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Dos puñetazos al liberalismo

Fuentes: Rebelión

En 1938, a tres años de haber finalizado la contienda por el Chaco (1932-1935), la pugna entre liberales y nacionalistas se puso al rojo vivo. El sociólogo boliviano René Zavaleta, en su libro 50 años de historia, al respecto, afirmó que «(…) la guerra había creado las tendencias subjetivas para la construcción de la unidad […]

En 1938, a tres años de haber finalizado la contienda por el Chaco (1932-1935), la pugna entre liberales y nacionalistas se puso al rojo vivo. El sociólogo boliviano René Zavaleta, en su libro 50 años de historia, al respecto, afirmó que «(…) la guerra había creado las tendencias subjetivas para la construcción de la unidad nacional y del Estado nacional». En ese contexto, un conocido intelectual conservador fue golpeado por el entonces Presidente de la República. El suceso quedó grabado con tinta indeleble en la memoria del país.

En medio de un gélido invierno de agosto, hace 80 años, el jueves 4, en Palacio Quemado se reunieron dos personajes que encarnaron corrientes ideológicas opuestas: el Presidente Germán Busch que defendió al nacionalismo y el escritor Alcides Arguedas que apoyó al liberalismo. Ese encuentro culminó en una golpiza, que aún hoy genera polémica.

Busch (1904-1939), quién fue héroe de la guerra del Chaco, asumió la presidencia a sus 33 años. La Ley General del Trabajo, el Código de Educación, la primera Constitución Social y el Decreto de entrega del 100% de divisas al Banco Central fueron algunas medidas progresistas que inmortalizaron al apodado Camba Macho, quién, con una bala en la sien, murió en pleno mandato presidencial.

Arguedas (1879-1946), por su parte, fue uno de los intelectuales más reconocidos de la primera mitad del siglo XX. Pisagua, Wata Wara, Raza de Bronce, Pueblo enfermo, La plebe en acción e Historia de Bolivia -trabajo auspiciado por Simón Iturri Patiño- fueron algunas obras que lo encumbraron como literato e historiador. Fue elegido jefe del Partido Liberal en 1940. Murió de leucemia en Chulumani.

Hoy, Busch es reconocido como «precursor de la revolución nacional», mientras Arguedas es destacado por su pluma.

DOS PUÑADAS

Bajo el gobierno de Busch (1937-1939) se libró una pugna exacerbada entre nacionalistas y liberales, que fue azuzada por cartas abiertas escritas por Arguedas. 

En su obra Historia del periodismo, Eduardo Ocampo aclaró que el autor de Pueblo enfermo publicó una primera carta el 20 de agosto de 1937, en la que criticó la ruptura política de Busch con el exmandatario David Toro, el fracaso de la guerra del Chaco «originado por la incapacidad de los técnicos (…) en la conducción de las operaciones bélicas» y la demora en «constitucionalizar» el país.

En la segunda misiva difundida el 4 de agosto de 1938, se refirió de forma «despectiva» hacia la «casta de excombatientes del Chaco» y denunció la «repartija» de dineros sobrantes entre los ministros. «Posiblemente, esa ingrata reminiscencia alteró los nervios del dictador, quién mediante un edecán hizo comparecer a Arguedas al despacho presidencial -al promediar las 4 de la tarde de ese mismo día- y sin mayores circunloquios le increpó duramente por esos escritos insertos en El Diario». Luego de una breve discusión, el Camba Macho lo agarró de la solapa y «le ensangrentó el rostro a puñadas», añade Ocampo.

ACTO VIOLENTO

El periódico paceño La Razón publicó la versión de Arguedas el 5,6 y 7 de mayo de 1947, un año después de su muerte: «La indignación me hizo ser brusco. Tiré de la silla y me senté (…) ¡Es usted un canalla! me sopló con voz fuerte (…) El insulto bajo y cobarde me sublevó. E irguiéndome sobre la silla, repuse con vehemencia: Y usted es…». 

Luego, contó los detalles de la agresión: «Entonces llegó a mí y con gesto rápido me cogió de la solapa, me atrajo hacia él y me dio un golpe violento sobre la ceja derecha con la mano cerrada y armada de un enorme anillo de oro. Repitió el golpe sobre el otro lado de la cara. Brotó la sangre a chorros por la ceja abierta, la nariz y la boca».

Tras calificar como «inicuo» el acto, el intelectual herido y exasperado exclamó: «usted quiere callar mi pluma y no ha de poder… Un solo medio le quedaría: hacerme dar dos tiros con sus soldados».

UN UKASE DE CENSURA

Para evitar un escándalo público, mediante «ukase» (mandato tajante, edicto) el Departamento de Propaganda del régimen notificó a los medios evitar «todo género de publicaciones que afecten el prestigio del Gobierno, a la honorabilidad de sus personeros, al orden social y a la tranquilidad del país». 

A pesar de las restricciones impuestas, el 24 de agosto de 1938, el matutino cochabambino El País expresó su desacuerdo por la falta de respeto al «valor de las ideas» y, entre líneas, respaldó al escritor, en el artículo El periodismo y la amenaza. Esa publicación denunció lo siguiente:

«Hoy por hoy, cualquier ciudadano que se las da de ‘sentido y agraviado’ como en los juegos de prendas de nuestros abuelos, cree que las cuestiones públicas se las arregla a palos o a bofetadas. Nada más falso ni más erróneo (…) Todas estas reacciones violentas, dignas de épocas pretéritas, tiene que sufrir aún el escritor en Bolivia. Y nosotros, dentro de la humanidad altiva y tenaz de nuestras tareas, tampoco hemos sido ajenos a la amenaza de los violentos».

A su turno, Arguedas comunicó lo ocurrido, mediante una carta, el 10 de agosto de 1938, al entonces presidente de Colombia, Eduardo Santos, con el fin de generar apoyo internacional.

SINCERO ARREPENTIMIENTO

Sin embargo, existen otras versiones sobre lo ocurrido el periodista y escritor Augusto Céspedes, en su texto El dictador suicida, aclaró que «Arguedas, confiado en su respetabilidad, se demostró despectivo e insolente ante el cadete, pero éste echó a un lado el sillón presidencial y le dio dos golpes, bañándolo en sangre». Agregó que Busch manifestó «sincero arrepentimiento» y reconoció la «indignidad de su acto», pese a la «vaguedad e imprecisión de lo expuesto» en las dos misivas.

Asimismo, el Presidente tampoco tomó medidas contra los mítines de estudiantes que se plantaron frente a las puertas del Palacio de Gobierno, quienes lo tildaron de «salvaje» y «matón».

¡YO NO RECTIFICO NADA!

A su vez, el intelectual Augusto Guzmán puntualizó que el Presidente convocó a Arguedas, el 4 de agosto, con el único fin de «rectificar» la «apócrifa información» publicada en El Diario:

«Me encontraba en La Paz cuando se produjo el incidente con Busch en el despacho presidencial. Arguedas que había vuelto al país en 1934 y fue siempre un crítico severo, tanto de la conducción de la guerra como de haberla afrontado en lugar de negociar con el Paraguay diplomáticamente y salvar una parte del Chaco, dijo en una carta abierta dirigida a Busch, que su gobierno se había gastado o distribuido un dinero o algo de eso, cosa que no ocurrió en la época de Busch, sino en la de Toro. En esa época yo era Oficial Mayor y acredité sobre este hecho. Busch lo hizo llamar a Palacio junto al Fiscal de Gobierno, para que haga la declaración rectificatoria. Don Alcides se presentó en el despacho del Presidente y como primer gesto desafiante, echó su abrigo sobre el escritorio de Busch y ahí empezó el palabrerío. ¡Yo no rectifico nada! gritó Arguedas y Busch se enfureció y le dio un moquete».

El incidente fue destacado por el historiador y periodista Mariano Baptista en su obra Mis hazañas son mis libros. Vida y obra de Augusto Guzmán.

Ese acto calificado como violento alteró a la población y generó una descarga emocional. Todo eso le ocasionó mucho daño a la imagen de Busch. Empero, lo que había detrás de esas misivas fue una campaña de medias verdades que impulsó la polarización del liberalismo frente al nacionalismo.

Lo expuesto permite entender que los «puñetazos» de Busch contra Arguedas, en el fondo, expresaron la aguda lucha que se libró entre nacionalistas y liberales en el periodo de la posguerra del Chaco.

Grecia Gonzales Oruño es periodista

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.