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El andar zapatista y La Otra Campaña

Fuentes: Rebelión

«¿La toma del poder? No, algo apenas más difícil: un mundo nuevo…» Subcomandante Insurgente Marcos «Su causa es justa, tienen razón, los apoyamos, los admiramos, los queremos, van a ganar. Además, son el síntoma de ‘algo’ de lo que nosotros también somos síntoma: la crisis política o del quehacer político…» Subcomandante Insurgente Marcos, en carta […]


«¿La toma del poder? No, algo apenas más difícil: un mundo nuevo…»
Subcomandante Insurgente Marcos

«Su causa es justa, tienen razón, los apoyamos, los admiramos, los queremos,
van a ganar. Además, son el síntoma de ‘algo’ de lo que nosotros también somos síntoma:
la crisis política o del quehacer político…»
Subcomandante Insurgente Marcos, en carta dirigida a través de Carlos Monsiváis,
a los estudiantes en huelga de la UNAM, octubre de 1999.

Apuntes sobre el EZLN: Una Introducción

El zapatismo es un movimiento político y social que se va definiendo en un andar que reconoce diálogos, derrotas simbólicas, continuidades, dudas e interrogantes, virajes, rupturas, puntos de inflexión, paradojas… y silencios. Que sabe escuchar, haciendo de esa práctica una fuente de enriquecimiento y de contacto con la realidad. Que practica una nueva forma de hacer política que no aspira a la toma del poder «constituido» (capitalista), sino que lo rechaza y apuesta desde abajo a la construcción de uno distinto, de un poder «muy otro» . Un ejército que tiene «voluntad de suicidio», que quiere desaparecer, «soldados que quieren dejar de ser soldados» . Una organización revolucionaria que no busca seguidores, sino interlocutores. Que introduce un fuerte contenido ético en su praxis cotidiana. Un grupo armado jerárquico y autoritario (según sus palabras) que, no sin dificultades, da una vuelta de tuerca a la relación mando-obediencia para decir y hacer de su práctica un «mandar obedeciendo». Que pelea por un mundo donde quepan muchos mundos. Una guerrilla que se levanta en armas cuando su base social le exige comenzar la guerra y que deja de disparar cuando la «sociedad civil» los llama a ello. Cien mil hombres, mujeres, niños y ancianos indígenas que cubren sus rostros para ser vistos. Que luchan por la autonomía en sus territorios, donde pretenden que «mande el pueblo y el gobierno obedezca». Un movimiento que, apenas aparece, alcanza de manera inesperada un gran reconocimiento internacional. Todo eso; nada más, pero nada menos, es el zapatismo.
Quizás, en esta pléyade de intentos por lograr superar viejos esquemas, es donde sea posible encontrar la explicación al apoyo y adhesión global que ha logrado el EZLN (después de todo, una guerrilla mal armada, situada en una región marginada a lo largo de la historia de México -país que cuenta con otras 19 organizaciones armadas- y compuesta, casi en su totalidad, por un sujeto -el indígena- que fue ignorado por los movimientos revolucionarios a lo largo del siglo XX). En otras palabras, ¿Qué hay detrás del zapatismo, un movimiento lanzado en armas luego de una importante derrota (o fracaso) de los movimientos revolucionarios que habían optado por esa vía, en la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica, para que siga siendo un importante «faro» para innumerables resistencias antisistémicas en el mundo?, ¿No debería haber sido otra experiencia condenada al aislamiento y al olvido?

Los orígenes del conflicto

Para entender el alzamiento armado del 1º de enero de 1994 y al movimiento zapatista en general, en toda su dimensión, deberíamos remontarnos, al menos, veinte años atrás. Tomaremos algunos elementos que creemos indispensables para ilustrar la situación que dio origen al levantamiento zapatista.
Los años ochenta fueron de profundos cambios en México, el Estado Chiapas no fue ajeno a los mismos, e incluso los vivió de manera particular.
A principios de la década se refugian en el sureño Estado alrededor de 100.000 guatemaltecos, indígenas mayoritariamente, huyendo de las masacres que estaba cometiendo el ejército de su país. En 1988 asume la presidencia de la República Carlos Salinas de Gortari, después de unas elecciones teñidas de fuertes sospechas de fraude. Muchos ciudadanos en México, incluidos prestigiosos académicos, hablan, sin rodeos, de un «golpe de Estado» . Con el nuevo gobierno se profundiza la política neoliberal (privatización de numerosas empresas públicas, fuerte crecimiento del subempleo, expansión de las maquiladoras, etc.).
Un año después, en 1989, al no renovarse los acuerdos internacionales entre los países productores, se produce una fuerte caída del precio del café, lo que afectará de manera abrupta la economía de los campesinos del sector.
En 1992 la «revolución modernizadora neoliberal» va a aportar otro elemento significativo en lo atinente a la precarización de la ya desesperante realidad de campesinos e indígenas: la reforma del artículo 27 de la Constitución (uno de los logros más importantes de la Revolución Mexicana, la Reforma Agraria), desmantela los ejidos , y pone fin al reparto agrario. Ya no habrá posibilidad para los campesinos sin tierra y los pequeños agricultores de obtener, al menos, una parcela de tierra para cultivar. Esto será un factor determinante para el levantamiento del 94.

El nacimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Crecimiento y primer «derrota».

El 17 de noviembre de 1983 se funda, en Chiapas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sin un trabajo político previo en la zona. El pequeño grupo fundador (un par de decenas de integrantes), está compuesto esencialmente por miembros de la clase media mexicana.
Con una concepción política inscripta en la tradición marxista-leninista, su plan era «introducir» la verdad revolucionaria en la conciencia de los indígenas. Pero ese ideario choca de plano con la realidad de éstos. «Tu palabra es dura», les advierten las comunidades. No tenían respuestas frente a esa universalidad desconocida. Es ahí cuando el EZLN sufre su «bautismo», el cual lo marcará, e incluso (junto a otros elementos) definirá su dinamismo como movimiento. Darse cuenta que, en lugar de hablar y enseñar, deberían escuchar y aprender. Ahí precisamente residirá una de las ideas fuerza de su hacer política de nuevas formas. El vocero zapatista, el Subcomandante Insurgente Marcos, lo explica en éstos términos: «… el principal acto fundacional del EZLN fue el aprender a escuchar y a hablar. Creo que, entonces, aprendimos bien y tuvimos éxito. Con la nueva herramienta que construimos con la palabra aprendida, el EZLN se convirtió pronto en una organización no sólo de miles de combatientes, sino claramente ‘fundida’ con las comunidades indígenas» . Ese mismo proceso -que continúa unos años más- genera también que se imponga una dinámica más colectiva y horizontal por sobre la típica estructura vertical de toda organización político-militar.
Decíamos que esa es, entonces, la primer derrota del EZLN. El propio portavoz zapatista, lo reconocerá años más tarde. En una entrevista con la prensa uruguaya grafica el hecho: «Llegamos… (dibuja un cuadrado con el dedo índice en el aire) marxista-leninistas, y la realidad indígena empezó a limar los bordes y lo convirtió en algo redondo.» Se da así una fusión entre la cultura de la resistencia indígena y la tradición emancipatoria revolucionaria del siglo XX que potencia la matriz originaria del movimiento. A partir de ese choque, se produce la transformación del EZLN: de un ejército de vanguardia a un ejército de las comunidades indígenas, que es engrosado masivamente por éstas (sobre todo en el período 1988-1992).
Después de la reforma del artículo constitucional antes mencionado, la realidad de los indígenas chiapanecos se vuelve cada vez más asfixiante. Ese mismo año , las etnias tzotziles, tzeltales, tojolabales y choles, entrarán en un fuerte proceso de discusión en torno al comienzo de la guerra. Consideran que la realidad en la cual están inmersos no deja espacio más que para la opción «muerte digna o muerte indigna». Es la primera vez que las mujeres y los jóvenes participan activamente en ese tipo de decisiones comunitarias.
En esa coyuntura las comunidades indígenas, que ya forman un todo indivisible con el EZLN, votan por amplia mayoría a favor de comenzar la guerra.

El levantamiento de enero de 1994

«… íbamos a lograr que México mirara hacia su parte indígena y se diera cuenta de que estaba olvidando una parte de él. Era una guerra contra el olvido».
Subcomandante Insurgente Marcos, 1997

En las primeras horas del 1º de enero de 1994 el EZLN toma militarmente, entre otras, las ciudades chiapanecas de Las Margaritas, Altamirano, Rancho Nuevo, Ocosingo y San Cristóbal de las Casas (la segunda más importante de Chiapas) y anuncian sus 11 demandas principales . Paradójicamente -y las paradojas serán fieles compañeras del zapatismo-, ese mismo primero de enero, México ingresaba oficialmente en la «modernidad» neoliberal, a través de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y Estados Unidos (NAFTA).
Sin embargo, el amanecer del primer día del año hacía despertar a los mexicanos de una realidad invisibilizada a lo largo de la historia del país pero que conforma entre el 10 y el 15 por ciento de su población: la realidad indígena, el «México profundo» . En efecto, el indígena era negado como ser humano, en sus especificidades y singularidades, era despreciado como ser diferente, humillado, (cuentan que en San Cristóbal de las Casas, los indígenas sólo podían caminar por las calles… las veredas eran para los blancos); era, sobre todo para las elites criollas, un obstáculo para la modernización, un «sobreviviente incómodo», como lo definió alguna vez el escritor español Manuel Vázquez Montalbán, en una entrevista editada bajo el título «Marcos: El señor de los espejos» . En la misma, el Subcomandante explica «El neoliberalismo, la globalización están preparando en México una gran simulación: podemos conseguir ser del primer mundo no si incluimos todas las capas sociales, sino si eliminamos aquellas que no llegan a estos estándares… Es el neoliberalismo el que lleva a los indígenas a la revuelta, desde que empieza a instalarse con toda su crudeza en 1982» . Pero el levantamiento armado hace despertar también a quienes sostenían que después de la caída del muro de Berlín y del desplome de la Unión Soviética, ya no había alternativa al ahora unipolar mundo capitalista.
Volvamos a las particularidades de los miles de combatientes que despliega y que conforman el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Como señala Ana Esther Ceceña, «El sujeto revolucionario, el portador de la resistencia cotidiana y callada que se visibiliza en 1994, es muy distinto al de las expectativas trazadas por las teorías políticas dominantes. Su lugar no es la fábrica sino las profundidades sociales. Su nombre no es proletario sino ser humano; su carácter no es el de explotado, sino el de excluido. Su lenguaje es metafórico, su condición indígena, su convicción democrática, su ser, colectivo.»
Los «nunca vistos», los negados y olvidados de siempre, los despreciados de la historia, eran ahora visibilizados. El pasamontañas negro, característico de los zapatistas, toma un fuerte sentido metafórico y simbólico. «Nosotros usamos pasamontañas negros para mostrarnos, sólo así somos vistos y escuchados». , dicen.
Fueron casi dos semanas de guerra entre el EZLN y el ejército federal mexicano, dejando casi 200 muertos, hasta que aparece en escena ese actor inesperado que es la «sociedad civil». La población detiene el avance de la guerra, «… resulta que toda esa gente, que eran miles, decenas de miles, centenas de miles, tal vez millones, no querían alzarse con nosotros, pero tampoco querían que peleáramos, y tampoco querían que nos aniquilaran. Eso rompe con nuestro esquema y acaba por definir al zapatismo, al neozapatismo.». El día 12 de enero decenas de miles de mexicanos colman la plaza del Zócalo capitalino. El EZLN, que se había entrenado durante más de 10 años para ese momento, detiene los disparos ante el llamado de la gente. El fuego es acallado por la palabra. Es la segunda «derrota» del zapatismo.
Ya desde la Declaración de la Selva Lacandona (texto donde se presentan como EZLN, plantean sus demandas, exponen sus razones, etc.) no se encuentran alusiones a la toma del poder, sino, simplemente, del derrocamiento del «dictador» para que se llame a una nueva elección, por medio de una «transición democrática».

Las etapas estratégicas del camino Zapatista

Siguiendo al sociólogo y militante mexicano Enrique Pineda reconocemos tres grandes etapas estratégicas en el recorrido zapatista, previas a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Con el levantamiento de enero de 1994 se abriría la primera, volcada a la «transición democrática», la cual tiene como objetivo programático central construir un nuevo régimen de gobierno de carácter popular. En ella sus propuestas hacen eje en la pelea contra el sistema autoritario de partido , encarnando las aspiraciones de vastos sectores de la población.. Todas las iniciativas (Convención Nacional Democrática, Consulta Nacional por la Paz y la Democracia, llamado a la construcción de un Movimiento de Liberación Nacional a través de la Tercera Declaración de la Selva Lacandona), que se extienden desde enero de 1994 hasta finales del año 1996 (momento en que se produce una apertura política que hace que entren al juego institucional movimientos otrora fieles a los zapatistas), se inscriben en esta etapa. Es en este periodo cuando los zapatistas convocan al Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo (julio de 1996), en el que se reúnen en el poblado La Realidad más de cinco mil participantes provenientes de 42 países del mundo. Algunos ven en él la primera reunión internacional contra la mundialización neoliberal. Creemos que esa capacidad de convocatoria global no es contingente, sino que, en tanto hipótesis, afirmamos que el zapatismo encarna y sintoniza con la crisis actual de la relación de representación social y política.
Cada uno de estos espacios tienden a poner en practica ese principio del EZLN que se mantendrá hasta el día de hoy: el de escuchar, el de buscar nuevos interlocutores, y el de tomar las decisiones y definir su estrategia como resultado de la apertura a todas esas voces distintas. Por esos momentos han preguntado públicamente si, como movimiento, seguían siendo útiles, o si ya no servían. Son rasgos que distinguen al zapatismo, alejándolo de las organizaciones tradicionales que, lejos de escuchar y aprender de otros, se consideran dueños de la verdad revelada y hacen girar todo su accionar en torno a ello. Podemos preguntarnos cuántas organizaciones revolucionarias han tenido la humildad revolucionaria de someter a discusión su utilidad para la emancipación de los pueblos?
Durante todos esos años (principio del 94-fines del 96), el zapatismo es un actor central en la vida política nacional de México.
Como ya afirmamos, en ese periodo, el Estado mexicano abre sus canales institucionales a la participación de la izquierda. Es el momento en que el EZLN comienza a perder aliados. Esta apertura política precipita la conclusión de la primer etapa estratégica de los zapatistas y da inicio a la segunda (la cual se extiende desde fines del año 1996 hasta comienzos del 2001), aquella que pone en el centro del tapete la pelea por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indios (lograr otro status jurídico, político y social para ellos) y la aplicación efectiva de los acuerdos de San Andrés . La vía que para ello se da el EZLN se vincula al intento de modificar la Constitución mediante presiones vehiculizadas por las marchas masivas y por la vía institucional-legal. Su objetivo se situaba en un plano superestructural, sus reclamos conjugaban la crítica a la forma excluyente que adoptaba el capitalismo mexicano (neoliberalismo) junto con el intento por el reconocimiento de los derechos indígenas, mas no era una crítica totalizante, no pugnaban por la sustitución de un sistema social por otro de carácter radicalmente opuesto.
Esta etapa culminaría con la Marcha del Color de la Tierra de marzo de 2001, cuando más de veinte comandantes zapatistas, llegan al Zócalo, la histórica plaza central mexicana, desbordada de simpatizantes y seguidores. Un mes después, el Congreso (luego de una negociación del Partido Revolucionario Institucional, el Partido de Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática) aprueba una ley que viola y traiciona los acuerdos mínimos a los que se había llegado en San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígenas. «Entonces algo se rompió definitivamente. Este hecho (…) fue fundamental para los pasos posteriores del EZLN, tanto en lo interno como en lo externo. A partir de ahí, el EZLN realiza una valoración de lo que fue su propuesta, el camino que siguió y las posibles causas de esa traición.» Así, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se llama a silencio y comienza a profundizar la construcción de la autonomía en las comunidades.
Luego de la traición del año 2001, comienzan a desplegar un proceso autonómico y autogestivo muy profundo que da lugar a la tercera etapa (la cual se extiende desde fines del año 2001 hasta mediados del año 2005). La autonomía de las comunidades indígenas no reconocida por el Estado-nación mexicano es desde ese momento aplicada de facto por las bases zapatistas.
En agosto de 2003 comienzan a funcionar las Juntas de Buen Gobierno (JBG). A través de ellas, son los mismos indígenas los que ejercen su autogobierno. Es el pueblo superando la lógica de la representación e intentando darse su propio modo de administración, no sin limitaciones y tensiones. Marcos explica el proceso en éstos términos: «El plan es que el trabajo de la JBG sea rotatorio entre los miembros de todos los consejos autónomos de cada zona. Se trata de que la tarea de gobierno no sea exclusiva de un grupo, que no haya gobernantes ‘profesionales’, que el aprendizaje sea para los más posibles, y que se deseche la idea de que el gobierno sólo puede ser desempeñado por ‘gente especial» . Aquí muchos se preguntarán si el rol jugado por el Subcomandante, vocero y jefe militar, no se contrapone con lo por él antes dicho; en otras palabras, si su figura no expresaría una relación de representación y sustitución. De acuerdo a la palabra que hemos escuchado de parte de miembros de una de las la Juntas de Buen Gobierno en Chiapas, dentro de la estructura organizativa del movimiento existe un órgano colegiado compuesto por miembros de cada una de as comunidades: el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), el cual es el mando colectivo del EZLN. Las acciones y los silencios militares y políticos son decididos por ésta instancia y no por Marcos, quien manda pero obedeciendo. Esta construcción de la autonomía -explicada líneas arriba- continúa en los territorios controlados por el EZLN (más de la mitad de la extensión territorial del Estado de Chiapas). Esta etapa, aún sin terminar, da lugar a una nueva: la que comienza con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona.

Algunos apuntes sobre «La Otra Campaña» y la Sexta Declaración de la Selva Lacandona

«Hace ya muchos años, un clásico de la picaresca política nacional, el hoy difunto ex presidente José López Portillo, se preguntaba, no sin razón: ‘En la Reforma habló el centro. En la Revolución, el norte. ¿Cuándo hablará el sur?’. Desde que en enero de 1994 la rebelión del sureste hizo sonar su palabra y en agosto de 2005 subió el tono, el sur, en boca de los zapatistas, está hablando. La Sexta Declaración y la otra campaña son el último tramo de esa conversación.»
Luis Hernández Navarro

La otra campaña comenzó a rodar el 1 de enero de 2006. Nace un tiempo antes, como corolario de un proceso colectivo de auto-consulta, que registró como protagonistas centrales a las comunidades indígenas zapatistas, quienes utilizando sus formas de auto-organización y toma horizontal de decisiones pensaron los pasos a seguir . La Sexta Declaración emitida en el mes de junio de 2005 emerge como la expresión teórico-política de ese proceso de construcción y reflexión colectiva como así también por la necesidad política de superar el limitante encerramiento y aislamiento chiapaneco en el cual el EZLN se encontraba. En tal sentido, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la otra campaña, son partes inescindibles de un mismo movimiento político y social, «la otra campaña, es el instrumento organizativo para hacer realidad la sexta Declaración» , es la puesta en acto del último gran viraje público del EZLN.
Ahora bien, es de destacar que La Sexta Declaración introduce una serie de elementos novedosos que nos parece relevante abordar. Aquí radica la hipótesis que origina este trabajo, por medio de la cual se sostiene que la Sexta Declaración abre un nueva etapa, la cuarta en la cual el EZLN «…modifica radicalmente [su] postura anterior porque formula un análisis (aunque somero y esquemático) del capitalismo y deduce del mismo que el EZLN es anticapitalista y de izquierda (…) el zapatismo ya no es, por lo tanto, sólo rebelde sino que ahora esta contra el sistema actual y por consiguiente, se plantea la necesidad de una alternativa no sólo, como antes, a las políticas y teorías neoliberales sino al capitalismo en su conjunto cualesquiera sean sus teorías y políticas» . Así puede percibirse que en el escrito que estamos analizando el movimiento zapatista incluso modifica la propia autodefinición que solía realizar acerca de si, el pasaje que se expresa de su autopercepción de rebelde a la de anticapitalista.
La Sexta Declaración no permite rodeos ni lecturas socialdemócratas sino que remite constantemente y sin mediaciones a los ecos de la voz fundante de Carlos Marx para decirnos junto a él que el sistema social que rige nuestras vidas recoge su ontología más profunda en la expoliación perpetrada por pocos sobre muchos, en el sufrimiento de la mayoría para el goce de una minoría, «Y entonces el capitalismo quiere decir que hay unos pocos que tienen grandes riquezas, pero no es que se sacaron un premio, o que se encontraron un tesoro, o que heredaron de un pariente, sino que esas riquezas las obtienen de explotar el trabajo de muchos. O sea que el capitalismo se basa en las explotación de los trabajadores…» .
El no reconocimiento de los Acuerdos de San Andrés son para el movimiento zapatista el hecho que les permite constatar que en el marco del capitalismo periférico mexicano no hay espacios para el reconocimiento de los derechos indígenas, como así tampoco para que sus demandas dejen de ser abstracciones y se concreticen en y como una justicia justa, una democracia plena y una libertad fáctica. De la conformación y agudización de una estructura económica y social capitalista mexicana cada día más dependiente y desigual, si se quiere trastocar en empíricas esas demandas se desprende la necesidad imperante de superar el orden social capitalista, de allí la decisión por formar «… un programa nacional de lucha, pero un programa que sea claramente de izquierda o sea anticapitalista o sea antineoliberal, o sea por la justicia, la democracia y la libertad para el pueblo.» En pos de una construcción política de mediano y largo plazo de alcance nacional la Sexta Declaración reconoce expresiones muy diversas de resistencias en todo México y apuesta a la posibilidad de unirlas en la perspectiva de reconstruir a la izquierda política y social en torno a la otra campaña. Su afán es la construcción a nivel nacional de un frente político y social fundado en una multiplicidad de experiencias de luchas y resistencias, de allí la alegría del Subcomandante Marcos cuando en un reportaje recuerda a sus interlocutores que en pleno desarrollo de la otra campaña el movimiento zapatista «… sigue siendo este arco iris que siempre imaginamos o soñamos» . Como sostiene Luis Hernandez Navarro «… la diversidad de sus integrantes es sorprendente: sindicalistas, organizaciones indígenas, intelectuales, artistas, religiosos, colonos, feministas, homosexuales, lesbianas, defensores de los derechos humanos, ambientalistas y estudiantes.»
Un elemento clave en la construcción de una intersubjetividad colectiva que trascienda los particulares que la componen es el conjugar el «escuchar al Otro» (que se repite) junto con la realización de prácticas horizontales que logren tejer una red o tejido de experiencias y saberes que operen como insumos comunes para la realización de una síntesis superadora, como afirma Marcos «Lo otro que se plantea es que hay que aprender a escuchar. Desde la posición que teníamos nosotros, privilegiada, pues ahora sí que somos los únicos que podemos decir que escuchamos todo de todos, sin dormirnos y sin irnos a otro lado, y sentimos que en ésta como en las otras reuniones falta todavía que aprendamos a escuchar. En ese momento la otra campaña va a dejar de ser del EZLN y se va a convertir de esto como se llame. Y sentimos que si se sigue el espíritu de la otra campaña, que es escuchar, hay que aprender mucho todavía. El que le entre a la otra campaña no sólo tiene que definirse anticapitalista y de izquierda, tiene que definirse con disposición a escuchar.» Esto último ilustra que las nuevas formas de hacer política deben polemizar frente a las practicas de la izquierda tradicional. Posibilitando un proceso de autoorganización por parte de los diversos grupos que conforman la Otra Campaña, el EZLN no interviene ni impone una forma determinada de articulación y construcción entre estos.
Son los propios zapatistas quienes se comprometen a llevar a cabo este proceso de escucha y síntesis de largo alcance, a través de una serie de visitas y acercamientos con sectores en lucha de todo México , nucleados en diversas formas de organización, tales como colectivos, organizaciones gremiales, grupos de afinidad, articulaciones etnopoliticas, plataformas políticas, protopartidos, frentes sociales, agrupamientos cívicos, ONG, medios de comunicación alternativos. Ponen en marcha este proceso itinerante a través de la puesta en acto de principios como el «mandar obedeciendo» y «el caminar al paso del más lento, para ir todos juntos». Así la otra campaña coloca a trasluz la distancia insalvable frente a la izquierda institucional (representada fundamentalmente en el Partido de la Revolución Democrática), la misma que al haber abandonado todo carácter anticapitalista sustituye escuchar la voz de los de abajo por los acuerdos con los poderes de arriba. Como sostiene efusivamente un compañero mexicano «La Sexta Declaración de la Selva Lacandona es como todas las declaraciones de la Selva, una estrategia, una invitación, un llamado a participar en dicha estrategia que tiene dos grandes definiciones: no hay nada que hacer arriba con los poderosos. Pero sí hay mucho que hacer abajo, y a la izquierda».
Las preocupaciones zapatistas no se reducen a la dimensión electoral, de hecho no llaman a votar pero tampoco a la abstención. Sus utopías emancipadoras trascienden el mero juego institucional desmovilizador de la representación, son las de crear las condiciones de posibilidad para la construcción humana de otro mundo, un mundo donde quepan muchos mundos.
Ahora bien, el escenario político mexicano en el que comienza la Otra Campaña estuvo dominado por la disputa por la presidencia entre el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el gobernante Partido de Acción Nacional (PAN). Lejos de la caracterización que hiciera Marcos en septiembre del 2005, en el sentido de que la población, a partir del contraste entre la campaña electoral y el programa nacional de lucha de la otra campaña, iba a optar y volcarse a ésta última, vemos que ocurrió más bien lo contrario. El descontento popular provocado por el fraude electoral que llevó a Felipe Calderón a la presidencia de México inclinó a decenas de miles de mexicanos a la constitución de un movimiento civil y pacifico en apoyo al candidato derrotado Andrés Manuel López Obrador. Creemos que la posición fuertemente critica, asumida por el EZLN, hacia la cúpula del PRD margina a los zapatistas -y por ende al proceso que están construyendo- de un dialogo posible con millones de explotados y oprimidos mexicanos. Lo cual ha privado de visibilidad y ha marginado del debate político nacional a los zapatistas y adherentes a la Sexta declaración.
Sostenemos que la Otra Campaña tiene como trasfondo una crisis política de las instituciones burguesas de gran envergadura en México que, vemos, se profundiza. Lo ocurrido en el Estado de Oaxaca, donde la demanda de renuncia del gobernador Ulises Ruiz (acusado entre, otras cosas, de represor y homicida) nucleó a relevantes sectores de la población, la cual se expresó a partir de distintas acciones contenciosas (la ocupación de edificios públicos, bloqueos de las principales carreteras del Estado, el asentamiento sobre la plaza principal, etc), es un claro ejemplo de ello .

A modo de Conclusión
La aparición de la Sexta Declaración junto con la puesta en marcha de la Otra Campaña nos lleva a reflexionar sobre una serie de continuidades y rupturas que se manifiestan tanto en el discurso como en la práctica zapatista.
En el plano discursivo es relevante destacar que el EZLN, por vez primera, se autodefine como un movimiento político-militar de carácter anticapitalista. En los doce años transcurridos desde el levantamiento de 1994 hasta mediados de 2005 (con la publicación de la Sexta Declaración), no encontramos en ningún espacio de su retórica una sola mención al modo de producción dominante en el mundo. Era la suya una crítica a la forma económica, política, ideológica y cultural, adoptada por el capitalismo desde mediados de los años setenta: el neoliberalismo . Quizás el uso de un discurso (tanto en forma como en contenido) más rayano en el propio de la izquierda tradicional del siglo XX, aleje a la Otra Campaña de la «sociedad civil»; sin embargo, quizás también acerque o sea un catalizador de organizaciones y experiencias de resistencia que llevan años de lucha antisistémica a lo largo y ancho de ese extenso país. El cual es hoy el objetivo primordial e inmediato de la Otra.
A pesar del proceso reflexivo al que aludimos (que incluso puede ser entendido como la expresión de un desarrollo político madurativo del movimiento zapatista), que lo lleva a «… definir al capitalismo como el responsable y el enemigo» , el EZLN continúa la lucha por un mundo nuevo, mas no por la toma del poder. En el terreno de las prácticas, el «mandar obedeciendo», el «caminar preguntando», el «ir al paso del más lento para ir todos juntos» y la reafirmación de la necesidad de la disposición a escuchar se mantienen como ejes centrales de la praxis neozapatista. La Otra campaña ha sido la objetivación de estos criterios en un plano colectivo que abroqueló nuevas organizaciones y experiencias diversas de resistencia.
Si bien la articulación de diversos sujetos aparece como algo netamente enriquecedor (con lo cual concordamos), la plétora de reivindicaciones que supone tantos actores a los que convoca la Sexta Declaración, es tan variada y heterogénea que en el terreno de la praxis articuladora propia de la Otra Campaña, se puede convertir en una traba que impida o dificulte la construcción de consensos. El «paso del más lento» corre el riesgo de que la dinámica de la coyuntura política supere y exceda al movimiento. Esta tensión constituye un desafío que los integrantes de «la otra» deberán resolver.
Pero son los desafíos propios de quienes se plantean búsquedas nuevas y no la continuidad de trazos prefijados, en la pelea por un mundo no capitalista.

Bibliografía consultada
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http://www.cedoz.org