El mentado triunfo del subhumano fascista Jair Bolsonaro en Brasil no es más que una muestra del detritus orgánico en que se ha convertido el imperialismo, etapa superior del capitalismo. Muchos, de buena fe, vislumbran a este triunfo como un cataclismo, como el fín de…¿qué?. ¿De la democracia capitalista?.¿Del equilibrio y la continuidad de un […]
El mentado triunfo del subhumano fascista Jair Bolsonaro en Brasil no es más que una muestra del detritus orgánico en que se ha convertido el imperialismo, etapa superior del capitalismo. Muchos, de buena fe, vislumbran a este triunfo como un cataclismo, como el fín de…¿qué?. ¿De la democracia capitalista?.¿Del equilibrio y la continuidad de un sistema que surgió como un espejismo ante los ojos crédulos de los ‘ciudadanos’?. ¿Cómo el principio de la era de los violentos y autoritarios, asesinos, violadores y racistas que discontinuó aquella otra de los derechos, las leyes, la institucionalidad y otras bellas ilusiones del capitalismo?.
La descomposición del sistema, no del ‘modelo’, que signa la época imperial del capitalismo está a la orden del día. Y es necesario sobreponerse a las derrotas coyunturales para comprender que el pozo ciego se tragará a todo el mundo ‘occidental’ con, si no nos proponemos taparlo definitivamente, nosotros adentro.
El desaliento, el asombro frente a la barbarie, la tristeza, no deben caber en el ánimo de los pueblos oprimidos, y menos de sus vanguardias. No caben en la mentalidad y el espíritu de los revolucionarios, por cuanto estos, armados de conciencia, conocimiento y confianza en la revolución, no se sorprenden ante la evidente hecatombe del sistema capitalista y sus vomitivos esfuerzos por sobrevivir. Las dirigencias ‘populares’, ‘nacionalistas’ o de ‘izquierda’ formal del momento, en su mayoría tímidas y carentes de solidez ideológica, han apostado en los últimos lustros a ‘competir’ con las burguesías- que siempre ocultan su barbarie detrás de sus ‘civilizadas’ reglas de juego- en el marco electoral. Con la estrategia incolora de la ‘democracia’ a secas pretendieron y pretenden- hasta ahora- evitar el camino duro, terco, doloroso, fatigoso, pero sólido y firme, de la revolución socialista. La caída de paradigmas que signó a los años 90 y el ‘mundo de los negocios’ actual casi ha borrado las huellas del camino hacia la revolución, y se hace más que necesario comenzar a trazarlas nuevamente, con invenctiva, inteligencia y audacia, porque ese camino constituye la única garantía de la emancipación de los trabajadores y los pueblos.
Que grandes masas apoyen a sus verdugos no constituye una novedad. La historia de la humanidad y la de nuestro mundo ‘periférico’, del cual los argentinos formamos parte junto a los brasileños y todos los pueblos semicoloniales de Asia, Africa e Indoaméricalatina y caribeña, está plagada de actitudes de esta naturaleza. Solo la conciencia revolucionaria podrá resolver la contradicción entre el interés de clase y los desvaríos masivos que provocan la estampida de millones hacia el abismo de la sinrazón, la miserabilidad y la muerte. El enemigo cuenta con medios poderosos para alejar a los trabajadores, los pobres, los humillados y explotados, de su propia liberación. Que sólo el combate ideológico, político y militar sin tregua ni cuartel contra los enemigos de clase y nación puede lograr.
Muchas revoluciones fracasaron en sus inicios. Mucha sangre popular corrió en busca de la liberación, y se secó en los desiertos de la derrota, el olvido y la desesperanza. Una de ellas estalló en la Rusia zarista a inicios del siglo XX. Su conductor, Lenin, quien pocos años más tarde llevó a la victoria y al socialismo a todo el pueblo ruso, escribió a fines de agosto de 1906 un folleto donde hacía referencia a la insurrección de Moscú, mediante la cual no se alcanzó el triunfo revolucionario. Sin embargo, Lenin sostenía, haciendo referencia al torrente proletario que heroicamente y en ese momento histórico hizo frente a las bayonetas y disparos del zarismo: ‘…Toda la población está en la calle; los principales centros de la ciudad se cubren de una red de barricadas. Durante varios días se libra una persistente lucha de guerrillas entre las unidades voluntarias ( de trabajadores armados N.de R.) y las tropas. Lucha que extenúa a éstas y obliga a (…) a implorar refuerzos’. Y comentaba, tal como de una piedra lanzada sobre un estanque de agua calma surgen círculos cada vez mayores: ‘De la huelga y de las demostraciones a las barricadas aisladas. De las barricadas aisladas a las barricadas levantadas en masa y a la lucha en las calles contra las tropas. Pasando por encima de las organizaciones , la lucha proletaria de masas transformó la huelga en insurrección. Esta es la más grande conquista histórica de la revolución rusa, alcanzada en diciembre de 1905 y, como todas las que la precedieron, lograda a costa de inmensos sacrificios’.(lo marcado es del autor).
Y más adelante acotaba: ‘ El proletariado sintió antes que sus dirigentes el cambio de las condiciones objetivas de la lucha y la necesidad de pasar de la huelga a la insurrección. Como siempre, la práctica precedió a la teoría. La huelga pacífica y las demostraciones dejaron de satisfacer enseguida a los obreros, que se preguntaban: ¿qué hacer después?. Y exigían acciones más resueltas…’ . Más y más resueltas- informaba el revolucionario ruso-. El odio a los opresores y explotadores, las afrentas recibidas lanzaba a los trabajadores al combate. Y ante esta situación, Lenin se quejaba: ‘Nosotros, dirigentes del proletariado socialdemócrata, nos comportamos en diciembre como aquel jefe militar que tenía dispuestas a sus tropas de un modo tan absurdo que la mayor parte de ellas no participaban activamente en la batalla. Las masas obreras exigían instrucciones para realizar acciones resueltas y no las recibían’. (Lenin, Enseñanzas de la Insurrección de Moscú, en Proletari Número 2, 29 de agosto de 1906, O.E. Tomo II, Cartago).
Hoy la situación, a tantos años de esos acontecimientos, se vuelve a repetir.
En Argentina un gobierno hambreador y saqueador destruye la Nación y empuja a la clase trabajadora a la miseria y la desesperación. Y la dirigencia no acude ante el llamado a la organización y el combate de sus bases, que seguramente, como ya ha sucedido, desbordarán espontáneamente a todos los burócratas, crápulas y tibios exponentes de la capa ‘dirigencial’, que piden milagros y esperan el año eleccionario que viene como si fuese el redentor de toda la barbarie habida y por haber que ejerce el macrismo y sus compinches .
En Brasil, los obreros, los pobres de la ciudad y el campo, los humillados de todas las humillaciones, huérfanos de una dirección revolucionaria y a merced de los pacificadores democratistas y electoralistas, eligen a un verdugo mediocre y fascista, apoyado superestructuralmente por uniformados, ricachones y un imperio en crisis para ‘cambiar’ su situación. Poco les durará su ‘triunfo’ y la lucha de clases se expresará implacable y duramente. Estallarán rebeliones populares y correrá sangre.
Las dirigencias ‘populares’, políticas y sociales, deberán preveer esto y prepararse para conducir a la victoria a esas masas. Que tarde o temprano barrerán a todos los que, de una u otra manera, las conminan a sufrir y esperar…
Bolsonaro, miserable y bufo personaje, correrá, a no dudarlo, el mismo fin que sus antecesores ideológicos y políticos de Nuestra América y el mundo.
El detritus orgánico del capitalismo exige, a riesgo de infectarlo todo, la acción antibiótica de amplio espectro de la revolución socialista.
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