La huida de La Paz del senador corrupto de Convergencia Nacional (CN) Roger Pinto, asilado por más de un año en la embajada de Brasil en Bolivia, ha despertado cuantiosas sospechas y evidencias de que detrás de ese hecho estuvo Estados Unidos, y especialmente sus servicios secretos. No es desconocido para nadie hoy en el […]
La huida de La Paz del senador corrupto de Convergencia Nacional (CN) Roger Pinto, asilado por más de un año en la embajada de Brasil en Bolivia, ha despertado cuantiosas sospechas y evidencias de que detrás de ese hecho estuvo Estados Unidos, y especialmente sus servicios secretos.
No es desconocido para nadie hoy en el mundo que Washington está muy colérico con el gobierno del presidente Evo Morales por su postura antiimperialista y sus constantes críticas al injerencismo del régimen norteamericano en los asuntos internos de los países latinoamericanos, y a su intención de dividir a cualquier precio a la región.
Molesto está también Morales, y seguramente decidido a expulsar a la sede diplomática de Washington de La Paz, con todos sus espías subversivos. Eso es ya casi un hecho y probablemente solo se busca la fecha más adecuada y simbólica. Los inquilinos de esa misión lo saben y se apresuran a concluir sus «casos pendientes» aquí, entre ellos el de Pinto, a juicio de fuentes políticas.
También se conoce muy bien de los vínculos estrechos que mantuvo Pinto con la embajada norteamericana en La Paz, y de los nexos de ciertos funcionarios cariocas con esa legación, quienes evidentemente cumplieron claras instrucciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y no precisamente de su ejecutivo encabezado por la mandataria Dilma Rousseff.
La participación y autoría intelectual de espías y de diplomáticos de alto rango de la legación de Estados Unidos en la fuga de Pinto, y en las campañas que éste último protagonizo contra el mandatario boliviano, con resonancia en la prensa brasileña, se pondrán al descubierto muy pronto, y con pruebas irrebatibles.
Tras los telones del asilo político ofrecido a ese legislador, con causas pendientes por corrupción con la justicia en esta nación andina, metió sus manos malévolas la CIA, como igual lo hizo esa macabra institución de inteligencia en la escapada hacia Brasil, el pasado fin de semana, del referido delincuente de «cuello blanco».
Llama poderosamente la atención que Rousseff desconociera de la huida de Pinto, sobre la cual expresó en declaraciones a la prensa en su país que «fue un hecho inaceptable que saliera de La Paz sin permiso», dígase con un salvoconducto.
Igualmente levanta aprensiones en contra de la CIA que el Ministerio de Defensa carioca aclarara en un comunicado oficial este martes que carecía de información acerca de la «salida» de Bolivia del senador de CN.
Pinto fue una pieza clave de Washington para denigrar del gobierno de Morales, y un mercenario ordinario, como todos al estilo made in USA, construido para intentar lanzarlo mediáticamente como un líder opositor de cara a las elecciones bolivianas de 2014, pero ello evidentemente terminó en un verdadero fracaso.
La CIA, ni corta ni perezosa, se percató de que Pinto no pintaba nada ya en Bolivia, y que desde Brasil podría convertirse en un instrumento para enfrentar a ambas naciones vecinas, con importantes vínculos económicos y comerciales, y con gobiernos que abogan por la integración latinoamericana.
De seguro para asombro de Estados Unidos y sus servicios especiales, pocos previsores en reiteradas ocasiones por su prepotencia imperial, las autoridades cariocas y de La Paz han actuado de manera mesurada, evitando el pretendido enfrentamiento bilateral planeado por el régimen de la Casa Blanca con el caso «despintado».
Brasil pudo ser blanco y víctima de Washington, tras acoger en su territorio a un prófugo de la justicia boliviana, pero la actuación de la presidenta Rousseff lo evitó a tiempo, tras aceptar la renuncia de su canciller Antonio Patriota y demover de su nuevo cargo al exembajador en La Paz, Marcel Fortuna Biato, quien había sido nombrado en Suecia.
Tampoco Pinto salió ileso de la supuesta operación «victoriosa» de la CIA, porque la jefa de Estado carioca afirmó que deberá solicitar nuevamente asilo, por lo que perdió su estatus de refugiado político en territorio del gigante sudamericano.
La sensatez de Bolivia y Brasil dieron al traste con los propósitos de Washington, para bien de sus históricas relaciones, y de la unidad de la Patria Grande.
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