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Ecos de la 1ª Convención Nacional contra la Imposición

Fuentes: Rebelión

«En relación a cualquier tarea, si no se hace un llamamiento general, será imposible movilizar a las amplias masas para la acción. Sin embargo, si los dirigentes se limitan a lanzar un llamamiento general –si no se ocupan personal y concretamente, en algunas organizaciones, de la ejecución cabal del trabajo que llaman a realizar, abren […]

«En relación a cualquier tarea, si no se hace un llamamiento general, será imposible movilizar a las amplias masas para la acción. Sin embargo, si los dirigentes se limitan a lanzar un llamamiento general –si no se ocupan personal y concretamente, en algunas organizaciones, de la ejecución cabal del trabajo que llaman a realizar, abren una brecha en algún punto y adquieren allí experiencias para orientar a las demás entidades–, no podrán comprobar si es justo el llamamiento general ni enriquecer su contenido, y además correrán el peligro de que el llamamiento quede en letra muerta.» Mao Tsé Tung

Hace dos semanas, producto de la convocatoria del movimiento #YoSoy132 y el FPDT, se llevó a cabo la Convención Nacional contra la Imposición en San Salvador Atenco. Un extenso mosaico de organizaciones de jóvenes, estudiantes, campesinos, obreros, colonos, indígenas, intelectuales, académicos, artistas y amplios sectores del pueblo se dieron cita los días 14 y 15 de julio para ponerse de acuerdo sobre del rumbo que tomará y las acciones que se llevarán a cabo en el marco de la presente lucha contra la imposición. Desde las organizaciones con amplia experiencia y participación en diferentes trincheras, hasta los jóvenes recién incorporados a la lucha popular a través del movimiento #YoSoy132, todos en Atenco coincidimos en un objetivo común: Impedir la imposición de EPN como presidente de México.

El planteamiento ha quedado muy claro: la lucha contra imposición de EPN, representa y sintetiza en este momento histórico la lucha contra el neoliberalismo, el modelo de acumulación capitalista que ha acrecentado los niveles de pobreza y marginación de nuestro pueblo en los últimos 30 años. Trazado el objetivo y el planteamiento que lo sustenta, los miembros de la Convención Nacional contra la Imposición hemos de plantearnos tres preguntas fundamentales: ¿Qué hacemos?, ¿cómo lo hacemos? y ¿para qué lo hacemos? Ante estos cuestionamientos la discusión y el debate fueron muy amplios, repartidos en 6 mesas y culminando en una plenaria general, las organizaciones presentes intentaron dar un paso decisivo rumbo a la necesaria coordinación de la lucha contra la imposición, de EPN como garante de la profundización del sangriento modelo neoliberal.

En este intento por responder las preguntas arriba planteadas se cometieron errores como el de votar primero un plan de acción sin discutir primero el sustento político del mismo, es decir, sin que el plan de acción sea producto de una discusión política, sino como parte de una suerte de un «guion» que nos hemos acostumbrado a interpretar ante cualquier coyuntura (con exiguos resultados), sin importar la discusión en torno a las necesidades específicas del actual proceso de lucha. El simple hecho de que como primer punto a tratar se pusiera el Plan de Acción salta a la vista mostrando, en determinados momentos, que para algunas organizaciones lo que importa es actuar aunque no se defina para qué, apelando, vergonzosamente, a la vieja consigna bersteiniana «El movimiento lo es todo, el objetivo final nada«.

De manera similar a pasados esfuerzos por coordinar a la izquierda antineoliberal en la lucha por sus objetivos inmediatos (Diálogos Nacionales, Promotora Contra el Neoliberalismo, Asamblea Nacional Popular, etc.), no faltaron las propuestas que insisten en hacer avanzar al movimiento, por la vía de la retórica incendiaria y no a través de las propuestas de trabajo concreto entre las masas, hacia posiciones anticapitalistas que, aunque muchos estemos de acuerdo y en nuestra práctica cotidiana las asumimos, consideramos se encuentran desfasadas (o mal ubicadas) en la actual coyuntura en que nos encontramos inmersos.

Abundaron los llamados a las acciones «contundentes» sin definir cuál es el significado de éstas, los llamados a las marchas «combativas» (adjetivo favorito del troskismo sectario) sin diferenciar éstas de otras marchas, como las que ya hemos llevado a cabo, llamados a los «sindicatos que mantienen su independencia de clase«, sin decir a qué sindicatos se refieren o si en verdad existen, llamados a huelgas generales o paros escalonados uno tras otro, de 24, 36, 48 y 72 horas. Anticapitalistas, sí. Socialistas, algunos. Pero con propuestas y planes de acción que poco tienen que ver con la realidad, resultado de su falta de trabajo real entre las masas trabajadoras que, en sus discursos, idolatran.

Y claro, no podían faltar los que propusieron caminar única y exclusivamente por el camino de la lucha pasiva, la conciliación, las acciones que se quedan dentro de los límites del legalismo burgués para no dar una «mala imagen«, etc. Estos últimos, sobre todo, ubicados entre las organizaciones socialdemócratas y liberales que, cual pequeño burgueses consecuentes, son enemigos acérrimos del neoliberalismo pero temerosos, a la vez, de que la lucha del pueblo los rebase.

Convocar constantemente a una Huelga General de 24 horas o las que sean (como muchas organizaciones troskistas y stalinistas, irónicamente, están acostumbrados a hacer) no garantiza de ninguna manera que los sindicatos a los que convocan asuman inmediata y automáticamente esa línea programática. La izquierda anticapitalista que se encuentra inmersa en la lucha antineoliberal, debe aprender a analizar la realidad, distinguir los alcances de cada coyuntura y a NO confundir el plan de acción que se necesita impulsar, con el que a ellos les gustaría ver. Este vicio de la fraseología revolucionaria, actitud persistente en la izquierda anticapitalista mexicana, sólo acarrea confusión, frustración e inactividad.

Sin lugar a dudas, la Convención Nacional contra la Imposición es una experiencia altamente positiva en el contexto actual y, además, nos dejó planteados bastantes cuestionamientos y retos para quienes, desde todos los espacios de lucha en los que participamos, estamos comprometidos con la lucha contra la imposición y la búsqueda de alternativas a este sistema capitalista. La Convención nos ha enseñado que no es lo mismo la unidad del movimiento social que el amontonamiento de las organizaciones que forman parte de él.

La práctica nos ha demostrado dolorosamente, en estos últimos años, que el hecho de reunir a cientos de organizaciones en un mismo espacio y que compartan objetivos comunes, por si mismo, no es garantía de la victoria. Tenemos que impulsar procesos de organización colectiva que trasciendan el marco estrecho de muchas organizaciones y sus consignas programáticas, además de que en el transcurso mismo del proceso organizativo clarifiquemos muy bien hacia dónde queremos caminar. El llamado de algunas organizaciones a formar asambleas y comités contra la imposición en cada barrio, colonia y comunidad no debe ser obviado, este tipo de propuestas deben de formar parte de nuestro plan de acción inmediato. Si no hacemos extensiva nuestra lucha pero, sobre todo, sus objetivos, a la mayor parte de la población (despierta aún o no, organizada o no) y no asumimos la labor de concientizar y organizarla, por más revolucionarias que sean las consignas que enarbolemos, fracasaremos irremediablemente.

Debemos trabajar arduamente, desde la base, para que la 2ª Convención Nacional contra la Imposición sea un verdadero proceso de fortalecimiento cualitativo del movimiento social en su conjunto y no sólo una sumatoria que no pueda encontrar objetivos estratégicos comunes en la presente coyuntura.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.