar las cosas en profundidad, sino para continuar reformando la universidad capitalista, patriarcal, colonial, antipopular, racista y antiestudiantil, que se sintetiza en el tellismo.
¿Por qué hablamos de que la universidad no tiene memoria? Hoy dentro de la universidad es antiguo, aburrido, o descolocado, hablar de celestes y de tellismo, porque la hegemonía nos dice que se fueron con la muerte de Tello Roldán. Mintiéndonos en la cara, sabemos que los celestes forman parte como coalición mayoritaria dentro de direcciones de carrera, administraciones de departamentos académicos, sedes, decanatos y rectorado, como consejos consultivos, directivos y superior, entre otras como la Asamblea Universitaria. La misma que ejecutará la famosa Reforma Integral del Estatuto, es decir, de «académicos» que formaron parte de la última dictadura militar, de gobiernos megamineros y de la dictadura universitaria de Tello ¿qué cambios sociales y culturales podemos esperar? Un cambio lento, torpe y restauración. Restauración en el sentido de que volverá la universidad a la normalidad, y esto para los privilegios de algunos pocos, es bueno.
La normalidad que buscan es, por ejemplo, que nos acostumbremos a las estructuras simbólicas como los pupitres atornillados, las paredes limpias y las placas con el nombre de Tello o de sus familiares y de Menem. Es decir, buscan la normalidad para poder seguir gobernando de espaldas al pueblo, quitándole la memoria combativa, organizativa desde abajo y revolucionaria, ya que por ejemplo, en el ingreso de los estudiantes para este 2016, ninguno ha recibido una producción escrita sobre los movimientos estudiantiles en América Latina o sobre el proceso de la toma. Quieren que todo sea normal para dominarnos mejor.
¿Por qué hablamos de Universidad capitalista? Porque como universidad pública jamás se proclamó en contra de la megaminería, ni elabora periódicamente informes críticos y públicos contra la acumulación de la riqueza en la provincia, en el país o en América Latina. Tampoco propone alternativas políticas, sociales y económicas a la explotación del pueblo por los medios de producción de la propiedad privada o en contra de los saqueos de la megaminería en el territorio andino, como en el norte argentino. Ojalá lean Nuestra América de José Martí que dice: «En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país (…) Resolver el problema, después de conocer sus elementos es más fácil que resolver el problema sin conocerlos». En nuestra universidad, se sigue forjando que el único modo de vida es el capitalista, y se despolitiza al futuro trabajador explotado para que se conforme con una profesión liberal y funcional al sistema. La universidad no emancipa, forma explotadores y explotados.
¿Por qué hablamos de Universidad colonial? Colonial en el sentido de que sigue priorizando los conocimientos y análisis hegemónicos de Estados Unidos y de Europa. Siguiendo con la cita textual de José Martí: «Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse a dedillo, aunque no se enseñe la de los arcondes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra». Jamás pude asistir a debates sobre el Tawantinsuyo, el Tinkunako, o sobre las relaciones sociales y culturales de los pueblos originarios antes de la colonización del español Juan Ramírez de Velasco.
¿Por qué hablamos de Universidad patriarcal? Porque jamás se vieron iniciativas de concientización contra el machismo desde el régimen universitario. Ni debates sobre la explotación opresora a las mujeres como a otros sectores aminorados. Jamás se crearon espacios para reconfigurar los planes de estudios de las carreras por la inclusión de formación antipatriarcal, ni existen proyectos de investigación sobre el machismo en la sociedad riojana. Ni hablar de la reproducción machista de ciertos comportamientos que se permiten y legitiman en las aulas, en los pasillos, en los debates y en las oficinas.
¿Por qué hablamos de Universidad racista? Racista debido a que jamás se cuestiona desde la ciencia, que la mayor parte de autores y contenidos que se dictan, son escritos por blancos, europeos y mayormente hombres. Invisibilizando intencionalmente -o por falta de interés en profundizar y conocer- a los debates sociales y políticos desde los negros, y pueblos originarios que también producen conocimiento científico y desde aquí. Es racista porque esta universidad, cree en lo evolutivo, cree poder trasladar lo biológico a lo social como equivalencias, y que hay hombres más evolucionados que otros, en otras regiones, pero los locales, es decir, «los riojanos», no son evolucionados a comparación de. Y lamentablemente, este es un plato servido para la discriminación racial e ideológica en los procesos de cambio.
¿Por qué hablamos de Universidad antidemocrática? Porque la democracia que defienden los patrones patriarcales adentro, es una democracia de papel y letras muertas, de formalidades represivas (como expulsar a estudiantes de la biblioteca universitaria) o instrumentales (como defender el incumplimiento total de los puntos del acta por saberes jurídicos como la famosa enmienda para abrir a elecciones sin modificar las estructuras del tellismo). Es antidemocrática porque se defiende la inclusión de miembros del tellismo, y se protegió políticamente como jurídicamente la salud y bienestar de las riquezas de Tello Roldán como de sus secuaces que se llenaron los bolsillos con fondos de la educación pública argentina.
Priorizan cambios en lo jurídico antes que en lo social. Defienden los procedimientos para fortalecer la institucionalidad neoliberal menemista y las jerarquías de los saberes despolitizados y no críticos, sino más bien superficiales y sin crítica social, económica o política. No hacen consultas populares a la comunidad académica local ni gobierna el pueblo riojano sobre qué políticas educativas debe aplicar como universidad pública de La Rioja. No hay convocatorias a votación o participación popular permanente hacia el gobierno de la universidad. Internamente se desarticulan asambleas de base y resistencias opositoras: se gobierna desde arriba y no desde y con los de abajo, no hay cogobierno.
Disfrutan de sus nuevos autos y cirugías, antes que el conocimiento autogestor-crítico a través de la formación de posgrado. Formación de posgrado que es arancelada y excluye a las clases populares del acceso a la formación de posgrado y perjudica su permanencia. La contradicción es que la educación es un servicio que debemos de pagar en una universidad pública.
En los espacios de toma de decisión como el consejo superior, concejos directivos u oficinas del rectorado o decanatos, jamás veremos una transmisión televisiva, radial o virtual de los debates e informaciones públicas que cruzan en esos escritorios, pues nos acostumbraron a la «cocina del oficialismo: organizando el qué decir, el qué hacer, el cuándo levantar la mano, cuándo aplaudir, cuándo callarse, cuándo defender lo indefendible, cuándo excluir a las voces disidentes, etc.». Para la dominación del pueblo, sea este el universitario o su equivalente, el riojano.
No hay gobernante ni representante, que pueda gobernar o representar con puertas abiertas, pues todos tienen miedo al pueblo que entre a sus oficinas a reclamarle democratización y liberación. Por ejemplo, exigirle juicio y prisión a los profesores, y trabajadores de la educación que fueron funcionarios durante más de veinte años, del régimen dictatorial de Tello como a sus aliados externos, tanto en el nivel municipal, como provincial y nacional, es algo increíble e impensable. Lamentablemente, todo está impune, y desde arriba, sólo amagan tomar iniciativas y retoques para calmar la presión desde abajo, sin embargo, se olvidan que la historia de las luchas sociales, siempre nos demuestra quiénes son los vencidos y quiénes son los vencedores. A esos que ahora se consagran como vencedores electorales, no son los vencedores culturales ni vencedores revolucionarios, pues han sido vencidos por el dinero y sus conciencias no están tranquilas ni coherentes con las mentiras que han dicho, y las prácticas que han cometido.
Es antidemocrática porque los estudiantes que somos la mayoría, gran parte de la entidad que puede llamarse pueblo universitario, no gobernamos la universidad, cuando dimos ejemplo de que por 21 días pudimos gobernar y mantener en mejores condiciones materiales como culturales a nuestra universidad, defiéndela con el cuerpo sin recibir ninguna renta.
Hoy en día, gobierna una minoría de profesores y trabajadores entreguistas del proceso revolucionario, junto a unos mediocres graduados con planes de estudio neoliberales, que se alinean a la grasa de los gobiernos megamineros como a los negociados con la educación pública argentina. Desde arriba nos dicen, que los estudiantes sólo debemos estudiar y no militar, ni participar, ni gobernar, ni debatir, ni criticar, ni destruir, ni construir, ni cuestionar, ni hablar, ni protestar, sólo estudiar.
Lamentablemente hasta que los estudiantes, quienes tomamos la universidad en el 2013, no volvamos como profesores y trabajadores de la educación pública o como graduados, no cambiarán las viejas y sucias mañas de los tellistas celestes o de los reformistas verdes. Y si, se han logrado avances, y todos ellos, gracias a las iniciativas, propuestas y resistencias estudiantiles, como el Comedor Universitario, la Residencia y el Boleto Estudiantil, ninguna es gracias a los de arriba. Los de arriba al ejecutar estas políticas han buscado meterse en el bolsillo al estudiante común, y han logrado meterse al bolsillo, al estudiante burócrata que pone precio a su conciencia y quiere los privilegios de los de arriba y rechaza las incomodidades de los de abajo.
Es antiestudiantil porque el concepto de darnos diversos tipos de becas, busca neutralizar nuestras problemáticas sociales, antes que invitarnos a cambiarlas cooperativamente y participativamente. Sólo debemos estudiar y recibir la ayuda de la que tenemos que estar agradecidos e irnos tranquilos a nuestras casas: «La Casa de Altos Estudios está siendo gobernada por los blancos más capaces y evolucionados».
Es antiestudiantil porque nos quitan el voto universal que es un derecho humano. Nos dicen que nuestra voz y voto estudiantil no vale, o no tiene el peso suficiente para poder decir o decidir sobre algún tema de la universidad, siendo que fuimos los únicos en levantar la voz cuando la represión de Tello estaba sobre nosotros. Dicen tenerle miedo a que el estudiante lo decida todo, a un gobierno estudiantil, a que con su voto pueda sacar y poner al rector o a la conducción política que quiere o rechaza. Nos subestiman, diciendo que no somos capaces como personas de «participar y elegir bien» en la vida política, pues, los evolucionados gracias al conocimiento, son los profesores y gracias al tiempo legitimando a Tello, son los trabajadores de la educación. Cada quien, sabe dónde le aprieta el zapato, salvo excepciones aisladas y puntuales, muchos se callaron y legitimaron los despilfarros de Tello.
El tipo de voto que defienden es un voto que pondera, que hace valer más el voto de profesores, graduados y trabajadores de la educación, antes que el voto estudiantil. El voto no ponderado, es el voto universal entre profesores, graduados, trabajadores y estudiantes. Ese voto que pondera, es el mismo que ponderó a los hombres frente a las mujeres, a los ricos frente a los pobres que no sabían ni leer o escribir, ese voto es nefasto. Dicho voto no ponderado fue aprobado por múltiples y mayoritarias asambleas de estudiantes, salvo en aquellas donde abogados infundieron miedo.
Nos llevan a los porcentajes, y a los artículos de la Ley de Educación Superior menemista de los noventa para excluirnos. Aclaramos: a los estudiantes en la UNLR nos reducen la participación y representación política mayoritaria y popular como les hacían a los negros, a los campesinos que no sabían leer ni escribir y a los que no tenían tierras, como a las mujeres u a los opositores de la dictadura militar. No hay que olvidarse que la transición actual gobierna gracias al voto ponderado de profesores, y ciertos sectores de los trabajadores de la educación, y no gracias al voto de la mayoría de los estudiantes, es decir, de modo ilegítimo gobiernan gracias al voto ponderado, que viola el derecho humano del sufragio universal dentro de la comunidad académica.
Desde la transición lenta y torpe, es restauradora porque han evaluado oponerse a esta Ley como a sus mandatos, para ganar legitimidad interna y externa, como para neutralizar opositores (como lo han hecho con el rechazo a los Fondos Mineros) y seguir gobernando dentro de los parámetros estructurales de una universidad normal, que es capitalista, colonial, antidemocrática, racista, arancelada, patriarcal y antiestudiantil. Siempre van a recurrir a estrategias para lavarse las manos y lavarle la cara a las estructuras sostenidas por las miserias del hombre de arriba, evitan que el pueblo conozca sus derechos y lo excluyen.
Siempre van a buscar reformar lo que está mal o lo que no les beneficia, porque van a buscar cambios graduales, lentos y superficiales como una Reforma Integral de Estatuto, antes que revolucionar integralmente en cambios profundos, amplios y estructurales, e invitando al pueblo a formular los cambios desde abajo. Jamás se animarían a cambiar el paradigma de la universidad normal, pues sus privilegios desaparecían.
Según Boa Ventura de Sousa Santos (pág. 21-27), las universidades públicas del mundo -como la Universidad Nacional de La Rioja- han pasado por tres serias y cruciales crisis o contradicciones, debido el fenómeno de la «globalización neoliberal de la universidad», que viene operando desde el inicio de la década de los años ochenta y mediados de los noventa.
En la UNLAR también acontecieron ciertas crisis, como la de hegemonía debido a por la incapacidad de brindar resultados sobre las problemáticas sociales, culturales y económico-políticas, que llevó al Estado y agentes económicos a buscar resultados alternativos, dejando de ser la única productora de conocimiento e institución en el campo de educación superior. Una segunda, que es la crisis institucional, de reivindicaciones de autonomía en la definición de valores y objetivos de la universidad como por la presión creciente de criterios de eficiencia y productividad de naturaleza empresarial.
En tercer lugar, se produjo una crisis de legitimidad, llevada por la contradicción de saberes especializados, restricciones de acceso y certificación de competencias, surgieron exigencias sociales y políticas de democratización de la universidad y la reivindicación de la igualdad de oportunidades para los hijos de las clases populares (p. 22).
Hoy en el rectorado de transición, después de la explosión del 11 de Septiembre, de estas tres crisis de la universidad neoliberal menemista de Tello, se han puesto en el trabajo, de restaurar el neoliberalismo y defender la universidad capitalista (rechazan los fondos megamineros pero no proponen alternativas al extractivismo), colonial (conservan la «colonialidad» europea occidental del ser, del saber y del poder), antidemocrática (excluyen al pueblo riojano de la formación de políticas educativas), antipopular (excluyen a las mayorías estudiantiles del cogobierno), racista (no inician públicamente ni el debate considerando a las masas ignorantes, desorganizadas y no evolucionadas) y patriarcal (despolitiza los casos de femenicidio y legitima al machismo en la sociedad).
Para cambiar estas cosas, no sólo empieza por lo personal, empieza por lo político y de manera masiva y horizontal. No desmoralizando a los estudiantes que te llevaron al poder, ni persiguiendo voces disidentes por medios de comunicación rentados o por la burocracia académica represiva. Debemos transitar no hacia la restauración del tellismo ni hacia la globalización neoliberal de la universidad sino hacia la democratización de la autonomía como horizonte de la lucha de clases, partiendo de la politización de nuestras tristezas personales e injusticias locales, como globales. Recordemos que la universidad pública riojana, como espacio social y político, no está desvinculado de la demanda por democratización de la vida política del país, del se va a acabar, se va acabar, la dictadura militar de mediados de 1983, pos-régimen autoritario cívico-militar, y como dijimos antes, desentendida del que se vayan todos, que no quede ni uno solo del 2001 y 2002. No se puede tapar el sol con la mano.
Bibliografía:
Boa Ventura de Sousa Santos, La universidad en el siglo XXI. Para una reforma democrática y emancipadora de la universidad. 2007. Edición CIDES-UMSA, ASDI y Plural editores. Disponible en línea: http://www.
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