Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Durante el tiempo en que los mexicanos celebran el 200 aniversario de su independencia de España, evocando una historia de resistencia contra el colonialismo, algo inquietante se desarrolla en la frontera norte del país: una flota de drones [aviones no tripulados] Predator B de EE.UU. comienzan a patrullar el territorio fronterizo.
Habrá fuegos artificiales y ondearán las banderas al sur del Río Grande en las festividades más costosas que México haya visto; sin embargo, el bicentenario podría ser ensombrecido por crecientes tensiones con el mayor socio comercial del país y su más encarnizado adversario histórico.
«Hay un sentimiento de aumento de la militarización en la frontera» dice Juanita Darling, profesora de relaciones internacionales en la Universidad del Estado de San Francisco.
El temor a los los inmigrantes latinos y el aumento de la violencia de la droga en México han llevado al Departamento de Seguridad Interior de EE.UU. (DHS, por sus siglas en inglés) a desplegar drones para monitorear toda la frontera desde el 1 de septiembre, junto con un despliegue posterior de 1.200 soldados y otras medidas, como parte de un paquete de 600 millones de dólares para el «refuerzo de la seguridad».
Controvertidos por su uso en Afganistán, Pakistán y Yemen, los drones en la frontera pasan sobre un área que, irónicamente, había pertenecido previamente a México.
Mentiras bélicas
Mucho antes de que George W. Bush pregonara la guerra a bombo y platillo, avivando los temores a unas armas inexistentes de destrucción masiva de Iraq, James K. Polk, ex presidente de EE.UU., afirmó en 1846 que México «invadió nuestro territorio y derramó sangre estadounidense sobre suelo estadounidense».
No era verdad, pero no importa. La mentira justificó una guerra, que terminó en la anexión por EE.UU. de California, Arizona, Nuevo México así como otros territorios de su vecino meridional, la misma franja de 3.200 kilómetros de tierra que es objeto del actual impulso hacia la militarización.
«La patrulla fronteriza ha pasado de unos 10.000 a 20.000 agentes en menos de una década, [y] muchos de sus nuevos miembros provienen directamente de operaciones militares en Afganistán, Iraq u otros teatros de operaciones en la «guerra contra el terror» dice Geoff Boyce, un activista del grupo por los derechos de los inmigrantes, No More Deaths.
El propio drone Predator «encabeza la revolución de la conciencia situacional» con «vigilancia, reconocimiento y misiones de cazador-asesino sobre la tierra y el mar», según sus fabricantes. Los drones en la frontera entre EE.UU. y México serán utilizados para la vigilancia, no para asesinatos selectivos, pero el modelo Predator B se puede equipar con armas.
«Como compañía privada no otorgamos muchas entrevistas» dijo una vocera de General Atomics Aeronautical, negándose a comentar la expansión del negocio de la compañía en la frontera.
Sin embargo, la vocera aconsejó que se contactara «al cliente», pero el portavoz recomendado del Departamento de Seguridad Interior no respondió a las solicitudes de una entrevista.
De México a Oriente Próximo
En su libro Empire’s Workshop, el historiador Greg Grandin argumenta que muchas de las políticas militares que EE.UU. utiliza actualmente en Oriente Próximo -amenazas inventadas, asesinatos selectivos y apoyo encubierto para escuadrones de la muerte- fueron perfeccionados durante guerras sucias en Latinoamérica contra gobiernos izquierdistas democráticamente elegidos.
En el caso de los drones, sin embargo, los inmigrantes económicos mexicanos enfrentan tecnología desarrollada para luchar contra combatientes insurgentes basados en las zonas de conflicto de Oriente Próximo y Asia Central y del Sur.
«La tecnología de los drones ha mejorado considerablemente en los últimos años» dice Pratap Chatterjee, experto en contratos militares del grupo de presión Corpwatch. «La frontera recibe los frutos de algunos de los desarrollos tecnológicos que surgieron de las guerras en Iraq y Afganistán», comenta a Al Jazeera.
A pesar de nuevos equipos de vigilancia, los temores de propagación de la violencia de mortíferas guerras de la droga que arrasan en todo México también han hecho ganar poder a los responsables políticos que presionan por la militarización de las zonas fronterizas.
Pero cuando Janet Napolitano, la secretaria de seguridad interior de EE.UU., anunció nuevos drones y otras medidas de «seguridad» el 30 de agosto, admitió que las tasas de criminalidad eran bajas a lo largo de la frontera.
Criminalidad baja en la frontera
Las cuatro principales ciudades de EE.UU. con las tasas más bajas de crimen violento, según un informe de Associated Press publicado en junio, son Phoenix, San Diego, El Paso y Austin, todas ubicadas cerca de la frontera.
«Las cifras no mienten» dijo Napolitano, al hablar de las basas tasas de criminalidad en las ciudades de EE.UU. cercanas a la frontera.
Las cifras no mienten, pero las personas sí. «Los drones y la militarización son impulsados por consideraciones políticas: este es un año electoral» dijo la profesora Darling.
Afectados por una recesión, la explosión de la deuda pública y las guerras en ultramar, algunos estadounidenses de clase trabajadora se preocupan de que los inmigrantes mexicanos roben sus puestos de trabajo, causen problemas y se nieguen generalmente a adaptarse al modo de vida estadounidense.
El temor a los inmigrantes no es nada nuevo o único, en EE.UU. ni en ningún otro sitio, pero la actual retórica sobre los inmigrantes latinos puede estarse transformando en algo peor que lo normal, mientras los cultos intelectuales tratan de replantear el resentimiento regular en un discurso «civilizacional».
«Amenazas» latinas
Samuel Huntington, el académico de Harvard y arquitecto de la teoría del «choque de civilizaciones» -un concepto que afirma que el mundo islámico y las ideologías religiosas que lo apoyan son incompatibles con los conceptos occidentales de democracia liberal- también tiene algunos puntos de vista sobre los inmigrantes latinos y las «amenazas culturales y lingüísticas» que plantean a EE.UU.
Los inmigrantes latinos, excluidos de unas tierras tomadas por la fuerza durante la guerra mexicano-estadounidense, constituyen «el desafío más inmediato y más serio para la identidad tradicional de EE.UU.», según Huntington.
Es verdad que, a diferencia digamos de los inmigrantes musulmanes, muchos inmigrantes latinos tienen poca educación y trabajan por bajos salarios realizando trabajo manual.
Pero esas tendencias demográficas están directamente relacionadas con la política económica, más que con alguna forma de cultura inerte.
«En California vemos grandes cantidades de inmigrantes de México que no constituyen grupos inmigrantes tradicionales; se han visto obligados a emigrar porque el NAFTA [Acuerdo de Libre Comercio Norteamericano] no les ha dejado otra alternativa» dijo la profesora Darling.
En 1994, cuando EE.UU., México y Canadá firmaron el acuerdo, las elites mexicanas y muchos ciudadanos creyeron que el país se convertiría en un taller para EE.UU., produciendo los coches, textiles y bienes de consumo para el mercado más rico del mundo, y así sacaría a los mexicanos de la pobreza.
El efecto ha sido casi lo contrario.
«Tomando sector por sector y considerando el impacto probable del NAFTA, quedó en claro que se iba a crear el tipo de situación que vemos: un efecto perjudicial para la pequeña agricultura y la producción industrial con altos salarios» dijo Darling.
Libre comercio, gente encerrada
Muchos inmigrantes recientes habían sido agricultores antes del NAFTA, cuando los productos agrícolas fuertemente subvencionados de EE.UU. inundaron el mercado mexicano, destruyendo sus medios de vida.
Al llegar el año 2004, diez después de la firma del acuerdo, 1,3 millones de puestos de trabajo agrícola habían desaparecido en México, según un estudio de la Fundación Carnegie por la Paz Internacional.
«La Operación Guardavallas [una fase anterior de militarización de la frontera] fue lanzada en 1994 cuando entró en vigor el NAFTA, y no crean que fue por coincidencia» dijo Boyce.
«Si se consideran los impactos del NAFTA sobre la mayoría de la gente, especialmente sobre la demografía que cruza la frontera, los argumentos para el NAFTA fueron manifiestamente infundados.»
Tal vez el legado más lucrativo del NAFTA ha sido la expansión del narcotráfico. Y las bandas de la droga siguen las premisas básicas del capitalismo al estilo del libre comercio hasta su conclusión lógica: compra barato, vende caro, obtén ganancias y elimina a tus competidores.
«No sé si los drones serán utilizados para rastrear a gente que lleva armas de EE.UU. a México, que tienen un impacto importante en la guerra de la droga» dijo Darling.
Y mientras México enfrenta miles de muertes por la droga, desempleo y una guerra en todos los frentes en algunas ciudades, otros países latinoamericanos como Brasil, Venezuela, Argentina y Bolivia intentan, a menudo exitosamente, trazar un camino separado lejos de la dependencia de EE.UU.
Por lo tanto, mientras los mexicanos beben cerveza Tecate, comen tamales y contemplan cómo su gobierno gasta fastuosamente en su bicentenario, las palabras del dictador Porfirio Díaz parecen tan verdaderas hoy como lo fueron hace más de 100 años:
«¡Pobre México! Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos.»
Fuente: http://english.aljazeera.net/indepth/features/2010/09/2010915175744263894.html
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