Resulta extraordinaria la capacidad del comisionado en seguridad de Enrique Peña Nieto en Michoacán, el mexiquense Alfredo Castillo, para detener a José Manuel Mireles, durante el juego de México contra Holanda, encarcelarlo en Hermosillo, Sonora, para que el Juzgado Segundo de distrito recabe la declaración preparatoria, en un procedimiento jurídico conocido como exhorto, pero será […]
Resulta extraordinaria la capacidad del comisionado en seguridad de Enrique Peña Nieto en Michoacán, el mexiquense Alfredo Castillo, para detener a José Manuel Mireles, durante el juego de México contra Holanda, encarcelarlo en Hermosillo, Sonora, para que el Juzgado Segundo de distrito recabe la declaración preparatoria, en un procedimiento jurídico conocido como exhorto, pero será el juez Jorge Armando Wong Aceituno, del Juzgado Quinto de distrito en Uruapan, el que resolverá la situación jurídica del otrora vocero de las autodefensas, dirigente y cofundador de éstas en los tiempos en que el gobierno federal no se molestaba en siquiera voltear la vista al estado tarasco, Castillo encabezaba la Procuraduría del Consumidor y el vigoroso movimiento de los productores agrícolas armados obligó a Los Pinos a cumplir una elemental obligación constitucional.
Es impresionante la eficacia mostrada el día 29 por el procurador del estado de México en 2010, año en que Peña Nieto gobernaba la entidad, tiempos en los que no destacaron por cumplir con el estado de derecho al que tantas frases dedican, y si me equivoco basta con entrevistar a las violadas sexualmente en San Salvador Atenco y que hoy litigan su caso en la Comisión Interamericana.
El mismo Castillo Adame declaró sin ruborizarse: «Como el señor Mireles estaba convaleciendo, probablemente muchas de estas cuestiones él no las pudo vivir, no las pudo observar». Es decir, detuvo a un hombre enfermo que, de acuerdo con su abogada, Talía Vázquez, «debido a su estado de salud requiere de cuidados intensivos y debería estar en un hospital».
Pero el comisionado y amigo del presidente no sólo logró la hazaña de que sus hombres entraran en acción en un impecable operativo en «el que no se disparó un solo tiro» -dijo Castillo en copia de la frase consentida de Monte Alejandro Rubido-, y apresaron a 82 autodefensas cuando 34 acompañaban a Mireles desde el poblado La Mira, que fueron los que se registraron, al decir de Talía Vázquez.
Fueron 82 los detenidos en Acalpican -cerca del puerto de Lázaro Cárdenas, donde ahora los transportistas de minerales exigen con bloqueos carreteros, respeto a su elemental derecho a trabajar-, por la magia de la multiplicación de los panes, pero no de la que habló el señor que todos respetamos, sino la de Alfredo Castillo, el licenciado por partida triple, que no sólo permitió, acaso ordenó que sus hombres ejercieran la muy mexicana práctica ilegal de sembrar cocaína y mariguana en el vehículo del médico, además de que lo encapucharan antes, le vendaran los ojos y durante cinco horas se burlaran del enfermo trabajador de la salud.
Mas «La ley siempre será la ley», juró a colegas de la fuente el jefe institucional del comisionado durante la sexta visita que realizó a Michoacán sólo en 2014, quizá para compensar una ausencia completa en 2013, justo cuando Mireles y miles de michoacanos empuñaron las armas para defender a sus familias y bienes de un temido y temible Servando Gómez Martínez, mejor conocido como La Tuta y ante quien Castillo Cervantes no muestra aún eficacia para apresarlo, a pesar de que ejerce como virtual vicegobernador de Michoacán desde el 15 de enero de 2014.
No puede olvidarse que hace un par de meses, José Manuel Mireles anuncio que el Ejército y la Marina tenían muy bien ubicado a Gómez Martínez en una zona serrana con cuevas, pero que el costo para detenerlo podría ser muy alto en vidas humanas.
Hoy es sumamente oportuna la pregunta de Helio Flores en su cartón de El Universal: ¿Y La Tuta, apá?
Fuente original: www.forumenlinea.com