En Argentina, durante el menemismo, empresas multinacionales como Cargil y Monsanto, dedicadas a la explotación agropecuaria tuvieron el camino libre para iniciar cultivos masivos de semillas genéticamente modificadas. En poco tiempo la soja transgénica se posicionó como el principal monocultivo de exportación generando gran cantidad de divisas. Estas mismas empresas son las que tienen el […]
En Argentina, durante el menemismo, empresas multinacionales como Cargil y Monsanto, dedicadas a la explotación agropecuaria tuvieron el camino libre para iniciar cultivos masivos de semillas genéticamente modificadas. En poco tiempo la soja transgénica se posicionó como el principal monocultivo de exportación generando gran cantidad de divisas. Estas mismas empresas son las que tienen el control de todo el proceso productivo, que necesitan para que la rueda de la fortuna no se detenga, expandir constantemente las áreas sembradas, la tierra rica para los negocios.
La vigencia del modelo agroexportador de fines de siglo XIX recuperó su auge en los noventa y continúa hoy. Lejos de pensar en una falta de planificación nacional, existe un «destino pensado» para Argentina y Latinoamérica. Durante la colonia las producciones argentinas eran la materia prima de los productos ingleses. Aquí se criaba a las vacas y se vendía el cuero a Inglaterra; cuero que se curtía y convertía en zapatos de industria inglesa, para regresar al país con precio de manufactura. Hoy se siguen produciendo materias primas para ser exportadas y se continúan comprando los productos terminados en el exterior. El negocio de la soja no escapa a esta lógica. Se exportan toneladas de soja cuyas divisas vuelven a los países ricos cuando se les compran los productos industriales que nos venden.
En la pampa húmeda ya no se ven vacas, ni diversidad de cereales, ni cultivos de vegetales: el monocultivo de soja se encarga de exprimir los nutrientes de la tierra hasta matarla, de engrosar las divisas y exportaciones argentinas, y de contaminar poblaciones enteras con sus fumigaciones, llegando al extremo de la muerte en cientos de casos.
Los sojeros talaron 5 millones de hectáreas de bosques y montes desde 1996 a la fecha.
Las tierras
Drásticamente, famillas enteras de campesinas/os pasaron a ser parte de los agronegocios pero del lado del reverso. Hoy los/as campesinos/as, despojados y expulsados de sus tierras, transitan el desdichado camino del éxodo hacia los cinturones marginales y empobrecidos de las ciudades.
Quienes se quedan a defender sus chacras, huertas y animales, son cercados y criminalizados por las leyes, los bancos, los jueces, la policía, las armas largas y las topadoras.
La tenencia de la tierra es una batalla silenciosa que se libra diariamente en suelos campesinos mientras los gobiernos locales, provinciales y el nacional hacen la ‘vista gorda’.
Las familias campesinas son poseedoras de sus tierras pero no tienen títulos de propiedad. Según el Código Civil son propietarios de la tierra quienes pueden demostrar que hace 20 años o más viven en ella. Pero este derecho es inaccesible para muchos. De este modo, las familias campesinas enfrentadas a la desigualdad ante la justicia y las leyes, se convierten en usurpadoras de las tierras donde han vivido por generaciones.
Las grandes empresas y los productores tienen recursos para obtener «títulos de propiedad» e inclinar la balanza judicial a su favor. Los/as campesinos/as tienen instrumentos legales precarios, derechos negados, y muchas figuras criminales que les calzan a la perfección.
En nuestra provincia hay 100 mil hectáreas en conflictos por desalojos y más de 60 campesinos/as imputados por organizarse y sostener el legítimo derecho a defender sus tierras.
El agua
Las luchas por la apropiación de las tierras campesinas también incluyen las disputas por el oro azul. En el norte de la provincia, característico por su clima árido y seco, los empresarios que compran terrenos para cultivos arman acuerdos para llevar a ‘sus campos’ mayores provisiones de agua. Tal es el caso de la zona de Cruz del Eje donde se encuentra el dique Pichanas.
Allí menos de 30 empresarios gozan del canal derecho: un canal de cemento que lleva un gran caudal de agua a todas las horas del día y en todas las épocas del año. Las familias campesinas gozan de un pequeño canal (el izquierdo), de tierra con escasa agua que comparten entre las 300 familias.
En 2004, el Gobierno de la Provincia de Córdoba autorizó el proyecto de modernización e informatización de la ´Colonización Paso Viejo´ del margen derecho, que contemplaba un desembolso de $2.500.000, para menos de 30 empresarios. El gobierno de la provincia sabe de estas desigualdades, de más de 20 años, y las sostiene e incentiva.
En la mayoría de los casos los campesinxs viven de sus cultivos y crías de animales, la tierra y el agua son imprescindibles no solo para la supervivencia, sino que esta manera de producción forma parte de su modo y elección de vida.
El aire
No solo las tierras campesinas sufren la invasión sojera, también el aire es invadido por los químicos contaminantes de las fumigaciones para semillas transgénicas.
La soja transgénica, cultivada para alimentar animales del primer mundo, es fumigada con sustancias altamente riesgosas para la salud humana.
Estamos hablando de: Rifosato, DDT, Malation, endosulfan, el 2 4 D, todos agroquímicos que traen consecuencias nocivas para la salud. Producen desde náuseas hasta diferentes tipos de cáncer, leucemias, malformaciones, enfermedades bronquiales, abortos espontáneos y en muchos casos la muerte.
En la ciudad de Córdoba, a 7 km del centro, hay un barrio que conoce de las consecuencias de los agrotóxicos: Ituzaingó Anexo. Un grupo de Madres, alarmadas por la situación comenzaron a luchar hace siete años en contra de los sojeros para evitar las fumigaciones en los campos del barrio y cercanos a él. Por diferentes ineptitudes y decisiones de inacción la situación hoy no ha sido revertida. Aún no han dejado de fumigar. Las familias de barrio Ituzaingó no tienen otra salida que la larga lucha.
Pocos meses atrás, las Madres denunciaron que las fumigaciones se siguen realizando, con un descaro tal que hasta pueden verse durante el día las avionetas y camiones haciéndolo y que «la policía está pero parece que en vez de protegernos a nosotros protege a los dueños de los campos».
Hace pocos días vecinos y vecinas del barrio se reunieron con el actual Intendente de la ciudad, Daniel Giacomino. Pidieron que les compren las casas para que puedan mudarse. «Nosotros queremos que nos compren las viviendas así podemos llevar a nuestras familias a lugares seguros, que se le de oportunidad a la gente que quiere salir del barrio» dijo Sofía Gatica, una de las madres luchadoras. Las familias que aún quedan en la zona son las de menores recursos, no tienen otra casa a dónde ir. Giacomino prometió gestionar una reunión con el Gobernador Schiaretti, para dar una respuesta.
Recientemente, la Organización Panamericana de la Salud declaró «sitio contaminado» al barrio. Según el último registro de los vecinos, había más de 300 enfermos de cáncer. «Ahora ténemos tres enfermos por familia», dijo Sofía. Fueron necesarios largos años para que la contaminación sea reconocida, pero aún no pueden parar a los/as desconocidos/as dueños/as de los terrenos que siguen fumigando.
Ituzaingó es una muestra de los incontables casos de contaminación que existen en la provincia y el país.
Hace dos años, distintas organizaciones lanzaron la Campaña «Pare de Fumigar», donde participan las Madres de Barrio Ituzaingó. Se encontraron con la misma realidad en muchas otras ciudades de la Córdoba y otras provincias. «Nosotros estamos yendo a todas las ciudades a hablar con la gente a profundizar y a ver que nos está pasando a todos porque en todas las ciudades que están rodeados de campo les esta pasando lo mismo que a nosotros, se están enfermando, están sufriendo las consecuencias de que los fumigan encima, como lo que pasa en Villa del Rosario y en todas las ciudades, están llenos de silos y cerca de lugares donde depositan los agroquímicos, y cerca de los hospitales, de las escuelas y no respetan nada, no respetan la salud de las personas», decía Corina, Madre de Ituzaingó, en una de las entrevistas sobre la Campaña.
Campesinos desalojados, en posición desigual ante la justicia y las leyes, imputados por organizarse y sostener el legítimo derecho a defender sus tierras. La disputa por el oro azul: empresarios con diques y canales modernos, campesinos sin agua para sembrar. Fumigaciones que matan, en Ituzaingó, en Monte Cristo, en San Francisco, en Santa Fé, nos matan. Consecuencias de esta realidad que se desarrolla en Latinoamérica, en la que los monstruos se comen nuestra tierra, nuestra agua, se apropian del aire, nuestra soberanía alimentaria, y todo lo necesario para seguir viviendo y creciendo. Su modelo sustentable: destruyen el monte; monocultivan; envenenan; exportan. A nosotros nos venden espejitos de colores manufacturados.