Lo sucedido en el hospital Las Américas de Ecatepec, da idea de la forma en cómo en este municipio se desarrolla la vida cotidiana de una de las poblaciones más abandonas y enigmáticas de la República Mexicana [1]. Es cierto, hablamos de una irresponsabilidad de la sociedad que se aglutinó alrededor del hospital, entró por la fuerza y estuvo en contacto directo con los cuerpos presumiblemente contagiados por COVID-19. Posteriormente a estas imágenes que pudimos ser testigos, sobrevino una entrevista a una mujer, cuya relación, mencionó, era la madre de uno de los pacientes de aquel hospital y afirmaba que no existía el COVID-19 y que a su hijo le inyectaron algo, “para matarlo”. Después, ocurrió lo que se acostumbra en esta memoria indómita conocida como Ecatepec: se juzga a los olvidados.
La presencia del COVID-19 en las poblaciones del Estado de México visibiliza, de manera enfática, las situaciones de pobreza extrema de muchos municipios; la precariedad de los servicios públicos como luz o agua; la salud como un privilegio para una clase dominante, en tanto que, para muchos en Ecatepec, enfermarse es un privilegio que no todos se permiten. El crecimiento de Ecatepec en las últimas décadas puede analizarse bajo los procesos de corrupción que fueron deteriorando lo que en su momento era una “tierra prometida”, de oportunidades para crecer, conseguir una vivienda e impulsar la industria en Ecatepec. Sin embargo, conforme el tiempo discurría, los planes de volverse una zona industrial se vinieron abajo: recesiones, malas administraciones, corrupción, llevaron a la miseria a miles de familias que dependían de ese sustento, aunado, además, y como puede apreciarse a lo largo de los cerros que le da su nombre originario, el desplazamiento migratorio: porque no había ya lugar en la Ciudad de México, venta de terreno en condiciones no necesariamente legales, eventos trágicos (terremoto de 1986, la explosión de San Juanico), llevaron a que una gran población ocupara los cerros y, hoy, esas comunidades, sufren el avasallamiento del progreso que los deja fuera de toda oportunidad de una vida digna. La problematización de los servicios públicos ha sido clave importante para el mantenimiento de acciones sociales como la inseguridad, territorios sin presencia del Estado mexicano con todo lo que conlleva, así como la premura de crecer en hogares que al paso del tiempo se volvieron disfuncionales y bajo la tutela del individualismo: la voracidad de sobrevivir por cualquier medio fomentó la aparición del individualismo como sello prototípico por todo Ecatepec. Aun así, un fuerte sentido de identidad en aquellas zonas, dan ideas del imaginario colectivo que hubiera de construirse para dar lugar a comunidades marginadas, unidas bajo sus precariedades y configurar un sentido de pertenencia en el arropo de las condiciones igualitariamente injustas que les tocó vivir. Así, podemos encontrar en muchas zonas, donde bandas criminales se encuentran fuertemente organizadas, con la naturalización de las comunidades ante todos los elementos de la violencia presente en sus territorialidades. La remembranza de la sociedad ecatepense se forja a través de la rápida adaptación que impone la sociedad de consumo con su funcionalidad de estructura de un sistema de objetos, donde se gratifica la estilización de los productos sobre las cosas comunes que importan al vivir. La vida no es lo que importa sino el significante que se le da a través del consumo como elemento de moda temporal. De ahí su gran primera lección: lo que sea que exista, si existe, deberá de dudarse porque todo siempre, como siempre, es una mentira, una promesa incumplida.
Con su casi millón y medio de habitantes, vivir en Ecatepec, es una proeza de visiones inimaginables: todos los días existe una migración laboral importante de personas que se habrán de desplazar hacia la Ciudad de México, dejando atrás viviendas, familias, tiempos y tejidos de identidad que no terminan por estructurarse, significando comunidades marginadas por el olvido, como por la pobreza que se respira en cada rincón de ese municipio, así como la falta de un programa económico que contenga una infraestructura importante que fomente la reactivación de las zonas más vulnerables. Ecatepec termina por ser conocido como “los dormitorios”, haciendo referencia a esa migración y la pérdida de construcción económica, social en grandes márgenes de sus colonias. Aunque ahí no terminan los hechos. Puesto que una parte importante de la población se desplaza hacia la Ciudad de México, mayoritariamente, otro tanto se abre paso en la historia del propio municipio.
Cuentos de Ecatepec
1. Puede observarse, en el albor de la mañana, cientos de personas que habrán de desarrollar su trabajo bajo el suplicio permanente que se ha desarrollado bajo su fractura social: venta de drogas en prácticamente todos los fraccionamientos, comercializado, por si faltara, por una población adolescente, hace tiempo abandona a su suerte; comercio informal que termina por ser el verdadero regulador económicos de las zonas y cuya historia pesa al momento de clarificar las “mochadas” como un pacto implícito con las autoridades para seguir funcionando en beneplácito del Estado; deficiencia en los servicios de luz y agua que puede apreciarse sobre los continuos cortes de agua en municipios donde solo una vez cada 15 días pueden verse “beneficiados” por el constante flujo y después volver a carecer del vital líquido como una medida de “abastecimiento equitativo” o reparaciones, como siempre, sobre defectos en las tuberías de suministros de agua. Además, tratándose del tema de electricidad, el recorrido por las calles de Ecatepec permanece visible ante cientos de cables que cuelgan de manera informal, puesto que el servicio de luz no ha sido dado de alta por irregularidades en el proceso de pasar de SME a CFE y abuso por parte de estos últimos o simplemente, por la comodidad que esto representa en el imaginario colectivo de una gran parte de la sociedad ecatepense en la naturalización de la indiferencia como aprendizaje social adquirido por las estructuras ideológicas elementales. De ahí que gran parte de la crítica que se ha vivido últimamente no haga referencia al proceso hegemónico cultural fuertemente enraizado en las comunidades de Ecatepec.
2. El juicio es insostenible si de lo que se trata es de la explicación sobre el comportamiento de lo sucedido en el hospital de las Américas donde abunda el olvido, la desmemoria, violencia simbólica como el sello particular de esta región. Pensar y repensar en Ecatepec es reflexionar sobre el actuar de los gobiernos de esta localidad, su agenda de desarrollo, sus programas comunitarios, así como su quehacer político en el mantenimiento de un status social cuyo título hace referencia la población en general, pero que, en efectos de praxis, son los pobres, una gran mayoría en Ecatepec, los excluidos de todo soporte social y para los cuales el mañana, muy probablemente no exista en sus geografías. No se puede olvidar las formas de gobernabilidad en cada municipio que recuerda de manera sutil el esclavismo de la Edad Media; la forma de reacomodar las poblaciones mediante lores que raramente se veían y cuyo recaudo de materiales primarios se hacía sin importar las condiciones de vida de una persona en específico. No en balde, los procesos políticos que abundan en este municipio se basan sobre formas de encapsulamiento de representantes, mayoritariamente mujeres, donde la entrega de ayudas materiales sirven en el fortalecimiento de la desmemoria, la conservación de la normalización de condiciones de injusticia como garantía de que en verdad se está trabajando pero “el gobierno sólo no puede” (si es que esa misma verborrea repetida por distintas autoridades municipales tiene sentido) y termina por ser un proceso hegemónico de dominación. Sin existencia de un quehacer comunitario comprometido que permita el avance visualizados en programas de desarrollo social, se puede seguir repitiendo el mismo discurso, lucrando indiscriminada e impunemente con las carencias, las condiciones de pobreza, exclusión de un grueso de la población y ¿Dónde está un tramo de la clase intelectual que exigía a gritos prudencia a las personas, criticando su comportamiento, mostrando su capacidad segregacionista y burlándose de las condiciones de vida de la gente en Ecatepec? ¿Por qué la crítica no abasteció también, por ejemplo, al proyecto de mercadotecnia donde la empresa Little Cesars tuvo una promoción que se vería reflejada en las compras avasallantes sabiendo como responderían y, hasta el momento, cuál es la penitencia para la inversión privada? ¿Por qué los excluidos de siempre deben morir en silencio, en tanto que este tipo de empresas que de manera directa fomentan el avasallamiento de espacios públicos para consumo pueden salir impunes rápidamente?
3. Como olvidar la deuda histórica que tiene el Estado de México y sus gobernantes para con los pueblos originarios e indígenas cuyos repartos agrarios han servido al mantenimiento de una clase aristocrática de la zona y al desplazamiento forzado, vendido sobre la idea de progreso social que aún hoy puede verse ensoñado bajo el proyecto de un aeropuerto. La idea de hablar de progreso, se ha demostrado que es igual a segregación poblacional, reflejando solo un reflector del folclor que tanto les gusta a los gobiernos en torno a ventas y turismo, conduciéndose conforme a derecho y hablando de derechos humanos cuando no hay idea sobre los mismos. En esa latitud, el enfoque de acercamiento continúa siendo el relato del dominador que impone su ley y sus características a los olvidados, siendo indiferentes a las cosmovisiones presentes de los pueblos. De ahí el desplazamiento y exclusión de esos pueblos al interior del municipio de Ecatepec.
4. A escasos 25 minutos del Hospital de Las Américas se encuentra la unidad habitacional Héroes Bosques, donde se han relatado gracias a la investigación puntuales de muchas personas, especialmente de Lydiette Carrión, que ha recopilado historias desgarradoras; la laceración de cientos de familias por las situaciones de feminicidios presentes en las zonas, generando una ruptura del sentido de comunidad reflejando un Estado arrebasado ante dicha problemática, nuevamente, bajo la protección de las propias autoridades en estas situaciones así como el siempre irritante proceso de culpabilidad dirigido a las víctimas por parte del sistema burocrático. Tema que aún no tiene fin y que, al margen de lo ocurrido, en consonancia con la cuarentena, los feminicidios no han cesado y, muy por el contrario, el número sigue incrementando. Los problemas estructurales no son tomados con relevancia, mucho menos con un análisis de las causas y condiciones que llevan a estos delitos.
5. Y si seguimos puntualizando situaciones problemáticas en Ecatepec, nos podemos encontrar con secuestros, robo a mano armada, violencia hacia personas mayores de la tercera edad, suicidios, violencia intrafamiliar, abuso sexual, acoso, violencia contra animales en condición de calle, aumento de personas en vulnerabilidad de condiciones de calle, deficiencia en los sectores de salud, previamente arrebasados ante la gran demanda de esos servicios y la poca capacidad de acción del Estado para cumplir esta labor, “paracaidismo” de terrenos, dejando sin posibilidad de obtener una vivienda desde la vía legal, falta de espacios recreativos y culturales que se encuentran arrebasados por cada vez más puestos de venta de alcohol, servicios educativos insuficientes y de calidad deficiente. Un largo etcétera que acompaña las condiciones de precariedad en que se vive en muchas regiones de Ecatepec. Estos idílicos cuentos refieren la percepción desde la periferia, donde las cotidianeidades se vuelven complicadas por muchas situaciones y pocas respuestas que satisfagan las demandas sociales. Probablemente en los esquemas cognitivos la estructuración de un pragmatismo se hace presente para reforzar y apurar los calendarios de actividades cotidianas a favor del progreso de las familias y su mantenimiento, posterior a eso, poco espacio en realidad se deberá para reflexionar sobre estas condiciones naturalizantes.
Una solución
Como puede visualizarse, gran parte del entramado que refleja la vida en Ecatepec no es simple, se vuelve complicado por las particularidades territoriales, los distintos tipos de violencia naturalizante, la pérdida, en gran parte de un sentido de comunidad expresa en términos de organización participativa comunitaria. Las acciones pasadas en aquel hospital reflejan una microrrealidad que se repite de manera incesante en su cotidianeidad vilipendiada desde hace tiempo, la zozobra, el desconcierto, el desconocimiento, la desconfianza a las autoridades fue el legado de anteriores gobiernos que vieron en la población, como en cualquier otra parte del territorio nacional, e internacional, el trofeo desde donde enriquecerse y acumular una riqueza a expensas de las realidades y de los conflictos latentes como estado permanente de dominación cultural. Las expectativas segregacionistas, tienen a analizar el estado del conjunto de las actividades que rodean a Ecatepec y todo el Estado de México como una zona de inseguridad alta, donde en todo momento se debe de estar alerta ante cualquier desfortuito que haga pasar un mal rato. Pero en no pocas ocasiones la crítica y el análisis suceden al interior de las estructuras sociales donde pasa la mano para nada invisible del Estado en formatos de cooptación, coerción social y seguimiento fragmentario de las organizaciones civiles a fin de mantener un estado de satisfacción de las clases aristocráticas de la región. En esencia, se observa, en la relación ambivalente mediante un sesgo de negatividad-pasividad al empobrecimiento social por las personas que viven en el municipio y al Municipio como referente en su transformación social que no termina por cuajar entre su parte teórica y la verdadera praxis que se pretende del todo, irreal. Que se desprenda el valor innegable de falta de conciencia social e irresponsabilidad de las personas al exponerse ante una situación de alto contagio que pueda derivar en un foco peligroso, no hay duda; exhibir, exigir y trabajar en procesos participativos realmente ciudadanos que clarifiquen el actuar de las autoridades y propiciar la construcción de mecanismos de comunicación funcionales, es también la parte prioritaria que no debemos dejar de insistir en su creación, así como sanciones ante empresas que, valiendo de las carencias y la vulnerabilidad de la gente, logran posicionarse mediante estrategias de mercadotecnia y que son, en el mismo razonamiento, aunque menos grave como el caso mencionado, foco de infección. Como tampoco deberá de perderse que Ecatepec, como tantas otras geografías nacionales sufre la condición de una militarización encubierta en todo territorio nacional. Los intentos de una palestinización son verídicos y habrá que defender los principios de respeto a derechos humanos y evitar el atropello del poder de diferentes corporaciones judiciales.
Este artículo no pretende servir como una justificación sobre las acciones de una parte de la población, puesto que en su momento corresponderá a las autoridades esclarecer lo sucedido bajo las garantías de la información veraz y justa. Mucho menos la intención versa sobre la defenestración sistemática de las políticas occidentales, además caducas en muchos casos como un ejercicio placentero. Se trata de un intento de reflexionar sobre la territorialidad desde donde nos sentimos identificados y originarios; bajo las condiciones anteriormente explicitadas, dan ideas que desde hace un tiempo la sociedad civil, organizaciones civiles y colectivos de diferentes líneas de acción se han dado a la tarea de fomentar procesos de transformación comunitarios que permitan romper el cerco mediático en que se encuentran las poblaciones del Estado de México, específicamente de Ecatepec. A través de una identificación, análisis, reflexión sobre sus procesos psicosociales, se reflexionan pensamientos sobre el embate al que se enfrentan y, utilizando los recursos comunitarios se hipotetizan acciones a fin de contrarrestar esa hegemonía cultural, política, pretendiendo impulsar una escucha compartida a los individuos, desarrollando un concepto de actores sociales y lo que implica en su quehacer comunitario en los procesos de transformación social. La visibilización de las comunidades, la problematización de conductas naturalizantes, sirven a efecto de resolver paradigmas construidos como procesos de alienación sistémica, reflejados en la cotidianeidad de la sociedad. Poner en contexto la otredad también permite redimir el individualismo agonizante presente en una parte importante de los procesos de hegemonización dominantes en dicha localidad; la otredad como un estado de práctica constante, concientizando la identidad y subjetividad posibles y necesarias en los procesos de respeto y valores comunitarios desprendidos de sus experiencias y rescatados de su pasado histórico. De ahí que la memoria histórica, su rescate, se mantenga en la lucha constante de tantos colectivos y organizaciones que trabajan en Ecatepec, bajo condiciones difíciles creyendo en principios de transformación desde abajo y consecuentemente con su pasado latinoamericano reivindicativo de sus procesos culturales, negados o excluidos a través del tiempo. Ese trabajo, que se percibe como titánico es necesario para resignificar las condiciones ahistóricas en que se ha pretendido contar los sucesos últimos que se han reflejado a través de los distintos medios de comunicación. Esa conciencia de sujetos conscientes de sus realidades se encuentra, en ciertos momentos, sesgadas, si en el análisis, las condiciones sociales, de clase y de dominación no pasan por su contexto histórico único que caracteriza a la zona en su conjunto. El rescate del sujeto histórico nunca se había vuelto tan importante en la vida del municipio como hasta ahora, puesto que en marcha se encuentra un proyecto de segregación donde el progreso dictamina que la adaptación es un germen necesario, aunque no obligatorio, para quien tenga la capacidad de adaptabilidad. Para todos los demás, el vuelco hacia la extinción o migración parecen ser las rutas alternativas que han trazado las clases dominantes.
Se vuelve necesario volver a observar y analizar la modernidad junto con sus pendientes que recrudecen en las condiciones de desigualdad antes de hablar de un progreso en beneficio de sociedades postindustriales que traerán un bagaje mayor y del cual los beneficios sociales serán una garantía, cuando la realidad, la modernidad actual, sólo conserva un discurso de guerra y destrucción. Indispensable el reconocimiento de los saberes originarios, la reconstrucción de un sentido de identidad, de pertenencia, el trabajo psicosocial, psicopolítico desde y con una comunidad junto con sus actores sociales que permita problematizar las condiciones de naturalización occidentalmente impuestas y negados su derecho a la incorporación de otros mundos por las condiciones de vida que han marcado su andar. Si de verdad se desea encontrar soluciones al problema de las memorias indómitas en Ecatepec, deberá de fomentarse un análisis que contemple los aspectos sociales, aún más, los aspectos ideológicos de dominación y el discurso doble del Estado en la protección de los recursos de las clases dominantes y el mantenimiento de las clases más desventajosas mediante políticas de empobrecimiento cultural, negligentes que conlleven a criticar las realidades superficiales que pintan a través de sus medios de comunicación y no a través de las responsabilidades de quienes poseen los medios de producción y se irresponsabilizan por las condiciones de desigualdad creadas por la vaga idea de que el éxito está ahí afuera y solo basta con estirar y esforzarse un poco sin necesidad de un entramado histórico, para saborear las mieles de un sociedad que ofrece todo a aquellos que crean saberse en el cuento de un hombre civilizado.
Referencias:
Noticias. (01 de mayo de 2020). Acusan a médicos de matar a pacientes en hospital de Ecatepec [Archivo de Video]. Youtube. https://youtu.be/e7juYFetF0I