El relato en primera persona de uno de los mapuches atacados cuando los prefectos del Grupo Albatros asesinaron a Rafael Nahuel hace 14 días. Asegura que el objetivo del ataque «era matar a 4 o 5, ponernos armas en las manos y decir que eramos de la guerrilla». Y cuenta que el crimen ocurrió en […]
El relato en primera persona de uno de los mapuches atacados cuando los prefectos del Grupo Albatros asesinaron a Rafael Nahuel hace 14 días. Asegura que el objetivo del ataque «era matar a 4 o 5, ponernos armas en las manos y decir que eramos de la guerrilla». Y cuenta que el crimen ocurrió en un lugar distinto al informado por Patricia Bullrich, que les dispararon por la espalda mientras corrían y que ellos respondieron con piedras y palos, que son «las únicas armas que tenemos».
Una de las banderas dice en letras rojas: «El territorio Mapuche recuperado Puel Mapu Resiste». Y en letras negras: «Marichiweu» (diez veces venceremos). Las otras dos banderas en el camino hacia la entrada al Lof Lawken Winkul Mapu piden «Restitución del territorio ancestral al pueblo nación Mapuche» y la tercera -atada entre dos ramas- alerta: «Winka no pasar». El winka es el blanco.
El «territorio» como lo llaman los mapuches, está a un costado de la ruta 40, lindero al viejo hotel del Parque Nacional Nahuel Huapi, en una zona que se conoce como Villa Mascardi: frente al cristalino lago del mismo nombre y con un bosque de pinos, cohíues y cipreses.
Justo enfrente, en el sector del lago, un grupo de jóvenes acampan en apoyo a los mapuches. «No nos vamos hasta que no se vaya la policía», dice una de las chicas que convida con un mate.
En la entrada al Lof, que es hasta donde se nos permite ingresar, una sábana blanca con letras rojas extendida sobre una tranquera de alambre reza: «Lafken Winkal Mapu Resiste Rafael Nahuel» y al costado una impresión en color de una de las fotos más difundidas de Rafael Nahuel: el joven asesinado por la espalda el 25 de noviembre en la que se lo ve arriba de un auto en la posición del conductor.
En esa entrada hay 4 personas que nos dan la mano. Están encapuchados: el modo de no ser identificados por las fuerzas de seguridad o escrachados por las cámaras y luego ser detenidos. Uno de ellos junta un tronco y lo arrima al fuego donde se calienta una pava tiznada.
Les contamos que venimos a charlar, a escucharlos para que nos relaten cómo fueron los hechos aquel sábado en que asesinaron a Rafael Nahuel y tratar de poner en palabras su versión de los hechos.
-El gobierno tiene a toda la prensa hegemónica de su lado. A Clarín, a La Nación, a los canales de televisión. Nosotros necesitamos que se diga cómo son las cosas porque lo que más queremos es que se esclarezca el asesinato de Rafita, eso es lo que más nos importa, dice el que elige hablar primero.
En eso llegan 3 chicas y un chico con unas bolsas con manzanas y unas papas que se las entregan y el que las recibe agradece y sube con las cosas. Sube: porque el camino desde la entrada hasta donde se encuentran resistiendo es en subida.
Otro de ellos, que lleva un kull-kull (aerófono que se usa para llamar o dar aviso) cuenta que «el día de la cacería» estaba ahí. «Estábamos más arriba de acá, no en este sector sino mucho más arriba. Y en eso veníamos bajando porque íbamos a concentrar acá con la gente que estaba en la ruta y cuando emprendemos el viaje para abajo, como a 50 metros de donde estábamos nosotros ya venían fuerzas de Albatros, de Prefectura. En ese entonces lo único que dijeron fue ‘alto Prefectura’ y dispararon: pla, pla, pla. Nunca dijeron ‘alto, hay una orden de desalojo’, sino que abrieron fuego. Hasta que llegaron a herir y matar al peñi (hermano) Rafael. Al llegar arriba nos pudimos resguardar y ahí defendernos con piedras, gomeras, palos. Y ellos se parapetaron atrás de los árboles y de ahí nos disparaban. En ese tramo hay muchísimos árboles.
La gente de la comunidad coincide en que el lugar donde mataron a Rafael Nahuel e hirieron a otras personas con balas de 9 milímetros está a 1 hora subiendo desde la entrada. Aunque en el comunicado de prensa del Ministerio de Seguridad hablan de que el ataque fue a unos «400 metros de la Ruta Nacional Nº 40».
Fue en ese sector alto donde corrieron, esquivaron las balas y respondieron con «lo que nos da la naturaleza, esas son nuestras armas. Acá no hay armas de fuego como dice la ministra (Patricia) Bullrich o como inventan por ahí algunos periodistas. Por eso siempre estuvimos dispuestos a que vengan a hacer la inspección así ven el lugar donde nos atacaron, donde mataron a Rafita».
Todo indica que el miércoles por la mañana el juez federal Gustavo Villanueva, el mismo que ordenó el desalojo, se presentará en el Lof Lawken Winkul Mapu junto a los peritos de la policía, los peritos de parte, abogados defensores y demás organismos que integran la mesa de diálogo para realizar la inspección ocular. También estará el obispo de San Carlos de Bariloche, Juan José Chaparro, «pero no ingresará por tratarse de un territorio sagrado».
«Todos los impactos de bala están en los árboles, están en las barricadas que hemos hecho para que se les ponga más complicado seguirnos. Hay casquillos de 9 milímetros, de los antitumultos, hay cartuchos por todos lados. Es parte de la evidencia que tenemos y que le hemos entregado a algunas autoridades», dicen.
Sangre y muerte
La autopsia confirmó que la bala 9 milímetros que mató a Rafael Nahuel entró por el glúteo y realizó un recorrido hacia el sector del pecho. Murió desangrado. «Otros peñi empiezan a gritar que había un herido, que habían matado a uno, empiezan a bajar, a replegarse. Quedan entre 4 y 6 de Albatros, más de eso no eran. Una vez que les gritaron que había heridos de gravedad, ahí emprendieron la huida ellos, hacia abajo, hacia acá donde estamos ahora. Llegaron acá y nosotros estábamos 10 kilómetros arriba con los 3 heridos. Tuvimos que hacer una camilla y bajarlo por el camino, venir con cuidado de que no nos embosquen nuevamente. Y cuando llegamos acá estaban enfilados las fuerzas federales y los de Albatros; no sé si eran los mismos pero vimos las ropas y eran las mismas. También estaban preparados para avanzar. En eso otros peñi les gritaron que había un muerto y pudieron bajarlo. El resto se quedó acá porque nos iban a llevar a todos en cana, porque eso es lo que quieren», relata el integrante de la comunidad con rabia y tristeza en sus ojos.
-¿Cuánto duró todo eso? -Desde que nos encontramos hicimos un camino que es muy sinuoso (dibuja en la tierra para explicar). Habremos hecho dos, tres curvas así y ahí nos encontramos. Ellos venían subiendo. No es que venía un batallón para hacer un desalojo; venían a matarnos. Eran seis personas nomás dispuestas a eso, a eso los habían mandado: a disparar. Si es un grupo mayor que te viene a desalojar, vienen con una orden y la leen. Nunca se pasó eso; nosotros alcanzamos a ver a 4 o 6 personas que empezaron a disparar contra nosotros. Y ahí nos replegamos a nuestro campamento y fue cuando hirieron al peñi Rafael».
La primera vez que las fuerzas de seguridad entraron al Lof fue el jueves 23 de noviembre. Ese día se llevaron niños y mujeres a los que les arrojaron gas lacrimógeno, los golpearon y los precintaron. Hoy, muchas de esas mujeres volvieron al territorio para resistir y acompañar a sus familias.
La tierra y ¿la RAM?
Se ha dicho que Rafael estaba ahí de casualidad, que fue engañado pero desde la comunidad dicen que «Rafita era uno más, como nosotros, mapuche como nosotros consciente de la lucha por el territorio y consciente por el levantamiento que tiene cada familia dentro de cada territorio. Nosotros somos todos mapuches y donde haya una recuperación de territorios vamos a estar todos nosotros».
Con respecto a la RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) ellos dicen que «acá no hay nadie que sea de la RAM. Lo que busca el Estado es criminalizarnos, busca generar el miedo entre las comunidades que se están levantando. Acá estaban buscando que fuéramos pocos para llegar y matar y poner armas. Si hubiesen matado 4, 5 peñis allá arriba íbamos a aparecer todos con armas en las manos. No pudieron hacer eso porque mataron a uno y los sacamos del territorio. Ellos querían decir que éramos una guerrilla. Eso querían vender».
Por último resta entender la lucha por la tierra y por qué -justamente- esas tierras. «Antes de que fuera Bariloche todo tenía nombre mapuche. Desde el que llegó el cura Mascardi (Nicolás) inició las matanzas de gente que fue quedando escondida de la guerra de Julio Roca. Para nosotros los mapuches el territorio es uno solo; dentro de ese territorio nuestros ancestros caminaban por todo el territorio en busca de lawenes (remedios vegetales) y de comida. La ciudad fue encerrando a estas comunidades y estas comunidades necesitan un territorio apto y suficiente; donde haya newenes (fuerza, energía), agua. Por eso es nuestro reclamo. Y por eso se decidió que esta familia tiene un territorio para recuperar. Porque este es territorio ancestral. Quieran o no quieran, todo este territorio es ancestral».