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Integración

Derechos o privilegios

Fuentes: Rebelión

La demanda peruana sobre delimitación marítima con Chile, es un factor de distorsión en las relaciones regionales. Cualesquiera sea el resultado de esa disputa ante el Tribunal de La Haya, Bolivia pierde. La demanda marítima de nuestro país, ha tenido respuestas positivas en los últimos dos años, que han alentado la esperanza de una pronta […]

La demanda peruana sobre delimitación marítima con Chile, es un factor de distorsión en las relaciones regionales. Cualesquiera sea el resultado de esa disputa ante el Tribunal de La Haya, Bolivia pierde.

La demanda marítima de nuestro país, ha tenido respuestas positivas en los últimos dos años, que han alentado la esperanza de una pronta solución al más que centenario enclaustramiento boliviano. Sin embargo, a la hora de fijar sus límites marinos, Perú y Chile ignoran nuestra demanda y desmienten sus declaraciones de predisposición a encontrar soluciones concertadas.

Uso y abuso

Por cierto que la pesca marina es fuente de importantes ingresos a países que, como nuestros vecinos, tienen amplias costas y usan desde tiempos anteriores a la colonia. Es evidente también que, como vía de comunicación con el resto del mundo, ha sido y sigue siendo factor importante de desarrollo. En ambos usos han ido más allá de la racionalidad en varias ocasiones. Recordemos que, para llegar a ser el primer productor de harina de pescado, Perú estuvo a punto de extinguir los cardúmenes de su mar territorial y, en consecuencia, las aves marinas estuvieron también en peligro. Chile no le iba a la zaga: la pesca de merluza fue, para decirlo de algún modo, de consecuencias desastrosas.

En lo que toca al uso del mar como vía de comunicación, han provocado graves contaminaciones de sus zonas costeras. En otros términos: abusaron de las posibilidades que tenían a la mano.

No es que queramos endilgarles a nuestros vecinos un pecado que ha cometido toda la sociedad humana. Simplemente sentamos las bases de la explicación que les lleva a la disputa de una importante área de mar.

El caso es que, la controversia tiene el propósito de tener mayores posibilidades de seguir con esa práctica. En tal confrontación, no se considera otra cosa que el usufructo inmediato, adornado con frases de soberanía, pero groseramente mercantil.

Integración, ¿de qué hablan?

La dinámica que han asumido los pueblos de América Latina conduce a la integración. Doscientos años divididos en pequeñas parcelas que han sido pasto de la angurria de los países centrales, han sido más que suficientes para entender que, nuestro desarrollo, depende de nuestra integración.

Ahora bien. La integración no se hace con discursos ni declaraciones; se hace con hechos concretos. Uno de éstos, talvez el más importante, es la solución de las disputas que nos enfrentaron durante todo el tiempo, desde la fundación de las repúblicas, a principios del siglo XIX. Mientras no lo hagamos, será muy difícil avanzar en este proceso.

El porqué está, precisamente, en las posibilidades de desarrollo de cada uno de nuestros países.

No se trata de la cínica declaración, pronunciada más de una vez de que, cuando todos nuestros países se unan, las costas serán comunes. Esto no es cierto pues, en tanto cada país no haya experimentado la práctica de esas artes, sus pueblos seguirán siendo tan ajenos al mar que seguirán encerrados en una obligada mediterraneidad.

Bolivia: un caso especial

Compartimos con Paraguay la condición de aislamiento. Pero las diferencias son muchas en cuanto a la vinculación con el mar. Mientras nuestro vecino estructuró su comercio internacional a través del gran río al que tiene acceso, Bolivia no puede hacerlo de otro modo que acce3diendo al Océano Pacífico. Debe hacerlo a través del Perú o Chile, principalmente este último, por cuyos puertos entran y salen las mercancías para y de Bolivia. Pero, como se trata de un comercio marítimo sin costas, es anormal.

Iquique, que es un puerto comercial, vive del contrabando. En Bolivia se habla mucho del «contrabando hormiga» y, ciertamente, recorriendo las calles de ese puerto chileno -que una vez fue peruano- se acepta que el contrabando es menudo. Pero los grandes contrabandistas no recorren las calles; encargan sus compras y surten la mayor parte del mercado negro en este país.

La otra cara de la medalla es que, así como Iquique vive del contrabando que entra a Bolivia, el norte de aquel país vive y se desarrolla por el comercio boliviano. Las necesidades de energía y agua en ese vasto territorio que Chile obtuvo en la Guerra del Pacífico, sólo pueden ser satisfechas si se establece una complementación con Bolivia.

Esto lo saben los gobiernos de La Moneda, desde hace varios decenios. Ocurre que, ahora, esas necesidades llegaron al nivel de urgencias. Se precisa una solución a corto plazo, de modo que quedó desterrado el criterio de que, Chile no tiene cuentas pendientes con Bolivia.

Ante esta nueva realidad, el gobierno peruano ha dicho que no se opondrá a una solución entre sus dos vecinos. Pero resulta contradictorio que, a continuación reclame una definición sobre dominio marítimo. Si gana Perú la controversia, la línea demarcatoria se recorrerá hacia el sur. Si se da el caso contrario, la línea se trazará hacia el norte. En cualquiera de ambos casos, ¿cómo podrá resolverse el acceso de Bolivia a las rutas marítimas?

Acciones urgentes

Bolivia debe ocuparse del tema. Sería torpe que nos limitemos a esperar los resultados de la controversia, como si no nos afectara. La acción inmediata debe ser pedir explicaciones a ambos países y definir nuestra posición. ¿Cuál es ésta? La definición de las áreas a las que tenga acceso uno y otro país, no puede darse, sin antes resolver cuál es el área que permita, en el futuro inmediato, el comercio soberano de Bolivia y, por supuesto, la plena atribución de explotar las riquezas que corresponden a tal área.

Con declaraciones diplomáticas no lograremos nada.