Lo conocimos todas y todos quienes, desde México y más allá, buscamos un mundo mejor. Su figura es referente irrestricto de integridad y compromiso, su obra es luz en medio de la tiniebla capitalista que pretende nublar la razón e imponer la oscuridad inhumana.
Don Pablo González Casanova se marchó de la vida terrenal (18 de abril de 2023) para entrar al coloquio de los inmortales intelectuales. Ahora, su morada es el parnaso del conocimiento, donde ya se había ganado su lugar mucho antes a través de su praxis a favor de los desposeídos.
Su pensamiento crítico revolucionó muchas de las estructuras anquilosadas en las academias de ciencias sociales y humanidades, sus aportaciones conceptuales dieron forma a debates y nuevas interpretaciones que reforzaron los análisis sobre la realidad concreta, su base fue siempre esa, el cuestionamiento de lo existente desde su esencia, escapándose así de las ideas prefabricadas por el sistema y las “correctas formas del saber”. La revelación del colonialismo interno fue una de sus grandes aportaciones, cuestionando lo profundo de las estructuras donde se sustentan la explotación, el racismo, la discriminación y demás formas opresivas aún existentes en nuestro país.
Don Pablo hizo suya a la utopía, supo marchar junto a quien debía, caminó de la mano con las luchas estudiantiles, juveniles y proletarias, apoyó sin titubeos a la Revolución Cubana, se sumó al largo andar de la resistencia indígena, apuntalando sin temor la resistencia del EZLN, fue nombrado Comandante justamente por los zapatistas, con quienes más que compartir su saber, finalizó sus días aprendiendo nuevas formas de saber y de resistencia, liberándose él mismo de viejas concepciones de lo que era y no la Revolución. Su integridad ética y moral lo condujo a volverse luz y ejemplo ante la simpleza del pensamiento posmoderno, del cual cuestionó su debilidad y su falta de perspectiva para aportar a las soluciones más urgentes de nuestro tiempo.
En sus obras refleja el compromiso, pero, sobre todo, el rigor científico que le otorgó un lugar preponderante en las ciencias sociales latinoamericanas y del mundo. No titubeó a la hora de nombrar los procesos y fenómenos por su nombre, sin temor de ser mal visto por los juiciosos de la academia servil al sistema. Escribió con todas sus letras sobre el Imperialismo, la Revolución, la Democracia, la Explotación, la Libertad, el Colonialismo Interno, las Ciencias Sociales, el Estado, el Zapatismo, la Sociología, el Socialismo, y otras temáticas que requerimos volver a leer en sus obras, pues nos legó grandes tesoros del pensamiento crítico como: La democracia en México (1965); Sociología de la explotación (1969); Las categorías del desarrollo económico y la investigación en Ciencias Sociales (1977); Imperialismo y liberación en América Latina (1983); La hegemonía del pueblo y la lucha centro-americana (1984); La universidad necesaria en el siglo XXI (2001); Las nuevas ciencias y las humanidades (2004); y De la sociología del poder a la sociología de la explotación. Pensar América Latina en el siglo XXI (2009), entre otras.
El compromiso intelectual con los desposeídos y explotados que asumió lo mantuvo siempre cerca del marxismo, y lo condujo a reconocer en el socialismo el camino a la plena realización humana, acostumbrado a la crítica propositiva afirmó que: “El legado principal de las experiencias del siglo XX es que no es posible la lucha por el socialismo sin que esa lucha sea mundial y también por la democracia”.
¡Hasta la victoria siempre!, don Pablo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.