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Ejes ruidosos para la campaña presidencial en Argentina

Fuentes: Rebelión

«Porque no engraso los ejes Me llaman abandona’o … Si a mí me gusta que suenen, ¿Pa qué los quiero engrasaos ?» (Atahualpa Yupanqui, «Los ejes de mi carreta») La incisiva nota de Martín Granovsky en la edición de hoy de Página/12 (https://www.pagina12.com.ar/206186-entre-el-miedo-y-nicolino) plantea serios interrogantes en torno a la campaña política en curso. Una […]

«Porque no engraso los ejes
Me llaman abandona’o …
Si a mí me gusta que suenen,
¿Pa qué los quiero engrasaos ?»
(Atahualpa Yupanqui, «Los ejes de mi carreta»)

La incisiva nota de Martín Granovsky en la edición de hoy de Página/12 (https://www.pagina12.com.ar/206186-entre-el-miedo-y-nicolino) plantea serios interrogantes en torno a la campaña política en curso. Una de las afirmaciones cruciales de ese artículo señala que el gobierno movilizó a sus tres principales espadas para atacar a la oposición, con la desembozada cooperación de la oligarquía mediática (que no periodística, porque hace rato que abandonaron esa noble profesión para ser operadores políticos) y la Justicia Federal, que coordina sus ritmos con las necesidades de la campaña. La primera cuando de pura casualidad nomás da inicio a una miniserie dedicada al «Tigre Verón», sindicalista del gremio de la carne, en feliz coincidencia con los virulentos ataques proferidos en contra de algunos dirigentes sindicales por el propio presidente y el jefe de gobierno porteño. Una simple casualidad, no hay que pensar mal. Y un Juez Federal de Comodoro Py, también por obra del azar, decide convocar a Alberto Fernández para declarar sobre el remanido Memorando de entendimiento con Irán. Y la Casa Rosada, refuerza todo este combo de mafia y corruptela preparándose agasajar a Mike Pompeo, Secretario de Estado de Donald Trump en su inminente visita a la Argentina, emitiendo un decreto por el cual se declarará a Hezbollah como «organización terrorista». Lo absurdo de todo esto es que esa fuerza política detenta varios cargos ministeriales en el gobierno de El Líbano, país con el cual la Argentina mantiene amigables relaciones diplomáticas. Se trata de una barrabasada más de las muchas que ha cometido el actual gobierno para complacer al imperio.
El oficialismo ataca, con todo, sin escrúpulos morales de ningún tipo, y el Frente de Todos «o esquiva o repele el ataque», como acertadamente observa Granovsky. Lo que quiero argumentar en esta nota es que por ese camino, esquivar o repeler, el FdT se instala en una postura claramente defensiva que remata en una inexorable derrota. Evitar hablar del pasado tendrá el mismo efecto, puesto que sin rememorarlo y sin denunciar la interminable sucesión de mentiras dichas por este gobierno será difícil convencer a amplios sectores del electorado, aún indecisos, que no deben reiterar el error cometido en el 2015 cuando creyeron que con la elección de Macri se derramaría sobre este país una «lluvia de inversiones» que jamás llegó; se acabaría con la pobreza que no hizo sino acrecentarse; se derogaría el impuesto a las ganancias para los trabajadores y jubilados, que se ratificó; que se mejorarían los haberes de jubilados y pensionados, cuando ocurrió exactamente lo contrario; que se crearían millones de puestos de trabajo, cuando se perdieron por centenares de miles; que se construirían tres mil jardines infantiles y terminó construyendo 109 y hay otros nebulosos 877 supuestamente en construcción; que el PAMI es una zona de desastre que ya no ofrece la protección de antaño para nuestros abuelos; que hay centenares de miles de niños sin las necesarias vacunas; que en la provincia de Buenos Aires hay escuelas que cierran por falta de calefacción, o que estallan por instalaciones defectuosas cegando la vida de docentes; que los tarifazos hacen estragos; que vivimos bajo una inflación descontrolada; que se derrumbaron los salarios reales; que fábricas y comercios pymes cierran por doquier; que caímos en un demencial endeudamiento externo y «eterno» sin ningún otro resultado que financiar la fuga de capitales de amigos y compadres del régimen; que dejado a las Islas Malvinas libradas al antojo de Londres; que tenemos una una política exterior dictada por la Casa Blanca y una política económica manejada por el FMI. Ante tantas aberraciones, y hay muchas más, ¿cómo no hablar del pasado? ¿Cómo no proyectar, día y noche, 24 x 7, los videos y registros que certifican este gigantesco engaño perpetrado por Cambiemos y sus dirigentes? ¿Cómo no recordar los dichos de Macri en su debate con Scioli? ¿Cómo no denunciar el contubernio entre la Justicia Federal, los servicios de espionaje, la cloaca mediática que nos envenena y prominentes figuras del gobierno para arrasar con el Estado de Derecho, satanizar a opositores políticos y acallar las voces disidentes?
Apelo a la memoria de quien esto lee para comprobar que no falto en lo más mínimo a la verdad. Les digo más: he sido cauteloso y sobrio, evitando por razones de espacio detallar todas los daños y agravios producidos por el actual gobierno. Y también para no extenderme sobre las dos vigas maestras sobre las que reposa la estocada final que Macri reserva en caso de ser re-electo a la autodeterminación nacional y la democracia argentinas: una nueva reforma previsional que, en los hechos significará la lisa y llana desaparición de la jubilación como un derecho, al estilo de lo que hoy ocurre en Brasil; y una reforma laboral que termine instalando el «modelo Walmart» de empresas sin sindicatos ni negociaciones colectivas, con lo cual nuestra gente quedaría inerme ante las exacciones de los saqueadores de cuello blanco que hoy nos gobiernan. Eso es lo que se viene, y Macri ya lo ha anunciado. ¿Cómo no alertar ante esta amenaza inminente?
No descarto que dada la difundida y peligrosa confusión reinante entre «triunfalismo» y «optimismo» alguien que lea estas líneas pueda pensar que estoy exagerando. Quienes han leído mi obra o me conocen saben que soy un optimista incorregible. Pero el triunfalismo no es hijo del optimismo sino de la irracional confianza en el papel supuestamente conscientizador de las penurias económicas, mismas que inclinarían inexorablemente el voto de las mayorías a favor de la oposición. El economicismo que se encuentra en la raíz de aquella actitud no tiene asidero alguno en la realidad, porque las dificultades económicas de los sujetos están siempre mediatizadas por factores culturales y psicosociales. La creencia, bastante común en ciertos sectores de las clases populares de que «hay que pagar la fiesta kirchnerista» ilustra lo que venimos diciendo. Desechar la batalla de ideas y confiar ciegamente en la productividad política presuntamente progresista de la crisis es un error garrafal. El «triunfalismo» es la expresión de ese error. Recordemos que mezclado con una buena dosis de arrogancia fue el clima que se instaló a mediados del 2015, con los resultados que estamos viendo.
La vigorosa denuncia de todo esto, de las mentiras seriales del gobierno y de sus falsas y demagógicas promesas, deben ser los ejes de la campaña del FdT. Ejes que deben sonar muy fuerte, como dice la poesía de Yupanqui, para despertar a un pueblo que parece adormilado y anestesiado por la dictadura mediática y el desencanto por la política. Digo «parece», porque sin duda hay un mar de fondo que puede desatar un tsunami político que derrote en las urnas al peor gobierno argentino desde 1983 hasta hoy. Pero para que tal cosa ocurra la dirigencia opositora, sin distinción de identidades partidarias, deberá hablar claro, pasar a la ofensiva, convocar al protagonismo popular y denunciar, una a una, las mentiras y falsas promesas de un gobierno que sólo un pueblo dispuesto a suicidarse querría re-elegir. Y esta es una tarea que debe comenzar ya, sin más dilaciones. No hay que esperar hasta Octubre. En las PASO se juega gran parte de la elección presidencial, mucho más de lo que suele imaginarse.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.