«Estamos creando por ley una nueva propiedad y los socialistas que somos críticos de la propiedad ya constituida, hemos de ser muy parcos en la creación de nuevas formas de propiedad; hemos de establecerla con toda clase de limitaciones, restricciones; denunciándolas desde su creación en todas sus fallas o defectos.» El diputado Enrique Dickmann, nació […]
«Estamos creando por ley una nueva propiedad y los socialistas que somos críticos de la propiedad ya constituida, hemos de ser muy parcos en la creación de nuevas formas de propiedad; hemos de establecerla con toda clase de limitaciones, restricciones; denunciándolas desde su creación en todas sus fallas o defectos.»
El diputado Enrique Dickmann, nació en Letonia 1874 y emigró junto con su familia a Entre Ríos en 1891. Conoció al fundador del Partido Socialista, Juan B. Justo, durante su juventud, en un calabozo. Siguiendo su consejo estudió medicina y se recibió con medalla de oro. Fue elegido diputado varias veces por el socialismo, y destacó un como un orador filoso. Fue autor de varios libros y director de La Vanguardia. Por su actitud dialoguista con Perón, fue apartado del partido, en 1952.
La ley Noble
En septiembre de 1933, durante los debates por la ley de propiedad intelectual 11723 impulsada por Roberto Noble (fundador de Clarín en la década siguiente), el Diputado por la Capital, Enrique Dickmann, a diferencia de los demás legisladores, realizó una serie de lúcidas y sorprendentes críticas al proyecto, y en general, a los fundamentos de la «propiedad artística y literaria», en una época donde muchas de sus consideraciones eran sólo especulaciones filosóficas, pero que en el contexto tecnológico actual cobran notable actualidad:
Establecido que nadie puede invocar ser propietario de su obra, en el sentido material de la palabra, es indispensable tomar ese género de propiedad con un espíritu de crítica, con un criterio de relatividad, que es útil que conozcan los artistas y los escritores. Ellos no conquistan su propiedad por la espada; la consiguen por la ley que dicta el legislador; y deben comprender su relatividad, no deben ampararse a su sombra para lucrar y negociar con los impulsos de su corazón y la inteligencia de su cerebro
«Material» no es igual a «inmaterial»
En efecto, durante toda su intervención Dickmann no deja de poner el acento en esta singularidad de la nueva propiedad, que poca relación guarda con la propiedad material. Esta es una verdad de perogrullo que todos los teóricos expertos en la materia, hasta los mas fundamentalistas, admiten: la llamada propiedad intelectual no es igual a la propiedad material. Todos, claro, menos nuestro Secretario de Cultura Jorge Coscia, que al parecer ignora completamente esta cuestión. Dickmann, hace 80 años, lo explicaba con mucho sentido común:
Sucede con la propiedad literaria todo lo contrario a lo que sucede con la otra propiedad, con la material. La otra propiedad, principalmente la de la tierra, no ha sido creada por ley, no fue un asunto de derecho; eran rudos conquistadores que se apoderaban del suelo, basados en la fuerza de su espada. La propiedad en general ha sido creada por la fuerza y luego vino consolidada por el derecho, y esta nueva propiedad se va a crear de toda pieza por el derecho. Es un modo distinto, fundamentalmente opuesto a la clásica propiedad rural y todos sus derivados.
En los tiempos mas remotos, cuando nuestros lejanos abuelos crearon la propiedad del suelo por derecho rudo de conquista, la propiedad intelectual no existía. Fueron los tiempos de la creación espontánea y anónima. El patrimonio humano en el terreno mental y moral, data de aquel tiempo. Las más grandes creaciones del arte y de la belleza, aún de la verdad desde el punto de vista moral y religioso, datan, de aquellos tiempos, en forma anónima.
No hay creación individual
Después de Barthes y Foucault, referirse a «la muerte del autor» no es más que otro lugar común de nuestro tiempo. Sin embargo a contramano de la glorificación del genio creador, tan conveniente al orden jurídico que se estaba por establecer, Dickmann hace una valiente apología del plagio, el remix y la construcción colectiva de la cultura y el saber:
Saben los señores diputados que todos los dramas de Shakespeare, los más grandes que se han escrito en la humanidad, no son propiedad de él; él tomó dramas escritos antes, leyendas y relatos de autores contemporáneos o anteriores a él: tomó también a Plutarco en sus Vidas paralelas, el argumento, los hechos y les dio nuevo molde, con las nuevas formas de viejos argumentos. Shakespeare, el más grande, el más genial, el más inmortal , el más insuperado y el más insuperable autor dramático, no podría afirmar que es propietario de sus obras. Así como muchos creen, y hasta ahora todavía los hay, que él fué un plagiario. ¿Shakespeare plagiario?
¿Quién puede, pues, Señor Presidente, decir que es propietario de una obra literaria o de una obra científica? El literato recoge del ambiente, evoca reminiscencias, digiere lecturas, elabora ideas tomadas de autores; y cuanto más ideas y más sentimientos tomados de otros autores anteriores a él entran como ingredientes en su crisol artístico, más grande y genial será su obra.
Los hombres de ciencia son todos continuadores de sus antecesores. Los más grandes genios en las ciencias han sido los que han recogidos todas las verdades, todos los postulados y todos los principios de sus antecesores y los han ampliado, les han dado forma nueva y los han renovado y agrandado. Ni el mismo Newton podría jactarse de ser propietario de sus leyes. Antes que él Galileo, Kepler, Copernico le han dado los materiales necesarios para formular su ley inmortal de la gravitación universal.
¡Y qué decir de los modernos autores! ¿Alguien puede decir que es propietario? Estoy seguro que al más original, al más grande, con el lente microscópico de una crítica sagaz e implacable, se le puede encontrar, en cierta medida, que es un plagiario, y que a veces pronuncia o escribe frases que cree son de él, cuando en realidad son propiedad de otros y que en su subconciencia aparecen como propias.
Herencia
Finalmente, Dickmann se encarga de reflexionar sobre la herencia, y como buen socialista, en vez de glorificar la propiedad privada y los privilegios heredados como si se tratara de principios absolutos, reflexiona críticamente sobre este aspecto:
Nosotros no sólo creamos aquí la propiedad artística o literaria, sino que la trasmitimos por herencia, el aspecto menos simpático de la propiedad. Estamos constantemente cercenando la herencia; quisiéramos reducirla a su mínima expresión hasta suprimirla; consideramos que suprimida la herencia, se suprimiría el estímulo a la acumulación indebida; y ahora creamos y ampliamos la herencia artística, que es, evidentemente, una herencia muy especial y singular […]
Con especial y singular, se refiere al papel de custodia que la ley le otorga a los herederos, donde el abuso, la tergiversación o el descuido suelen ser moneda corriente:
Con gran frecuencia los herederos de una obra no comparten las ideas del autor de la misma; los hijos de un padre revolucionario son conservadores y los hijos de un ultraconservador resultan a veces revolucionarios […]
En algunas obras hay páginas de un valor extraordinario que por razones morales, religiosas o ideológicas, pueden chocar a los herederos, entonces estos las suprimen y mutilan la obra. Como son propietarios pueden hacer con su herencia lo que quieren, que es lo que ocurre cuando se hereda una casa por ejemplo. El que hereda una casa puede suprimir tal tabique, voltear tal pared, levantar una pieza, cambiar una ventana, poner una nueva puerta; pero en una obra literaria o científica, un cambio, una mutilación, altera la obra, mutila el patrimonio colectivo.
Entre las propuestas de Dickmann, figura una modificación del articulo 6, para reducir de diez a cinco, los años transcurridos desde la última publicación para que cualquiera pueda reeditar o traducir una obra, a pesar del desacuerdo de los herederos. La modificación no prosperó.
Verdades
Como aclara al comienzo de su discurso, a pesar de las críticas Dickmann decide votar afirmativamente la ley… pero por puro prejuicio: Mefistófeles, en el inmortal poema de Goethe […] encontró a su paso una cruz; Mefistófeles se inclino ante la cruz y Fausto le preguntó ¿por qué ante la cruz, así, bajas la cabeza? contestando aquel: porque lo quiere la rutina y el prejuicio: eso es todo
Finalmente, Dickmann duda sobre el efecto de sus palabras: No se si caerán como lluvia bienhechora sobre una tierra sedienta de verdad, o chocarán en forma irresistible con los intereses creados
…
Casi ocho décadas después, estamos sedientos de sus verdades, Diputado Dickmann, y le aseguramos que no han sido pronunciadas en vano.
Las transcripciones de los debates en diputados y senadores, pueden descargarse desde esta página del Congreso de la Nación. (hallazgo responsabilidad del Chapa!)
Fuente de la foto de Enrique Dickmann: Amia
Declaraciones del Secretario de Cultura Jorge Coscia durante la entrevista realizada por Rebeldes Stereotipos de FM La Tribu.
Ante la pregunta sobre el caso del Profesor Potel, quien da acceso a textos inhallabes, de autores fallecidos, a alumnos de filosofía a través de sus bibliotecas virtuales, y fue procesado por violar la ley 11.723, el Secretario Coscia opinaba:
Si, de cualquier manera hay que entender que la propiedad intelectual no es distinta a la propiedad material. Es decir, puede haber una casa abandonada, que no se habita, y eso es una enorme injusticia, en términos de la falta de vivienda que tiene por ejemplo nuestra sociedad, pero existen derechos para los herederos en torno a esa propiedad aunque no la usen, y eso forma parte de una sociedad que esta dentro del marco del capitalismo, de la propiedad privada y del derecho a la propiedad. La propiedad intelectual no es distinta a eso.
Y ante el fenómeno del surgimiento de nuevas tecnologías que democratizan el acceso, la respuesta del secretario fue nada menos que implantar el modelo de la SGAE y el canon digital:
La Tribu: Un poco lo decías vos, unas preguntas atrás, sobre como se está empezando a poner en crisis el concepto de derecho de autor, sobre todo teniendo en cuenta internet, la digitalización, como ahora los autores tienen la posibilidad de llegar directamente con su obra a las personas que quieren disfrutar de ellas, y vemos como el rol de los intermediarios está dejando de tener el sentido que tenía. Vos cómo estás viendo todo este proceso que estamos asistiendo a nivel global
Jorge Coscia: Mirá tienen ventajas y desventajas, hay que tratar de encontrarle el camino ventajoso. El problema es que cuando producís una película que cuesta como mínimo medio millón de dólares, y después te la cuelgan gratis en una computadora, o te la venden en una manta o en un kiosko, no cobra el autor, no cobra el productor, o sea es un dinero robado a los que hicieron el esfuerzo económico, creativo. Y lo mismo pasa con el compositor de un tema cuyos discos se venden sin que el reciba ninguna regalía. Es decir que la libre disponibilidad, y la fácil disponibilidad de modos de grabación, de copiado, pone en peligro no sólo el derecho autoral sino la industria misma. La pregunta va a ser, digamos, cómo vamos a poder producir productos que va a ser muy difícil que la gente pague por verlos, todo esto agravado porque en nuestro caso el cine nacional tiene enormes dificultades para la distribución en salas, por la desaparición prácticamente de los circuitos importantes de venta y alquiler de DVDs. Es decir estamos ante la presencia de un problema. Es un tema grave, delicado, al que hay que encontrarle soluciones. Soluciones legislativas: los españoles le encontraron una solución, que es lo que se llama la ley de copia privada, que es un pequeño gravamen, ínfimo, pero cuyo volúmen es grande cuando se juntan todos esos centavos, que es ponerle un pequeño impuesto a todo lo que sirve para copiar. Es decir, ¿qué sirve para copiar? bueno, un CD, un disco, una computadora, todo aquello que sirva para copiar tiene un pequeño impuesto que va a parar a un fondo de derecho autoral. Con esos fondos ellos formaron la SGAE, y la SGAE es una poderosa institución que reparte sus recursos en los autores españoles o en aquellos que forman parte del sistema del audiovisual español.[…]
(por «ínfimo», «pequeño» y «centavos» Coscia se refiere a porcentajes que van del 15% al 45% del valor de los dispositivos. En el proyecto de Pichetto llegan hasta el 75%)
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