La pérdida real y también para efectos formales de ocho de cada 10 militantes y miembros adherentes del Partido Acción Nacional, corroborada oficialmente al concluir el proceso de refrendo de la militancia, es dada en llamarse desbandada. No se equivocan los colegas. Pero a los dirigentes les causa migraña la palabra y hacen denodados esfuerzos […]
La pérdida real y también para efectos formales de ocho de cada 10 militantes y miembros adherentes del Partido Acción Nacional, corroborada oficialmente al concluir el proceso de refrendo de la militancia, es dada en llamarse desbandada.
No se equivocan los colegas. Pero a los dirigentes les causa migraña la palabra y hacen denodados esfuerzos discursivos por atemperar los efectos de los resultados que en el caso del Distrito Federal la pérdida es de nueve de cada 10 militantes, y junto a los estados de México, Veracruz y Jalisco, donde en conjunto presumían de contar con 500 mil afiliados, ahora con dificultades llegan a los 100 mil. Sin embargo, Panistas en Causa estima que en el caso capitalino permanece inflado el padrón, oficialmente ya reconocido, para favorecer a Mariana Gómez del Campo, la sobrina política de Felipe Calderón.
Variaciones defensivas sobre el mismo tema: «En el PAN no alcanzo a ver una desbandada» (Gustavo Madero). «No hay un partido en desbandada» (Santiago Creel, el de «Los verdaderos demócratas» que desde la Presidencia desaforaron al que llamaban, clasistamente, «el señor López»). Existe «una campaña de linchamiento contra el PAN» porque le están cobrando «una de las definiciones fundamentales del Pacto por México, que es la de acabar con los poderes fácticos, y se está haciendo a partir de una brutal campaña de distorsión y de manipulación» (Javier Corral).
El mismo senador que se atrevió a denominar cobarde a Calderón cuando aún despachaba en Los Pinos, explica que la dirigencia «puso fin a una ficción que se mantuvo por una década y que no habíamos querido reconocer» y se fue «inflando coyunturalmente por dirigentes locales para ganar asambleas o convenciones». Padrón que al estar alterado hasta el punto de que en sólo una semana de 2009 el entonces presidente del panismo César Nava («¡Vamos a guanajuatizar al PAN!») incorporó a 500 mil mexicanos, violentaba la voluntad de los panistas a la hora de tomar decisiones, pero Corral lo reduce a un asunto de quórum, que en este caso sería de coro.
El problema no es privativo del partido que encabeza Madero Muñoz desde que a partir de 2010 ganó a Calderón Hinojosa (y su apadrinado Roberto Gil) la presidencia del blanquiazul. Enseguida la negociación que dejó fuera del Comité Ejecutivo a los escuderos del hoy becario en Harvard. Después la agenda y el calendario para replantear al partido tras la debacle electoral. Más recientemente la interlocución con Enrique Peña y el Partido Revolucionario.
Con el exitoso camino andado, el supuestamente gris Madero no puede, o sí puede pero no debe, subestimar alcances y lecciones arrojadas por el proceso de actualización del padrón panista. Es preciso que tome nota en serio de las notabilísimas ausencias de hombres y mujeres del poder fáctico, de las élites de los tres poderes de la Unión y hasta de la farándula y el deporte, si en verdad busca trascender la retórica y hacer del anuncio de que «el PAN recuperará la Presidencia en 2018», algo más que una frase.
La dirigencia blanquiazul dio el paso y ahora ya sabe que 1.5 millones de militantes abandonaron sus filas así sea en el papel, y que cuenta 369.034, con todo y que Panistas en Causa criticó el mecanismo de refrendo, pues evadió su «responsabilidad de auditar el padrón y sancionar a los autores de afiliaciones corporativas y fraudulentas».
Otro problema, acaso el más importante, es la facilidad con que los afiliados entran y salen de un partido, en dependencia de si está o no en el gobierno, lo que obliga a revisar la simplona tesis de los ciudadanos ejemplares y la partidocracia perversa.