El presidente Javier Milei completó 2024 en mejores condiciones que las que la gran mayoría imaginaba. Entre ajuste salvaje, artilugios discursivos y clima social deferente hacia el capitalismo en general y a la ideología del “libre mercado” en particular.
Eso a partir de unos pocos elementos: El descenso de la inflación, el ataque frontal a ciertos rubros del gasto público (no a todos). Y el “orden” encarnado en la “limpieza de las calles”, la disminución de los piquetes,
No es necesario confiar por completo en las innumerables encuestas y sondeos de opinión que circulan para tener la percepción de que el gobierno cuenta con un consenso social extendido.
Se podrá decir que es pasivo y no movilizado, que puede perderlo rápidamente si no se concreta cierta mejora en el nivel de consumo; en la calidad de los empleos. Que será cada vez más endeble si el supuesto “orden” no es acompañado de algunas satisfacciones concretas.
Nada de eso contrarresta la percepción de que ese consentimiento existe y que la actual administración es apreciada por una parte de la ciudadanía con parámetros que se alejan de tradiciones a las que se le suponía mayor arraigo.
Hay con todo factores más profundos y duraderos que juegan a favor del gobierno, más allá de la evolución de algunas variables económicas.
Para mencionar tres: a) No hay alternativas a la vista ni siquiera una oposición de mediana solidez; b) Existe un clima creciente de desconexión entre pares y debilitamiento de cualquier idea de comunidad y de acción colectiva. Sobre esto último puede leerse aquí y c) Como se desprende en parte de las dos anteriores, la antipolítica expresada en odio a “la casta” cuenta aún con terreno fértil en el que florecer.
La interna de la derecha
Mientras tanto, transcurre la política, si bien con el oficialismo “antipolítico” como protagonista. Los escarceos de La Libertad Avanza (LLA) con PRO son interminables. Y trasuntan un acorralamiento cada vez mayor de su dirigencia más “macrista”, que ya no está segura ni de poder ganar en la ciudad de Buenos Aires, el área en la que el partido se fundó y gobierna desde 2007.
Es la interna de la derecha. En un tiempo que las preferencias de ese electorado que en general no tiene menos del 40% de los votos, transitan hacia el “exitoso” Milei y por extensión se enfila a los candidatos de LLA.
El actual presidente ha logrado la transmisión de una radicalidad en sus propósitos y una decisión política firme, en un contexto en que la “moderación” y la “sesnsatez” pueden constituir un disvalor.
Las otras fuerzas aliadas al gobierno o de la “oposición” muy amigable sólo pueden aspirar a mantener algunas situaciones locales y desde allí a obtener representaciones parlamentarias en minoría pero no insignificantes. No mucho más.
El discurso “republicano” se ha derrumbado tanto en cuanto a coherencia ideológica como a peso político., con la casi única excepción de la disminuida Coalición Cívica. La mayoría se inclina hoy ante un gobierno elegido en comicios libres. Pero que no disimula su desinterés por el sistema representativo y la vigencia de las libertades no vinculadas al mercado.
La “libertad” es la de mercado y sólo cuenta por encima de ella la propiedad privada. División de poderes, pluralismo político y cultural, imperio de la ley, quedan para mejor oportunidad.
Los “dueños del país”
El empresariado aplaude, en su mayoría. El gobierno Milei es hoy el portador de la llave para obtener mayores ganancias e imponer retrocesos a trabajadores y pobres. Les alcanza con eso, más allá de reivindicaciones sectoriales no atendidas. Como la disminución o quita de las retenciones para el agro o una mínima protección frente a las importaciones en el caso de la industria.-
Reclamos que prefieren hacer en discretas cartas o en reuniones reservadas, sin acciones en el espacio público. Algunos observadores argumentan que los capitalistas argentinos adolecen de “dogmas” liberales que les obstaculizan la verdadera comprensión y realización de sus intereses.
Sin excluir el factor ideológico todo indica que existe cierta lucidez que les permite privilegiar intereses de mediano plazo aunque eso acarree ciertos sacrificios en el plano inmediato de lo económico-corporativo.
Se sienten a tiro de imponer a las clases explotadas y excluidas una rendición de vasto alcance y que pueda tener efectos persistentes. Y perciben al actual gobierno embarcado en una “cruzada” para lograr una derrota histórica, estratégica, de las mayorías.
El otro “poder de hecho” vigoroso, el de los medios de comunicación más conservadores, mantiene frente a la gestión Milei matices que aparentan ser fuertes. Pero no ocultan una coincidencia en las “grandes líneas” con la acción de gobierno.
A la hora del “ordenamiento fiscal”, de la baja de la inflación, de las desregulaciones, supresión o reducción de impuestos y privatizaciones en acto y en potencia, el elogio es casi unánime.
Allí se dividen algo las aguas, se sitúan de un lado quienes aprueban a la actual conducción en bloque y sin chistar. Enfrente van los que reprueban el ostensible menosprecio gubernamental por las reglas y los valores del liberalismo político.
En buena porción, las críticas tienen un componente fuerte en la defensa del “periodismo independiente” al que el primer mandatario no cesa de dedicarles insultos y presiones varias.
El periodismo tradicional se divide así entre quienes sostienen con toda la voz que el gobierno “libertario” es un camino de solución para los que ellos consideran los grandes problemas argentinos. Y los que difunden la idea de que sí puede serlo, a condición de acercarse siquiera un poco a un perfil de “estadista” o al menos a rasgos que limen las aristas de peleador de barrio que lo hacen menos confiable.
Las redes sociales, más esquemáticas y frontales, aparecen por ahora hegemonizadas por el sector más duro en la defensa del gobierno. Con la descalificación del adversario y la repetición hasta la náusea de unas cuantas “verdades” de signo reaccionario como herramientas fundamentales.
Todo indica que el presidente seguirá imperturbable en sus desmesuras e improperios, mientras la “prensa libre” mantiene una apariencia de conciencia limpia sin mayores costos.
Cómo leer el momento actual e influir para modificarlo
En la línea que venimos siguiendo, la interpretación de la actualidad argentina transita un período en el que se acentúa una tendencia siempre presente: La de prestar casi exclusiva atención a lo que ocurre en el marco institucional y en los ámbitos de la sociedad civil que responden en líneas generales a la clase dominante.
Lo anterior suele ir parejo con la subestimación cuando no el total ninguneo, a lo que ocurre “abajo”. A los reclamos y luchas que bullen en las calles y los territorios, que así pasan inadvertidos, o casi, para amplios sectores de la población.
La afirmación de que en términos de combate social “no ha pasado nada” a lo largo de 2024 es una enormidad que suele repetirse en voz alta. Incluso por parte de políticos “populares”. Echan así la culpa de los avances del gobierno a la “pasividad” de amplios sectores sociales.
Es más que sabido que existieron luchas relevantes, algunas de alcance masivo. Como los dos paros de la CGT, las movilizaciones de las universitarias y universitarios, de las jubiladas y jubilados, de las organizaciones sociales que insisten en no capitular.
Es cierto que parte de ellas amainaron en la segunda mitad del año. Tuvo incidencia la aprobación de la ley bases y el sostenimiento del veto a las leyes de financiamiento universitario y de mejora del régimen de actualización jubilatoria.
Hay que ver en ese freno al menos dos tipos de factores, además del desánimo frente a las derrotas más significativas:
En primer lugar el escaso entusiasmo del grueso de las dirigencias sectoriales por desenvolver a fondo las luchas. Les cuesta, y sobre todo no les gusta, ir más allá de la defensa de sus “quintas” sectoriales y hasta individuales.
Al primer fracaso o bien ante algún pequeño logro que pueden exhibir como triunfo, retoman el camino del “diálogo” y obturan cualquier medida de fuerza o acción callejera.
El otro tipo de factores es el de los ligados a las extremas dificultades a la hora de que propuestas alternativas se hagan carne en el movimiento social real. No cuajan iniciativas políticas que vayan más allá del acompañamiento a todas las protestas populares, que es indispensable y meritorio.
O de la denuncia de la ofensiva brutal del gobierno frente al nivel de vida y los derechos de efectivo cumplimiento de las grandes masas. Y de los abusos y distorsiones que comete en ese empeño.
¿Se trata de formular un programa claro y atractivo asentado en una diversidad de tradiciones y organizaciones? Sin duda. Se requiere también de la construcción de un liderazgo confiable, no caudillista, de honestidad intachable y espíritu de lucha sin fisuras, quiera y sepa asentarse en una democracia sustantiva.
Ambos requerimientos parecen hoy lejos de alcanzarse. Es cierto que el programa y las conducciones se retroalimentan con la activación del movimiento social y el alza del estado de ánimo y el procesamiento de las experiencias en ámbitos masivos. El derrotero sociopolítico de Argentina es de lo más imprevisible, no escribimos nada original con esto.
Parafraseando a Antonio Gramsci, ni optimismo en exceso voluntarista, ni pesimismo tal que convierta a las taras de la realidad existente en rasgos inmodificables.
P.D.; Pido perdón por anticipado a quienes puedan ofenderse por el intento de escribir una nota de análisis político de Argentina sin mencionar ni una sola vez la palabra “peronismo”.
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